Vista de Zaragoza (detalle). Diego de Silva Velázquez, 1647 |
El viernes día 11 de diciembre alumnos de 3º A, B y C de ESO salieron del IES Goya para realizar un interesante recorrido por Zaragoza e imaginar así cómo pudo ser nuestra ciudad en tiempos de La Celestina. Durante el paseo, de unas dos horas de duración, Calisto, Melibea, Celestina, Pármeno, Sempronio, Elicia, Areúsa y Lucrecia parecían acompañarnos y cobrar vida por medio de la lectura, en determinados lugares del recorrido, de una acertada selección de fragmentos de la tragicomedia.
Tapiz "El banquete de Asuero" (s. XV). Museo de Tapices de La Seo de Zaragoza |
La actividad comenzó en la plaza de San Felipe. El
Torreón Fortea con su magnífico alero nos permitió recrear las viviendas de
Calisto y Melibea: palacios que la nobleza y una burguesía adinerada podían
construirse a finales del siglo XV y principios del XVI. Allí, nuestros guías
nos recordaron que si Calisto pudo acudir puntualmente a sus citas, quizá se
debiese a un reloj semejante al de la desaparecida Torre Nueva, puesto que, en
aquel momento, el tiempo comenzaba a medirse ya de un nuevo modo en las ciudades.
Detalle del mural de la Plaza de San Felipe y la Torre Nueva. Fotografía de Vicmael |
Descubrir y observar los relieves zodiacales del patio
interior del palacio que alberga el Museo Pablo Gargallo (Palacio de los condes
de Argillo) y los monstruos de la fachada de la Iglesia de Santa Isabel en la
Plaza del Justicia nos puso en contacto con el mundo de lo maravilloso, lo
sobrenatural, la magia o el lado oscuro que representa la hechicera
Celestina.
Junto al memorial de Juan de Lanuza, donde antes estuvo
la Puerta de Toledo, que un trampantojo recuerda, pudimos imaginar cómo Pármeno
y Sempronio, criados de Calisto, fueron ajusticiados por el crimen cometido
cerca del antiguo mercado, lugar público y bien transitado para que su castigo
fuese ejemplar. Conocimos también el porqué de que una calle se llame
Manifestación. Y así, poco a poco y de un modo ameno, todo el mundo social de La Celestina fue desfilando ante
nosotros.
Puerta de Toledo: Plaza del Mercado de Zaragoza. Valentín Carderera y Solano, 1840 |
También nos
hablaron de las mujeres que no disponían de dote: de las criadas, como
Lucrecia, y de las otras, las que vestían “picos pardos” y residían en barrios
muy concretos de la ciudad. Y entramos en el templo, en el Pilar, cuyo retablo
renacentista de Damián Forment nos ofrece otro modelo de mujer, inalcanzable e
ideal, pues fue concebida sin mancha. Pero junto a ella, en la Pasión, se
encuentra María Magdalena, la pecadora arrepentida.
Retablo mayor de la Basílica del Pilar de Zaragoza. Damián Forment |
Y desde ahí hasta el interior de otro palacio: Montemuzo.
Un itinerario bien hilvanado que agradecemos al
Ayuntamiento de Zaragoza y que acercó a nuestros alumnos una de las obras
cumbre de la literatura española. Solo echamos de menos alguna alusión al
estudio de J. Guillermo García Valdecasas en el que, apoyándose, entre otros
datos, en una frase de Agudeza y arte de
ingenio de B. Gracián (“el encubierto aragonés en su ingeniosísima Tragicomedia de Calisto y Melibea…”)
defiende la hipótesis de que el primer autor de La Celestina fuese un aragonés culto y buen conocedor de lo
italiano, y que la ciudad en la que pensó para que sus personajes vivieran sus
pasiones, aquella ciudad con Cortes, obispos, abades, en la que había una calle
del Arcediano, una iglesia de la Magdalena y un mercado junto al que se
impartía justicia tal vez no fuese otra que Zaragoza.
Mª Luisa Mateo Alcalá, profesora de Lengua castellana y Literatura
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