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domingo, 5 de diciembre de 2021

"A cuantos aman lo azul y lejano" y otro poema de R. L. Stevenson




A CUANTOS AMAN LO AZUL Y LEJANO

A cuantos aman lo azul y lejano:
tanto si, del alba a la noche, a pie
vais buscando fugitivos rincones
sin fatigaros de la vana búsqueda;
como si, río cantarín abajo,
zagual en mano, disparáis joviales
salpicando a la saltarina brema
o al fondear en la raíz del sauce:

o, más osados, de la estrecha costa
zarpáis, llevando aquella arca de cedro,
entre aves marinas y el rugido
del mar inmenso, tan profundo y claro;
o, en fin, si con el corazón erráis,
sin otra cosa importaros, y oís,
sentados junto al fuego, a salvo en casa,
ruido de pasos en Utah o Pamere:

aunque largo el camino, y duros sean 
el sol y la lluvia, rocío y polvo;
aunque la desesperación y el ansia
a los viejos entierren  y a los nuevos
estraguen; al final, seguro, amigos,
hagáis lo que hagáis o donde vayáis,
al cabo de todo, al fin de los fines,
veréis asomar la ciudad dorada.

(R. L. Stevenson, De vuelta del mar: antología poética. 
Ed. y trad. de Javier Marías, Penguin Clásicos, 2019)


EL VAGABUNDO

(Para acompañar una melodía de Schubert)

A mí dadme la vida que más quiero,
y todo lo demás os lo regalo,
dadme el alegre cielo en las alturas
y delante una senda para andar.
Dormir en la maleza bajo estrellas,
comer el pan mojado en este río...
Así quiero vivir, esta es la vida 
que quisiera llevar por siempre más.

Tarde o temprano, que me caiga muerto,
que lo que tenga que pasar me pase;
dadme la cara de la tierra en torno
y caminos abiertos ante mí.
No quiero amor, dinero ni esperanza,
ni que de mí se acuerde algún amigo.
Tan sólo quiero ver el cielo arriba
y el camino delante de mis pies.

Y si en algún lugar echo raíces,
que se derrumbe sobre mí el otoño
y acalle entre las ramas a los pájaros
mientras muerde mis dedos ateridos.
El campo enharinado por la escarcha
y caliente el rincón junto al hogar.
No esperéis que me rinda ante el otoño,
ni me quiero rendir ante el invierno.

Tarde o temprano, que me caiga muerto,
que lo que tenga que pasar me pase;
dadme la cara de la tierra en torno
y caminos abiertos ante mí.
No quiero amor, dinero ni esperanza,
ni que de mí se acuerde algún amigo.
Tan sólo quiero ver el cielo arriba
y el camino delante de mis pies.

(R. L. Stevenson, Hacia tierras lejanas, Trad. de Carlos Pujol,
Poesía portátil, Penguin Random House, 2018)


R. L. Stevenson, por Henry Walter Barnett
(Wikipedia)
Robert Louis Stevenson fue un ensayista, poeta y autor de libros de ficción y de viajes.  Nació el 13 de noviembre de 1850 en Edimburgo, Escocia, ciudad en la que creció. Hijo único, se sintió muy unido a sus padres, que lo educaron según los más férreos principios calvinistas. Su padre era ingeniero especialista en la construcción de faros con amplios conocimientos sobre el mar que el autor  reflejará en  La isla del tesoro. Su madre era hija de un ministro de la Iglesia Nacional de Escocia. El futuro escritor fue un niño enfermizo y muy dependiente de sus padres, que tuvieron que ayudarle económicamente durante casi toda su vida. La precaria salud de su madre  obligó a poner al niño al cuidado de la niñera Alison Cunning, una puritana que ejerció una poderosa influencia sobre el niño y le inculcó un estricto código moral presbiteriano. Stevenson lo rechazó siendo adulto, pero le dejó un poso de miedo y culpabilidad que aflorará en sus narraciones. Obligado a permanecer largos periodos sin salir de casa a causa de su mala salud, se convirtió  en un lector voraz y pronto comenzó a imaginar historias como forma de entretenimiento. En la casa junto al río de su abuelo materno, rodeada de un amplio jardín, pasó los momentos más felices jugando a ser "pirata de río"  y fascinado por las lápidas de un cementerio próximo a la casa. Pese a todo, era un joven alegre y de enorme vitalidad. 

Por deseo de su padre, en 1867 inició los estudios de Ingeniería en la Universidad de Edimburgo, a pesar de que este no era el camino que él hubiera elegido. Fue una época en que el joven Stevenson cultivó la rebeldía y se entregó a la vida bohemia. En 1871 le confesó a su padre que su verdadera vocación era la de escritor. El padre lo aceptó, pero creyendo muy arriesgado vivir solo de la escritura, le pidió que estudiara otra carrera, la de Derecho, a la que dedicó los cinco años siguientes, pero cada vez más ocupado en la escritura. En esta etapa tuvo un duro enfrentamiento con sus padres por el rechazo de las ideas religiosas de estos. También se enamoró locamente de la señora Sitwell, una mujer madura e inteligente a la que escribió cartas y poemas de amor. La pasión de Stevenson se convirtió con el tiempo en una profunda amistad.

Su delicada salud -pronto se manifestaron en él los primeros síntomas de tuberculosis- le obligó a trasladarse a lugares de clima más benigno que el escocés. En Francia conoció a la que se convertirá en la  mujer de su vida: Fanny Vandegriff Osbourne, una americana, diez años mayor que el escritor, casada y madre de dos hijos. Fanny tuvo que regresar a su país en el verano de 1878 para tramitar el divorcio y, un año después, Stevenson embarcó en el Devonia, un barco de emigrantes, para reunirse con ella en California. Su salud se resintió debido al penoso viaje que le obligó a cruzar el océano y el continente americano,  y sus padres, aunque decepcionados con su comportamiento, no solo aceptaron que Stevenson se casara cuando Fanny obtuvo el divorcio, sino que se mostraron dispuestos a ayudarles económicamente. Su largo viaje por América, si bien perjudicó seriamente su salud, resultó muy provechoso en el plano profesional pues le permitió vivir experiencias que más tarde plasmaría en sus libros. En el verano de 1880 regresaron a Edimburgo, pero huyendo de los fríos inviernos de Escocia, se trasladaron a Suiza y Francia. La estancia en estos países se interrumpía en verano para visitar a sus padres, y fue precisamente durante una de esas visitas, en el verano de 1881, cuando escribió los primeros capítulos de un libro que lo convirtió en un escritor enormemente popular, La isla del tesoro, publicado por entregas  en la revista Young Folks.

En 1887 regresó a Estados Unidos junto con su esposa, pues la herencia de su padre y los ingresos por sus publicaciones le permitieron conocer nuevas tierras. Al año siguiente, alquiló una hermosa goleta y, en compañía de su madre, de Fanny y del hijo de esta, emprendieron una larga travesía rumbo al Pacífico, donde visitaron diversas islas, y continuaron por los mares del sur hasta Apia, en Samoa. Allí construyó una casa que llamó 'Vailima' ("el lugar de los cinco ríos"), donde vivió desde 1890 hasta su muerte. Pronto entró en contacto con los nativos, que lo veneraban y lo llamaban 'Tusitala' ("el narrador de historias") y tomó conciencia de la explotación que sufrían por parte de las potencias colonizadoras. Falleció de forma prematura el 3 de diciembre de 1894 a causa de una hemorragia cerebral. Fue enterrado en la cima del monte Vaea, próximo a Vailima. Sobre su tumba se inscribió en letras de bronce su poema "Réquiem", que dice así: "Bajo el inmenso y estrellado cielo, / cavad mi fosa y dejadme yacer. / Alegre he vivido y alegre muero, / pero al caer quiero haceros un ruego // que pongáis sobre mi tumba este verso: / Aquí yace donde quiso yacer; / de vuelta del mar está el marinero, / de vuelta del monte está el cazador." (Versión de Javier Marías).

Stevenson se sintió fascinado por los problemas éticos. La ambigüedad moral de sus personajes provoca efectos dramáticos que solo son posibles en un universo consciente de la existencia del bien y del mal. Fue un escritor muy reconocido en su tiempo y ha influido en autores posteriores. Actualmente es recordado, sobre todo, por los emocionantes argumentos de sus novelas fantásticas y de aventuras: La isla del tesoro (1883), El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde (1886), Secuestrado (1886), La flecha negra (1888), El señor de Ballantre (1889), Catriona (1893) y la novela póstuma Weir de Heriston (1896). Pero fue también un excelente ensayista y autor de interesantes y amenos libros de viajes, como Viaje tierra adentro (1878), Viajes en burro por las Cevannes (1879), La casa solitaria (1883), A través de las llanuras (1892) e Islas del Sur (1896). Los volúmenes Narraciones maravillosas (1882) y El diablo de la botella y otros cuentos (1893) recogen sus relatos breves.

Su poesía, que escribió a lo largo de toda su vida con suma facilidad, ha sido considerada por la crítica como "obra menor". Se trata de una poesía sencilla, pero cuidada, y cercana al estilo realista y melancólico de Thomas Hardy. En vida publicó cuatro libros de poemas, como ha explicado Javier Marías. El primero, Moral Emblems (Emblemas morales, 1880),  fue compuesto durante su estancia en un sanatorio suizo. Imita los cuentos morales publicados en los pliegos de cordel denominados "chapbooks". Ilustrado por el autor, tuvo una tirada de noventa ejemplares en forma de panfleto. Después apareció A Child's Garden of Verses (Jardín de versos para niños, 1885), que contiene algunos de los poemas más populares entre los británicos. A este seguirán Underwoods (1887), dividido en dos partes, en inglés y en escocés, respectivamente, y las Ballads (1890). Un año después de su muerte se publicó Songs of Travel and Other Verses (Canciones de viaje y otros poemas, 1895), que el autor había dejado preparado y que deseaba que se uniera a Underwoods como libro tercero, y en 1918 salió a la luz un nuevo volumen titulado New Poems and Variant Readings  (Nuevos poemas y lecturas variadas), con 147 poemas. Y posteriormente se han seguido descubriendo nuevos títulos, como To my Wife (A mi mujer), lo que harían un total de 350 poemas, aproximadamente.

(Para la biografía del autor nos hemos basado en la introducción de Julio-César Santoyo, Secundino Villoria y Juan José Lamero, en la edición de La isla del tesoro de Vicens Vives, col. Aula de Literatura, 1997)

Stevenson, sentado y con los brazos cruzados, entre su madre y su esposa
(R. L. Stevenson Museum)

1 comentario:

  1. Me gusta lo que sugieren los poemas: esa vida aventurera y esos paisajes salvajes, especialmente los marinos, si bien escuecen un poco esos "fallos" a los que obliga la traducción, supongo.
    Me ha sorprendido que todas sus grandes novelas estén localizadas en los años ochenta del siglo XIX, y también toda esa producción de la "obra menor".
    Carlos San Miguel

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