Grupo de lectura “Leer juntos” del IES Goya
Sesión del 25 de marzo de 2024
Autora: Marilar Aleixandre
Obra comentada: Las malas mujeres. Xordica, 2022.
Sobre Las malas mujeres de Marilar Aleixandre
Su novela As malas mulleres (2020), escrita en gallego y traducida al castellano por la propia autora, obtuvo el Premio Blanco Amor 2020 y el Premio Nacional de Literatura en la modalidad de Narrativa en 2022. La novela se centra en la vida de las mujeres reclusas de la cárcel coruñesa de la Galera y en los esfuerzos realizados por Concepción Arenal y Juana María de Vega por mejorar las condiciones de vida en la prisión y para favorecer la reinserción de las reclusas.
Cubierta de la edición en gallego |
La idea de escribir el libro se le ocurrió a la autora leyendo la biografía de Concepción Arenal escrita por Anna Caballé (Concepción Arenal: La caminante y su sombra, Taurus, 2018). Por ella supo que Arenal fue visitadora (inspectora) de la cárcel coruñesa de la Galera, en la que estaban recluidas trescientas mujeres, lo que impresionó vivamente a la autora. Actualmente el único testimonio que queda en la ciudad sobre la existencia de la Galera es el nombre de la calle donde estuvo ubicada.
El título procede de la expresión utilizada por una monja en una carta dirigida en 1608 al rey Felipe III. En ella le dice que si había galeras —pena de trabajos forzados de remo en embarcaciones reales denominadas galeras— para los hombres, tendría que haber galeras para sacar a ‘las malas mujeres’ (ladronas, prostitutas, asesinas…) de las calles. Así, el término ‘galera’ amplía su significado para pasar a designar también la cárcel de mujeres.
Es esta una novela coral protagonizada por personajes femeninos pertenecientes a dos mundos separados que confluyen en la Galera, y en la que los personajes reales se cruzan con personajes legendarios como la bandolera gallega Pepa la Loba y con otros que son fruto de la imaginación de la autora. Aleixandre ha construido una novela en la que se entrelazan varias historias narradas por distintas voces y en diferentes estilos.
Una voz en tercera persona focalizada en la conciencia de Sisca (narrador equisciente), que en alguna ocasión muta a primera persona, cuenta la historia de esta joven de quince años, presa en la Galera por haber acompañado a su madre a que le practicaran un aborto clandestino con resultados fatales. Se trata de un personaje de ficción cuya historia se inspira, no obstante, en unos hechos sucedidos en los años cincuenta del siglo XX. El relato del día a día en la prisión (la suciedad, la mala alimentación, las penosas tareas…) se trenza con los recuerdos de la vida en libertad: la pobreza y el hambre, la muerte de un hermano, el trabajo de su madre como lavandera que providencialmente la pone en contacto con Paquita, sirvienta y amiga de la condesa de Mina; el descubrimiento del amor, el trágico final de su madre y la evocación de la belleza de la naturaleza que, como en el caso del prisionero del romance medieval, hace más duro el encierro:
“Hoy es lunes dieciséis de marzo. Imagina los sauces a la orilla del río, cerca de casa. Estos días de marzo, en esta primavera que le robaron, estarán brotando, nada se les da que ella no pueda verlos, sus renuevos dorados son peludos y suaves como animalillos; los acaricia en su pensamiento. ¿Habrá sauces, mimbreras, hierbas, pájaros para tantos días a lo largo de cuatro años?”. (pág. 17)
En esa tercera persona limitada, cuyo foco a veces se desplaza de la mente de Arenal a la de la condesa de Mina, se narra también la historia de colaboración de dos mujeres excepcionales, dos personajes reales que, a pesar de sus muy diferentes convicciones —Concepción Arenal, religiosa y conservadora, y Juana María de Vega, liberal y progresista—, pusieron su voluntad y su empuje al servicio de una causa común. Ambas libran una dura lucha por mejorar la vida de las reclusas de la Galera y por instruirlas para lograr su reinserción. Para ello deberán hacer frente con inteligencia y diplomacia a la resistencia de las autoridades de la prisión y a una opinión pública contraria a la instrucción de las mujeres. En su empeño cuentan con el apoyo de personas como Pardo Bazán y su esposa, padres de la futura escritora, y de un grupo de mujeres “hidalgas” que forman parte de la Sociedad de la Magdalena. Como ocurre en la historia de Sisca, esta narración abarca también aspectos de la vida personal de ambas mujeres: los problemas de salud de Arenal, su deseo frustrado de tener un título universitario, un fracaso amoroso, su feliz matrimonio, el drama de la muerte de su hija y la de su marido después, la enemistad con su madre; así como la vida casi legendaria de Juana María, sus años al servicio de Isabel II, su apoyo a la causa liberal, los sucesivos exilios, su historia de amor con el guerrillero Espoz y Mina y la temprana muerte de este, además de su labor filantrópica en favor de los más necesitados. En primera persona se expresan los dramas de las mujeres presas del “mudo coro de las malas mujeres”.
La narración da entrada a numerosos poemas y textos no literarios como cartas, informes, memorias o fragmentos de libros de Arenal. Con tal fragmentación formal Aleixandre logra construir una novela histórica que se aparta de los convencionalismos de este subgénero y la dota de un aire de modernidad, como ha señalado Santos Sanz Villanueva. La denuncia de la miseria y la pobreza, del hambre de las clases bajas y de la penosa vida de las mujeres encarceladas en un periodo de la historia de nuestro país, la convierten en una novela social que en algunos momentos adquiere tintes tremendistas.
La acción de la novela se sitúa hacia final del reinado de Isabel II y se prolonga a lo largo de tres años. Comienza en 1863, año en que Sisca ingresa en la cárcel de la Galera y Concepción Arenal es nombrada visitadora de cárceles de mujeres. Es también el año de publicación del libro Cantares gallegos de Rosalía de Castro, considerado el punto de partida del Rexurdimento (Resurgimiento) gallego, que adquiere especial relevancia en la novela, puesto que sus poemas, leídos en las clases de la Asociación de la Magdalena, emocionan a las presas porque les hablan en gallego, la única lengua conocida por la mayoría de ellas, de temas y lugares que les resultan muy próximos. Además, los poemas de Rosalía y de Eduardo Pondal, así como ciertas composiciones del folclore gallego le servirán a la autora para componer sus “mudos coros de las malas mujeres”. El final de la novela, en 1866, coincide con un hecho histórico trascendental: la abolición de la esclavitud en Estados Unidos, un rayo de esperanza para la animosa Juana María, quien confía en que pronto otros países sigan el ejemplo.
La novela se divide en tres partes que se corresponden con cada uno de los años que abarca la acción. Cada una de estas partes se abre con una extensa cita y se cierra con un texto no literario: el reglamento de una casa de corrección, en la primera; la “Memoria de la Sociedad de la Magdalena” en la segunda, y el apócrifo “Contrato de maestras…”, en la tercera, al que le sigue un epílogo. Entre la cita y el documento se incluyen diez capítulos, con sugerentes epígrafes, en los que las historias narradas se alternan siguiendo un orden que se repite a lo largo de toda la novela. Para una mejor comprensión, vamos a distinguir dos bloques de cinco capítulos, en los que los cuatro primeros se dedican de forma alterna a la historia de Sisca (S) y a la de Concepción Arenal (A) y el quinto al coro de las malas mujeres (C), y el esquema se repite en los cinco siguientes: [S, A, S, A, C] [S, A, S, A, C]. En la tercera parte se produce una ligera variación: el coro del segundo bloque es sustituido por el relato del encuentro de Sisca y Pepa fuera de la prisión.
El cuidado con que la autora relaciona las tramas y las distintas partes dota a la novela de una fuerte cohesión interna, que consigue mediante el uso de paralelismos y contrastes, amén de la reiteración de temas y motivos. Baste seleccionar algunos de los muchos ejemplos que podríamos aportar: La novela se abre con una escena humillante: el corte de pelo y posterior rapado de Sisca al ingresar en prisión, contemplada por Arenal y comentada desde su punto de vista en el capítulo dos, dando lugar a la primera muestra del perspectivismo de la novela. El motivo del pelo se retoma en la escena que Arenal imagina con Manuel y otra vez en uno de los capítulos finales cuando Arenal piensa en el color rojo de su pelo y en la tradicional asociación de este con la brujería. Si en el segundo capítulo del libro, Arenal reflexiona sobre las diferencias entre visitadora y visitante, al final de la novela, cuando ya ha sido cesada, vuelve a ello y dice no conformarse con el papel de visitante para convertirse en visionaria que adivina la lucha de las mujeres del porvenir. El llanto del hermanillo muerto que resuena en la mente de Sisca e interrumpe su sueño en el capítulo tercero, encuentra su eco en el lloro de Candonguita, la hija muerta, que desvela a la Visitadora en el capítulo siguiente. La referencia al vuelo de los murciélagos evocado por Sisca en la prisión, vuelve al final de la novela, cuando Arenal le enseña a su hijo a distinguir el vuelo de estos animales que terminan siendo para ella imagen de la justicia, que va y viene. Objetos como los zapatos de terciopelo verde o el libro de Rosalía de Castro; el chocolate que prueba Sisca por primera vez rebañando la chocolatera en el primer capítulo y reaparece en la taza de chocolate que le hace servir Juana María tras salir de la cárcel son otros tantos elementos que vertebran la obra.
La historia de Concepción Arenal en su etapa de visitadora es la historia de un fracaso colectivo de la sociedad española que ella percibe como un fracaso personal: “Era yo una rueda que no engranaba con ninguna otra de la máquina penitenciaria y debía suprimirse”* (pág. 129), escribe a su amigo Jesús de Monasterio. La trama sigue inicialmente una línea ascendente que alcanza su punto más alto en la segunda parte, con la creación de la Sociedad de la Magdalena y el inicio del trabajo con las internas; comienza a descender en el momento en que el alcaide consigue torpedear su labor, y cae bruscamente cuando la reina firma su cese como Visitadora:
“La conciencia del fracaso la persigue. De todo cuanto se había propuesto en la prisión lo único que consiguió fue eliminar el curtido de pieles, derivando a las reclusas para el hilado, indispensable para no perder el jornal. Las presas algo más limpias, peinadas, algunas aprendieron a leer; poco más”. (pág. 212)
Pero no es este el único conflicto en que se ve inmersa la Visitadora, puesto que en la novela se produce la colisión entre dos mundos muy distantes: el de la Visitadora y el de las ‘malas mujeres’, representadas por Sisca. La relación entre ambos parte de un desconocimiento de la realidad del otro, de ideas preconcebidas y recelos mutuos, dando lugar a un enfrentamiento que estalla cuando Arenal decide poner a prueba sus Cartas a los delincuentes, con la lectura ante las presas de la durísima carta 29, “Infanticidio, Aborto”, con la intención de observar sus reacciones. La ira de Sisca interrumpiendo la lectura provoca el desasosiego y las dudas de la Visitadora, y abre en la memoria de Sisca una puerta por donde irrumpe el pasado que no quería recordar, dando lugar a tres de los capítulos más dramáticos de la novela, que alcanzan su punto álgido con el relato de la muerte de la madre (el primero de la tercera parte). En ellos se da una visión de la mujer que aborta muy alejada del monstruo que había pintado Arenal en su carta y se desvela que el hambre, el no tener qué darles de comer a los hijos, es el motivo que con más frecuencia lleva a las mujeres pobres a abortar. Cuando Arenal conozca la historia de Sisca por boca de Juana María y de la misma Sisca, concluirá con esta que la justicia no siempre es justa y se fijará un nuevo objetivo menos ambicioso: el de salvar a Sisca, la joven que tanto le recuerda a su hijita muerta.
La trayectoria de Sisca sigue un desarrollo inverso al de la Visitadora. Su situación inicial la define el epígrafe del capítulo primero, la palabra “desesperanza” escrita por una mano anónima en los muros de la prisión, que inevitablemente nos trae a la mente las palabras grabadas a la entrada del Infierno de Dante. Tras la huida de Pepa, “la desesperanza mudó en esperanza. Puede imaginar la salida de la Galera, contar los días que faltan, menos de dos años” (pág. 222). Pero su suerte cambia tan inesperadamente, que cuando sale de prisión se da cuenta de que no le ha dado tiempo a hacer lo que tenía planeado: escribir en el muro “no pierdas la esperanza”. Ambas mujeres, la presa y la Visitadora, tenían un sueño. El de Concepción Arenal quedó inconcluso como el mantel de flores de tojo que empezó a bordar Sisca en las clases de costura. El de Sisca se cumple cuando pisa de nuevo la casa de Juana María, donde anhelaba servir, como Paquita, si bien no es este el futuro que la condesa de Mina imagina para ella.
Hay en la novela otros personajes femeninos, convertidos en protagonistas de “Los coros mudos de las malas mujeres”, relatos breves que pueden ser leídos de forma independiente, pero adquieren pleno sentido en el contexto de la obra. Las protagonistas son personajes cuya voz se ha acallado como indica el oxímoron, cuyos lamentos solo pueden expresarse en silencio:
"¡Pobres de nosotras! Llora, mujer: escuchamos tus suspiros. Solo nos es dado lamentarnos en silencio. Canta: escuchamos tus penas”. (pág. 36)
Ellas son ahora narradoras de sus propias historias, que transmiten otra visión muy distinta sobre las consideradas "malas mujeres”. Para ello, toman prestadas las palabras de los poetas, en textos híbridos, que mezclan prosa y verso, incluso alguna carta, y dan entrada a la cultura oral. Como en la tragedia griega, la intervención de la mujer es respondida por un coro, estableciéndose así un diálogo de enorme expresividad y lirismo.
“Entre pinos” (cap. 5) parte de un poema de Pondal (otro de los poetas del Rexurdimento) que narra una violación desde el punto de vista del depredador sexual, para contarnos la dramática historia de una mujer violada que acaba en la calle. El poema original se modifica para ponerlo en labios de la mujer, que narra su propia historia: “Me pilló entre pinos sola…”. A lo que el coro responde: “Entre los pinos. Te pilló sola”. La narración en prosa tiene elementos comunes con el cuento de Caperucita, pero el peligro que acecha en el bosque no es el lobo sino el hombre.
En “La hoz” (cap. 10), es el poema de Rosalía de Castro “La justicia por su mano” el que sirve de punto de partida para contar la historia de una mujer forzada por el señorito al que sirve y la venganza de esta.
El titulado “Artista de lo blanco” (cap. 20) toma otro poema de Rosalía para contar la desgraciada historia de la costurera Dolores, presa en la Galera acusada de haber dado muerte a su marido y condenada a garrote vil. Dolores no aparece en los relatos de Sisca y de Arenal, pero ambas tienen conocimiento de su existencia. Sisca le había oído hablar de Dolores, “la que cose sábanas y manteles para esta casa” (pág. 224), a Paquita. Y ya en la prisión, la joven tiene noticia de que hay al menos una mujer en la Galera “aguardando por el garrote vil. Pero está en otro dormitorio o en una celda de castigo, nunca la ha visto” (pág. 97). Más adelante, será una jovencísima y “sabihonda” Emilia Pardo Bazán, convertida en personaje de ficción, la que comente su caso y anuncie: “Algún día he de escribir su historia” (pág. 165). En efecto, Marilar Aleixandre, en un nuevo juego intertextual, recrea aquí la historia narrada por Emilia Pardo Bazán en el cuento “Casi artista”.
Finalmente, en “Desahuciada” (cap. 25) una mujer se venga del hombre que ha causado las desgracias de su familia, para evitar que sea su marido quien tome venganza, lo que no libra a este de acabar también en la cárcel.
Entre los cuatro “Coros” se intercala un canto de desafío creado por la autora tomando como modelo las regueifas del folclore gallego, en el que se alternan dos voces que disputan sobre las distintas versiones de la leyenda de Pepa la Loba (cap. 15, “La loba”). Las coplas de desafío se ven interrumpidas por los comentarios en prosa de la propia Loba que, en primera persona, corrige, matiza o añade detalles a lo dicho en las coplas. Acusada de haber dado muerte a su padre adoptivo, termina su intervención con la promesa de acabar con el verdadero culpable. Pepa, bandolera gallega convertida en leyenda cuya existencia se ha puesto en duda, fue un personaje real a quien nombra Arenal en una de sus cartas. En la novela aparece como personaje secundario en las historias protagonizadas por Sisca y por Arenal.
Estos breves relatos denuncian los abusos de los poderosos y humanizan a las mujeres protagonistas, víctimas todas ellas de diferentes tipos de violencia: la violencia del varón sobre la mujer, la que condena al hambre y a la desesperación a las familias y la que convierte en culpables a inocentes, porque en el “pan de la justicia”, como en el de la cárcel, “se ocultan gusanos”.
Marilar Aleixandre ha escrito una novela brillante, en la que demuestra un admirable dominio del lenguaje y de las técnicas narrativas. Una novela en la que reivindica las figuras de Concepción Arenal y de Juana María de Vega, al tiempo que recupera la memoria de aquellas mujeres olvidadas que penaron en la Galera. Una novela absolutamente recomendable.
Josefina López Granada
Sra. de Espoz y Mina
Sisca es un personaje de ficción aunque basado en personas reales. Doña Concha, la visitadora, es Concepción Arenal, una destacada mujer en el panorama del siglo XIX español, conocida y reconocida. La primera mujer que pisó las aulas universitarias españolas, aunque, para ello, tuviese que disfrazarse de varón; la precursora feminista y autora de La mujer del porvenir; la primera mujer que ocupó un alto cargo, de gran trascendencia política, en la administración española.
La tercera protagonista, Juana María, tiene en la obra un papel si no más destacado, sí más decisivo que la propia Concepción Arenal. A pesar de ser una mujer conocida en el ámbito de la historia de las mujeres, bien estudiada y biografiada1, no ha tenido el eco de otras mujeres escritoras y activistas, apenas es conocida por el gran público. ¿No habrá concebido la autora la novela, precisamente, para dar a conocer a esta importante mujer, casi olvidada? ¿Quién es Juana María de Vega?
En la biografía publicada por la Biblioteca Nacional de España se la califica como “uno de los referentes femeninos del liberalismo progresista español del siglo XIX. Escritora, activista y filántropa”. Pero su nombre no suele aparecer en la lista de mujeres destacadas en el ámbito de la cultura del s. XIX. Con estos títulos previos, evidentemente, merece la pena prestar atención a este personaje.
Juana María de Vega Martínez y Losada, condesa de Espoz y Mina, vizcondesa del Arado, condesa de la Caridad (título personal al que renunció) y Grande de España, nació en La Coruña en 1805. Hija única de una familia acomodada ilustrada y liberal. Tuvo una excelente formación, “más allá de los saberes domésticos y ornamentales, estudió aritmética, gramática, francés e inglés y leía a los autores de la antigüedad clásica” y muy joven, a los 16 años, se casó con el ya maduro general Francisco Espoz y Mina (1781-1836).
Juana María vivió tres importantes etapas. Hasta la muerte de su esposo, se halló inmersa en las circunstancias políticas de los liberales, con su padre y su marido: conspiraciones, exilios, reconocimientos políticos, y participó en todo ello, desde un discreto segundo plano de hija y esposa, pero activa y, a veces, criticada por otros correligionarios.
En 1841, el regente Baldomero Espartero la eligió como aya y camarera de la futura reina, con fuerte oposición de la aristocracia, precisamente para que un poco de aire liberal entrase en el Palacio y la princesa fuera educada en el espíritu constitucional. Al declararse la mayoría de edad de Isabel II, en 1843, abandonó Madrid y se instaló en La Coruña. Esta etapa de su vida la dejó reflejada en su obra Memorias de la condesa de Espoz y Mina. Apuntes para la historia del tiempo en que ocupó los destinos de aya de S.M. y A. y camarera mayor de palacio, escrita en 1844 pero publicada en 1910 por el congreso de los Diputados (disponible en este enlace).
A partir de 1843 vivió en La Coruña dedicada a la actividad política en apoyo a la causa liberal y progresista y al trabajo social, actividad que ella consideraba como un deber de justicia y no un acto de caridad. Por ello rechazó el título de condesa de la Caridad con Grandeza de España, que le fue otorgado en 1854, tras una epidemia de cólera en la que arriesgó su vida en los hospitales.
Fundó la Asociación de Señoras de La Coruña y redactó sus estatutos, apoyó la educación de la infancia desfavorecida, ejerció el mecenazgo cultural (Pablo Sarasate), fue dama fundadora de la Cruz Roja, escribió artículos en la prensa y redactó y publicó las Memorias del General don Francisco Espoz y Mina.
A su muerte, en La Coruña en 1872, se creó la “Fundación Juana de Vega” para la enseñanza de la agricultura, con los fondos previstos en su propio testamento. En la actualidad sigue en funcionamiento con los mismos objetivos, adaptados a los nuevos tiempos. Véase en el siguiente enlace.
EXCURSUS
El militarismo del siglo XIX en España. La influencia del ejército en la vida política española
El ejército ha sido una institución esencial en la constitución y mantenimiento de los estados a lo largo de toda la historia. En la época contemporánea, su posicionamiento e intervención han sido decisivos en el triunfo de las revoluciones liberales y la implantación de los sistemas democráticos en Europa y América. Pero, a diferencia del caso español, estos procesos han comenzado con revoluciones sociales que, en determinado momento, han recibido el apoyo militar.
La peculiaridad española tiene su origen en la Guerra de la Independencia. El “Dos de Mayo” ocasionó una fuerte reacción popular y la creación de numerosas partidas militarizadas por todo el territorio peninsular. En la Guerra de la Independencia “las guerrillas”, “los guerrilleros”, armados y uniformados como podían, desempeñaron un importante papel.
A lo largo de la guerra, estas partidas guerrilleras se fueron regularizando e incorporando al ejército, adoptaron la jerarquía militar y los grados y escalas correspondientes. Al final de la guerra, los guerrilleros quedaron incorporados al ejército y sus jefes mantuvieron el grado militar adquirido. Es el caso del guerrillero de origen navarro, Francisco Espoz Illundáin, que adoptó el apellido Espoz y Mina por su sobrino, Javier Mina, otro jefe guerrillero conocido como “Mina el mozo”.
El ejército que salió de la guerra fue, por tanto, un ejército mucho más numeroso, con una composición y extracción social muy diferentes al anterior, de origen aristocrático, y donde dominaban unas ideas distintas, el liberalismo y el constitucionalismo, que habían defendido en la guerra contra los franceses. A pesar de los intentos de la monarquía para transformar y controlar el ejército, el ideario constitucionalista se mantuvo y se defendió, y se prolongó hasta la crisis de la I República. Más adelante, las Guerras Carlistas también potenciarían el papel político del ejército y su tendencia liberal.
Tras la vuelta de Fernando VII y la restauración del absolutismo, entre 1814 y 1821, hubo cinco pronunciamientos del ejército en defensa de la Constitución de Cádiz (1812). El primero de ellos, en el mismo año 1814, protagonizado por el propio general Ezpoz y Mina. Las consecuencias de estos levantamientos fallidos eran el exilio (Espoz) o el fusilamiento (Porlier, Lacy y otros). En 1821, tras el éxito del pronunciamiento de Riego, se restableció la Constitución y regresaron los exiliados (entre otros, el padre de Juana María de Vega y el propio Espoz y Mina, nombrado Comandante General de Galicia, donde conocería a su futura esposa).
El fin del Trienio Liberal supuso un nuevo periodo de fuerte represión, ejecuciones y numerosos exiliados. Los liberales siguieron conspirando desde el exterior, en Inglaterra o Francia, e intentando, por medio de la sublevación militar, la vuelta al constitucionalismo. Es el caso del general Torrijos en 1831, perpetuado por Gisbert en un cuadro que reproduce la ejecución de los sublevados.
Las oleadas revolucionarias que recorrieron Europa en los años 30, 40 y 60 y 70, se reprodujeron en España. Pero, mientras en Europa estas revoluciones estaban protagonizadas por la creciente burguesía y, más adelante, la clase obrera, en España los levantamientos sociales requirieron siempre de la fuerza militar, a través de insurrecciones y amotinamientos, para modificar el conservadurismo monárquico, ostensible a pesar del Carlismo, e implantar el ideario liberal más progresista. Esto explica, también, la frecuente presencia de militares en la jefatura del gobierno.
El motín de La Granja en 1836, Espartero en 1840, la sublevación de Vicálvaro en 1854 y, finalmente, “La Gloriosa”, en 1868, que provocó la caída de Isabel II, el gobierno provisional del general Serano y la llegada de Amadeo I de la mano del general Prim.
En los años 70, la presencia guerrillera en el ejército había desaparecido de forma natural y, junto a las dificultades políticas de la improvisada I República y, sobre todo, al debate extremo de la cuestión territorial, las ideas políticas dentro del ejército cambiaron radicalmente. A partir de ahora, los pronunciamientos militares tendrán un fuerte carácter conservador, incluso dictatorial. El general Pavía, sin entrar a caballo en las Cortes, puso fin a la l República (enero de 1874), y tras un nuevo gobierno militar de Serrano, Martínez Campos aceleró la restauración monárquica y la vuelta de Alfonso XII (diciembre de 1874).
Durante la Restauración hubo un largo período de silencio cuartelario. Los militares, más acordes con la política moderada y controlada de Cánovas del Castillo y ocupados en las guerras coloniales, dejaron de intervenir políticamente, aunque el ejército, su composición, eficacia y funcionamiento no dejó de ser un importante problema político en toda esta etapa. Miguel Primo de Rivera (1921), José Sanjurjo y Francisco Franco Bahamonde (1936), Antonio Tejero, Jaime Milans del Bosch y Alfonso Armada (1981) fueron los últimos militares levantiscos.
Concha Gaudó
1 Entre otras biografías, puede verse: Romeo Mateo, María Cruz (2000), «Juana María de la Vega, condesa de Espoz y Mina (1805-1872). Por el amor al esposo, por amor a la patria», en Isabel Burdiel y Manuel Pérez Ledesma, ed., Liberales, agitadores y conspiradores. Biografías heterodoxas del siglo XIX. Madrid, Espasa Calpe.
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