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domingo, 16 de diciembre de 2018

"Can vei la lauzeta mover...", de Bernart de Ventadorn [fragmento]

Alondra



 I       Can vei la lauzeta mover
      de joi sas alas contral rai,
      que s’oblid’ e·s laissa chazer
      per la doussor  c’al cor li vai,
      ai! Tan grans enveya m’en ve
      de cui qu’eu veya jauzion,
      meravilhas ai, car desse
      lo cor de dezirer no·m fon.

II       Ai, las! Tan cuidava saber
      d’amor, e tan petit en sai,
      car eu d’amar no·m posc tener
      celeis don ja pro non aurai.
      Tout m’a mo cor, e tout m’a me,
      e se mezeis e tot lo mon;
      e can se·m tolc, no·m laisset re
      mas dezirer e cor volon.

III      Anc non agui de me poder
      ni no fui meus de l’or’ en sai
      que·m laisset en sos olhs vezer
      en un miralh que mout me plai.
      Miralhs, pus me mirei en te,
      m’an mort li sospir de preon,
      c’aissi·m perdei com perdet se
      lo bels Narcisus en la fon.
    
(En F. Carmona, C. Hernández y J. A.
Trigueros, Lírica románica medieval, 1986)
     

Traducción al castellano de Martín de Riquer:
I. Cuando veo  la alondra mover sus alas de alegría contra el rayo del sol y que se desvanece y se deja caer por la dulzura que le llega al corazón, ¡ay!, me entra una envidia tan grande de cualquiera que vea gozoso, que me maravillo de que al momento el corazón no se me funda de deseo. 
II. ¡Ay de mí! Creía saber mucho de amor, ¡y sé tan poco!, pues no me puedo abstener de amar a aquella de quien nunca obtendré ventaja. Me ha robado el corazón, me ha robado a mí, y a sí misma y  todo el mundo; y cuando me privó de ella no me dejó nada más que deseo y corazón anheloso. 
III. Nunca más tuve poder sobre mí, ni fui mío desde aquel momento en que me dejó mirar en sus ojos, en un espejo que me place mucho. Espejo: desde que me miré en ti, me han muerto los suspiros de lo profundo, porque me perdí de la misma manera que se perdió Narciso en una fuente.

Bernat de Ventadorn (1147-1171) fue uno de los mejores, si no el mejor, de los trovadores provenzales y el principal representante del trobar leu, una de las formas adoptadas por la poesía en lengua de oc, caracterizada por su claridad y sencillez. Poco sabemos de él, aunque su Vida provenzal (cuestionada por estudiosos posteriores) lo presenta como hijo de unos humildes sirvientes del castillo de Ventadorn, en el Lemosín francés. De ser eso cierto, ocurriría en vida del trovador Ebles II, vizconde de Ventadorn. Bernat hace referencia al arte de su señor, de quien aprendió a trovar, según se desprende de una de sus composiciones juveniles. Se cuenta de él que se vio obligado a abandonar Ventadorn cuando se enamoró de la esposa de su señor. Es posible que conociera las cortes de Tolosa y la inglesa de Leonor de Aquitania. Se especula con la posibilidad de un encuentro con el novelista Chrétien de Troyes. Probablemente falleció en el monasterio cisterciense de Dalon.

Bernat de Ventadorn es el trovador del amor, tema de todas las composiciones que se le atribuyen (unas cuarenta), dedicadas exclusivamente al análisis de la pasión amorosa, en un tono melancólico y nostálgico. La tradición  trovadoresca le impone unas ideas preestablecidas sobre el sentimiento amoroso, el llamado código del amor cortés: amor y cortesía, estados del enamorado, vasallaje de amor  y superioridad de la dama, etc. No obstante, Bernat insiste en la sinceridad de sus sentimientos, que expresa con una gran claridad de estilo y de conceptos, de manera que consigue esquivar el tópico mediante el empleo de recursos expresivos propios. De ese amor auténtico surge necesariamente, según el autor, una poesía auténtica y, en consecuencia, excelente. 

Ese amor sincero es el origen del joi (gozo, júbilo) del poeta, que transforma en belleza cuanto le rodea y, como señala Martín de Riquer,  la naturaleza participa de este gozo, como la alondra con su vuelo en estos versos que imitará Dante en el Canto XX del "Paraíso", en los que transmite la emoción de la ascensión jubilosa y el desvanecimiento y  caída  de una alondra que cruza el cielo. Martín de Riquer (en Historia de la Literatura Universal, vol. 2, Planeta, 1984, pág. 320) observa también en esta composición la influencia de Ovidio, el autor de la Antigüedad que mejor conoció Bernart de Ventadorn:
En la canción de la alondra [...] hay una metáfora debida sin duda alguna a la lectura de las Metamorfosis. El trovador afirma que quedó totalmente enajenado cuando su dama le permitió que se mirara en sus ojos, y se vio reflejado a sí mismo en la retina de la hermosa, retina que se metaforiza en un espejo, comparado a su vez con el agua de la fuente en que Narciso vio reflejada su imagen, lo que le produjo la muerte. Rara vez un dato de una fábula se ha acomodado con tanta elegancia y con tanta eficiencia a una situación sentimental.

Algunos siglos más tarde, el escritor uruguayo Washington Benavides invoca a  Bernart de Ventadorn en un poema en el que conviven las imágenes de las miserias del siglo XX con las referidas a la poesía (simbolizada por la alondra) como defensa frente a la oscuridad. El poema está fechado en 1963, época ya sombría, pero fue incluido en Hokusai, libro fundamental en la trayectoria poética de Benavides publicado en 1975, un año oscuro para Uruguay, sometido a la dura represión de la dictadura, y para Benavides, que había sido destituido como profesor y  había tenido que emigrar a Montevideo. En el poema, la alondra de la hermosa composición de Ventadorn es, como observa Rosario Peyron ("Hokusai-El poeta y la poesía"), "imagen del canto poético como forma de resistencia ante los malos tiempos".

Bernart de Ventadorn, ataviado con elegante traje y en actitud de
recitar. Inicial miniada del cancionero K, siglo XIII (Biblioteca
Nacional, París), detalle


A  Bernart de Ventadorm en 1963


Bernart de Ventadorm: cómo de pronto envidio
tus canciones —si Leonor de Aquitania[1]
u otra olvidada dama, templaron a las cuerdas
de tu fino instrumento—.
                                                                Pero aún más, todavía
la estrofa con el puro fucilazo[2] de oro
del instante:
                        “Can vei la lauzeta mover
                        de joi sas alas contra ’l rai,
                        e que s’oblid’e’s laissa chazer
                        per la doussor c’al cor li vai…”.

Esa alondra, que mueve con alegría sus alas
contra el rayo del sol y que se desvanece
y se deja caer, por la dulzura
que al corazón le llega, cómo empuja
ojos y frente oscuros a lo alto!

Triste país es este, Bernart, cuando sentimos
que antes de la agonía aspiramos a sombras;
cuando desconocemos al caído,
cuando vemos sin ver la miseria y la costra.

Y tú con esa alondra para alumbrar la vida!

(Y de un oscuro origen, en duro tiempo hiciste
brotar el agua limpia)
                                               Trobar clus[3] = luz guardada.

Sangraste, trovador, en tu alambique
donde se destilaban rimas y neoplatónicas
veladuras.
                               Pero te sobrevive lo esencial:
el alma.
                    El alma o su armadura
                                                                              en una alondra.

Miro el cielo del triste país, Bernart, que amo,
y acaso estén ahí —como una dura prueba
del tiempo y su alevosa espoleta— maquinarias
fatales y con alas de ángeles o “lauzetas”…
Una alondra es preciso, Bernart de Ventadorn, ahora!




[1] Leonor de Aquitania (1122 o 1124-1204), noble medieval nieta de
Guillermo de Poitiers, el primer trovador. Heredó el ducado de
Aquitania (1137) y fue reina consorte de Francia (1137-1152) y de
Inglaterra (1154-1189). Mecenas de numerosos trovadores.
[2] fucilazo, relámpago que ilumina la atmósfera en el horizonte por
la noche.
[3] trobar clus; es decir, cerrado. Poesía hermética y difícil cultivada por
algunos trovadores. Opuesta al trovar leu, de estilo más sencillo.

[Imagen inicial: pinterest.es]

2 comentarios:

  1. Entonces, ¿de quién estaba realmente enamorado? ¿de sí mismo, como Narciso, aunque creía estar enamorado de la bella dama? ¿o es que es un "trobar tan clus" que no me entero de nada?
    Carlos San Miguel

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    1. Nunca me tive ao meu poder, nem fui meu desde a época que ela me deixou aos seus olhos ver, em um espelho que muito me alegra. Espelho, pois olhei-me em ti e os suspiros do profundo me mataram, pois assim perdi-me, como se perdeu o belo Narciso na fonte.

      Ele afirma nesse fragmento que a partir do momento em que viu os olhos de sua dama, nunca mais foi dono de si mesmo, ele já se via pertencente a ela.
      Logo após ele compara esse momento à história de Narciso, onde o Narciso viu seu reflexo na fonte, se apaixonou por si mesmo e morreu. O travador teve um destino semelhante, mas ao ver o seu próprio reflexo nos olhos de sua dama.
      Lembrando que o trovador usa de vários jogos de palavras para explicar seus sentimento, muita coisa tem duplo sentido ou uma história por trás.

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