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domingo, 9 de octubre de 2022

"Otro ensayo sobre el día logrado", de Martín López-Vega

 

© María Tudela


OTRO ENSAYO SOBRE EL DÍA LOGRADO


Cántame la canción del día logrado.
Peter Handke

 

A los seis años, el día logrado
es conseguir que el grillo salga de su madriguera
para robarle su canción.

A los siete, bola, pie, matute y gua.

A los ocho, quedarse en el mar
hasta que se te arrugan las yemas de los dedos.

A los nueve, situar en el mapa
los ríos del mundo, las altas montañas
que hasta entonces eran solo nombres
errantes en la pangea de tu imaginación.

A los treinta, ser el dueño de una ciudad,
tener un libro prestado, ser amigo de una mujer.

A partir de los cuarenta,
no habrá día logrado que no pase por sobreponerse.
En su caso, en su ahora, ¿cómo se sobrepondrá
a que ella ya no esté? ¿Cómo alcanzar
el día logrado si ni un día pasará en que no piense
en su sonrisa cuando lo descubría espiándola
tras el cristal de la imprenta, en tomarla de la mano
para caminar entre la nieve, en su forma exacta
de traducir un verso, de saber antes que él
lo que él mismo necesitaba? Vamos, sobreponte;
es lo que toca ahora. Llegó el laberinto
y perdido cada uno en un recodo diferente
de la oscuridad no hubo manera de seguir
el rastro de los parasiempres. Y ahora
no hay día en que no vuelva a algún rincón del pasado
solo para que quien él fue pueda reencontrarse
con quien fue ella.

Si como dicen los antiguos
su cuerpo aquí
es luz coagulada
¿por qué ya no quema?

Sobreponerse es el verdadero leitmotiv;
está escrito en ese libro que Dios dictó a sus secretarios.
Ahí se explica:
creó antes que nada a los monstruos marinos,
y serpientes poco después, y solo más tarde al ser humano
(al hombre, dicen las traducciones de época),
para que viviera siempre amilanado,
y puso un árbol del que le prohibió comer
para atemorizarlo aún más,
y la tierra de Havila donde había oro
para que se tuviera que sobreponer a la codicia
de algo absolutamente innecesario en el Edén,
es de suponer, aunque quizás los mercaderes
hubieran montado ya sus chiringuitos,
o Dios inventó el mundo para ser su tratante,
cualquiera sabe. Y cuando aquellos dos optaron
por ser libres y probar la fruta del árbol de la ciencia,
puso enemistad entre el hombre y la mujer
(fue él, el muy cabrón) y les dijo: «con el sudor de tu frente
te ganarás el pan» (y ¿cómo sabrían ellos
lo que era el pan? ¿Quién era el panadero del paraíso?
Para ser un libro tan famoso, la Biblia
está llena de incoherencias narrativas).

Cada día ya será sin ella,
sin su risa rara y por ello tan añorada,
sin su mohín torcido, aquel con el que se retrató
a sí misma y a Jacob para el curso de cómic.

Y cada día será sin saber
si ha dibujado con el mismo gesto
a Chester, el jack chi que adoptó sin elegir mucho,
y sin saber cuál será su corte de pelo,
ni si habrá sido ella misma capaz de sobreponerse
a todos los miedos y a todos los fantasmas.
Y cada día logrado la incluirá de alguna manera,
no solo porque lo será si se sobrepone a su ausencia,
sino porque ella estará siempre en gestos,
en preferencias aprendidas, y será por ella
que abundarán los días que serán como aquellos
primeros de invierno en la ciudad nueva,
cuando el sol brillaba pero el mundo estaba helado.

Para crear un primer día logrado
se apuntó a un cursillo de mosaicos. Piensa que su torpeza
le dará la excusa perfecta para probar algo
que le exija atención y paciencia, tan esenciales
para lograr los días. Ha venido a aprender sobre sí mismo.

Lo primero es elegir el material: porcelana, piedra,
trozos de conchas, horas de otra vida, vísceras arrancadas,
muchas cosas sirven para hacer un mosaico.

Después viene lo realmente difícil: seleccionar el motivo.
Lo normal es optar por uno ya probado, copiar
a un viejo maestro; si decides ir por libre
te habrás puesto en camino, pero recuérdalo:
estarás siempre solo. Y elegir y sostener la elección
requiere fe; asegúrate de ser capaz para la fe.

A continuación hay que romper el material escogido
para formar las teselas; a partir de cierta edad, piensa él,
el material, elegido o no, estará ya roto de antemano.

Esparce la mezcla aún seca con una espátula
y deja espacio para el estuco;
recuerda el kintsukuroi, es importante que entre
tesela y tesela la cicatriz brille, mas nunca caigas
en el error de pensar que lo importante es la herida.

Prepara la mezcla para el estuco, aplícalo
y deja que se fije,
y después usa un barniz para protegerlo
y que brille como le corresponde.
El azul y el dorado
le darán un aire bizantino y memorable;
resérvalo para cuando el día se logre.

Su mosaico es un desastre, pero eso era previsible.
Y ha perdido más paciencia de la que ha encontrado,
o ni siquiera; más bien la pereza de siempre
ha hecho que de nuevo todo le dé un poco igual.

Pero cada tesela le recuerda algo de ella;
y se promete que rezará cada mañana
una oración por el día logrado de ambos.

Una oración en la que estén
la compota de manzana y los pluots,
los libros comprados tras un paseo por North Gilbert,
el gato eslovaco, el agua de la fuente y la higuera,
Chester, cada paso juntos, cada espera mutua.

Una oración en la que el kintsukuroi
serán todas estas lágrimas y las teselas
cada segundo juntos, imborrables y afilados.

Y también en días no señalados
(incluso en días logrados) llorará sin consuelo
por la vida que no supo ser.

¿El día logrado? También eso llegará.

(De Egipcíaco, Visor, 2021)

Egipcíaco (nombre dado a un antiguo ungüento para las llagas, pero también referencia irónica a los padres del desierto) plantea ante los ojos del lector una sucesión de radiografías con paisaje en las que su protagonista, el mismo flâneur meditativo de los anteriores libros de Martín López-Vega (siempre dispuesto, como pedía el Zorba de Kazantzakis, a ir en busca de problemas), desmenuza los distintos frentes de una crisis vital. Esta vez desde  una distanciada  tercera persona, Egipcíaco opone a la contemporánea búsqueda de la felicidad a cualquier coste la vieja ética de la belleza y la verdad para analizar el camino andado y replantear las bases de una existencia viable.

Ensayo sobre el día logrado (1991) es el título de un libro del escritor austriaco Peter Handke, Premio Nobel de Literatura 2019, de ahí que Martín López-Vega titule su poema "Otro ensayo...". En la obra de Hadke, un autorretrato del pintor William Hogarth que muestra en la paleta su "línea de la belleza" lleva al escritor austriaco a considerar la idea de un "día logrado", derivando hacia una reflexión sobre el arte de vivir el presente.

Sobre el poema elegido, con el que se abre el poemario de Martín López-Vega, observa con acierto el también poeta y crítico literario Álvaro Valverde (El Cultural, 13 septiembre, 2021):

"El autor compone, en torno al amor perdido y sobre la metáfora del mosaico, una suerte de poética solitaria y vital."

2 comentarios:

  1. ¡Corcho, qué poema tan largo y "completo"...! Habla de muchas cosas; comparto su visión "teológica" del Dios, al menos, incoherente. Y también es verdad lo de la necesidad de sobreponerse diariamente a partir de la edad madura -no sé cuándo se empieza realmente, pero es cierto que en la juventud uno no tenía estos miedos y angustias diarios -. Y la metáfora del mosaico de recuerdos unidos con suturas que parecen heridas es muy buena.
    Carlos San Miguel

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  2. Por cierto, que me ha hecho gracia la denominación de las secciones del juego de las canicas; aquí en mi tierra, las canicas son los "pitones", y los cuatro "movimientos" de que consta una partida son: "chiva", "taca" ( debe caber un pie al separarse ambos pitones tras el choque), "tute" y "guá"...¡qué deporte tan emocionante era jugar a los pitones
    Carlos

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