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miércoles, 28 de marzo de 2018

‘La España vacía. Viaje por un país que nunca fue’, de Sergio del Molino

Grupo de lectura "Leer juntos Hoy" del IES Goya
Sesión del 19 de marzo de 2018
Obra comentada:
La España vacía. Viaje por un país que nunca fue. Turner, 2016.
Autor: Sergio del Molino Molina



Acerca del autor

Nace en Madrid en 1979. Pasa su infancia en un pueblo de Valencia y estudia durante su adolescencia en Zaragoza (sobre aquella etapa de su vida y sobre la relación personal que mantuvo con su profesor de Filosofía, Antonio Aramayona, trata su última novela La mirada de los peces, de 2017). Tras licenciarse en Periodismo en su ciudad natal, regresa a Zaragoza para trabajar como reportero en Heraldo de Aragón. Su debut literario se produce en 2009 con la publicación de la colección de relatos Malas influencias y el ensayo Soldados en el jardín de la paz. Conoce el éxito en 2013 al recibir el Premio Ojo Crítico de Narrativa y el XXXV Premio Tigre Juan por su novela La hora violeta, donde narra la enfermedad y muerte de su hijo Pablo. En 2014 publica Lo que a nadie le importa, novela en la que indaga en la biografía de su abuelo escondida tras sus silencios. En muchas reflexiones surgidas de esta obra sobre su abuelo materno, que, si bien vivió casi toda su vida en Madrid, se retiró en su jubilación como un lugareño más a su pequeño pueblo natal (Bubierca, cerca de Calatayud), se encuentra el germen del ensayo que nos ocupa, La España vacía. Viaje por un país que nunca fue, publicado en 2016 y que mereció el Premio de los libreros de Madrid al Mejor Ensayo y el Premio Cálamo al Libro del Año.

La España vacía

¿Qué es la España vacía? En términos geográficos comprende las dos Castillas, Extremadura, Aragón y La Rioja, es decir, fundamentalmente la meseta peninsular más la depresión del Ebro, un país sin mar, un territorio extenso sin ciudades –descontando Madrid–, que ocupa el 53% de España y en el que vive el 15,8% de la población española. Este reparto tan desigual por el que la población se concentra en unos pocos puntos y es casi inexistente en gran parte del país no tiene parangón en Europa.


La “brecha” entre la “España vacía” y la “España llena” podría remontarse a la expulsión de los moriscos o incluso antes, pero el autor destaca cómo se convierte en “abismo” con lo que él denomina el Gran Trauma, es decir, el abandono del campo y la urbanización precipitada y mal hecha, con los subsiguientes problemas en muchas ciudades de hacinamiento y miseria, que suceden como consecuencia del gran éxodo rural de los años 50, 60 y principios de los 70 del pasado siglo.

De modo que Sergio del Molino habla de dos Españas que no son las de Machado, sino de una urbana y europea, y de otra, interior y despoblada, y a partir de esa grave constatación indaga en los añejos problemas de comunicación entre ambas, que llegan hasta nuestros días. Para lo cual, nos propone en este ensayo un viaje sentimental e histórico, cultural y literario, por un territorio real progresivamente despoblado y abandonado, que deviene en territorio imaginario, mitificado históricamente entre la admiración y el rechazo.

Del Molino, quien declara su pertenencia a la España urbana, reconoce su tendencia a idealizar el campo o a caricaturizarlo o a explotar su pintoresquismo, pero desde el capítulo inicial anuncia ya su propósito de aspirar a ponerse en el otro lado, de tratar de entender a los habitantes de la España vacía.

Así, en aras de superar la confrontación, en la segunda parte del libro sobre todo (en “Los mitos de la España vacía”), aunque también anticipándose en la primera (en “El Gran Trauma”), Sergio del Molino va poniendo en tela de juicio y desmontando los clichés que la ciudad ha ido construyendo durante siglos sobre el campo. Por un lado, tendríamos la idealización de la vida sencilla de la aldea, donde uno encuentra la paz interior frente al tráfago de la ciudad, idealización formulada desde antiguo como beatus ille y expuesta en obras literarias españolas desde el Menosprecio de corte y alabanza de aldea (1539), de fray Antonio de Guevara. Esta mirada idílica tiene otra variante, que ha sido formulada como el “mito de Babel”, según el cual, la ciudad representa lo falso, lo contaminado, lo pecaminoso, la muerte, frente al campo, que sería lo verdadero, lo puro, lo divino, la vida. 

Por otro lado, surgió el tópico inverso de “la civilización contra la barbarie”, el mito de la España negra que concibe el campo como espacio salvaje. Tal es la mirada que aún hoy se propaga con frecuencia en los medios de comunicación al tratar sucesos del medio rural (el autor reflexiona sobre casos como el de Fago o el de Puerto Hurraco) o la mirada que proyectó Luis Buñuel en su retrato tremendista Las Hurdes, tierra sin pan, película que ha quedado como un icono de la España profunda. Aunque el cineasta insistiera en la objetividad de su documental, Sergio del Molino refuta sus palabras y demuestra que se trataba de un falso documental con fines propagandísticos de remover conciencias. Llama la atención que alguien procedente de la España interior como Buñuel se acercase a aquella comarca extremeña “como si de una película de monstruos y aventuras exóticas” se tratase –dice el autor y lo razona teniendo en cuenta los gustos cinematográficos del realizador calandino y el contexto histórico.
 
Las Hurdes, Tierra sin pan. Luis Buñuel

En esa mirada negativa el autor sitúa asimismo el tradicional desprecio por nuestro paisaje interior, como un secarral y un erial, que comienza a difundirse en El Quijote: es lo que etiqueta como “el mal de Maritornes” o, dicho con otras palabras, el tópico de la patria como madrastra, que sigue perviviendo en mucha gente aunque no haya leído la novela más famosa de Cervantes, pues –explica el autor– basta con estar socializado para recibir su influjo. Como ejemplo de esa mirada cruel y desdeñosa aduce la traducción al español que hace el poeta Enrique de Mesa del Voyage en Espagne, de Théophile Gautier. Hasta Bécquer y los románticos no cambiará el tono. Y con la generación del 98 se superará definitivamente la visión quijotesca del paisaje. Unamuno y Azorín, procedentes de la periferia, se sienten atraídos por el paisaje castellano; sin embargo, les interesa en tanto que ven en él el reflejo del alma española, su contemplación contiene mística nacional y nacionalista, por lo que Sergio del Molino solo rescataría de aquella generación a Antonio Machado, porque se apropia del paisaje de una forma más moderna, es más íntimo, más reflexivo y autobiográfico.

Pueblo abandonado de la provincia de Soria. Foto de José Díaz Martín

Tampoco se salvan, debido a su mirada condescendiente, a su intención “redentora”, los que llama “marineros del entusiasmo”, es decir, los intelectuales relacionados con la Institución Libre de Enseñanza que promovieron las misiones pedagógicas durante la II República Española, cuyo impacto real fue más bien anecdótico, según argumenta el autor en una desmitificación a mi juicio excesiva.

El caso es que la España vacía siempre ha sido contada por los de fuera y, al incurrir en los susodichos estereotipos, sus habitantes no se han visto reconocidos en esos relatos. Así pues, la tesis del autor, planteada ya desde el inicio, consiste en la necesidad de que la España vacía se cuente desde dentro, que encuentre su propio discurso. Y eso precisamente ha ocurrido –según desarrolla en los últimos capítulos– cuando su mitología se reformula o reinventa por parte de los nietos o bisnietos de quienes dejaron el campo. Superada la vergüenza de los hijos, los nietos sienten y proclaman el orgullo de sus orígenes familiares y reivindican la cultura de sus raíces como seña de identidad en un mundo cada vez más homogéneo y globalizado.

Excepcionales son los casos de autores que nos han contado el mundo rural sin condescendencia. Para Sergio del Molino, Miguel Delibes (Los santos inocentes y El disputado voto del señor Cayo, entre otras novelas) es quien mejor entendió la brecha entre lo rural y lo urbano, el más sensible al vaciamiento de España. En los años 80 y 90 muy pocos escritores quieren salir al campo, destacan Antonio Muñoz Molina (El jinete polaco) y Julio Llamazares (La lluvia amarilla). La generación de los nacidos entre 1970 y 1990 aproximadamente, o mejor dicho, el que Del Molino llama grupo de los “viejóvenes” entre los que se incluye él mismo (junto a novelistas como Jesús Carrasco, Jenn Díaz, Lara Moreno, poetas como Hasier Larretxea, o cineastas como Paula Ortiz, por poner unos pocos ejemplos) es el que, una vez superada esa vergüenza de la que hablábamos más arriba, reivindica una vuelta a la sencillez y lo primordial, una fuga de la ciudad hacia el interior de uno mismo, invocando a las viejas mitologías de la España interior para recrearlas desde la contemporaneidad.

 
Ainielle. Foto de María S. C. para viajealpirineo.com


Sergio del Molino, convencido de la imposibilidad de llenar la España vacía, apuesta como escritor por otra España vacía: la España vacía mítica que ha sido llevada a la ciudad, la que forma parte de nuestra memoria sentimental y que, convertida en seña de identidad, puede ser una forma de cohesión social en sustitución de un patriotismo desfasado. Es en el último capítulo, titulado “La patria imaginaria”, cuando adquieren pleno sentido para el lector las frases que concluían el capítulo introductorio (pág. 16): “La España urbana no se entiende sin la vacía. Los fantasmas de la segunda están en las casas de la primera”. De ese modo, el imaginario de la España vacía se convierte en uno de los caminos posibles para los escritores y artistas que, como Del Molino y otros de su generación, “miran hacia dentro”.



Propuestas para las tapas del libro. Por Inmaculada Martín
La España vacía es un ensayo muy ameno, nada denso, salpimentado de multitud de anécdotas, que conduce al lector medio por unos vericuetos reflexivos en los que no teme perderse entre la gran variedad de conocimientos que aporta porque todos ellos están interrelacionados y explicados con un lenguaje claro que no requiere diccionario. A pesar de lo cual no faltan guiños y referencias culturales o literarias para lectores avisados.

Su estilo combina diversos tonos, según la ocasión, desde la implicación personal, marcada por el uso de la primera persona (en la última parte con más intensidad), hasta diversos grados de distanciamiento, que incluyen la ironía o el sarcasmo.

La estructura de la obra contribuye a conectar con un grupo amplio de lectores. Simplificando mucho, diremos que cada capítulo suele arrancar con un episodio o anécdota que sirve para animar el interés del lector –el misterio de las casas quemadas de Gales, la historia del tenedor, el crimen de Fago, la película de Las Hurdes, los conciertos heavies en homenaje a Tierno Galván, etc. Después desarrolla sus argumentos analizando películas, libros, ideologías, comportamientos, siempre deconstruyendo tópicos, para acabar con una conclusión general, que completará en capítulos sucesivos, pero no siguiendo un orden lineal sino, mientras avanza, retomando ideas anteriores y tomando varios caminos simultáneos que a veces se entrecruzan, para reunirse en la conclusión final.

No es este un libro de historia ni de geografía, demografía, sociología, antropología o literatura, aunque contiene un poco de todo ello. No es un ensayo de ciencias sociales, sino un ensayo literario de un escritor que nos invita a acompañarlo, con sus reflexiones, en un viaje cultural y sentimental, producto de sus viajes reales por carreteras y de sus lecturas, clásicas y modernas, literarias, cinematográficas e, incluso, musicales. Posiblemente a muchos lectores no les cuente ningún dato nuevo, pero es innegable su poderosa capacidad divulgativa, su reflexión libérrima y rompedora de etiquetas y lo novedoso de su mirada hacia España desde una perspectiva no solo personal sino también generacional.




Javier Aznar Aznar

martes, 27 de marzo de 2018

domingo, 25 de marzo de 2018

"Carta a un desterrado", de Claribel Alegría

Waterhouse, Penélope y sus pretendientes, 1912



CARTA A UN DESTERRADO


Mi querido Odiseo:
Ya no es posible más
esposo mío
que el tiempo pase y vuele
y no te cuente yo
de mi vida en Ítaca.
Hace ya muchos años
que te fuiste
tu ausencia nos pesó
a tu hijo y a mí.
Empezaron a cercarme 
pretendientes
eran tantos
tan tenaces sus requiebros
que apiadándose un dios
de mi congoja
me aconsejó tejer 
una tela sutil
interminable
que te sirviera a ti 
como sudario.
Si llegaba a concluirla
tendría yo sin mora
que elegir un esposo.
Me cautivó la idea
que al levantarse el sol
me ponía a tejer
y destejía por la noche.
Así pasé tres años
pero ahora, Odiseo,
mi corazón suspira por un joven
tan bello como tú cuando eras mozo
tan hábil con el arco
y con la lanza.
Nuestra casa está en ruinas
y necesito un hombre
que la sepa regir
Telémaco es un niño todavía
y tu padre un anciano
preferible, Odiseo
que no vuelvas
los hombres son más débiles
no soportan la afrenta.
De mi amor hacia ti
no queda ni un rescoldo
Telémaco está bien
ni siquiera pregunta por su padre
es mejor para ti
que te demos por muerto.
Sé por los forasteros
de Calipso
y de Circe
aprovecha Odiseo
si eliges a Calipso
recuperarás la juventud
si es Circe la elegida
serás entre sus chanchos
el supremo.
Espero que esta carta
no te ofenda
no invoques a los dioses
será en vano
recuerda a Menelao
con Helena
por esa guerra loca
han perdido la vida
nuestros mejores hombres
y estás tú donde estás.
No vuelvas, Odiseo
te suplico.

Tu discreta Penélope.



                  De Variaciones en clave de mí, 1993


"Carta a un desterrado" responde a una nueva reinterpretación del mito de Penélope, arquetipo de  la esposa fiel y abnegada, a quien se da voz para  que exprese su personal visión de la historia.  Como hizo Ovidio en Las Heroidas, Claribel Alegría adopta la perspectiva de Penélope, quien escribe una carta a Ulises, pero para anunciarle, en este caso, que ama a otro y pedirle que no regrese.

El poema se inicia con la fórmula habitual en las cartas, "Mi querido Odiseo", y termina con otra fórmula de despedida: "Tu discreta Penélópe". El epíteto "discreta", el que con mayor frecuencia se une al nombre de Penélope en la Odisea, encierra aquí cierta ironía (como observan F. Rodríguez Lestegás y L.M. García Bernadal en Identidad y ciudadanía: reflexión sobre la construcción de la identidad) porque la nueva imagen de la esposa de Odiseo que se proyecta en el poema ha borrado ya su identidad anterior.

En la composición se distinguen dos partes claramente diferenciadas. La primera comprende los treinta primeros versos. En ella, la autora se apoya en el modelo conocido de mujer que lamenta la ausencia de su esposo y se siente agobiada por el asedio de los pretendientes, hasta que un dios se apiada de ella y le aconseja tejer un sudario. A partir  de entonces, teje durante el día y desteje por la noche para prolongar el plazo de espera antes de elegir un nuevo esposo. El tiempo verbal empleado es siempre el pasado, pues hace referencia a una etapa que ya finalizó: "Así pasé tres años". La segunda parte (los cuarenta y dos versos restantes), referida al presente en que escribe la carta,  comienza  con el adverbio "ahora" y el tiempo verbal es el presente. Penélope ya no espera a Odiseo, a quien ha dejado de amar con el paso del tiempo. Su afecto es para un hermoso joven, experto como Ulises en el manejo del arco  y de la flechas. Por eso Penélope, conocedora de las aventuras de su esposo con Circe y con Calipso, le aconseja que no vuelva y rehaga su vida con una de las dos.

Como indican Rodríguez Lestegás y García Bernadal, a pesar de que Penélope construye su argumentación basándose en principios propios de la sociedad patriarcal, la autora construye una imagen transgresora:
A pesar de que en esta ruptura todavía permanece la imagen tradicional de que Penélope necesita un hombre a su lado para regir la casa, porque Telémaco es un niño y el padre de Ulises un anciano, la autora construye una nueva identidad para la protagonista del poema desde otra perspectiva ideológica a partir de la cual las mujeres transgreden esa imagen consolidada y desvalorizada [...] para reivindicar no sólo su existencia sino todas las manifestaciones a ella inherentes: el amor, el deseo, la sexualidad...
Sandra Gondouin  (Penélope y Ulises en la poesía contemporánea de América Central) destaca con acierto el progresivo cambio de tono en el poema: "De cariñoso -"Mi querido Odiseo", "esposo mío"- el tono pasa a ser neutro, luego frío, claramente irónico y hasta sarcástico".  Para esta estudiosa, la distancia entre el personaje de Homero y el de Claribel Alegría se manifiesta mediante la ironía. Penélope no solo desmitifica al héroe convirtiéndolo en "cerdo supremo", sino también la guerra de Troya ("esa guerra loca"), explica Gondouin:
Así pues, Claribel Alegría subvierte los valores de la épica desvalorizando el heroísmo. Los valores considerados como nobles -el coraje, el sacrificio, la fidelidad- ya no son lo que imperan. Lo que en la Odisea era amor eterno se convierte en un sentimiento perecedero. La que sacrifica su vida en la  espera del esposo ya no quiere esperar más. El espíritu de sacrificio cede el paso a la búsqueda de la felicidad propia.    Lejos queda la fiel Penélope de la tradición homérica, que pasaba las horas llorando, pero que dedicaba su vida a un ideal. Su actitud se valora muy positivamente en la Odisea, las poetas contemporáneas centroamericanas ya no coinciden en ese juicio.

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viernes, 23 de marzo de 2018

'La guía del autoestopista galáctico', de Douglas Adams



La guía del autoestopista galáctico es una novela escrita por Douglas Adams. Primero fue un serial radiofónico y, más tarde, se convirtió en novela, que se publicó por primera vez en Reino Unido en 1979 por la editorial “Pan Books”. A España no llegó hasta marzo de 1983, en la colección “Contraseñas” de la editorial “Anagrama”. Actualmente, forma parte de la colección “Compactos” también de “Anagrama”, teniendo en mi poder la tercera edición.
 El libro es una novela del subgénero ciencia ficción humorística, que podría ir dirigida a cualquier tipo de público; sin embargo, ha triunfado sobre todo ante un público “friki”, convirtiendo a Douglas Adams en un ídolo de la ciencia ficción.

 
Douglas Adams nació el 11 de marzo de 1952 en Cambridge, Inglaterra. Sobre la década de los 70 fue cuando empezó a escribir pequeños textos y, con el apoyo de sus profesores, logró ganar algún premio de literatura de poca importancia. Hasta 1977 no consiguió firmar un contrato con la BBC para la emisión del programa de radio de ciencia ficción La guía del autoestopista galáctico, el cual fue emitido por primera vez en 1978, para un año después ser adaptado como novela. En 1991 se casó con Jane Belson, con la que tuvo a su hija Polly Jane. En 1999 se mudó a California, para el rodaje de la película de La guía del autoestopista galáctico. Adams murió el 11 de mayo de 2001 de un infarto, mientras estaba en su gimnasio, a la edad de 49 años. En el momento de su muerte, La guía del autoestopista galáctico había llegado a vender más de quince millones de copias.
Los personajes principales son los siguientes:
Ford Prefect: es un editor de La guía del autoestopista galáctico que quedó atrapado en la Tierra quince años antes de su destrucción.
Zaphod Beeblebrox: es un pirata espacial que, sin embargo, debido a que se le da especialmente bien llamar la atención, es el presidente de la galaxia (la misión de este no es gobernar sino mantener la atención alejada de los que de verdad mandan).
Tricia McMillan: Es una de los dos únicos supervivientes de la Tierra y es la novia de Zaphod Beeblebrox.
Arthur Dent: es el otro superviviente de la Tierra, que consigue escapar a la destrucción gracias a su amigo Ford Prefect.
Argumento:
La historia comienza en la Tierra (descrita como fundamentalmente inofensiva) con Arthur Dent intentando detener la demolición de su casa, pero Ford Prefectle le va a buscar para ir a un bar. Al principio se niega, pero al final acepta y, una vez en el bar, Ford le cuenta quién es realmente y que la Tierra va a ser destruida. Justo entonces aparece una flota de demolición “vogona” (raza alienígena cuya poesía ocupa el puesto de tercera peor poesía) con el objetivo de destruir la Tierra para construir una autopista. Ford, conocedor de qué hacer en una situación así, se infiltra junto a Arthur en una de las naves vogonas, pero estos los descubren y los echan al espacio; sin embargo, los recoge una nave robada conocida como “Corazón de oro”, donde se encuentran con Zaphod y con Tricia, los cuales van en busca del legendario planeta Magrathea que, según la leyenda, era una fábrica de planetas.
Valoración personal:
Elegí escribir de esta novela principalmente por el hecho de que me gustó mucho y me pareció muy amena y divertida, sin dejar de lado la emoción e incluso algo de suspense, además del hecho de que es considerada una obra de culto de ciencia ficción.
Me gustaría recomendar la obra a toda persona que disfrute con la ciencia ficción y el humor.
Marco Tejel Garrido, 2º ESO A