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martes, 22 de noviembre de 2022

'La isla del árbol perdido', de Elif Shafac

Grupo de lectura “Leer juntos” del IES Goya 
Sesión del 7 de noviembre de 2022
Autora: Elif Shafac.
Obra comentada: La isla del árbol perdido, traducida del inglés por Inmaculada C. Pérez Parra, Lumen, 2022.

 

Mis impresiones de la novela, por Ino Torres

Un libro de muy fácil y amable lectura que toca muchos temas (todos) de interés: el amor, la guerra, el exilio, las relaciones interraciales y culturales; además del tema de la memoria histórica, el reencuentro con la cultura perdida o abandonada a causa del exilio. Y, también, el tema tan actual de la preocupación por la crisis del cambio climático. Es hermosa la relación con el mundo natural, la relación con las aves, con las plantas y, sobre todo, con una higuera, eje y centro de la historia.

Me ha resultado muy hermoso y enternecedor que sea una higuera la narradora y la que nos expresa a través de monólogos todo un mundo de emociones, de sentimientos, además de lo original, “una higuera que habla”. (En realidad, si supiéramos ver y escuchar, todo lo vivo puede hablarnos y decirnos bellas palabras, si fuéramos capaces de traducir e interpretar su lenguaje). Desde mi punto de vista, los textos que crea la autora, Elif Shafac, a través de esa higuera, son los más hermosos y atractivos.

Existen autores que escriben y nos presentan obras de difícil lectura, creo que no tanto por el tema, el fondo, el contenido que nos quieren transmitir, sino por la forma oscura y enrevesada de su expresión. Yo firmo y me afirmo en aquello que nos transmitió el filósofo Ortega y Gasset: “La claridad es la cortesía del filósofo”. Creo que hasta la oscuridad se puede ver y transmitir con luz. Esta novela es, desde mi punto de vista, un libro luminoso escrito desde una profunda humanidad y amorosa percepción de la vida.

 

LA ISLA DEL ÁRBOL PERDIDO


Este libro nos sumerge en una dura y hermosa historia que trata de amores casi imposibles, de guerras civiles y conflictos por razones de etnia, religión y nación, trata de exilio e inmigración, trata de dolorosos secretos personales y familiares y de recuperación de la memoria. Pero, al mismo tiempo, envolviendo todo ello, escuchamos un mágico canto a la Naturaleza, una llamada a los seres humanos a no darle la espalda, a quebrar nuestra indiferencia -cuando no nuestro desdén- hacia ella, porque, desde la arrogancia se nos olvida a menudo la humilde condición de nuestra especie dentro de ella.

Y, como portavoz de la naturaleza, actúa a lo largo de toda la novela, siendo una de las más destacadas voces narrativas, un árbol, una higuera concretamente. Este personaje, en una suerte de realismo mágico, es testigo y narrador de todo cuanto acontece:

     a) De los amores furtivos entre Defne, una jovencita turca musulmana, y Kostas, un adolescente griego cristiano, en el convulso Chipre de los años 70.

   b) De las tensiones sociales y políticas de aquellos años, de los atentados terroristas, de la guerra civil y la partición de la isla en dos mitades, norte y sur, para separar las dos comunidades,

    c) Y también testigo de cómo, en un barrio del norte de Londres, a finales de la década de 2010, Ada, una muchacha inglesa de dieciséis años, de origen chipriota, a la que sus padres le han privado del contacto con su familia y de la visita a la isla de sus antepasados -no habla las lenguas de sus padres, solo inglés-, siente la necesidad vital de conocer sus orígenes y, a partir de un trabajo del instituto y de una visita incómoda para ella de la hermana de su madre, entrará en un proceso de indagación en el conocimiento del pasado familiar, doloroso pero necesario.

Dos escenarios -dos islas, Chipre y Gran Bretaña- y dos épocas -1974 y finales de la década de 2010- en que la higuera está presente acompañando las alegrías y las tribulaciones de los personajes principales:

     a) En la primera época, en el interior de la taberna “La Higuera feliz”, regentada por dos socios chipriotas, Yiorgos y Yusuf, pareja mixta -griego y turco- y homosexual (amor doblemente prohibido), la higuera es testigo de la diversidad de la clientela: griegos, turcos, armenios, soldados de la ONU y visitantes de paso por la isla que recalan en el local, y también de las citas clandestinas de los jóvenes enamorados Kostas y Defne. Pero, además, es cronista de los acontecimientos políticos fundamentales que ha vivido Chipre desde que vino al mundo en 1878.

     b) En la segunda época, a través de un esqueje trasplantado por Kostas, es testigo, desde un jardín en el norte de Londres, de los conflictos personales de la adolescente Ada y de los problemas de comunicación con su padre, un año después de la terrible muerte de la madre.

A lo largo de la novela, la narración en primera persona de la higuera se va alternando con un narrador en tercera, que igualmente va saltando de una localización a otra y de una época a otra, incluyendo lo que sucede tanto en Chipre como en Londres a principios de la década de 2000 y que será determinante en la recuperación de la memoria social e histórica de la isla mediterránea y de la memoria familiar de la joven británica de origen chipriota.

Aunque pueda parecer compleja esta urdimbre narrativa, es admirable la maestría con que la autora teje un hermoso relato cuya lectura no nos resulta nada complicada sino más bien muy placentera, especialmente por la belleza de su prosa.

Otro valor destacable es la capacidad de la autora de sintetizar, asimilar y plasmar toda una ancestral cultura del Mediterráneo oriental que abarca desde la mitología, pasando por la impronta del cristianismo y el conocimiento de la Biblia, hasta saberes más terrenales como la gastronomía. La tradición culinaria, por ejemplo, se refleja en la preparación de comidas turcas por parte de la tía Meryem, lo que constituye un interesante ingrediente costumbrista de la obra. La mitología griega, por su parte, lo impregna todo; por citar dos muestras: Defne educa a su hija con los mitos de Afrodita y otros dioses del Olimpo, y ya en las últimas páginas de la obra, ella misma, después de haber dejado este mundo, nos habla como narradora a través de la higuera porque, según nos explica, se ha transmutado en árbol para seguir aferrada al amor, dando así un giro completo al conocido mito divulgado en Las Metamorfosis de Ovidio, en el que, a la inversa, Daphne se transformó en laurel para evitar a Apolo.

La propia higuera utiliza el mito bíblico del pecado original para darnos su propia versión reivindicándose un papel protagonista:

            Ya iba siendo hora de que alguien corrigiese ese grave malentendido. Adán y Eva se rindieron al encanto de un higo, la fruta de la tentación, el deseo y la pasión, no al de una manzana crujiente. […] compartieron un higo tierno, maduro, deliciosamente atrayente, aromático, lo abrieron justo por la mitad y, mientras la carnosa y opulenta dulzura se disolvía en sus lenguas, empezaron a ver el universo que los rodeaba bajo una luz completamente nueva, porque eso es lo que les sucede a los que alcanzan el conocimiento y la sabiduría” (pág. 47).

La higuera, un árbol mediterráneo que tendrá que adaptarse a otro clima, se asocia en la novela a la isla de Chipre, pero también a los días felices de la juventud, a la taberna, un espacio de alegría y tolerancia, que cobija el naciente amor de Defne y Kostas. En definitiva, al paraíso de donde la pareja se ha visto expulsada. [Josefina López]

Son numerosos los paralelismos que se advierten en la obra entre el mundo de los árboles y el mundo de los humanos, que van desde lo temático hasta lo estructural, y que nos hablan de nuestra íntima relación con la Naturaleza. Así, una de las enseñanzas que Kostas transmite a su hija (de “sabiduría popular”, podríamos decir), consiste en que puede conocer el carácter de una persona si se fija en cómo esta mira a un árbol: si pone atención en primer lugar en el tronco, es una persona de orden, que valora la seguridad y las normas; si lo hace con las ramas, anhela el cambio y la sensación de libertad; y si lo hace con las raíces, es que tiene apego emocional a su herencia, su identidad y sus tradiciones.

Pero el paralelismo es mucho más profundo. De hecho, deberíamos hablar más bien de simbolismo: ya la dedicatoria de la novela nos avisa del significado que van a tener los árboles en relación a uno de los temas fundamentales: “A los inmigrantes y exiliados de todas partes, a los desarraigados, a los vueltos a arraigar, a los sin raíces y a los árboles que dejamos atrás, enraizados en nuestros recuerdos”. La higuera, trasplantada a Inglaterra, simboliza a todas las personas que han tenido que echar raíces en otra tierra para sobrevivir. Como a ellas, la embarga la nostalgia de su tierra: “hui de aquella tierra […] pero no pasa un solo día en que no anhele volver. A casa. A la tierra natal.” (pág. 11); “Soy proclive a la melancolía, soy una planta inmigrante, llevo conmigo la sombra de otra tierra.” (pág. 235). El personaje de Defne es de los que definitivamente no consiguen arraigar. Dominada por la tristeza, no sobrevive. Su hija cree que ha heredado también esa tristeza. [Josefina].

La novela se estructura de manera externa en seis partes: la primera se titula “Cómo enterrar un árbol”; le suceden “Raíces”, “Tronco”, “Ramas, etc. hasta concluir con la titulada “Cómo desenterrar un árbol”. En el primer sentido, se nos cuenta al principio la labor que lleva a cabo Kostas de proteger la higuera enterrándola en su jardín durante el invierno y, en la última parte, se nos detalla el desenterramiento del árbol cuando, con la llegada de la primavera, puede volver a la superficie sin sufrir las inclemencias invernales del clima británico. A la par, vamos conociendo al principio de la obra “las raíces” familiares de la muchacha inglesa que se le han ocultado, el pasado de heridas familiares que se le “ha enterrado” y el trauma por no haber resuelto tantos enigmas, acentuado con el de la muerte de su madre y exteriorizado en un angustioso e involuntario grito en la última clase del instituto antes de las vacaciones de Navidad, hasta que, al final de la novela, el desenterramiento de la higuera coincide con el conocimiento por parte de Ada de su historia, la de sus padres y la de la isla de sus antepasados, y la reconciliación con su familia y consigo misma. En el medio, el exilio de su padre a Inglaterra conllevó el trasplante o el injerto del árbol en un nuevo jardín, en un nuevo país al que ambos tuvieron que adaptarse. Ada, hija de inmigrantes pero nacida ya en Londres, representa una nueva generación que, al menos en su caso, ha superado viejos conflictos y anhela visitar la isla de sus antepasados para sentirse isleña, sin más adjetivos (a pesar de que social y políticamente el problema de convivencia sigue enquistado en Chipre).

Como bien señaló Josefina en la tertulia, el título “La isla del árbol perdido” hace referencia a Chipre (el original en inglés, The Island of Missing Trees, ¿evoca los seres humanos allí desaparecidos por la violencia?), porque también es una novela sobre Chipre, sobre una parte de su historia, que culmina con el trauma de la división en dos comunidades. A lo largo del relato seguimos, en ese vaivén de saltos temporales a que nos llevan los narradores,  las peripecias y los recorridos emocionales de los personajes y a la vez el acontecer histórico de la isla en tres épocas: 1974 (y seis años atrás, incluso se remonta hasta 1956, con el Noviembre Negro), los comienzos de la década de 2000 y los finales de la de 2010.

En relación con este aspecto de la novela, agradecemos la esclarecedora introducción histórica con que inició la tertulia nuestra compañera Concha Gaudó. Una vez más la pluralidad de perspectivas con que se abordó la obra leída fue sumamente enriquecedora para todos los asistentes.

Javier Aznar




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