El poeta José Luis Parra. SUSANA BENET |
José Luis Parra Fernández fue un poeta español nacido en Madrid en 1944 pero afincado en Valencia, donde falleció el 15 de octubre de 2012, a los 67 años. No terminó los estudios de Magisterio ni los de Graduado Social. Desempeñó trabajos muy diversos: en una editorial valenciana, en un establecimiento de perritos calientes en los veranos de la Costa Brava o en una compañía de seguros en Murcia. Susana Benet ("José Luis Parra, henchida soledad", en Revista Estación Poesía Nº 5) lo presenta como "un hombre siempre de paso, una persona desarraigada que apreciaba sobre todo su independencia".
Empezó a publicar tarde, a partir de los 50 años. Desde entonces, dio a la imprenta ocho poemarios -Más lisonjero me vi, con el que obtuvo en 1989 un Accésit del I Premio Vila de Mislata; Un hacha para el hielo (1994); Del otro lado de la cumbre (1996); La pérdida del reino (1997); Los dones suficientes (2000); Tiempo de renuncia (2004); De la frontera (2009) e Inclinándome (2012)- y dos antologías: Caldo de piedra (2001) y Cimas y abismos (2012). No formó parte de ninguna generación o grupo poético y elaboró un estilo poético propio a partir de sus numerosas lecturas. Sobre la obra poética de Parra ha escrito Antonio Cabrera (El País, 17/10/2012):
Parra puso en su poesía, con suprema intensidad y eficacia, la conciencia del acabamiento, cuyos signos él detectaba omnipresentes, subrayados por el empuje entrópico del tiempo. No obstante, junto a esa lucidez colocó también, con absoluta sinceridad, con reverencia lírica, la constatación del resurgir, la flor entre los escombros.
Respecto a su último libro -al que pertenece el poema seleccionado, un poema plagado de antítesis, como ha señalado Santos Domínguez, que cierra y da título a la antología Cimas y abismos- observa Susana Benet:
Delata con el título su rendición final. [...] Mientras el verano de su vida se aleja y presiente la cercanía de un otoño "no menos pleno y sosegado", acepta con serenidad lo que la vida le ha dado y le ha negado. El poeta asume su presente con apacible calma, con sabio coraje y encuentra finalmente el ansiado equilibrio. "En el confín de la orfandad, / cimas y abismos que tanto me elevaron / y me hundieron / por fin caminan juntos / en una extraña e inquietante calma. / Ah concordia tardía, / la alegría y la desesperación / son ya casi lo mismo".
[Imagen inicial: Pixabay]
Un poeta, y un poema, de sentimientos muy delicados.
ResponderEliminarNo sé cómo, pero está lectura me ha llevado a releer "El otoñado de Juan Ramón Jiménez.
Gracias, Josefina, por este regalo.
Claro, Carmen, una lectora como tú no podía dejar de percibir el hilo que enlaza los dos poemas. Gracias por hacernos partícipes a todos. Confío en que tu comentario también lleve a más de un lector al texto de Juan Ramón.
EliminarPrecioso poema, de un hombre que busca el equilibrio con serenidad, en la madurez.
ResponderEliminarGracias,Josefina
Gracias por tan certera síntesis del poema.
ResponderEliminarUn placer releer un poema de Parra. Gracias por mostrarlo.
ResponderEliminarUn placer compartir la buena poesía. Muchas gracias, Susana, por visitar nuestro blog y por tan amable comentario.
ResponderEliminarJo, claro que sí; es precioso y conmovedor, sabiendo si inminente final. Me deja así, aplanado, leyéndolo en otro final de verano.
ResponderEliminarCarlos San Miguel