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jueves, 17 de diciembre de 2015

Zaragoza en tiempos de "La Celestina"



Vista de Zaragoza (detalle). Diego de Silva Velázquez, 1647
          
          El viernes día 11 de diciembre alumnos de 3º A, B y C de ESO salieron del IES Goya para realizar un interesante recorrido por Zaragoza e imaginar así cómo pudo ser nuestra ciudad en tiempos de La Celestina. Durante el paseo, de unas dos horas de duración, Calisto, Melibea, Celestina, Pármeno, Sempronio, Elicia, Areúsa y Lucrecia parecían acompañarnos y cobrar vida por medio de la lectura, en determinados lugares del recorrido, de una acertada selección de fragmentos de la tragicomedia. 

Tapiz "El banquete de Asuero" (s. XV). Museo de Tapices de La Seo de Zaragoza
          La actividad comenzó en la plaza de San Felipe. El Torreón Fortea con su magnífico alero nos permitió recrear las viviendas de Calisto y Melibea: palacios que la nobleza y una burguesía adinerada podían construirse a finales del siglo XV y principios del XVI. Allí, nuestros guías nos recordaron que si Calisto pudo acudir puntualmente a sus citas, quizá se debiese a un reloj semejante al de la desaparecida Torre Nueva, puesto que, en aquel momento, el tiempo comenzaba a medirse ya de un nuevo modo en las ciudades. 

Detalle del mural de la Plaza de San Felipe y la Torre Nueva. Fotografía de Vicmael

           Descubrir y observar los relieves zodiacales del patio interior del palacio que alberga el Museo Pablo Gargallo (Palacio de los condes de Argillo) y los monstruos de la fachada de la Iglesia de Santa Isabel en la Plaza del Justicia nos puso en contacto con el mundo de lo maravilloso, lo sobrenatural, la magia o el lado oscuro que representa la hechicera Celestina.  


           Junto al memorial de Juan de Lanuza, donde antes estuvo la Puerta de Toledo, que un trampantojo recuerda, pudimos imaginar cómo Pármeno y Sempronio, criados de Calisto, fueron ajusticiados por el crimen cometido cerca del antiguo mercado, lugar público y bien transitado para que su castigo fuese ejemplar. Conocimos también el porqué de que una calle se llame Manifestación. Y así, poco a poco y de un modo ameno, todo el mundo social de La Celestina fue desfilando ante nosotros. 
Puerta de Toledo: Plaza del Mercado de Zaragoza. Valentín Carderera y Solano, 1840

           También nos hablaron de las mujeres que no disponían de dote: de las criadas, como Lucrecia, y de las otras, las que vestían “picos pardos” y residían en barrios muy concretos de la ciudad. Y entramos en el templo, en el Pilar, cuyo retablo renacentista de Damián Forment nos ofrece otro modelo de mujer, inalcanzable e ideal, pues fue concebida sin mancha. Pero junto a ella, en la Pasión, se encuentra María Magdalena, la pecadora arrepentida.
  
Retablo mayor de la Basílica del Pilar de Zaragoza. Damián Forment

           Y desde ahí hasta el interior de otro palacio: Montemuzo.
        Un itinerario bien hilvanado que agradecemos al Ayuntamiento de Zaragoza y que acercó a nuestros alumnos una de las obras cumbre de la literatura española. Solo echamos de menos alguna alusión al estudio de J. Guillermo García Valdecasas en el que, apoyándose, entre otros datos, en una frase de Agudeza y arte de ingenio de B. Gracián (“el encubierto aragonés en su ingeniosísima Tragicomedia de Calisto y Melibea…”) defiende la hipótesis de que el primer autor de La Celestina fuese un aragonés culto y buen conocedor de lo italiano, y que la ciudad en la que pensó para que sus personajes vivieran sus pasiones, aquella ciudad con Cortes, obispos, abades, en la que había una calle del Arcediano, una iglesia de la Magdalena y un mercado junto al que se impartía justicia tal vez no fuese otra que Zaragoza. 



Mª Luisa Mateo Alcalá, profesora de Lengua castellana y Literatura

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