EL BLOG DE LA BIBLIOTECA DEL IES "GOYA" DE ZARAGOZA


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domingo, 30 de abril de 2023

"Todas íbamos a ser reinas", de Gabriela Mistral


©Felice Casorati


TODAS ÍBAMOS A SER REINAS

Todas íbamos a ser reinas,
de cuatro reinos sobre el mar:
Rosalía con Efigenia
y Lucila con Soledad.

En el valle de Elqui, ceñido
de cien montañas o de más,
que como ofrendas o tributos
arden en oro y azafrán.

Lo decíamos embriagadas,
y lo tuvimos por verdad,
que seríamos todas reinas
y llegaríamos al mar.

Con las trenzas de los siete años,
y batas claras de percal,
persiguiendo tordos huidos
en la sombra del higueral.

De los cuatro reinos, decíamos, 
indudables como el Korán,
que por grandes y por cabales
alcanzarían hasta el mar.

Cuatro esposos desposarían,
por el tiempo de desposar,
y eran reyes y cantadores
como David, rey de Judá.

Y de ser grandes nuestros reinos,
ellos tendrían, sin faltar,
mares verdes, mares de algas,
y el ave loca del faisán.

Y de tener todos los frutos,
árbol de leche, árbol del pan,
el guayacán no cortaríamos
ni morderíamos metal.

Todas íbamos a ser reinas,
de verídico reinar;
pero ninguna ha sido reina
ni en Arauco ni en Copán...

Rosalía besó marino
ya desposado con el mar,
y al besador, en las Guaitecas,
se lo comió la tempestad.

Soledad crió siete hermanos
y su sangre dejó en su pan,
y sus ojos quedaron negros
de no haber visto nunca el mar.

En las viñas de Montegrande,
con su puro seno candeal,
mece los hijos de otras reinas
y los suyos nunca-jamás.

Efigenia cruzó extranjero
en las rutas, y sin hablar,
le siguió, sin  saberle nombre,
porque el hombre parece el mar.

Y Lucila, que hablaba a río,
a montaña y cañaveral,
en las lunas de la locura
recibió reino de verdad.

En las nubes contó diez hijos
y en los salares su reinar,
en los ríos ha visto esposos
y su manto en la tempestad.

Pero en el valle de Elqui, donde
son cien montañas o son más,
cantan las otras que vinieron
y las que vienen cantarán:

"En la tierra seremos reinas,
y de verídico reinar,
y siendo grandes nuestros reinos,
llegaremos todas al mar".

(De Tala, 1938. En Gabriela Mistral, En
verso y prosa. Antología, RAE, 2010)


La escritora Gabriela Mistral./ F. SANTANDER
Gabriela Mistral es el seudónimo adoptado por la escritora chilena Lucila Godoy Alcayaga, la primera de los escritores hispanoamericanos en obtener el Premio Nobel de Literatura, en 1945. Con el seudónimo elegido quiso expresar su admiración por el poeta italiano Gabriele D'Annunzio y el poeta francés en lengua provenzal Frederic Mistral.

Nació en Vicuña el 7 de abril de 1889. Adolfo Castañón nos recuerda que en este mismo año vinieron al mundo Henry Miller, Charlie Chaplin, Anna Ajmátova y Alfonso Reyes, se empezó a edificar la torre Eiffel, y nació en Austria A. Hitler. Sus padres, de ascendencia española, fueron el maestro y poeta Jerónimo Godoy Villanueva y Petronila Alcayaga, que era viuda con una hija llamada Emelina Molina cuando contrajo matrimonio con Jerónimo. Este las abandonó cuando Gabriela contaba apenas tres años. Pasó casi toda su infancia en la ciudad de Montegrande, en el valle de Elqui.

Trabajó como maestra hasta 1925. A los quince años publica sus primeros versos en la prensa local. Colabora en la revista Elegancia, que dirige Rubén Darío desde París.  En 1910 obtuvo el título de maestra, carrera que no había estudiado debido a la falta de recursos de su familia, convalidando sus conocimientos en la Escuela Normal Nº 1, en Santiago. En 1914 obtiene el Premio Nacional de Literatura de Chile con Sonetos a la muerte, que retocará durante años antes de incluirlos en Desolación. En 1922 se traslada a México para colaborar en los planes de reforma educativa del político y escritor José Vasconcelos. En este país publica en 1923 Lecturas para mujeres, y en Barcelona, la antología Las mejores poesías. Progresista y preocupada por el trato discriminatorio de la mujer en la sociedad, desarrolló una enérgica labor pedagógica desde su modesto comienzo como maestra rural hasta la brillante labor desplegada en lugares como Santiago, México o Estados Unidos, donde dio clases en la década de los 30.  A partir de 1933,  fue cónsul  en Madrid, Lisboa, Los Ángeles, Santa Bárbara, Génova, Nápoles y Nueva York (1953), además de delegada de la Asamblea General de Naciones Unidas. 

Durante su estancia como cónsul en España, cargo en el que fue sustituida  por Pablo Neruda en 1935, Gabriela Mistral se movió en los círculos intelectuales de izquierda y trabó amistad con Juan Ramón Jiménez o con el crítico literario Enrique Díez Canedo y su esposa, Teresa, además de relacionarse con las socias del Lyceum Club Femenino, fundado por María de Maetzu. 

En los años de la Guerra Civil española se implicó en recoger fondos  y en sacar a Francia a un grupo de niños vascos, para lo que aportó los beneficios de su poemario Tala: 30.000 francos, que Victoria Kent distribuyó entre los niños y algunos maestros, según cuenta Gabriela en carta dirigida a Teresa Díez Canedo. Ayudó a salir de España a intelectuales en peligro y los protegió en el exilio: en Lisboa ofreció protección diplomática a la pintora Maruja Mallo y proporcionó ayuda profesional a las transterradas, para lo que fundó la Casa de España en México. En De mujer a mujer. Cartas a Gabriela Mistral desde el exilio (1942-1956), editado por la Fundación Banco Santander en 2020, Francisca Montiel Rayo recoge la correspondencia de la autora con exiliadas españolas como María Zambrano, Francisca Prat, Maruja Mallo, Ana María Sagi, Zenobia de Camprubí, María de Unamuno o Margarita Nelken, con las que mantuvo una relación fraternal. Con el profesor Federico de Onís coordinó desde Niza la recaudación para tratar de exiliar a Antonio Machado. También impulsó la candidatura al Premio Nobel de Literatura de Juan Ramón Jiménez, al que consideraba su maestro, quien lo ganó bastante más tarde que la chilena, en 1956.

Gabriela Mistral murió en Nueva York en 1957, pero sus restos fueron  trasladados a Chile y sepultados en el Cementerio General de Santiago, donde permanecieron hasta que en 1960 fueron trasladados a Montegrande, como era su deseo.

Carta de Gabriela Mistral a Margarita Nelken. / F. SANTANDER


Sus primeros poemas fueron recogidos en Desolación (1922), libro inspirado por un amor trágico y frustrado, en el que liquida el modernismo y anuncia la vanguardia.  A este siguió Ternura (1924, 1945), recopilación de canciones para niños. En 1938 apareció en Buenos Aires Tala, libro dedicado a los niños españoles víctimas de la Guerra Civil, cuyo título alude al necesario despojo (el corte, la tala) para emprender la escritura, y en 1954, Lagar, cuyo título, 'lugar donde se pisa la uva',  figura como tropo de la producción poética que se nutre de restos de la experiencia y de escrituras anteriores, según explica Nuria Girona. Póstumamente se publicó su Poema de Chile (1967). Su obra ha sido traducida a más de veinte idiomas.

*

Nota de la autora al poema:

TODAS ÍBAMOS A SER REINAS

Esta imaginería tropical vivida en un valle caliente, aunque sea cordillerano, tenía su razón de ser. El hacendado don Adolfo Iribarren  —Dios le dé bellas visiones en el cielo—, por una fantasía rara de hallar el hombre de sangre vasca, se había creado, en su casa de Montegrande, casi un parque medio botánico y zoológico. Allí me había yo de conocer el ciervo y la gacela, el pavo real, el faisán y muchos árboles exóticos, entre ellos el flamboyán de Puerto Rico, que él llamaba por su nombre verdadero de "árbol de fuego" y que de veras ardía en el florecer, no menos que la hoguera.
     No bautizan con Ifigenia, sino con Efigenia, en mis cerros de Elqui. A esto lo llaman disimilación los filólogos, y es operación que hace el pueblo, la mejor criatura verbal que Dios crió, quien avienta el vocablo de pronunciación forzada y pedante, por holgura de la lengua y agrado del oído.

domingo, 23 de abril de 2023

"Fracaso" y otros dos poemas de Rafael Cadenas

                   

Rafael Cadenas. (rtve.es)

Fracaso

Cuanto he tomado por victoria es sólo humo.

Fracaso, lenguaje del fondo, pista de otro espacio más exigente,
              difícil de entreleer es tu letra.

Cuando ponías tu marca en mi frente, jamás pensé en el mensaje
              que traías, más precioso que todos los triunfos.
Tu llameante rostro me ha perseguido y yo no supe que era para
              salvarme.
Por mi bien me has relegado a los rincones, me negaste fáciles
              éxitos, me has quitado salidas.
Era a mí a quien querías defender no otorgándome brillo.
De puro amor por mí has manejado el vacío que tantas noches
              me ha hecho hablar afiebrado a una ausente.
Por protegerme cediste el paso a otros, has hecho que una mujer
              prefiera a alguien más resuelto, me desplazaste de oficios suicidas.

Tú siempre has venido al quite.

Sí, tu cuerpo llagado, escupido, odioso, me ha recibido en mi más
              pura forma para entregarme a la nitidez del desierto.
Por locura te maldije, te he maltratado, blasfemé contra ti.

Tú no existes.
Has sido inventado por la delirante soberbia.
¡Cuánto te debo!
Me levantaste a un nuevo rango limpiándome con una esponja
              áspera, lanzándome a mi verdadero campo de batalla,
              cediéndome las armas que el triunfo abandona.
Me has conducido de la mano a la única agua que me refleja.
Por ti yo no conozco la angustia de representar un papel,
              mantenerme a la fuerza en un escalón, trepar con esfuerzos propios,
              reñir las jerarquías, inflarme hasta reventar.
Me has hecho humilde, silencioso y rebelde.
Yo no te canto por lo que eres, sino por lo que no me has dejado
              ser. Por no darme otra vida. Por haberme ceñido.

Me has brindado sólo desnudez.

Cierto que me enseñaste con dureza ¡y tú misma traías el cauterio!,
              pero también me diste la alegría de no temerte.
Gracias por quitarme espesor a cambio de una letra gruesa.
Gracias a ti, que me has privado de hinchazones.
Gracias por la riqueza a que me has obligado.
Gracias por construir con barro mi morada.
Gracias por apartarme.
Gracias.

(De Falsas maniobras, 1966)


Ars poética

Que cada palabra lleve lo que dice.
Que sea como el temblor que la sostiene.
Que se mantenga como un latido.

No he de proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa ni añadir brillos a lo que es.
Esto me obliga a oírme. Pero estamos aquí para decir verdad.
Somos reales.
Quiero exactitudes aterradoras.
Tiemblo cuando creo que me falsifico. Debo llevar en peso mis palabras. Me poseen tanto como yo a ellas.

Si no veo bien, dime tú, tú que me conoces, mi mentira, señálame la impostura, restriégame la estafa. Te lo agradeceré, en serio.
Enloquezco por corresponderme.
Sé mi ojo, espérame en la noche y divísame, escrútame, sacúdeme.

(De Intemperie, 1977)


You

 

Tú apareces,

tú te desnudas,

tú entras en la luz,

tú despiertas los colores,

tú coronas las aguas,

tú comienzas a recorrer el tiempo como un licor,

tú rematas la más cegadora de las orillas,

tú predices si el mundo seguirá o va a caer,

tú conjuras la tierra para que acompase su ritmo a tu lentitud de lava,

tú reinas en el centro de esta conflagración

y del primero

al séptimo día

tu cuerpo es un arrogante

                                                palacio

donde vive

                      el

                            temblor.

(De Una isla, 1958)

El día 23 de abril, coincidiendo con la fecha en que celebramos el aniversario de la muerte de Cervantes, tiene lugar, si la salud del galardonado lo permite, la ceremonia de entrega del Premio Cervantes, el más prestigioso galardón literario en castellano. El premio reconoce la labor creadora de escritores españoles o hispanoamericanos cuya obra "haya contribuido a enriquecer de forma notable el patrimonio literario en lengua española". Lo concede anualmente el Ministerio de Cultura a propuesta de la Asociación de Academias de la Lengua Española. Se falla a finales de año y se entrega el 23 de abril del año siguiente en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares.

El poeta venezolano Rafael Cadenas (Barquisimeto, 1930) ganó el Premio Cervantes 2022 por "llevar la poesía hasta alturas de excelencia en nuestra lengua". Cadenas, añade el jurado, "Hace destilar de las palabras su esencia deslumbrante, colocándolas en el territorio dual del sueño y la vigilia, y haciendo que sus poemas sean una honda expresión de la existencia misma del universo, poniéndolas también en una dimensión que es a la vez mística y terrenal". En esta ocasión, la ceremonia de entrega se celebrará el lunes 24 de abril. 

Puedes escuchar el poema "You", cantado por Ángel Ricardo Gómez: AQUÍ.

Otros poemas del autor en este blog:
-"Derrota": AQUÍ.
-"Lo de entonces" y otros dos poemas: AQUÍ.

jueves, 20 de abril de 2023

'El país de los otros', de Leila Slimani


Grupo de lectura "Leer juntos" del IES Goya
Sesión del 20 de marzo de 2023
Autora: Leila Slimani
Obra comentada: El país de los otros. Primera parte: Guerra, guerra, guerra. Trad. de Malika Embarek López. Cabaret Voltaire, 2021

I. Acerca de la autora

Leila Slimani, nacida en Rabat, Marruecos, en 1981, es una periodista y escritora con doble nacionalidad: marroquí, por nacimiento, y francesa por su herencia alsaciana.  Su madre, la franco-argelina Béatrice-Najat Dhobb-Slimani, fue la primera mujer en obtener en Marruecos una especialidad médica, la de otorrinolaringología. Su padre, el economista y alto funcionario marroquí Othman Slimani, llegó a ser Ministro de Economía (1977-1979) y después presidió el Banco CIH hasta 1993, cuando fue implicado falsamente en un escándalo financiero del que se le exoneró póstumamente. Leila Slimani estudió en el liceo francés de Rabat.  A los dieciocho años marchó a París para matricularse en el Instituto de Estudios Políticos y, posteriormente, en la Escuela Superior de Comercio, donde se especializó en medios de comunicación. Acabados sus estudios, consideró la posibilidad de convertirse en actriz e intervino como secundaria en dos películas. Contrajo matrimonio en 2008 y es madre de una niña y un niño.

Tras ejercer varios años como periodista en L'Express y Jeune Afrique, decidió dedicarse a la literatura. Logró el reconocimiento unánime de la crítica con  su primera novela, En el jardín del ogro (2014),
Leila Slimani./ENRIQUE SCANDELL
donde aborda la adicción sexual femenina así como la cuestión del amor maternal, un motivo recurrente en su obra. El libro fue finalista del Premio Flore y su autora se convirtió en la primera mujer galardonada con el Mamounia, otorgado a un autor marroquí en lengua francesa. Consolida su carrera literaria con su segunda novela, Canción dulce, Premio Goncourt 2016, un inquietante thriller en el que explora las relaciones de dominación social y económica. El libro fue objeto de una adaptación cinematográfica a finales de 2019. Con su ensayo Sexo y mentiras. La vida sexual en Marruecos (2017), que reúne testimonios de hombres y mujeres, muestra la sexualidad como un poderoso medio de control político. Con El país de los otros: Guerra, guerra, guerra (2020), reconocido con el Premio de los Libreros de Madrid al Mejor Libro del Año 2021 y con el Premio Llibreter 2021 del Gremio de Libreros de Barcelona, inicia una trilogía de la que acaba de aparecer en nuestro país la segunda entrega, Miradnos bailar (2023). En  El perfume de las flores (2021) trata sobre el proceso creativo de su escritura. 

Ha residido en París hasta fechas recientes. Tras las elecciones de 2017, rechazó la propuesta de Macron  para convertirse en Ministra de Cultura, pero aceptó el nombramiento como representante francesa en el Consejo de la Francofonía. Ese mismo año recibió el Premio "Out" de oro por su condena de la penalización de la homosexualidad en Marruecos y del control sobre el cuerpo de las mujeres. 

Durante la pandemia de la COVID-19, refugiada con su marido y sus hijos en su segunda residencia, en Normandía,  escribió un diario del confinamiento que fue publicando en  Le Monde a partir de marzo de 2020. La publicación generó una violenta polémica en las redes sociales, donde fue denigrada y ridiculizada, acusándola de privilegiada burguesa que, desconectada de la realidad, escribía de manera frívola desde su confortable retiro mientras la gente moría. La agresividad en las redes le hizo cerrar sus perfiles y trasladarse a vivir a Lisboa, donde reside gran parte del año.
Meknés, puerta de la muralla


II. El país de los otros, una novela sobre el mestizaje

Una saga familiar

Con El país de los otros se inicia una saga familiar, formada por tres novelas y basada en la historia de la propia familia de la autora. En esta primera entrega inspirada en los recuerdos de su abuela Anne Reutsch, una francesa casada con un marroquí, la trama se desarrolla en Marruecos desde 1947 si bien, las numerosas analepsis hacen que la narración se remonte varios años atrás hasta agosto de 1955, cuando Marruecos era un protectorado francés a punto de conseguir la independencia. 

Los protagonistas son el marroquí Amín Belhach y la alsaciana Mathilde, un matrimonio mixto que al terminar la Segunda Guerra Mundial, en la que Amín  ha participado combatiendo en el ejército francés, se instala en Meknés, una ciudad del norte de Marruecos, para explotar la finca heredada por Amín. Pronto las ilusiones de ambos se ven defraudadas cuando descubren que la propiedad ocupa un terreno pedregoso en el que está todo por hacer, y la vivienda no es más que una casucha con tejado de hojalata y manchas de humedad. Así comienza para ellos un periodo de enormes dificultades, en el que deben hacer frente a las privaciones impuestas por la falta de recursos económicos, pero también al rechazo social que provoca un matrimonio mixto, a los conflictos surgidos en su  seno  debido al choque entre dos culturas tan dispares y a la violencia desatada por los nacionalistas contra los colonos. 

La segunda parte, Miradnos bailar (2022), comienza a finales de los 60, en los ambientes de la élite marroquí de izquierdas, para pasar en los años 70 a la violenta  represión del reinado de Hassan II. El tercer volumen se ocupará de la generación de la autora, los que emigraron a Europa o Estados Unidos, y del auge del islam político y del conservadurismo.

Conviene aclarar, no obstante,  que no se trata de literatura del yo o autoficción, tan cultivada en la actualidad, sino de novelas en que la imaginación de la autora transforma las vivencias familiares.
Anne Reutsch, la abuela alsaciana de Leila Slimani


Sobre el título

El país de los otros es el título que figura en la cubierta del libro y con el que generalmente se refiere a la novela la prensa especializada. Sin embargo, según se indica  en la portada interior, El país de los otros es el título de la trilogía, mientras que el asignado a la primera parte, es decir, la novela que nos ocupa, es  Guerra, guerra, guerra, un título sin duda mucho menos atractivo que el dado a la trilogía. 

El nombre de esta primera entrega procede de una frase de Escarlata O'Hara en Lo que el viento se llevó y que Selma, la rebelde hermana de Amín, repite  con frecuencia, imitándola, ante los jóvenes con los que suele reunirse en un café de su ciudad cuando estos dicen estar hartos de oír a los adultos hablar de la Segunda Guerra Mundial: "¡Guerra, guerra, guerra... todo el día hablando de guerra!" (pág. 328). Así, como ha explicado la autora, este volumen "se coloca bajo el signo de la guerra omnipresente". 

En cuanto al título de El país de los otros, con el que nos referiremos a esta primera novela puesto que es el que se ha popularizado, hace referencia  a Marruecos, el país en el que la francesa Mathilde se siente como una extraña. Aunque en realidad,  según la autora, todo los personajes están en "el país de los otros", no solo los franceses, ocupantes de una tierra que no les pertenece, sino también los marroquíes, gobernados por sus colonizadores, y en especial, las mujeres, que habitan "en el país de los hombres". Por ello Mathilde se siente doblemente extranjera: 
"Comprendió que era una extranjera, una mujer, una esposa a merced de los otros. Él  ahora estaba en su territorio, él era quien explicaba las normas, quien decía lo que había que hacer, quien trazaba las fronteras del pudor, de la vergüenza y del decoro". (pág. 25)
Pero a lo largo de la novela, algunos personajes lucharán para transformar "el país de los otros" en un país propio: Omar, en el plano político, persigue que los marroquíes se conviertan en dueños de su propio destino; Mathilde y Selma, mientras tanto, tratan de defender su libertad e independencia como personas, pero, como se dice sobre Selma en la novela, a ellas nadie las escucha. 

Una ciudad colonial

Para una novela que tiene como trasfondo el proceso de descolonización marroquí, la autora ha elegido como escenario Meknés, la ciudad colonial por excelencia, con guarnición y colonos,  donde se aplicó con rigor el sistema de segregación. Sus habitantes se distribuyen en dos mundos  separados por un foso de desconocimiento, recelo e incomprensión, cuando no de desprecio, representado físicamente por una especie de franja de seguridad, donde estaba prohibido construir y que dividía a la ciudad en dos partes:
"Él le había descrito la topografía urbana, que respondía a los criterios ordenados  por el mariscal Lyautey al principio del Protectorado. Una separación estricta entre la medina, cuyas costumbres ancestrales se debían preservar, y la ciudad europea, cuyas calles llevaban nombres de ciudades francesas y que pretendía ser un laboratorio de la modernidad". (pp. 26-27)
En la medina, en el  barrio de Berrima, frente a la judería, vive la familia de Amín, formada por Muilala, su madre; sus hermanos varones, Omar y Yalil, y la pequeña Selma, además de Yasmín, la esclava negra que Kadur Belhach había comprado para su esposa. Dominando la medina, para vigilar cualquier signo de agitación, se encuentra la base militar, el campamento Poublan.

En la ciudad europea se ubica el colegio de monjas al que asiste Aicha, la hija de Mathilde y Amín, así como la casa donde habitan Dragan Pelosi, el ginecólogo judío de origen húngaro que en 1954 se asocia con Amín para exportar fruta a Europa del Este, y  Corinne, su esposa francesa.

A 25 km al norte de la ciudad se extienden las prósperas fincas de los colonos franceses entre los que se cuentan Roger Mariani y la viuda de Mercier, vecinos de Amín, que poseían las mejores tierras, y la propiedad de Amín, donde se instalan el matrimonio y sus dos hijos (Aicha y  Selim ), además de una criada adolescente llamada Tamo. Próximo a estas explotaciones se halla el aduar, la aldea donde viven las familias de los peones marroquíes que trabajan para los colonos, entre ellas la familia de Ito y sus siete hijas, una de las cuales es Tamo.
Imagen de la medina de Meknés. (Foto: KimKim)


Novela sobre el mestizaje 

El país de los otros es, ante todo, un libro sobre el mestizaje, como adelantan las dos citas con que se abre la novela, en la primera de las cuales, de Éduard Glissant, se lee: "Maldición de esa palabra: mestizaje".  Pues el mestizaje, lejos de entenderse como un fenómeno enriquecedor, es considerado por los personajes como algo sumamente negativo.

Debemos tener en cuenta que en la década de los cuarenta, cuando Mathilde y Amín se instalan en Marruecos, los matrimonios mixtos eran una rareza; en todo caso, eran de hombre francés con mujer marroquí, porque "Toda colonización es una empresa sexual: el hombre blanco penetra en el territorio y conquista a las mujeres", explica la autora. De ahí que la pareja formada por un marroquí atractivo y una europea rubia, alta y con ojos verdes, sea contemplada con extrañeza y desconfianza. Por eso Amín, que con frecuencia es tomado por el chófer de la familia,  se ve obligado a explicar en el hotel donde se alojan cuando Mathilde se reúne con él en Marruecos que la mujer que lo acompaña es su esposa; y Mathilde, embarazada de siete meses, escucha los comentarios maliciosos de unas mujeres con las que se cruzan en la ciudad europea, y siente de nuevo el desprecio de sus mismos compatriotas cuando es rechazada en la peluquería a la que acude a arreglarse el pelo. 

Pero es el médico que atiende a Mathilde, enferma de paludismo, quien expresará  todo el rechazo y la repugnancia que le provoca  esa unión y el fruto de la misma:
"Ante aquella mujer desnuda y vaciada de sus fuerzas, imaginó la intimidad que compartía con aquel moro tempestuoso. Se la imaginaba claramente después de haber visto por el pasillo el fruto asqueroso de esa unión, y le produjo una arcada, un sobresalto de rabia. [...] Aquella mujer dormía en brazos de ese moro velludo, de ese patán que la poseía, le daba órdenes. Todo era injusto, no entraba dentro de la norma, esos amores creaban caos y desgracia. Los mestizos anuncian el fin del mundo". (pp. 169-170)

El fruto de esa unión es la pequeña Aicha, una niña inteligente y silenciosa marginada por sus compañeras francesas, que se burlan en el recreo de su ropa ajada con olor a carbón y de su pelo encrespado:

"El peinado de Aicha era objeto de humillantes burlas. En mitad del patio, solo se la veía a ella. Una silueta menuda, un rostro de elfo y una cabellera enorme, una explosión de mechones rubios y ásperos, que, si el sol pegaba fuerte, daba la impresión de una corona dorada". (pág. 83)

Aicha está sola en el patio de recreo porque siente que no pertenece a ningún grupo, ni al de las alumnas francesas ni al de las internas marroquíes, y sueña con que la vieja furgoneta de su padre un día se eche a volar y la conduzca lejos. Sufre en silencio las humillaciones porque sabe que sus quejas darían lugar a discusiones entre sus padres, ya que Amín no es partidario de que su hija estudie en un colegio católico. Por eso se refugia en el estudio, convirtiéndose en una estudiante brillante, y en el misticismo, pues siente que Jesús le da fuerzas. Pero las humillaciones sufridas a lo largo de los años generan en ella un resentimiento que se manifiesta en su íntima alegría y en unos deseos que no se atreve a formular en voz alta cuando ve arder las casas de los colonos.

El "limaranjo", el híbrido creado por Amín injertando una rama de limonero en un  naranjo, se convierte en  una  imagen del mestizaje que recorre toda la novela.  Cuando Aicha  le pregunta a su padre, durante las revueltas de agosto de 1955, a qué bando pertenecen ellos, la respuesta del padre expresa una clara conciencia de su singularidad: "Nosotros [...] somos como tu árbol, mitad limonero, mitad naranjo. No estamos en ningún lado" (pág. 425). Un árbol cuyo fruto, de pulpa seca y sabor amargo, era incomible, y del que Amín, continuando con el símil entre los humanos y la botánica, piensa: "Al final, una especie dominaba a otra y, un día, la naranja vencería al limón, o a la inversa, y el árbol daría por fin unos frutos comestibles" (pág. 425). 

Dos hermanos enfrentados

La diferencia de  posturas de Amín y su hermano Omar ante la ola de fervor nacionalista,  que despierta la inquina contra los colonos y culmina en la novela con los violentos disturbios de finales de agosto de 1955, segundo aniversario de la deposición del sultán Mohamed V, hace aflorar el odio larvado de Omar hacia su hermano mayor. 

Amín, un hombre apolítico,  no parece sentirse molesto por la presencia de los franceses en su país, a pesar de que estos lo sometan a constantes humillaciones. Su padre había trabajado durante años como intérprete para el ejército colonial, él ha luchado contra los alemanes para liberar Francia y ha regresado convertido en un héroe, con un montón de medallas y una esposa francesa.

Su actitud contrasta con la del joven  Omar, que ha crecido sin su padre, fallecido en 1939. Este muchacho delgado y silencioso odiaba a los franceses tanto como a su hermano, de quien sentía celos porque pensaba que su madre lo prefería y por los honores conseguidos durante la guerra. El rebelde Omar, que soñaba con la desaparición de su hermano mayor,  deseaba con igual intensidad acabar con aquella sociedad "conformista" y "crear un orden nuevo del que él sería uno de los líderes". Al terminar la guerra traba amistad con miembros de organizaciones clandestinas que luchan  contra el ocupante francés e  incluso organiza una reunión en su casa, pese a las reticencias de su madre, y en el verano de 1954, indignado por la muerte de un resistente,  llega a defender ante Mathilde el uso de las armas contra los franceses.

Pero será en la celebración de una festividad cristiana,  la cena de Navidad de 1954, cuando se consume la ruptura entre los hermanos. Omar abandona la casa de su hermano tras discutir con Murad (asistente de Amín en Francia y desertor de la guerra de Indochina) y llamarlo traidor a su país y al islam, pero antes de salir le dirige a su hermano estas duras  y amenazadoras palabras: 

"Me largo. No sé qué pinto en esta casa de degenerados, que celebran a un dios que ni siquiera es el mío. Deberías sentir vergüenza delante de tus hijos y de tus empleados. Deberías sentir vergüenza por despreciar a tu pueblo. Más te valdría desconfiar. Los traidores lo pasarán mal cuando recuperemos nuestro país". (p. 309)

Más tarde, la conversación de Amín con el padre de un compañero de Omar que dice sentirse orgulloso  de los jóvenes que se sublevan contra el invasor y castigan a los traidores, lo lleva a cuestionarse su propia actitud: se considera un cobarde demasiado alejado de todo, que nunca se había sentido orgulloso de su país y se había acostumbrado desde adolescente a caminar con la cabeza agachada.

"Envidiaba el fanatismo de su hermano, su sentimiento de pertenencia. Le habría gustado no experimentar moderación, miedo a morir. En los momentos de peligro en quien pensaba era en su esposa y en su madre. Sobrevivir era una obligación para él". (pág. 322)

Sin embargo, más adelante le explicará a su hija que lo que está ocurriendo en su país, los ataques a los colonos franceses, no tiene nada que ver con la bondad ni con la justicia, que hay hombres buenos a los que les han quemado las fincas, y para él, sus vecinos no son adversarios:

"En realidad, es peor que la guerra. Pues vivimos con nuestros enemigos, o los que deberían serlo desde hace tiempo. Algunos son nuestros amigos, nuestros vecinos, nuestra familia. Crecieron con nosotros y, cuando los miro, no veo ante mí a un adversario al que hay que matar. No, veo a una criatura inocente". (pág. 424)

Mujeres en un país ajeno

La novela está poblada de una rica diversidad de personajes femeninos que se expresan en distintos idiomas, rezan a dioses diferentes y pertenecen a mundos separados. Slimani ha creado mujeres fuertes e independientes, como la viuda de Mercier;  monjas bondadosas como sor Marie-Solange; esclavas negras en pleno siglo XX; mujeres que parecen sacadas de un cuento oriental, como las de la familia de Tamo, felices a pesar de su pobreza y su ignorancia. Pero nos centraremos en tres mujeres (Muilala, Mathilde y Selma) cuya vida está hecha de renuncias, sacrificios y constantes decepciones, mujeres sometidas a violencias físicas y psicológicas, a las que se enfrentan con distintas actitudes.

Muilala, la madre de Amín, una mujer de mentalidad muy tradicional que cubre su pelo con un pañuelo, está conforme con su situación, que Mathilde considera próxima a la esclavitud. Vive recluida en su casa de la medina, sin ventanas al exterior, y se siente feliz comiendo en la cocina una vez que lo han hecho los hombres de la familia, servidos por ella en el salón. Piensa que en el mundo existe una serie de fronteras (entre cristianos, judíos y musulmanes; entre hombres y mujeres) que es mejor no traspasar: "La paz se conseguía si cada cual se quedaba en su sitio" (pág. 130). Ella no concibe otra forma de vida; tanto es así, que no aspira a otra cosa para su hija Selma, pues a pesar de que admira a su nuera, la primera mujer instruida que ha conocido,  consiente que su hija falte al colegio, algo reprochable para Mathilde, quien ha aprendido que la educación es la base de la independencia de las mujeres.

Por el contrario, Mathilde y Selma son dos mujeres que luchan por su emancipación, la primera para recuperar la libertad perdida al casarse  y trasladarse a Marruecos; la segunda, para conquistar una libertad que nunca ha disfrutado. 

Cuando Mathilde conoce a Amín en el otoño de 1944, ella tiene diecinueve años. El personaje presenta, en principio, ciertas similitudes con el de Emma Bovary: joven huérfana de madre, aficionada a la lectura, caprichosa y consentida por un padre incapaz de negarle nada. Mathilde se enamora perdidamente de ese joven y apuesto oficial Marroquí, pero su boda representa para ella, además, la posibilidad de abandonar un pueblo carente de alicientes, y de provocar la envidia de sus amigas y de su propia hermana. Influida por sus lecturas, imagina una vida plena de aventuras, lujo y exotismo; sin embargo, su vida en nada se asemeja a sus lecturas. En Marruecos le espera un hogar sin las comodidades de la casa de su infancia; un esposo silencioso que jamás habla de sentimientos, que no la entiende ni acepta su forma de comportarse; una vida dedicada a las tareas domésticas y al cuidado de los hijos, sin tiempo para el disfrute ni dinero para vestidos lujosos, y un país donde las mujeres apenas tienen derechos. 

Su marido, un hombre que se debate entre la tradición y el deseo de modernidad, será ahora quien dicte las normas y Mathilde tendrá que acostumbrarse a oír con frecuencia de sus labios: "Aquí las cosas son así". Amín la ama y se siente orgulloso de ella, de su belleza, de su coraje, de su capacidad para hacer mucho con muy poco, pero se avergüenza cuando su comportamiento no se acomoda a la modestia y sumisión exigidas a las mujeres en la sociedad marroquí. A veces, desearía una esposa sumisa como su madre, otras veces, se siente superior a los demás y piensa que la modernidad tiene sus ventajas. Con frecuencia la acusa de manirrota y grita que todo lo paga él con su dinero.

Mathilde, que piensa seriamente en abandonarlo todo e iniciar una nueva vida en Europa, se da cuenta de que para poder ser una mujer independiente debería haber estudiado y de que está atada a esa tierra porque los niños son sus raíces, pero se siente amargada por la dependencia y sumisión a su marido, se avergüenza de su ropa y de su aspecto mientras sueña con la colección New Look de Dior. A todo ello se suma el aislamiento social en el que viven, que la condena a la soledad. 

Pero aunque Mathilde no lo advierta, ella no es la única mujer europea con una vida difícil.  Un día, cuando le habla a Corinne de su vida y de lo que significa en esa ciudad  estar casada con un marroquí, Corinne no responde pero piensa que "nunca fue fácil estar casada con un judío, un meteco, un apátrida, y ser una mujer sin hijos" (pág. 208). 

Al final, los largos años de resistencia de Matilde, de defensa de sus pequeñas parcelas de libertad, concluyen, tras el triunfo de los nacionalistas,  con el acatamiento resignado de las exigencias del nuevo orden, condición necesaria para salvar a su familia.

En cuanto a Selma,  representa el deseo de emancipación de la mujer marroquí de los años 50, que rompe las reglas establecidas y sufre las consecuencias. Es una joven alegre, divertida, de extraordinaria belleza y enormes deseos de disfrutar de la vida. Anhela exhibirse por la avenida como las chicas europeas, "lucirse ante los chicos y los fotógrafos", y sobre todo, sueña con un gran amor, porque "Los tiempos antiguos habían acabado; los matrimonios concertados, también. O al menos es lo que Mathilde le había dicho, y ella quería creérselo" (pág. 142). Crece mimada por su madre y estrechamente vigilada por su hermano Omar, pues como ha explicado la autora, los nacionalistas marroquíes querían la libertad para todos excepto para sus hermanas. La desaparición de Omar, absorbido por la  revolución, y la falta de atención de Amín, dedicado al cultivo de sus tierras, le brinda la oportunidad de faltar a clase, reunirse en los cafés con otros jóvenes rebeldes e incluso de enamorarse de un aviador francés que la abandona al saber que está embarazada. Selma pagará un alto precio por tan breve libertad, por conocer un amor efímero y lucirse ante un fotógrafo, pues cuando Amín descubre su relación con el francés su única preocupación será salvar el honor de la familia, sin importarle la opinión de su hermana ni su felicidad, obligándola a contraer un matrimonio que horroriza a Mathilde.

El incremento de la violencia en  el país corre paralelo al de la violencia doméstica, cuyas víctimas son estas dos mujeres, que llegan a temer por su vida, igual que los colonos temen por la suya: la escena de violencia de género que se vive en casa de Amín y Mathilde, con peligro para la vida de las mujeres, parece un preludio de la explosión de odio desatada por los nacionalistas en el capítulo final de la novela, en que toda la familia se siente amenazada. 

Se da la paradoja de que la victoria nacionalista, con la inminente libertad del país, representa para estas dos mujeres la total pérdida de la suya, un mayor sometimiento. El país que están a punto de recuperar los marroquíes será para las mujeres, más que nunca,  el país de los otros. 

Meknés. Puerta de Bab El Mansur, en la plaza El Hedim. (Foto: Idtock)

A modo de conclusión

Cuando Mathilde escribe a su hermana, se inventa una vida que en nada se parece a la suya, una vida ficticia,  ideada a partir de lo que había leído en  las novelas de Karen Blixen, Pearl S. Buck o Alexandra David Néel. En sus cartas ella era la protagonista del relato, "en contacto con una población local ingenua y supersticiosa". Sin embargo, Leila Slimani ha compuesto una novela "anti Memorias de África", como ella misma ha manifestado; una novela  en la que no encontramos una visión idealizada de un país exótico, sino una narración muy verosímil sobre la dureza de la vida cotidiana de una familia mixta. De esta forma, Slimani, establece una doble relación de intertextualidad con las obras citadas, mediante una imitación próxima a la parodia en los resúmenes de las cartas de Mathilde, y transgrediendo su modelo en la propia novela.

La crítica no explícita del patriarcado se entreteje en la obra con la del colonialismo y con  la de la violencia  nacionalista, porque la autora ha sabido entrelazar con maestría el relato sobre la vida de los personajes con la narración de la historia marroquí en los años previos a su independencia, lo que añade valor a la novela, ya que este asunto ha sido poco tratado en la narrativa contemporánea.  

El ritmo sosegado de los primeros capítulos, en los que se reproduce el contenido de las cartas de Matilde,  y abundan las descripciones de personajes y lugares, así como de la vida diaria en la casa de la medina, en la finca de Amín o en el colegio de Aicha, se acelera a partir del capítulo V, cuando se precipitan los acontecimientos: aparición de Murad, viaje de Mathilde a Francia, desaparición de Omar, enfermedad de Muilala, ataques a los colonos... En consecuencia, el tiempo interno de los capítulos se va reduciendo considerablemente: de cuatro años que abarca el primero pasamos a la intensidad de una sola noche de violencia extrema en el capítulo final.

Otro de los aspectos notables de la novela es la capacidad de la autora para la creación de personajes. Mathilde, Amín y Aicha son seres complejos y contradictorios que evolucionan a lo largo de la novela. La Mathilde juvenil, caprichosa y ansiosa de disfrutar de la vida, da paso a una mujer madura preocupada por dejar huella, que encuentra su destino en ayudar a los demás y sacrifica su libertad por el bien de su familia.  Amín, el agricultor modernizador apegado a los usos sociales tradicionales, el padre que no sabía hablar a los niños, será el único capaz de responder con claridad a las incómodas preguntas que le formula su hija. Junto a ellos convive una enorme diversidad de personajes secundarios, dotados de rasgos individualizadores, que representan a la perfección esa mezcla multicultural del Marruecos de la época.

Dicha mezcla  se manifiesta, así mismo, en el lenguaje, con la inclusión de expresiones y términos del árabe y de la lengua bereber hablada en el aduar: Mathilde es para su suegra enfadada la nesranía, la cristiana; en ramadán rompen el ayuno con la harira; el padre de Amín consulta a una chuafa (hechicera); los judíos viven en la  mellah; benti ('hija mía') es el apelativo cariñoso con que se dirigen a Aicha en casa de Tamo, o con el burlón Bent Tayer, 'la hija del rico'. El léxico se enriquece también, como se señaló en la tertulia, con la inclusión de abundantes arabismos que, aunque incorporados al castellano, forman parte del caudal de palabras olvidadas (anafre) o de uso restrigido: adul (notario, escribano), ataifor (mesa redonda y pequeña donde se colocan los alimentos), regaifas (tortas, hornazos) o cabilas (tribus bereberes), entre otros.

La crítica ha destacado  el enorme poder de evocación de la prosa de Slimani. Con Mathilde recorremos la angostura de la callejuelas de la medina y  percibimos el olor del cuero, el de la leña quemada y el de la carne fresca, mezclados al del agua estancada y al de la fruta demasiado madura. Tumbados en la azotea de la casa de Muilala, escuchamos las conversaciones de la calle y las canciones de las mujeres de las casas próximas.  Con ella sentimos la explosión de colores, aromas y sonidos de un día de primavera:
"Cada día observaba la eclosión de los capullos en las ramas, aplastaba entre sus dedos las flores de azahar de los naranjos, se inclinaba sobre el frágil lilo. Ante ella veía los campos que no estaban cultivados cubiertos de amapolas de color rojo sangre, de flores silvestres de tonos anaranjados. [...] Desde que el buen tiempo había vuelto, oía el piar de cientos de pájaros invisibles, y las ramas de los árboles temblaban bajo el eco de sus cantos". (pág.179)
Una novela muy recomendable, en la que la autora recrea con habilidad la complejidad de las relaciones sociales en  una época decisiva en la historia de Marruecos y es capaz de mantener el interés de los lectores a lo largo de sus más de cuatrocientas páginas.

        Josefina López Granada

domingo, 16 de abril de 2023

"Temporada de descuidos" y otro poema de Marcos Díez

 



TEMPORADA DE DESCUIDOS

Bastó una temporada de descuidos
para que la maleza se adueñara
del pequeño jardín.
Con qué velocidad creció la zarza,
cómo la mala hierba fue ganando terreno
a aquello que plantamos buscando la armonía.

¿Existe la armonía?

Pregunto porque dudo que la armonía exista, 
porque miro el jardín tomado por las cosas
que tú y yo despreciábamos y encuentro que es hermosa
la vida desatada, que hay luz en el desorden,
que existe una belleza sin nosotros.



AUNQUE NO LO RECUERDES

Pasarán estos años
y dejarán en mí 
las huellas más sublimes,
las de tu vida abriéndose camino,
machetazos de luz en la espesura,
tu risa como un claro,
como el aire que brota
en el centro de un bosque
tan cargado de oxígeno
que cantan los pulmones de alegría.

Pasarán estos años 
y dejarán en mí
un rastro luminoso,
un faro como un ancla testaruda,
una razón de ser.

El yo se empequeñece
asomado a lo grande.

Tras estos años
ya nada será igual y, sin embargo,
te olvidarás de todo.

En tu memoria vívida
no encontrarás el rastro
de estos años primeros.
Sabrás lo que pasó
por las fotografías,
por las pocas historias
que llegarán a ti:
pobres migas de pan
que nunca harán justicia a lo vivido.

Te olvidarás de todo,
pero debes saber
que existe una memoria sin recuerdos,
un pozo cuyo fondo jamás podrás mirar,
un cuarto tan adentro
que te será del todo inaccesible.

Allí, como un cimiento
más hondo que el cimiento,
guardarás tú este amor,
aunque no lo recuerdes.

(De Belleza sin nosotros, Visor, 2022)

Belleza sin nosotros, XXIV Premio de Poesía Generación del 27, es el quinto poemario publicado por Marcos Díez (Santander, 1976). 

"Este libro, ya desde el mismo título, funde en vigorosa mezcla la belleza y su herida, la palabra plena y sus vacías cáscaras, lo que nos une gozosamente a los otros y lo que nos desnuda y nos encierra en lo incomunicable. Marcos Díez despliega un mundo tan cotidiano como extraño, donde los vínculos y los cuidados conocen lo luminoso sin simplificaciones, como un mar gana en fuerza con sus costas de sombra. Uno sale de estos poemas sabiendo bien  que si algo nos atrae tanto como nos asusta de la vida es su propia imperfección". Lorenzo Oliván

[Fotos: www.panoramio.com y eldiario.es, respectivamente]

martes, 11 de abril de 2023

'Vivir con nuestros muertos', de Delphine Horvilleur

Grupo de lectura "Leer juntos" del IES Goya

Sesión del 20 de febrero de 2023

Obra comentada: Vivir con nuestros muertos. Pequeño tratado de consuelo, Barcelona, Ed. Libros del Asteroide, 2022.

Autora: Delphine Horvilleur.

Traducción: Regina López Muñoz.



¿QUIÉN ES
DELPHINE HORVILLEUR?

Nacida en Nancy, Francia (1974), en el seno de una familia judía (de padre alsaciano y madre procedente de los Cárpatos, de familia superviviente de los campos de concentración), recibió una amplia formación y comenzó, sin finalizarlos, sus estudios de Medicina en la Universidad Hebrea de Jerusalén, lo que le permitió aprender hebreo. Se trasladó a París y en CELSA (École des Hautes Études en Sciences de l'Information et de la Communication) se preparó para desarrollar una carrera como periodista, profesión que actualmente ejerce.

Su contacto con los medios de comunicación comenzó ya en Jerusalén, donde trabajó para TV France 2 desde el año 2000 al 2003. Más tarde, desempeñó la corresponsalía de TV France en Nueva York de 2003 a 2008. Actualmente interviene en el programa televisivo  Source de vie (France 2) y publica en «Le Monde»,  «Le Figaro» y en «Elle». Es productora, junto con Yann Boissière, de vídeos pedagógicos sobre judaísmo: PSSSHAT. 

Horvilleur es periodista y escritora y, además, una mujer rabino.

En mayo de 2008 recibió la Orden Rabínica en el seno del Movimiento liberal judío. Pertenece a las organizaciones «Judaísmo en movimiento» y al «Consejo de Rabinos liberales francófonos, KeReM». Dirige la revista de pensamiento judío Tenou’a.

La revista «L´Express» la eligió en 2014 como una de las jóvenes intelectuales de Francia. Ha alcanzado gran notoriedad desde 2015 a raíz de la película documental, realizada por Elisabeth Lenchener, Delphine Horvilleur, Madame le Rabbin.

Como ciudadana francesa ha recibido importantes distinciones oficiales: Chevalier de l’ordre national du Mérite (2015), Officier de l’ordre des Arts et des Lettres (2019), Chevalière de la Légion d’honneur (2020).

OBRA

-    Cf. Noktarikon: The Rabbinic Art of Word-breaking. Hebrew Union College-Jewish Institute of Religion. Brookdale Center, 2008.

-      En tenue d’Eve: féminin, pudeur et judaïsme, Paris, Ed. Grasset, 2013.

-      Comment les rabbins font les enfants: sexe, transmission et identité dans le judaïsme. Paris, Ed. Grasset, 2015.

-      Reflexions sur la question antisemite, Paris, Ed. Grasset, 2019.

-      Le rabbin et le psychanalyste. L’exigence d’interprétation. Ed Hermann, 2020.

-      Vivre avec nos morts, Paris, Ed. Grasset 2021.

-      Il n’y a pas de Ajar, Paris, Ed. Grasset, 2022.

VIVIR CON NUESTROS MUERTOS. Pequeño tratado de consuelo

Estamos ante una obra difícilmente clasificable desde el punto de vista del género, pues ofrece muestras de varios, sin dejar predominar la estructura de ninguno. Tiene una innegable cantidad de narración en primera y tercera personas, ofrece rasgos característicos de la ágil crónica periodística y es, en numerosos momentos, un ensayo, como iremos viendo.

El libro se presenta encabezado por tres citas muy cuidadosamente escogidas, que anticipan el sesgo de la obra. La primera pertenece al Deuteronomio, el quinto libro de la Biblia hebraica y último de la Torah, en el cual Moisés, en las llanuras de Moab, dirige tres discursos a los israelitas antes de llegar a la tierra prometida. Horvilleur selecciona del tercero de ellos  –el que recuerda la eterna Alianza de Yahvé con su pueblo– el mandato divino de «elegir siempre la vida».

La segunda referencia es de Henri Atlan, médico, biólogo y escritor francés, que ha formado parte, desde 1983 hasta el 2000, del Comité de Biomedicina y Ética  para Ciencias de vida y salud de Francia. Fue fundador y director del Hospital Universitario Hadassah de Investigación de la biología humana  de Jerusalén. La cita hace presente la noción científica de la ptosis: «La vida es el conjunto de funciones capaces de sacar partido a la muerte». [1]

Y, por último, Romain Gary, escritor francés nacido en la actual Lituania, hijo de padres judíos que sólo hablaban ruso y yiddish, emigrado a los 14 años a Francia, donde cursó los estudios de Derecho. Su formación y el elevado número de idiomas que hablaba  le permitieron desempeñar una amplia carrera diplomática tras la Segunda Guerra Mundial (Londres, Suiza, EEUU y Bulgaria). Fue el único novelista que recibió dos veces el Premio Goncourt. Se caracterizó siempre por su eclecticismo y por su gran sentido del humor y así se destaca aquí: «En el fondo, si no existiera la muerte, la vida perdería su carácter cómico».[2]

Tres dispares fuentes de inspiración judía: la Torah, un eminente médico francés y un notable escritor también francés, que comparten, sin embargo, la firme voluntad de aferrarse a la vida.

Vivir con nuestros muertos se estructura en once capítulos, «como las once estrellas del sueño de José relatado en el libro del Génesis 37-9»[3]. Cada uno de ellos lleva un título, que encabeza siempre un nombre propio, y un subtítulo, que anticipa o resume en parte el contenido del mismo. Azrael: «La vida y la muerte de la mano»; Elsa: «En casa de los vivos»; Marc: «La vestimenta de los retornados»; Sarah y Sarah: «El cesto de las generaciones»; Marceline y Simone: «El día del juicio»; El hermano de Isaac: «Caer en la pregunta»; Ariane: «Casi yo »; Myriam: «El mundo que está por venir»; Moisés:  «El hombre que no quería morir»; Israel : «Bendito el que revive a los muertos» y, por último, Edgar: «¿Soy yo acaso el guarda de mi tío?».

El título revela la intención de la autora de mostrar al lector el complejo mundo en torno a la muerte en el judaísmo actual. Horvilleur crea y sigue en esta obra un patrón organizativo: ella, en primera persona, es partícipe de la muerte y exequias de un judío notorio o anónimo y adentra al lector en su personalidad y en la de los deudos. En torno a la celebración del kadish, última oración, divulga las partes esenciales del ritual del judaísmo y, finalmente, narra parte de su propia biografía (personal en Israel y familiar en Edgar).

Por sus páginas desfilan Elsa Cayat (psicoanalista y escritora de Charlie Hebdo), Simone Veil (primera mujer Presidente del Parlamento Europeo), Marceline Loridam-Ivens (cineasta y escritora), Isaac Rabin (primer ministro israelí, asesinado en 1995) y hombres, mujeres y niños desconocidos o amigos.

Nuestros relatos sagrados abren un pasadizo entre los vivos y los muertos


Vivir con  nuestros muertos es, en gran medida, una narración que a lo largo de sus 192 páginas se justifica por dos motivos. El primero va ligado a la función del rabino como un transmisor de narraciones: «Acompaño a mujeres y a hombres que en un momento crucial de sus vidas necesitan narraciones. Esas historias ancestrales no son exclusivamente judías, pero yo las enuncio con el lenguaje de mi tradición» (p.18). El segundo, en cambio, es elección de la autora, que, si bien como oficiante ceremonial podría quedarse al margen, decide ligar su propia biografía a la de sus muertos e ir desgranándola en cada capítulo. Por todo ello, la técnica narrativa de «contar y que te cuenten»  va continuamente de la tercera a la primera persona y viceversa. Escasea el diálogo, pero son numerosos los momentos de diálogo subyacente y entonces el texto se salpica de algunas interpelaciones en segunda persona: “¡A ver, cuéntame…!”.

Prendidos al relato aparecen la liturgia, los textos sagrados y la propia religión.  Y, anexos, el ateísmo vital de muchos judíos y el concepto de laicidad.

En el capítulo segundo, dedicado a la psiconalista Elsa Cayat, asesinada en el ataque integrista contra el semanario Charlie Hebdo, se le plantea al lector la realidad de una mujer judía sefardí, atea y antirreligiosa, pero a quien la familia desea despedir con el ceremonial judío. Aprovecha esta circunstancia Horvilleur para exponer el concepto de laicidad: «La laicidad francesa no opone la fe al descreimiento. (…) Impide que una fe o una pertenencia acaparen todo el espacio. En este sentido, a su manera, la laicidad es trascendencia», afirma. (p. 28) 

Y, a partir de ello, reflexiona y relaciona este último concepto con el propio judaísmo, religión que «no es proselitista y no trata de convencer al otro de que posee la única verdad. (p.28)

Por esta mujer rabino sabemos que son muchos los judíos no practicantes, que al final de su vida, sin embargo, asumen que se celebrará para ellos la última oración, el rito de paso que descarga a los dolientes de inventar o improvisar una digna despedida. Y es ahí donde los textos sagrados cobran todo su valor y vigencia: «A través de la boca del rabino, y también a través de su cuerpo, su voz, su manera de estar en pie y de entonar una liturgia ancestral que lo precedió y lo sobrevivirá, el oficiante ruega al doliente que crea en un porvenir» (p. 118). Y, de ese modo, como afirmaba Maimónides, la vida y la muerte se sujetan de la mano, de generación en generación, midor ledor[4]

¿Acaso no sabían que el lenguaje tiene el poder de crear y destruir mundos? Así ha sido desde el Génesis, sobre todo cuando se habla en hebreo [5]

Inmersa en los textos sagrados, resultaba ineludible para la autora el tema de la lengua hebrea. Cuando Delphine Horvilleur se trasladó a Tel Aviv para estudiar Medicina, no conocía la lengua hablada en el Estado de Israel, que sólo llegó a hablar y entender después de tres años como estudiante universitaria en el país. Normal. El hebreo –lengua trimilenaria– dejó de utilizarse a partir del siglo IV y se extendió en su territorio el uso del arameo.

A partir de la Diáspora, los judíos hablaron en la lengua de los lugares de acogida: los askenazis en yiddish y los sefardíes en ladino. Pero en su día a día hablaban en la lengua propia de los países en los que nacían, crecían y morían. El hebreo se reservaba para las ceremonias religiosas y una exigua minoría lo usaba para la lectura de textos literarios o científicos provenientes de la Edad Media.

En los últimos decenios del siglo XIX nace y se extiende el movimiento sionista, que quiere una patria, Sion, y una lengua moderna común, que se pensaba que podría ser el alemán u otra lengua europea.

Un sionista judío procedente de Rusia, Eliezer Ben-Yehuda, en 1881 emigró a Palestina (todavía provincia del Imperio otomano). Gran conocedor del hebreo antiguo y de la literatura, aunque no era lingüista, fue capaz de crear un idioma nuevo. Partió de la estructura lingüística y gramatical del antiguo hebreo para forjar un lengua capaz de servir para la expresión moderna, mediante la invención de un extenso vocabulario, formado a partir de antiguos lexemas o bien de su propia invención, que cristalizó en el Diccionario del Hebreo. [6]

« El odio antisemita guarda rencor a los judíos cuando están vivos y les guarda rencor aun cuando están muertos »

Esta frase, que aparece en la página 187, es decir, a cinco páginas del final de la obra, cierra el círculo del tema del antisemitismo, al que la autora concede un lugar fundamental: con él arranca el segundo capítulo y termina el último.

No podía, sin duda, evitar la autora que el primer capítulo, hablando de muerte en 2021, hiciese mención a la COVID; pero, desde el segundo, el antisemitismo ocupa el lugar destacado que exige. Decíamos más arriba que Horvilleur oficia el kadish de judíos célebres o anónimos; pues bien, entre los dos grupos de personas hay víctimas del odio antisemita. En Vivir con nuestros muertos encontramos algunas: El joven Ilan Halimi en 2006. Los 15 muertos en el atentado a un supermercado Kosher en 2015. Elsa Cayat muerta en el atentado a Charlie Hebdo en 2015. Profanación del cementerio judío de Westhoffen, Alsacia, en 2015. Y las incontables profanaciones de tumbas judías en Francia en los últimos años.

El antisemitismo es tabú en nuestro tiempo, pero Horvilleur lo aborda en su libro porque no quiere ocultar los problemas que esa comunidad sufre. Hace partícipes a los lectores de la vida y la muerte de unos seres humanos que pertenecen a una comunidad perseguida desde tiempo inmemorial. Y nos abre la puerta para mostrar que askenazis y sefardíes, niños, mujeres y hombres, viven y mueren, aman y sufren como los demás.

                *                     *                      *

Narración, crónica periodística y ensayo, juntos en una obra de enorme densidad, que resulta apasionante en cualquiera de esos tres aspectos. Vivir con nuestros muertos se lee con enorme avidez, aunque invita contantemente al lector a detenerse, a reflexionar. Es un libro lleno de muertos, pero, como promete en el subtítulo, es también un manual de consuelo, porque en sus páginas siempre se abre paso la vida, Lejaim! [7]

Una lectura imprescindible. 

Francisca Soria Andreu






[1] Autor médico muy reconocido. Son famosas sus teorías sobre los modelos de desarrollo de la vida biológica, expuestas en su ensayo Entre le cristal et la fumée, 1979, Éditions du Seuil. 

[2] Romain Gary publicó con su nombre L´Orage (1935), Les racines du ciel (1945) que ganó el Premio Goncourt y La promesse de l´Aube (1960). Bajo el pseudónimo Émile Ajar publicó La Vie devant soi (1975), que también recibió el Premio Goncourt. 

[3]Toledano, A. Accompagner les vivants. Cf “La règle du jeu”. Crítica del libro de Horvilleur. 

Toledano, profesor de Historia de la Medicina en la Universidad Paris Descartes, Paris V., ha publicado numerosa literatura médica y es autor de La Médecine du Talmud (2017), La Médecin de Maïmonide: Quand l’esprit guèrit le corps (2018) y Médecine et Kabbale: le pouvoir des lettres (2021), entre otros. 

[4] Maimónides, Tratado de los Ocho Capítulos. Cf. Toledano, A., Ibidem 

[5] Página 163 de la presente edición. 

[6] La Kompleta Vortaro de la Hebrea Antikva kaj Moderna. Seis volúmenes. Los inmigrantes que llegaron entre 1904 y 1914 acogieron con entusiasmo esta lengua y la encumbraron como única en las escuelas, tras una ardua lucha contra quienes querían imponer el alemán. Cuando en 1948 se fundó el Estado de Israel de 600000 judíos, el 54% de ellos lo tenía ya por única lengua. 

[7] Es un brindis en hebreo: ¡Por la vida! p. 24.