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domingo, 15 de mayo de 2022

"Ballenas en Long Island", de José Hierro

  



BALLENAS EN LONG ISLAND

I

Las he visto varadas en la playa.
Los niños han abandonado
carruseles, montañas rusas,
nubes de azúcar, blanca o rosa, palomitas de maíz
y suspendidos de sus cometas de colores
han llegado a la orilla. Atrás quedó
la música crispada de los altavoces.
Ahora escuchan otra música más sosegada y misteriosa:
jadeo de olas, disnea de cetáceos agonizantes,
chillidos de las aves marinas,
estremecedora polifonía.

Los niños, desconectados de lo fabuloso,
saben que es imposible que a Jonás
se lo tragase una ballena,
como cuenta la Santa Biblia,
porque al final de la caverna amenazadora
una garganta angosta permite sólo el paso
de minúsculos pececillos, plancton, polen marino
que atravesaron las barbas filtradoras.
(Ignoran, sin embargo, que estas barbas
fueron antaño utilizadas
para acentuar la delgadez del talle de las damas.
¡Sólo Dios sabe qué habrá sido de ellas,
dónde estarán ahora pudriéndose!)

II

Son, desde luego, extraños pero no infrecuentes
estos suicidios colectivos.
Los biólogos, oceanógrafos, ecologistas
nada pueden hacer por reintegrar a los cetáceos 
a su hábitat, a su medio natural;
no sólo por su peso y su volumen, sino
porque están decididas -resignadas-
a morir. (Se barajan hipótesis
diferentes y contradictorias: alguna,
tal vez, resolverá el enigma).
Hay quienes atribuyen el suceso
a una avería, una desconexión
-por el momento indemostrable-
en el sofisticado sistema de radar
que utilizan en sus desplazamientos.
¡Quién sabe cuál será la causa
de esta agonía a la que yo asistí
en las arenas de Long Island!

III

Yo sí lo sé. Yo he descifrado
el, para los demás, indescifrable código,
-¡oh mi piedra Rosetta de estrellas y de olas!-
Los ballenatos, los jóvenes, los útiles,
los que regresan a la mar 
tras culminar estas expediciones
hablaban en sus asambleas nocturnas,
mientras dormían las ballenas madres,
de la necesidad imperiosa de librarse de este lastre
de ancianas jubiladas,
de toneladas de disnea y sordera.
Con fuegos o aguas de artificio,
pirotecnia, acuatecnia,
comunicaron su resolución:
"Nosotros os conduciremos 
a unas playas calientes,
a unos lugares a los que no llegan
tempestades, témpanos, balleneros;
allí disfrutaréis del merecido descanso
después de tantas aventuras,
tantos afanes, tantos riesgos".
Las dejaron varadas en la arena.
"Hasta mañana", les dijeron, 
sabiendo que no volverían.
"Hasta mañana".

IV

Misericordioso e implacable
el sol les reseca la piel repujada de algas.
Muy pronto albatros y gaviotas se ensañarán
con estas moles de agonía,
de grasa y carne putrefacta.
El sol es chupado por el horizonte,
se hunde poco a poco en él
despidiéndose con su rayo verde.
Luego es la noche, y otras noches.
El faro intermitentemente
pasa su lengua de luz piadosa sobre la arena.
El mar agita sus espejos negros.
Sobre la seda o terciopelo funeral
chisporrotean las estrellas fugaces,
las ascuas de la luna de azafrán.
El zumbido de las abejas marinas,
el crujido del oleaje que clava sus colmillos
en las rocas de azabache y cristal
resuena en los oídos agonizantes
de las viejas ballenas,
festín de la desolación, el silencio, el olvido, la sombra.

V

"Hasta mañana". Fue el último mensaje.
Y ya no habrá mañana.
Ahora las moribundas,
ciegas y sordas tienen la mirada del recuerdo
puesta en sus ballenatos, indefensos
frente al testuz terrible de las olas heladas,
los témpanos, las hélices, los arpones,
desvalidos, sin rumbo
por esos mares de Dios.

(De Cuaderno de Nueva York, Hiperión, 1998)


Cuaderno de Nueva York, publicado cuando José Hierro (1922-2002) tenía 76 años, es una obra calificada de "maestra" desde  el momento de su publicación y galardonada con los premios Nacional de Poesía, de la Crítica  y el Europeo  Aristeion de Literatura en 1999. Formalmente muy cuidada, representa la culminación de su trayectoria poética que reúne todos los temas tratados a lo largo de su vida y todas las formas métricas cultivadas por el autor, desde el soneto al poema largo en  verso libre.

El libro va surgiendo de las varias visitas y estancias del poeta en la ciudad de Nueva York a lo largo de casi una década. Pero, como observa Manuel Rico, no es una obra sobre Nueva York, sino un libro en el que el poeta dialoga con la ciudad y mediante ese diálogo medita sobre los temas eternos que preocupan al ser humano: el tiempo, la muerte, el arte, el amor o la vida, algo que ya manifestó el poeta  en entrevista publicada en ABC Literario:
"Nueva York es una ambientación general, el escenario donde tiene lugar una serie de meditaciones sobre problemas personales o colectivos que son míos, no de la ciudad..."
El libro supuso un profundo cambio en la concepción de la poesía pues con él el autor "dinamitó" "muchas fronteras y muchas ideas preconcebidas acerca de la poesía con la falsa sencillez de sus poemas" (Guadalupe Grande). 

Con este poema celebramos el CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE JOSÉ HIERRO.

[Imagen: travesiasdigital.com]

2 comentarios:

  1. ¡Pero qué bueno y sorprendente! Me ha parecido una clase magistral sobre zoología (y también sobre sociología humana en lo tocante a nuestros mayores, supongo), que no parece a priori lo más apto para hacer Poesía.
    Muchas gracias por presentarlo y ¡feliz centenario
    Carlos San Miguel

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