Grupo
de lectura "Leer juntos" del IES Goya
Sesión
del 20 de enero de 2025
Autora:
Carmen Sancho Hernández
Obra comentada: Tiempo para contar (Relatos y
microrrelatos), Madrid, ViveLibro Ed., 2024.
¿QUIÉN
ES CARMEN SANCHO HERNÁNDEZ?
Carmen Sancho Hernández, nacida en
Daroca (Zaragoza), realizó sus estudios de Bachillerato en Daroca y Tafalla
(Navarra) y cursó Filología Románica en la Universidad de Zaragoza.
Ha
desempeñado su vida laboral en la docencia en institutos de Huesca, Igualada
(Barcelona), Arnedo (La Rioja) y, finalmente, en los IES “Ítaca” y “Goya” de Zaragoza
en donde ejerció hasta su jubilación.
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Carmen Sancho, en el centro (las presentaciones de autora y obra corrieron a cargo, respectivamente, de Josefina López, a la izquierda, y Francisca Soria, a la derecha) |
¿QUÉ ES TIEMPO PARA CONTAR?
La obra comentada es una colección de
40 relatos y microrrelatos dedicados a Carmen, Sofía e Inés, precedidos siempre
de título:
Frustración Literaria. El lenguaje de
las olas. Microhomenaje. El testigo de la vida. La mudanza. Lección de gramática. Establecimiento
con estilo. Paranoia gramatical. Sueños de identidad. Mutación
estacional. Un golpe de viento. ¿Ubi sunt las miradas? Armisticio. Decepción.
Un dedo para mover el mundo. El dicciosaurio. Moderna Cenicienta. Invierno. Con el
filo de la espada. Lágrimas superpuestas. Identidad. Aquella
vieja melodía. Agotamiento. Persecución. Perplejidad. La
sonrisa de Arcilla. Metamorfosis. Confusión. Pasos de papel. ¡Los
catorce! El árbol de la diosa. Cuestión de dimensiones. Anodino. Palabras
derramadas. Pesimismo gramatical. Tejiendo recuerdos.
Ni héroe ni poeta. Palabras de vida. Y siempre Él. Cuestión de
género.
Todos ellos forman un conjunto
amalgamado, en el que las historias no guardan ninguna distribución especial,
salvo la primera y la última. Se trata, como adelanta el subtítulo, de una
amplia selección de narraciones breves, en la que Carmen Sancho, filóloga,
distingue entre dos subgéneros narrativos y, sabedora de la necesidad de
explicarlo al lector, explica su acercamiento al microrrelato a través de
cuatro de ellos.
El que encabeza la obra, Frustración
Literaria, que comienza por Érase una vez y finaliza por Colorín
colorado, muestra en seis líneas la inutilidad de aferrarse a fórmulas si
falta inspiración. En Microhomenaje evoca el más famoso, tal vez el que
le descubrió este subgénero, citando el publicado por Augusto Monterroso en
1959: “Cuando despertó el dinosaurio todavía estaba allí”. Por fin, en Palabras
derramadas, desvela la dificultad de amaestrar a las musas para someterse
al estrecho corsé de una narración tan breve, que obliga a domeñar la visión literaria
de la realidad (prescindiendo de adjetivos, adverbios y todos los recursos que ensanchan
o matizan el significado del discurso), en aras de lograr la esencialidad que
cabe en cuatro líneas. Y cierra el libro Cuestión de género, un diálogo
que enfrenta al microrrelato con la novela mostrando la diversa intención de
ambos. La novela subyuga al lector, mientras el microrrelato juega con él.
Por su condición miscelánea, no
hay temas preponderantes ni organización temática, porque este libro quiere ser
el fiel reflejo de las observaciones y vivencias de la autora. En sus páginas
encuentra el lector objetos animados, constantes menciones al mundo de la
lengua y la literatura, paisajes repletos de emociones y, en seis de ellos,
personas importantes en su vida.
Destaca, en buena parte de ellos, el
tratamiento de los objetos, dotados de la capacidad de sentir y dialogar.
No importa que sean un faro, un perchero, un libro, un diccionario, un sombrero
o un espejo. Sobre cada uno de ellos proyecta Carmen Sancho su mirada
reflexiva, sensible, empática.
Merece destacarse a este respecto, el
abundante uso de la técnica del diálogo explícito, en catorce de los cuarenta, siempre
con muy diferentes funciones: en ocasiones sirve para definir situaciones
opuestas, en otras se utiliza para dar vida a los objetos o para confrontar lo
estático y lo dinámico, lo nuevo y lo viejo, el antes y el después, dado que
numerosos de estos relatos se basan en una comparación antitética.
Sobre el libro planea siempre la sombra
de la filología, ya sea en evocaciones literarias (Machado, Joyce, Quevedo,
Verlaine) o mediante el recurso a la gramática o a la retórica como tema del
relato. Sí, hemos leído bien, la autora usa la gramática (Lección de
gramática, Paranoia gramatical, Identidad, Pesimismo gramatical) y también la
retórica y los tópicos literarios como elemento esencial de algunas narraciones
(Establecimiento con estilo, Ubi sunt las miradas?). En todos ellos se
hace patente su profunda reflexión y un finísimo sentido del humor.
El libro es un reflejo de la propia
autora, su familia, su sensibilidad, su profesión tan numerosamente desvelada
en estos relatos y su sentido del humor, plasmado en títulos que son juegos de
palabras (Agotamiento, Los catorce, Cuestión de género).
Sancho Hernández se muestra heredera
agradecida a la cultura grecolatina, a la que rinde un especial homenaje en el
cuento El árbol de la diosa, que alberga en cuatro páginas un diálogo
ordenado en el tiempo, entre el olivo y Atenea y del olivo con la trirreme que
transporta su aceite al otro lado del Mediterráneo. Aquí la autora se explaya, se permite utilizar
todos los recursos literarios sin las restricciones de los relatos breves
y muestra así su habilidad de narradora.
En los cuarenta relatos se ofrece al
lector la visión diferenciada de narradores en primera y tercera persona,
aunque también se abre paso el “tú” en algunos cuentos que contienen diálogos.
Hemos subrayado más arriba que esta
colección es miscelánea, pero hay tres narraciones que escapan a esa condición:
El Dicciosaurio, Nueva Cenicienta e Invierno, dedicados a
sus nietas y que guardan un perfecto orden jerárquico: el primero, en el que la
autora crea el neologismo del título, es el más largo y está dedicado a la
mayor de ellas; el segundo, más corto, a la mediana, y el tercero, muy breve, a
la benjamina.
Carmen Sancho, lectora voraz, que
confiesa en el título de esta opera prima que, tras una larga carrera
profesional y vital, por fin le ha llegado al tiempo de escribir, crea en este
libro, con verdadera maestría, una atmósfera íntima y lírica que envuelve las
historias. Aunque predominan los microrrelatos, lo que implica una cierta idea de
divertimento, de juego literario con la realidad, Tiempo para contar logra
atrapar plenamente al lector. Es prosa poética y emociona.
Francisca Soria Andreu
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Diversos momentos de la tertulia |
Pueden leerse un par de textos de esta obra y una semblanza de la autora en otra entrada de este mismo blog.
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