EL BLOG DE LA BIBLIOTECA DEL IES "GOYA" DE ZARAGOZA


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domingo, 26 de febrero de 2023

Dos poemas de 'Los nadies', de William Alexander González Guevara


Nicaragua, volcán Mombacho. PETE NIESEN (Shutterstock)



PREFACIO

                                                  Madrid, octubre de 2011

Entro en el colegio por primera vez,
seré el nuevo extranjero de la clase.
No tengo amigos. No conozco a nadie.
Un profesor me dice:
Anda, nicaragüense como Rubén Darío.
Y pienso en ti, Rubén. En tu melódico timbre,
en tus pisadas al llegar a España.
Más de un siglo nos separa, Rubén
cuarenta y siete mil silentes noches.
¿Te habrás puesto nervioso?
¿Habrás echado de menos tu patria?
Sabes de lo que hablo,
ese sabor amargo de nostalgia.


LEJÍA

                            A las empleadas de hogar latinoamericanas
                                    que cuidan mayores y limpian edificios

Mi madre, trabajadora de lunes a lunes,
se ha escondido del cosmos.
Han desaparecido sus huellas dactilares
por el hipoclorito de sodio, la lejía.
Una mujer sin nombre que rebusca
devastada su propia identidad.
¿En qué escalera las habrá dejado?
Intenta recordar el lugar exacto donde
pudo haberlas perdido.
La lejía la convirtió en anónima.
¿Cómo nombrar lo que no tiene nombre?
En esas escaleras que pisáis
están fosilizadas las huellas de mi madre
fundidas en hipoclorito sódico.

De Los nadies, Hiperión, 2022

William Alexander González Guevara

 William Alexander González Guevara (Managua, Nicaragua, 2000) es estudiante de Doble Grado de Lengua y Literatura más Periodismo de la Universidad Rey Juan Carlos. Pasó su infancia en el barrio San Luis Sur de Managua, en casa de su abuela materna, Cándida Guevara. Cuando tenía seis años, su madre, Jenny Guevara, emigró a Madrid por motivos económicos, mientras él quedaba al cuidado de sus tíos. En esta época descubrió en casa de su abuela un ejemplar de Azul, de Rubén Darío, un libro cuyos poemas leía y recitaba con frecuencia. Cuando William tenía doce años, su madre pudo traer a sus tres hijos (William y sus dos hermanas) a Madrid, al barrio de Carabanchel. William fue escolarizado en el colegio Lope de Vega, un centro público y multicultural del que conserva un grato recuerdo. En Madrid pasaba mucho tiempo a solas porque su madre trabajaba hasta tarde como asistenta, y él encontró refugio en la lectura de poesía y en la escritura. 

Actualmente colabora en la sección de cultura del medio digital El Generacional (España), donde ha realizado entrevistas a jóvenes poetas y a escritores consumados del panorama literario actual como Manuel Vilas, Irene Vallejo o Ana Merino. Su primer libro publicado es Los nadies, ganador por unanimidad de la XXV edición del Premio de Poesía Joven "Antonio Carvajal". El título está tomado del poema homónimo de Eduardo Galeano, incluido en El libro de los abrazos (2009).  

En la contraportada de  Los nadie el escritor  nicaragüense Sergio Ramírez ha escrito sobre el libro de su joven compatriota: 

"Este es un libro sobre el ayer perdido vuelto a recuperar con las palabras. La nostalgia de la patria lejana divisada en las brumas de la memoria. Los pasos extranjeros del muchacho nicaragüense que escribe, ensayando su destierro desde niño. Y los pasos perdidos de los exiliados en las calles y plazas ajenas, cargando con su miseria y con sus penas. Nómadas, inmigrantes ilegales. Nadies. Expatriados, desterrados, la garra de la lejanía clavada en el corazón. La lenta prisa del que camina en dirección opuesta. La búsqueda sin fin de la identidad perdida, las huellas dactilares borradas de las manos de la madre por la lejía. La carga de los recuerdos que no alivia sino la escritura cuando se toca fondo. ¿Cómo nombrar lo que no tiene nombre? De esta manera, con la poesía, tocando fondo. Y el gozo de leer a un poeta de 22 años que empieza con bien su camino". 

William Alexander ha compuesto ya un segundo libro, Me duele respirar, ganador del IV Premio de Poesía Hispanoamericana Francisco Ruiz Udiel. Está relacionado con las protestas masivas contra el régimen de Daniel Ortega que se produjeron en Nicaragua a partir de abril de 2018 y el exilio forzoso a que se ven abocados muchos nicaragüenses. El título procede de la frase pronunciada por Álvaro Conrado, el joven que resultó herido por un disparo cuando llevaba agua a los manifestantes durante la Rebelión de Abril de 2018 y murió por falta de atención médica. Próximamente será publicado por Valparaíso Ediciones y contará en la contraportada con una reseña de la escritora nicaragüense Gioconda Belli.

Se da la triste circunstancia de que los dos autores de las reseñas de sus libros, Sergio Ramírez y Gioconda Belli, se cuentan entre las y los nicaragüenses que recientemente han sido privados de la nacionalidad  por el dictador Daniel Ortega.

[La foto del autor está tomada de Fan Fan]

lunes, 20 de febrero de 2023

'¡Abajo las armas!', de Bertha von Suttner

 

Grupo de lectura “Leer juntos” del IES Goya

Sesión del 16 de enero de 2023

Autora: Bertha von Suttner

Obra comentada: ¡Abajo las armas! Edición de Olga García García. Ed. Cátedra, Letras Universales, 2014.


El lunes 16 de enero de 2023 dedicamos nuestra sesión de lectura a la novela ¡Abajo las armas!, de la escritora austriaca Bertha von Suttner (nacida Condesa Kinsky von Wchinitz und Tettau), publicada en 1889.

Pronto surgieron las primeras preguntas: ¿Quién es esta, para muchos, desconocida mujer? ¿Por qué leemos una obra publicada hace 130 años, de una escritora de no excesivo renombre literario?

Pero la novela despertó interés por su contenido y su actualidad y también, conforme la hemos ido conociendo, por la trascendencia de la autora en otros ámbitos y en otros lugares.

Bertha Sophia Felicita Kinsny von Wchinitiz und Tettau (Praga, 1843-Viena, 1914), baronesa von Suttner por su matrimonio con Arthur Gundaccar von Suttner, fue la primera mujer que recibió el Premio Nobel de la Paz en 1905, "por su audacia para oponerse a los horrores de la guerra" [1]. Por este hecho, consecuencia de su intenso trabajo a favor de la Paz en la época de "la Paz Armada", y por la relación de amistad con Alfred Nobel (hay un consenso general en la idea de que fue ella quien inspiró a Nobel la inclusión de este ámbito entre sus cinco premios) es mundialmente conocida y reconocida. También mereció un lugar destacado en el ámbito literario en lengua alemana por sus numerosas obras: novelas, ensayos y centenares de artículos publicados en distintos medios sobre el tema de la Paz y otras cuestiones de actualidad.

Tomo prestados de Francisca Soria los comentarios literarios sobre la obra:

Conviene aquí recordar que ¡Abajo las armas! es, ante todo, una novela y que su autora –hija póstuma de Franz Kinsky von Wchinitz und Tettau– nació condesa y, por ello, recibió  una esmerada educación que le permitió dedicarse a la escritura. Hoy es reconocida como escritora y pacifista, en este orden.

Fue novelista profesional, hecho característico del siglo XIX europeo, cuando se profesionalizaron los autores, gracias a la enorme difusión y popularidad de la novela.  

Bertha von Suttner apareció en el panorama literario en 1889 y se inscribe en un romanticismo tardío con claras influencias ya del realismo europeo.

¡Abajo las armas! es inequívocamente romántica por su impulsiva y temeraria heroína, por los amores apasionados, por su complacencia en describir lo tétrico y por la minuciosidad en el detalle de la enfermedad y de la muerte.

Pero, ya lo apuntábamos, la novela no se sustrae a los usos realistas del género e incluye en su relato documentos reales, artículos de prensa, descripción documentada del cólera, etc. Aporta multitud de datos sobre la Cruz Roja, la Convención de Ginebra o el establecimiento del servicio militar obligatorio, que ponen hitos reales en la estructura temporal de la novela. Destaca, además, la decidida voluntad de hacer un fiel retrato de la sociedad en la que en cada momento se desenvuelve la historia. 

De ahí que hoy sea reestudiada esta obra por su alto interés sociológico, convertida en lo que se conoce como “literatura para historiadores”, porque a lo largo de sus cuatrocientas cuarenta páginas desfilan las costumbres domésticas, la moda y la intensa actividad social –conciertos, ópera, bailes, tertulias– e intelectual de su tiempo. 

No abandona en ningún momento el elogio de la lectura como forma de enriquecimiento personal.  Y así, Martha, la protagonista, por recomendación de su librero, lee History of Civilization in England de Henry Thomas Buckle, recién editada[2]. Su amplia curiosidad intelectual y su avidez lectora la llevaban también a frecuentar  La Revue des Deux Mondes  y otras publicaciones que no especifica. Por sus páginas desfilan, además de su muy respetado Charles Darwin, todos los autores franceses que leía: Flaubert, Zola, Gounod, –a quien admiró como autor de libretos– (p. 440) o el poeta alemán Christoph August Tiedge, de quien incorpora una Elegía de indudable sabor romántico[3].

Desde el punto de vista narrativo, la novela lleva al lector del presente al pasado y vuelta al presente, en largos vaivenes, puesto que se basa en los apuntes de sus antiguos Cuadernos rojos –diarios personales que existen realmente–, contrapuestos a las vivencias del presente con un ágil uso técnico del flash-back.

Destaca, para el lector curioso, la afinada percepción de la lengua de Bertha von Suttner que, sin duda influenciada por la corriente comparatista tan en boga en la época, se fija en la lengua alemana del Norte (Prusia), más culta que la hablada en Austria y no duda en señalar “las violaciones gramaticales” de sus compatriotas, que confundían el dativo y el acusativo, incluso entre las gentes de clase superior[4].  

La novela es, además, un constante alegato a favor de la Paz y en contra de la Guerra vista de forma descarnada, sin un ápice de heroísmo. Y la consecuencia de todo ello es la súplica desgarrada de la protagonista: “¡Abajo las armas!”[5].

Lamentablemente, ¡Abajo las armas! ha eclipsado el resto de la amplia obra de su autora. Una novela que en su época fue traducida a más de veinte idiomas y alcanzó el millón de ejemplares, por la que Tolstoi la denominó "la Harriet Beecher Stowe", autora de La cabaña del Tío Tom, “de la paz” y sobre la que A. Nobel le escribió: “Acabo de terminar la lectura de su admirable obra maestra. Se dice que hay 2000 lenguas –sobrarían 1999–, pero ciertamente no hay ni una en la que su deliciosa obra no debiera ser traducida, leída y meditada”. En el prólogo de la primera edición española de la novela, 1906, firmado por EME (quizá un seudónimo de Emilia Pardo Bazán), se dice: “…si sus novelas no sobresalen junto a Die Wafen nieder es por la misma causa que los diamantes no brillan ante las espléndidas luces de un solitario”.

La decisión de escribir la novela la tomó en el momento que tuvo conocimiento de la existencia de un movimiento pacifista (amigos de la paz, apóstoles de la paz, se les llamaba en aquella época). “Qué mejor que escribir un libro para difundir sus ideas” se planteó. Y para ello se preparó intensamente con lecturas, documentos, narraciones y descripciones, prensa, entrevistas a médicos y veteranos de guerra, experiencias.

Su publicación no fue fácil en el ambiente militarista austriaco de la época.  Ni siquiera su editor habitual, E. Pierson, estaba dispuesto a hacerlo. Le pidió, al menos, un cambio en el título. Ella lo rechazó determinantemente: no se cambiaría ni una letra de las tres palabras del título. El editor no tuvo que lamentarlo, comentaría ella misma más adelante con cierta ironía. 

La novela relata en primera persona, de modo autobiográfico, la vida de Martha Althaus, una joven aristócrata austriaca, desde su presentación en sociedad hasta su madurez y los cambios que su mentalidad va experimentando, hasta convertir su vida en un firme compromiso radical por la causa de la Paz.

¿Una novela autobiográfica? La vida de Bertha von Suttner fue muy diferente a la vida de la protagonista de ¡Abajo las armas![6], pero la autora hace recorrer a Martha el mismo “itinerario formativo” que ella recorrió para trasformar una mentalidad aristocrática y militarista en un pensamiento socio-liberal comprometido con la desaparición de una vieja sociedad en decadencia y la creación de un mundo nuevo, dominado por el deseo de la Paz.

La protagonista recurre a un diario escrito desde su juventud, para recordar cada momento de su vida[7]. Y esos momentos son, esencialmente, los grandes acontecimientos de la historia de Austria en la época central del s. XIX: una historia militar y de guerras que convirtieron al Imperio austro-húngaro, la gran potencia centro-europea, en un pequeño país y las consecuencias y efectos que para ella tuvieron estos sucesos. Una época de decadencia, cambio y el nacimiento de un mundo nuevo.

La novela está dividida en seis capítulos (libros) y un epílogo. Parte de la juventud de la protagonista, su temprana boda con un noble militar, el conde Arno Dotzky, y las primeras derrotas austriacas frente a Italia (1859). Los gloriosos acontecimientos de Custozza (1848) y Novara (1849), las glorias del “gran Radetzky”, son recordados reiteradamente por el viejo militar, el conde Althaus (Libro 1).

La viudedad y un periodo de paz proporcionan a la condesa Dotzky una época de calma y reflexión, alejada de la mundana vida social que, a pesar de las derrotas, seguía girando a su alrededor. Los libros que les envía su librero la introducen en un mundo nuevo, el mundo de los cambios y transformaciones materiales e intelectuales del s. XIX. Thomas Buckle, Charles Darwin, Cuvier, H. Spencer, los autores franceses, los poetas alemanes, etc.[8] Su nuevo esposo, también militar, comparte sus inquietudes (Libro 2).

La Guerra de los Ducados (1864), la Guerra Austro-Prusiana (1866), París, una esperanza para la Paz, la Guerra Franco-Prusiana (1870-71) y un terrible final determinado por el nacionalismo (Libros 3, 4, 5 y 6) [9]. Y un epílogo (1889): por un lado, Austria, amparada por la protección de la Triple Alianza con sus antiguos enemigos, Alemania e Italia, no renuncia a su ambición expansionista en los Balcanes; por otro, algo cambia, eppur si muove: voces diferentes, propuestas de desarme, el arbitraje como forma de resolución de conflictos, confederación de estados, el Congreso Universal por la Paz de París... Mientras que el bárbaro mundo anterior muestra su decadencia, un mundo nuevo, civilizado, en Paz, se perfila en el horizonte.

El militarismo y el nacionalismo, ejes centrales de la historia del s. XIX en Europa, están en el centro de la novela. Pero la novela introduce otros temas nuevos, esencialmente el feminismo y el pacifismo.

Desde las primeras líneas se denuncia la “inferioridad irritante de las mujeres” con la que la sociedad decimonónica las trata y considera. Sólo ellos alcanzan las glorias y honores guerreros y, aunque educadas en los mismos valores patrióticos, como esposas y madres deberán esperar, ansiosamente, que sus hombres vuelvan de la guerra cargados de condecoraciones o envueltos en un sudario. Ese es su papel, compartir su orgullo o llorar en silencio. Vemos a la protagonista alejarse, en numerosas ocasiones, de una interesante conversación política porque “no es tema de mujeres”. Otras veces, es recriminada por su padre, un veterano militar, por sus quiebros sensibleros de mujer, frente al cumplimiento del deber para con la patria que representan los hombres.

Bertha von Suttner no participó directamente en el origen del movimiento de mujeres del s. XIX, pero estuvo en estrecho contacto con él. A Auguste Fickert, una de las fundadoras de la Asociación General Austriaca de Mujeres, le contestó, cuando pidió su colaboración,  que su mucho trabajo por el tema de la Paz le impedía dedicarse a otras actividades. En el Congreso Internacional de las Mujeres de Berlín de 1904, le ofrecieron la presidencia del Consejo Internacional de las Mujeres (ICW) y no la aceptó por el mismo motivo.

El primer rechazo a la guerra lo produce la respuesta afectiva ante la marcha de un ser querido. Los siguientes argumentos son esencialmente humanitarios. Sin paños calientes, la novela narra la guerra desde dentro, las destrucciones, los cuerpos mutilados, los heridos abandonados… La descripción parece una lectura de los grabados de Goya. Están surgiendo voces que denuncian los horrores de la guerra, voces pacifistas.

Pero no son sólo las vidas humanas, la guerra destroza todo a su alrededor. Nuevos argumentos económicos y sociales. El coste de la guerra es inmenso. No es tiempo para la cultura, los libreros se hunden. La banca, todavía con pocos instrumentos de protección, se arruina. Las familias, los seres humanos, sufren doblemente, por todos sus flancos.

El gasto en armamento es inmenso, las nuevas armas altamente mortíferas, la locura del servicio militar obligatorio[10]. Ya no son los ejércitos, son los pueblos los que luchan. Después, el odio entre los pueblos es difícil y costoso de olvidar.  

Pero hay un final esperanzador, la fraternidad de los pueblos, el arbitraje, el desarme total y universal, la federación de estados.

En mayo de 1914, Bertha von Suttner estaba invitada en Berlín a la fundación de la Asociación de Mujeres de la Sociedad Alemana de la Paz. Su estado de salud no le permitió viajar y escribió una carta a sus “queridas hermanas”[11]. Entre otras cosas decía:

 

No es cierto, como afirman algunos que sólo ven en el movimiento pacifista un sentimentalismo poco masculino, que todas las mujeres, por naturaleza, estén contra la guerra. No. Sólo aquellas mujeres avanzadas que se han formado en el pensamiento social, las que tienen capacidad para liberarse de la influencia de instituciones milenarias y la fuerza para luchar contra ellas.

….

Pero hay algo más que podemos hacer, algo a lo que la mayoría de los hombres se resisten, porque no quieren mostrarse débiles y sentimentales: dejemos hablar a nuestro corazón. En nombre del amor, el más sagrado de los sentimientos, lo que consideramos dominio propio del género femenino, en nombre de la bondad, que nos hace humanos, en nombre del concepto de Dios a quien reverenciamos, queremos luchar contra la guerra; no sólo porque ya no es rentable y es una locura, sino porque es terrible y es un crimen. No hay que olvidar esto en todas las argumentaciones políticas y económicas. Si la inteligencia se alza contra la guerra, mejor, pero por ello no tenemos que reprimir la rebelión de nuestro corazón. No sólo pensar, conocer, contar y concluir representan nuestras fuerzas espirituales, también el sentir. Nuestro pensamiento tiene que ser claro y nítido, pero es mejor que nuestros cálidos y nobles sentimientos nos apasionen sólo entonces alcanzamos la plena dignidad humana. Es bueno sacar conclusiones correctas necesitamos pasión para trabajar y actuar sólo la pasión entusiasma.

¡Abajo las armas!

 

Concha Gaudó Gaudó,

con la colaboración de Francisca Soria Andreu e Inocencia Torres Martínez

 P.S.

- Carmen Romeo Pemán localizó en la hemeroteca histórica el primer texto de B. von Suttner publicado en castellano. Es un cuento titulado “Horrores de la guerra”, publicado en 1894 en el periódico madrileño La Época. Podéis leerlo aquí.

- Hace un par de años preparamos Inocencia Torres y yo un artículo para la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad (WILPF), titulado “Para leer a Bertha von Suttner”, con más información sobre el  trabajo por la Paz de la autora. 

- ¡Abajo las armas!, 2014, Ed. Cátedra. Versión pdf:

                              

 


(imágenes obtenidas en: https://de.wikipedia.org/wiki/Bertha_von_Suttner)

 



[1] En la página web del Premio Nobel se puede encontrar todo lo referente  al proceso de nominación y concesión del Premio y el discurso de recepción de la laureada.

[2] Se entiende que es la primera entrega de 1857, pues dice que el libro aún no está completo. Efectivamente el autor lo terminó en 1861. Esta obra aparece mencionada  y comentada en varias ocasiones en las páginas 147, 148 y 337.

[3] Fue escritor de poesía: Urania  (1801), Elegien und  vermischte Gedichte, (1803-1807),  y de  otros libros como Die Eisamkeit, obra de filosofía (1792) y  varias biografías.

[4] Páginas 219 y 220.

[5] Elocuente título que el lector encuentra justificado hacia la mitad del relato, en la página 255 de la presente edición.

[6]  La propia Bertha von Suttner comentó, divertida, la confusión provocada, cuando en alguna conferencia o encuentro alguna señora lamentaba su viudedad  o le preguntaba por su hijo y ella tenía que aclarar que su marido estaba allí presente y que Rudolf Dotzky sólo era producto de su imaginación, pues ella no tenía hijos.    

[7] Bertha von Suttner también anotó en numerosos cuadernos, los principales sucesos de su vida.  Los Diarios de Bertha von Suttner se conservan, junto a gran parte de su legado, en los Archivos de las Naciones Unidas en Ginebra. Con ellos publicó en 1908 sus Memorias para “informar, libremente, sobre la época de mi vida”, pues era consciente de la excepcionalidad de los personajes y los acontecimientos que, debido a su trabajo por la Paz, había podido conocer de primera mano.

[8] Esta transformación intelectual la llevó a cabo von Suttner durante su estancia en el Cáucaso (1876-1885), época en la que tuvo que trabajar duramente para ganarse la vida, comenzó a escribir y leyó, leyó mucho. Años de gran felicidad, confesaría ella misma.

[9] La vida de Bertha von Suttner también atravesó todos estos acontecimientos históricos, pero no parece que dejaran en ella una huella profunda. Su vida, según cuenta en sus Memorias, continuaba de balneario en balneario, la guerra era un acontecimiento inevitable que sucedía al margen de la frívola vida social de la aristocracia que tan bien describió, de forma crítica, en sus novelas.

[10] Bertha von Suttner escribió sobre la carrera armamentística y la aplicación de los descubrimientos científicos y técnicos en el armamento dos interesantes libritos: Armas y más armas (1909) y La barbarización del aire (1912), donde denuncia la utilización del “espacio indivisible e inapropiable” para matar y las armas de destrucción masiva.

[11] La carta fue publicada íntegramente en el periódico Berliner Tageblatt unos días después de su muerte.

domingo, 19 de febrero de 2023

"Tulipanes" y "Soy vertical", de Sylvia Plath



Tulipanes rojos


TULIPANES



Los tulipanes son demasiado emotivos; aquí es invierno.
Mira qué blanco está todo, qué tranquilo, qué nevado.
Estoy aprendiendo paz, yaciendo sola, tranquilamente,
como yace la luz en estas paredes blancas, esta cama, estas manos.
No soy nadie: nada tengo que ver con estallidos.
He entregado mi nombre y mi ropa de diario a las enfermeras
y mi historial al anestesista, y mi cuerpo a los cirujanos.

Me han apuntalado la cabeza entre la almohada y el embozo,
como un ojo entre dos párpados blancos que se niegan a cerrarse.
Estúpida pupila: tiene que dar entrada a todo.
Las enfermeras van y vienen, no suponen ninguna molestia,
van como van las gaviotas hacia la tierra, con sus cofias blancas,
haciendo algo con las manos, todas lo mismo,
de modo que resulta imposible averiguar cuántas son.

Mi cuerpo es un guijarro para ellas: lo cuidan como el agua
cuida a los guijarros por encima de los cuales tiene que fluir, puliéndolos suavemente.
Me traen el sopor con sus agujas relucientes; me traen el sueño.
Ahora que me he perdido a mí misma, estoy harta de equipajes…
Mi maletín de charol, como un pastillero negro;
mi marido y mi hija, que me sonríen desde la foto familiar;
sus sonrisas se me enganchan a la piel, sonrientes anzuelitos.

He dejado las cosas correr; carguero con treinta años a cuestas,
que testarudamente se aferra a mi nombre y dirección.
Me han hecho un lavado de asociaciones afectivas.
Despavorida y desnuda en la camilla verde con almohada de plástico,
veía mi juego de té, mis aparadores de ropa blanca, mis libros,
que se hundían hasta perderse de vista; y el agua me cubrió la cabeza.
Ahora soy monja; nunca fui tan pura.

No quería flores, sólo quería
yacer con las palmas vueltas hacia arriba y hallarme totalmente vacía.
¡Qué libre se siente una! No tienes idea de lo libre…
La paz es tan grande, que te deja aturdida,
sin pedir nada a cambio: la tarjeta de identificación, bagatelas.
A ella se agarran los muertos, al final; los imagino
metiéndosela en la boca, como una hostia.

Los tulipanes son, ante todo, demasiado rojos: me hieren.
Ya a través del papel de regalo los oía respirar
ligeramente, a través de sus blancos pañales, como a un bebé malísimo.
Su rojo le habla a mi herida, que corresponde.
Son sutiles: se diría que flotan, pero en realidad me hunden,
contrariándome con sus súbitas lenguas y su color:
una docena de rojos lastres de plomo a mi cuello.

Nadie me observaba antes, ahora estoy en observación.
Se vuelven hacia mí los tulipanes, y también la ventana
donde una vez al día la luz, poco a poco, se va ensanchando y adelgazando,
y me veo, tendida, ridícula; sombra de recortable
entre el ojo del sol y los ojos de los tulipanes;
y carezco de rostro: he querido borrarme.
Los vívidos tulipanes se me comen el oxígeno.

Antes de que ellos llegaran el aire permanecía tranquilo,
yendo y viniendo, respiración por respiración, sin alboroto.
Los tulipanes lo llenaron enseguida, como un grito agudo.
Ahora el aire se enreda y se arremolina en ellos, del modo en que un río
se enreda y se arremolina en una máquina sumergida, roja de herrumbre.
Me acaparan la atención, que estaba tan feliz
jugando y descansando, sin comprometerse.

También las paredes parecen estar calentándose.
Los tulipanes tendrían que estar entre rejas, como animales peligrosos;
están abriéndose, como la boca de un gran felino africano,
y yo pendiente de mi corazón, que abre y que cierra
su escudilla de rojas florescencias –porque me quiere mucho.
El agua que pruebo, igual que el mar, es de calor y de sal,
y llega de un país tan lejano como la salud.

De Ariel. Trad. y notas de Ramón Buenaventura, Hiperión, 1995


SOY VERTICAL

Pero preferiría ser horizontal. Yo
No soy un árbol enraizado en la tierra,
Absorbiendo minerales y amor materno
Para rebrotar esplendoroso cada mes de marzo,
Ni tampoco la belleza del arriate  del jardín
Que deja boquiabierto a todo el mundo y a la que 
Todo el mundo quiere pintar maravillosamente,
Ignorando que muy  pronto se deshojará.
Comparados conmigo, un árbol es inmortal,
Una cabezuela,  no muy alta, aunque es más llamativa,
Y yo  anhelo la longevidad del uno y la osadía de la otra.

Esta noche, bajo la luz infinitesimal de los astros,
Los árboles y las flores han estado esparciendo sus olores aromas frescos.
Yo paseo entre ellos, aunque no se percaten de mi presencia.
A veces pienso que cuando duermo
es cuando más me parezco a ellos
Desvanecidos  ya los pensamientos.
En mí,  el estar tendida es algo connatural.
Entonces  el cielo y yo conversamos abiertamente.
Y seguro que seré más útil cuando al fin me tienda para siempre:
Entonces quizás  los árboles me toquen por una vez
Y las flores, finalmente, tengan tiempo para mí.

En Soy vertical, pero preferiría ser horizontal.  Poesía portátil,
Literatura Random House, 2019. Trad. de Xoán Abeleira

 

     Sylvia Plath (enciclopediadelledonne.it)

Sylvia Plath (Boston, 1932-Londres, 1963) fue una poeta y narradora estadounidense cuya poesía se suele adscribir al género confesional y es comparada con la de poetas como Lowell, de quien fue alumna, y Anne Sexton, compañera de estudios. 

Su padre, el alemán Otto Plath, era un reconocido entomólogo, profesor de biología y de alemán en la Universidad de Boston; poseía, además, conocimientos de lenguas clásicas. Su madre, Aurelia Schober, inmigrante de segunda generación de origen austriaco, también era una persona cultivada que renunció a su trabajo como profesora al casarse. Tras el nacimiento de su único hermano, Warren, la familia se trasladó en 1936 a la localidad costera de Withdrop, donde se había criado la madre. Allí Sylvia fue testigo del huracán que en 1938 devastó la costa de Nueva Inglaterra, lo que le dejó un recuerdo imborrable, evocado en Océano 1212-W (1962). Desde pequeña destacó por ser sumamente perfeccionista y aplicada: pintaba, tocaba el piano y obtenía excelentes calificaciones.  Fue una escritora precoz: publicó su primer poema a los ocho años  en la sección infantil del Boston Herald, a los once años empezó a escribir un diario que continuó a lo largo de toda su vida,   y, justo después de concluir la secundaria, publicó por primera vez un poema en una revista de alcance nacional,  The Christian Science Monitor,  y su primer cuento en la revista Seventeen.  Pero también fue una persona sumamente inestable emocionalmente, diagnosticada como depresiva, si bien actualmente se cree que padecía trastorno bipolar. 

Su padre, con quien tuvo una relación difícil por su carácter autoritario,  falleció en noviembre de 1940 a causa de una diabetes no tratada. Tenía  cincuenta y cinco años y Sylvia,  solo ocho. La muerte del padre provocó la inestabilidad económica y emocional de la familia, y afectó especialmente a su hija. Algunos de sus poemas más conocidos, como "Daddy" (incluido en Ariel), se refieren a su problemática relación con su padre y al sufrimiento que le producía sentirse traicionada por él al morir. La pérdida del padre ocasionó también  serios desencuentros con su madre, a quien culpaba de lo sucedido  y le recriminaba que no llorara en público la muerte de su marido.  La madre (a quien Sylvia obligó a firmar un documento comprometiéndose a no volver a casarse) tuvo que buscar trabajo y, con los abuelos maternos, se mudaron a Wellesley (Massachusetts). 

Tras superar un intento de suicidio y ser sometida a sesiones de terapia con electrochoques, se licenció con honores en 1955 en el Smith College y obtuvo una beca Fulbright para estudiar en Cambridge, Inglaterra. Allí conoció en una fiesta al poeta Ted Hughes ("el mayor seductor de Cambridge"), con quien contrajo matrimonio seis meses después, el 16 de junio (fecha del Bloomsday) de 1956. La pareja pasó la luna de miel en París y Benidorm. Tuvieron dos hijos: Frieda (1960) y Nick (1962). Residieron en Estados Unidos entre 1957 y 1959. En 1957 Sylvia empezó a dar clase en el Smith College, institución de la que había sido alumna, y asistió en Boston a los seminarios de  Robert Lowell, donde coincidió con la poeta Anne Sexton. Cuando se quedó embarazada, decidieron regresar a Gran Bretaña, donde en 1960 publicó su primer volumen de poesía, The Colossus, y su única novela, de carácter semiautobiográfico, La campana de Cristal (1963), que apareció poco antes de su muerte bajo el seudónimo de Victoria Lucas. En 1961 sufrió un accidente de automóvil, que fue en realidad un nuevo intento de suicidio. Tras constantes infidelidades y episodios de maltrato, Ted la abandonó por la poetisa Assia Wevill. Desde el pequeño pueblo de Devon en que vivían, Sylvia se trasladó a Londres con sus hijos. El 11 de febrero de 1963 (se acaban de cumplir sesenta años), después de subirles el desayuno a los niños de tres y un año, respectivamente— y escribir su último poema ("Edge"), se suicidó inhalando  gas en el horno de su casa.  Fue enterrada en el cementerio Hepton Stall, en West Yorkshite. 

Sylvia Plath y Ted Hughes

Después de su muerte, Ted Hughes  reunió sus poemas dispersos o inéditos y publicó tres poemarios:  en 1965 apareció Ariel, el libro de poemas que la consagró definitivamente; en 1971, Cruzando el agua y Árboles de invierno; además de su poesía completa,  Collected Poems (1981), galardonada con el Premio Pulitzer a título póstumo en 1982. Ese mismo año se publicaron sus diarios, una edición incompleta pues Ted Hughes había destruido el último cuaderno, que trataba sobre el final de su tormentoso matrimonio, con el pretexto de proteger a sus hijos.

A diferencia de la mayor parte de la crítica, Xoán Abeleira considera que Sylvia Plath no es una poeta confesional  o de la experiencia, sino una poeta visionaria, a la manera de Blake o de Yeats, y una poeta que "en sus mejores momentos, trasciende la pura anécdota biográfica de la que parte otorgándole a su vivencia un carácter universal"*. Considera Abeleira que si bien el hecho de conocer los detalles de la vida de la autora nos ayuda a comprender sus poemas, no sirve para explicar el logro estético que representan. Pues, como explica Judith Kroll (citada por Abeleira), la fama de Plath no se debe a su suicidio sino a que fue "una poeta cuya imaginación, inteligencia, lenguaje, oficio y apertura del inconsciente alcanzaron un extraordinario grado de desarrollo". 

"Tulipanes" (Tulips), uno de los poemas más aclamados de la autora,  fue compuesto el 18 de marzo de 1961, diez días después de recibir el alta en el hospital St. Pancras. Fue publicado en The New Yorker en 1962 e incluido en su poemario Ariel (1965). Ted Hughes ha explicado que en marzo de 1961 Sylvia Plath fue operada de apendicitis poco antes había sufrido un aborto y pasó una semana hospitalizada. El segundo día su marido le llevó un ramo de tulipanes rojos que colocaron cerca de la cama junto a una foto de su esposo y su hija sonrientes. Esta anécdota parece ser el detonante del poema que, sin embargo, es una ficción biográfica, la expresión de los pensamientos de una mujer hospitalizada en invierno. En el poema, formado por siete estrofas en verso libre pero con una base yámbica sutil (Richard Grey), la autora utiliza el contraste del blanco de la habitación del hospital y el rojo de los tulipanes para expresar el estado de ánimo del yo poético. En ese espacio de calma, frialdad y silencio, de sentidos anestesiados, los tulipanes, "demasiado emotivos",  representan la vitalidad, que provoca en la narradora una respuesta  emocional  insoportable,  convirtiéndolos en algo peligroso y dañino: "me hieren", "me hunden", "se me comen el oxígeno".

El peso de la vida (metonimizado en los tulipanes rojos) y la blanca quietud del tiempo suspendido de la internación son las dos fuerzas en tensión del poema. Y de esa tensión nacen, con una delicadeza extraordinaria, esas lágrimas que la protagonista "prueba" al final del poema, esa agua que "es cálida y salada, como el mar": la constatación íntima de una imposibilidad. (https://hablardepoesia.com.ar/tag/plath/)

"Soy vertical" (I am vertical), cuyo título constituye a la vez el primer verso del poema, fue compuesto el 28 de marzo de 1961.  Su tema principal (como ha señalado Ana María Alonso Fernández**) es la identificación del yo poético con la naturaleza, que se asocia a la dualidad de la vida frente a la muerte:

Existe un contraste continuo entre la verticalidad (el árbol, las flores, el renacer) y la horizontalidad (la noche, la muerte). Metafóricamente  el poema alude al nacimiento desde la tierra y el amor maternal hasta su regreso a esa misma tierra donde se unirá con las flores y los árboles. Es una recreación del tópico Vita flumen, en este caso en vez del río se alude a diferentes elementos de la naturaleza que marcan el paso de la vida hacia la muerte.

La única certeza para la autora, señala Alonso Fernández, es la muerte, y la comunión con la naturaleza, una forma de pervivencia. Advierte asimismo que el simbolismo del suicidio recorre sutilmente todo el poema y, de forma más explícita, en algunos versos: "pero preferiría ser horizontal", "seré más  útil cuando al fin me tienda para siempre".

Sylvia Plath, en la playa de Benidorm en 1956. 
BRIDGEMAN IMAGES / ALBUM


*Xoán Abeleira, "Nota del traductor". En Sylvia Plath, Poesía completa. Bartleby Editores, 2008.

** Ana María Alonso Fernández, "La lírica en estado puro: dos poemas de Sylvia Plath". En XIV Congreso Virtual sobre Historia de las Mujeres. Consultado en: https://es.slideshare.net/1969/dos-poemas-de-sylvia-plathpdf.

[Imagen inicial: Florería Laura]

domingo, 12 de febrero de 2023

"Te quiero", de Mario Benedetti


Fotografía publicada en El País


TE QUIERO

Tus manos son mi caricia
mis acordes cotidianos
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia

                  si te quiero es porque sos
                  mi amor mi cómplice y todo
                  y en la calle codo a codo
                  somos mucho más que dos

tus manos son mi conjuro
contra la mala jornada
te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro

tu boca que es tuya y mía
tu boca no se equivoca
te quiero porque tu boca 
sabe gritar rebeldía

                 si te quiero es porque sos
                 mi amor mi cómplice y todo
                 y en la calle codo a codo
                 somos mucho más que dos

y por tu rostro sincero
y tu paso vagabundo
y tu llanto por el mundo
porque sos pueblo te quiero

y porque amor no es aureola
ni cándida moraleja
y porque somos pareja
que sabe que no está sola

te quiero en mi paraíso
es decir que en mi país
la gente viva feliz 
aunque no tenga permiso

                 si te quiero es porque sos
                 mi amor mi cómplice y todo
                 y en la calle codo a codo
                 somos mucho más que dos

(En Para decir te quiero: poesía amorosa. Sel. de Ana María
Shua, Buenos Aires, Colihue, 2002)

-Puedes escuchar el poema, cantado por Nacha Guevara, AQUÍ.

-Otros poemas del autor en este blog:

          -"Defensa de la alegría": AQUÍ.
          -"¿Qué les queda a los jóvenes?": AQUÍ.

-También puedes leer el cuento "Jules y Jim": AQUÍ.

domingo, 5 de febrero de 2023

"Yo iba con prisas" (I Was In A Hurry), de Dunya Mikhail



©María Tudela


Yo iba con prisas  

Ayer perdí un país
Yo iba con prisas
y no advertí cuándo se me cayó
como la rama de un árbol desmemoriado.

Por favor, si alguien pasa
y se tropieza con él,
tal vez en una maleta
abierta al cielo
o grabado en una roca
como una herida abierta,
o envuelto
entre las mantas de los emigrantes,
o caducado
como un billete perdido de lotería,
o bien olvidado sin querer
en el Purgatorio
o avanzando veloz sin rumbo
al igual que las preguntas de los niños
o ascendiendo con el humo de la guerra
o rodando en un casco por la arena,
o escondido en la tinaja de Alí Babá,
o disfrazado con el uniforme del policía
que agitó a los prisioneros
y huyó
o en cuclillas en la mente de una mujer
que intenta sonreír,
o disperso
como los sueños
de los nuevos inmigrantes en Estados Unidos.

Si alguien se lo encuentra
que haga el favor de devolvérmelo.
Devuélvamelo, señor, por favor.
Por favor, devuélvamelo, señora.
Es mi país...
Yo me encontraba en apuros
ayer, cuando lo perdí.

(En Entre los poetas míos... Cuaderno 45.
Dunya Mikhail. Biblioteca Virtual Omegalfa.
Versión: Demófilo)

I Was In A Hurry

Yesterday I lost a country.
I was in a hurry,
and didn't notice when it fell from me
like a broken branch from a forgetful tree.
Please, if anyone passes by
and stumbles across it,
perhaps in a suitcase
open to the sky,
or engraved on a rock
like a gaping wound,
or wrapped
in the blankets of emigrants,
or canceled
like a losing lottery ticket,
or helplessly forgotten
in Purgatory,
or rushing forward without a goal
like the questions of children,
or rising with the smoke of war,
or rolling in a helmet on the sand,
or stolen in Ali Baba's jar,
or disguised in the uniform of a policeman
who stirred up the prisoners
and fled,
or squatting in the mind of a woman
who tries to smile,
or scattered
like the dreams
of new immigrants in America.
If anyone stumbles across it,
return it to me, please.
Please return it, sir.
Please return it, madam.
It is my country. . .
I was in a hurry
when I lost it yesterday.

(De The War Works Hard, 2005)


Dunya Mikhail
Dunya Mikhail (Bagdad, Irak, 1965) es una poeta y traductora iraquí-estadounidense residente en Estados Unidos. Nació en el seno de una familia caldea católica. Licenciada en Filología Inglesa por la Universidad de Bagdad, trabajó como periodista, editora de la sección literaria y traductora de The Baghdad Observer. Tuvo que abandonar su país en 1995, poco después de la primera Guerra del Golfo, al hallarse amenazada por el gobierno de Saddan Hussein, que consideraba su actividad literaria como subversiva. Marchó primero a Jordania y más tarde a Estados Unidos, donde se convirtió en ciudadana estadounidense, se casó y tuvo una hija. Cursó Estudios del Cercano Oriente y recibió su maestría de la Universidad Estatal de Wayne. Es cofundadora del Foro Mesopotámico para el Arte y la Cultura, y actualmente trabaja como profesora especial de árabe en la Universidad de Oakland, en Michigan. Entre los numerosos reconocimientos recibidos, se cuentan la Beca Guggenheim, la beca de la Fundación Knights, la Beca Kresge y el Premio de Derechos Humanos de las Naciones Unidas a la Libertad de Escritura (2001).

Ha publicado cinco libros en árabe y dos en inglés. Los títulos en árabe incluyen The Psalms of Absence y Almost Music. Su primer libro en inglés, The War Works Hard (2005), ganó el Premio de Traducción del PEN, en versión de Elizabeth Winslow, y fue citado como una de las 25 obras para recordar por el público de la Biblioteca de Nueva York.  Otro de sus poemarios, Diary of A Wave Outside the Sea (2009), ganó el Premio al Libro Árabe Americano en 2010. Su poesía, una poesía de urgencia donde la dureza de la vida pública se entrelaza con la ternura del ámbito privado,  está considerada la mejor de su generación. Para Saadi Simawe, la autora "ha renovado de forma impresionante el género del poema de guerra en la poesía árabe moderna, por introducir audazmente nuevas técnicas con una nueva visión". 

Dunya Mikhail ha confesado así lo que debe a la poesía:

En el plano personal, la poesía me salvó la vida, no en el sentido metafórico, realmente lo hizo. Está escrito en el pasaporte iraquí que mi profesión es "poeta". Eso me ayudó a salir de mi país cuando el tiempo era crítico y el papeleo era difícil. Por la poesía, nunca me sentí exiliada. La poesía ha sido siempre mi país, y cuando leo a otros poetas siento que los conozco como si fueran mis vecinos...

(La información sobre la autora procede de: Wikipedia, Prometeo. Revista Latinoamericana de Poesía. Nº 91-92. Junio de 2012, y Entre los poetas míos. Cuaderno 45.)