Ilustración del cartel del Día de la Biblioteca
DÍA DE LA BIBLIOTECA
Desde el año 1997, la Asociación Española de Amigos del Libro Infantil y Juvenil promueve la celebración del Día de la biblioteca (24 de octubre) y, como ya es habitual, se edita un cartel para la conmemoración. Este año la ilustración es de Elena Odriozola y el texto del escritor Patxi Zubizarreta. Reproducimos a continuación las palabras del autor:
La Sirenita y la Pequeña Cerillera son personajes que a la mayoría de nosotros nos resultan familiares, pero quizá muchos desconozcan que el padre de Hans Christian Andersen fue un artesano pobre que solo se sentía feliz los domingos: ese era el único día en el que sacaba tiempo para leerle cuentos y hacerle teatro a su hijo. Y, seguramente, pocos sepan que el escritor fue enterrado con una carta misteriosa escondida en su pecho...
La pequeña Cerillera nos invita a mirar hacia fuera, sobre todo a la gente desamparada; Laura Esquivel, sin embargo, en su novela Como agua para chocolate nos aconseja mirar dentro. afirma que cada persona tiene en su interior una caja de cerillas y que cada uno tiene su propia manera de encenderlas: una compañía agradable, una buena cena, una caricia, una fantasía, un poema...Pero advierte de que, si las cerillas no se encienden con frecuencia, la caja se humedece, es imposible volver a prenderlas y nutrir de energía el alma.
La pequeña Cerillera nos invita a mirar hacia fuera, sobre todo a la gente desamparada; Laura Esquivel, sin embargo, en su novela Como agua para chocolate nos aconseja mirar dentro. afirma que cada persona tiene en su interior una caja de cerillas y que cada uno tiene su propia manera de encenderlas: una compañía agradable, una buena cena, una caricia, una fantasía, un poema...Pero advierte de que, si las cerillas no se encienden con frecuencia, la caja se humedece, es imposible volver a prenderlas y nutrir de energía el alma.
Julio Villar eligió precisamente una caja de cerillas para despedir a su diminuto amigo. En ¡Eh, Petrel! (relato de su vuelta al mundo en solitario) el marino cuenta que encontró al grillo en una noche de tormenta, y que éste le hacía mucha compañía; pero, finalmente, otro temporal se lo llevó: el pobrecillo murió ahogado y el viajero lo introdujo en una cajita, la envolvió en papel de plata y la posó en la estela de su velero.
Historias como estas nos esperan en los libros de nuestras bibliotecas. Y, por alguna razón, los bibliotecarios me recuerdan a los beduinos: éstos, cuando se retiran a dormir, dejan encendido un pequeño fuego en una duna a modo de faro en el mar de arena. Cuando algún peregrino o alguna persona extraviada se acerca, lo reciben como si fuera príncipe, preso y poeta: lo acogen con todos los honores, lo hacen preso de sus agasajos y, al final, se ve obligado a elegir las palabras precisas para expresar su agradecimiento. Es así, precisamente, como recuerdo a tantas bibliotecarias.
De forma que en la biblioteca también nos sentimos príncipe, preso y poeta entre libros, revistas, periódicos, películas, canciones o propuestas digitales, entre ficciones y realidades que nos alertan y ayudan a mantener encendido nuestro espíritu crítico. Allí podemos elegir la forma de prender nuestras cerillas, si mirar hacia dentro o hacia fuera, y, quién sabe, puede que al final hasta nos aventuremos a investigar o a imaginar el contenido de la carta del escritor danés...
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