El poema, compuesto por dieciséis versos octosílabos con asonancia en los pares, es un romance anónimo perteneciente al Romancero viejo* y, dentro de este, a los romances líricos y novelescos. De las numerosas versiones de este conocido romance, ofrecemos la más breve, en la que, como dice Menéndez Pidal (Flor nueva de romances viejos), "con sabio tino se han eliminado los recargados detalles que la completaban como canción carcelera, y se concreta todo el interés en una simple nota de emoción". Se produce, pues, el fragmentarismo característico de los romances tradicionales: eliminación de elementos anecdóticos, innecesarios para la intensidad estética del poema, y final abrupto, truncado en el punto de máxima tensión. En palabras de Donald McGrady ("Misterio y tradición en el romance del Prisionero", en AIH. Actas X. 1989), "la grandeza del romance [...] estriba en su magnífico uso del silencio, pues utiliza el mínimo de detalles necesarios para sugerir la historia que hay detrás de lo poco relatado". El "Romance del prisionero" guarda una estrecha relación con las "mayas", canciones tradicionales que exaltaban la llegada del mes de mayo. En este caso, se pone en boca de un prisionero -todo el romance es un monólogo, una queja del yo poético- a quien le está vedado gozar de la primavera; se trata, por tanto, de un canto carcelero que constituye el culmen de nuestro Romancero viejo.
En la primera parte (vv. 1-8) se describe el mundo exterior, la explosión de vitalidad que representa la primavera, en una gradación que comienza con la naturaleza (mes de mayo, calor, trigos, flores), sigue con el mundo animal (canto del ruiseñor y la calandria) y concluye con los seres humanos (los enamorados). En la segunda parte (vv. 9-14), introducida por la conjunción adversativa sino, se expresa, en contraste con la claridad y alegría del exterior, la triste situación del prisionero, único ser excluido del goce de la belleza y el amor, que solamente distingue el día de la noche por el canto de una avecilla, su único contacto con el mundo exterior y, por tanto, su exclusivo consuelo y su alegría. Por eso, en la tercera parte, cuando el ballestero mata a la avecilla, el prisionero lo maldice amargamente.
El escritor José Martínez Ruiz, "Azorín"*, nos ofrece su personal visión del romance en Al margen de los clásicos:
En la primera parte (vv. 1-8) se describe el mundo exterior, la explosión de vitalidad que representa la primavera, en una gradación que comienza con la naturaleza (mes de mayo, calor, trigos, flores), sigue con el mundo animal (canto del ruiseñor y la calandria) y concluye con los seres humanos (los enamorados). En la segunda parte (vv. 9-14), introducida por la conjunción adversativa sino, se expresa, en contraste con la claridad y alegría del exterior, la triste situación del prisionero, único ser excluido del goce de la belleza y el amor, que solamente distingue el día de la noche por el canto de una avecilla, su único contacto con el mundo exterior y, por tanto, su exclusivo consuelo y su alegría. Por eso, en la tercera parte, cuando el ballestero mata a la avecilla, el prisionero lo maldice amargamente.
El escritor José Martínez Ruiz, "Azorín"*, nos ofrece su personal visión del romance en Al margen de los clásicos:
Es por el mes de mayo. La tierra respira vitalidad y sensualidad. Ya los árboles están cubiertos de follaje nuevo. La luz tiene una viveza que antes no tenía; las sombras -la del alero de un tejado, la de un viejo muro- adquieren imperceptibles colores: sombras rojas, sombras violetas, sombras azules. Canta el agua como antes no cantaba, y sentimos un irreprimible deseo de ahondar las manos en las fuentes claras, límpidas y frescas. Los insectos zumban; pasan rápidos en el aire los panzudos y torpes celonios que van a sepultarse en el seno de las rosas...
Un prisionero está en su cárcel. No puede él gozar de la Naturaleza que despierta exuberantemente. Su encarcelamiento es rigurosísimo, cruel, bárbaro. Obscuro completamente en su calabozo; no entra en él la luz del día. Ni sé cuándo es de día, ni cuándo las noches son, dice lamentándose el prisionero. Es decir, sí lo sabe; mejor dicho, lo adivina. Llega hasta el calabozo el canto de una avecilla; cuando esta avecilla canta, el prisionero sabe que ya en el mundo es de día y que los seres, las plantas, las cosas -¡todos menos él!- gozan de la luz del sol. Esta avecica (como la arañita de otro célebre prisionero) era su único consuelo. ¡Cómo llegaban hasta su alma angustiada los trinos de este pajarito libre y feliz!
Y ya el prisionero no oye esta avecica: Matómela un ballestero. ¡Déle Dios mal galardón!
En los siguientes enlaces encontrarás sendos comentarios del romance:
El más corto y el más genial de todo el Romancero, o al menos, es mi preferido como creo haberte dicho ya en otra ocasión.
ResponderEliminarPero hay algo un poco aventurado ¿por qué sabe que el pajarico fue muerto por una saeta? ¿o es que necesita un culpable para poder desahogar en odio toda su frustración y rabia
Carlos San Miguel
El mundo poético es una construcción artística,no debe nada a la realidad
ResponderEliminarVale en tanto es arte y no por su verismo o lógica.
Romance precioso que ha trascendido en el tiempo para seguir regalándonos su frescura ,belleza literaria hasta penetrar en lo más sensible del alma humana..Cheila López Carbonell.
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