Dunas de Maspalomas, Gran Canaria
XXXV
En el curso notable de los
días
un lenguaje de sílabas
secretas
se formaba, una trama, una
red negra.
Un libro, no visible, iba
escribiéndose.
El niño que trazó en la
piedra un nombre
y recorrió los médanos
solares,
el muchacho que vio el
inmenso cerco
de la luna de abril sobre
los prados,
el que inventó en la luz
la llama viva
y la vio en la mañana
diamantina,
sabrá también del mal, del
hosco viento
de destrucción, de muerte.
Verá arder
el tiempo en el crepúsculo
espacioso
de una ciudad al norte,
escuchará
una canción de póstuma
belleza,
viajará hasta las aguas
estuosas[1],
y llorará, verá caer un pétalo
en la mañana oscura. En las
arenas
verá su rastro. Y mirará
las nubes.
Verá formarse el libro,
tras la duna.
De El libro, tras la duna, 2002
|
A. Sánchez Robayna. /Foto: Diego Moneva |
Andrés Sánchez Robayna (Santa Brígida, Las Palmas de Gran Canaria, 1952) es poeta español, ensayista, traductor y profesor universitario.
Cursó estudios de Filología Hispánica en la Universidad de Barcelona, donde se doctoró en 1977 con una tesis sobre el poeta canario Alonso Quesada. Es catedrático de Literatura Española de la Universidad de La Laguna y ha sido conferenciante y profesor en diversos centros y universidades de Europa y América. Fue director de la sede canaria de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo y responsable del Departamento de Debate y Pensamiento del Centro Atlántico de Arte Moderno, de Las Palmas de Gran Canaria. Fundó y dirigió las revistas Literradura (Barcelona, 1976) y Syntaxis (Tenerife, 1983-1993). Actualmente dirige el Taller de Traducción Literaria de la Universidad de La Laguna.
Ha vertido al castellano la obra poética de autores como Wallace Stevens, Paul Valéry, Joan Brossa, Haroldo de Campos o Ramón Xirau. Su traducción de la Poesía completa de Salvador Espriu mereció el Premio Nacional de Traducción en 1982.
Ha publicado los ensayos El primer Alonso Quesada (1977), Tres estudios sobre Góngora (1983), La luz negra (1985), Poetas canarios de los Siglos de Oro (1990), Para leer "Primero sueño" de sor Juana Inés de la Cruz (1991), Estudios sobre Cairasco de Figueroa (1992), Silva gongorina (1993) y La sombra del mundo (1999), así como tres volúmenes de diarios.
Entre sus libros de poesía se cuentan Día de aire (Tiempo de efigie), 1970; Clima (1978), Tinta (1981), La roca (1984, Premio de la Crítica), Palmas sobre la losa fría (1989), Fuego blanco (1992), Sobre una piedra extrema (1995), Incripciones (1999), El libro, tras la duna (2002), Sobre una confidencia del mar griego (2005) y La sombra y la apariencia (2010). Sus poemas han sido traducidos al inglés, francés, alemán, italiano, portugués, griego y árabe.
La poesía de Andrés Sánchez Robayna se adscribe a la poesía del silencio, como indica Manuel Fernández Casanova ("...Sentidos que no sé": El pensamiento poético de Andrés Sánchez Robayna):
La vía poética escogida por Sánchez Robayna a la hora de inscribirse en esa modernidad ha sido aquella tradición simbolista que a principios de los 70 abriera José Ángel Valente* [...]: poesía del conocimiento y de la concisión lingüística, del hallazgo de la palabra originaria encarnada en los pliegues del silencio, en el más allá del lenguaje, una forma de experimentar la poesía a la que Sánchez Robayna ha aportado su otra gran inspiración: la tradición de la literatura modernista y de vanguardia de las Islas Canarias.La crítica distingue tres ciclos en su obra. El ciclo fundacional está integrado por su trilogía insular: Climas, Tinta y La roca. En el segundo -Palmas sobre la losa fría (1989), Fuego blanco (1992) y Sobre una piedra extrema (1995)- domina la meditación filosófica. Con El libro, tras la duna, en el que rompe definitivamente con la distinción entre sus escrituras lírica y diarística, se inicia un nuevo ciclo.
El libro, tras la duna está formado por un solo poema dividido en setenta y siete apartados y es un libro autobiográfico, un libro de iniciación, pero rebasa el plano autobiográfico a través del examen de la historia colectiva y de la indagación filosófica sobre el tiempo y la muerte. La figura del niño que "juega a echar los dados" (imagen tomada de Heráclito, para quien el tiempo es un niño que juega a los dados) abre y cierra el libro, del que ha escrito Jaume Pont (Poética e imagen insular en la lírica de Andrés Sánchez Robayna):
El niño [...] postula un viático circular, un retorno al lugar del origen y, al mismo tiempo, la conciencia trascendida de un eterno fluir temporal donde vida y muerte, principio y fin, se funden en un eterno recomienzo.Y añade:
El tiempo, cual una duna semoviente, teje y desteje lo tejido. En su cambio, y desde lo que este borra y engendra se escribe el vasto libro del mundo, metáfora creacional formulada ya en Clima y que va repitiendo en todas las entregas posteriores, incluida El libro, tras la duna. Un libro escrito y descifrado, leído, por el poeta.*Entrada relacionada:
http://elhacedordesuenos.blogspot.com.es/2012/12/latitud-de-jose-angel-valente.html
Autobiografía íntima que no sé si es fácilmente comprensible para el público...
ResponderEliminarCarlos San Miguel
¡Bonita! Sin llegar a esta "comunicación" con las piedras, ni mucho menos, recuerdo lo de moda que estaban las colecciones de minerales es los años setenta. Yo no lo viví, pero mis hermanos mayores sí, así que aún vi por casa varios pedrusquillos de ésos que no sé si salían en el Cola Cao de regalo.
ResponderEliminarCarlos San Miguel