Pinturas rupestres de la Cueva de las manos, en la provincia de Santa Cruz, Argentina |
Nuestra historia comienza cuando una mujer dibuja en la roca de una gruta la silueta de su mano, y con ello le dice al mundo: "Este es mi hogar", y luego pone tantos puntos rojos como personas viven en su cueva, y luego tantas rayas como animales le pertenecen. Y después, para distinguir unos animales de otros, añade a las rayas orejas puntiagudas, colas larguísimas o retorcidas cornamentas. Son las letras, o no, todavía no, son solo sus desvaídos fantasmas, que quieren brotar de la rugosa oscuridad de la gruta.
Otros hombres y mujeres, sirviéndose de piedras afiladas como cuchillos, marcan sus brazos, piernas y caras con profundas e indelebles cicatrices, y con ellas dicen: "Esta es nuestra tribu".
Una especie de fiebre se propaga entre ellos, que imponen sus marcas en los huesos de los bueyes, en las cortezas de los árboles, en la piel de los lagartos y en la tierra que pisan. Si encontraran el modo de hacerlo, también marcarían con sus signos las nubes. Desean apropiarse del mundo y no encuentran mejor forma de hacerlo que tatuándolo.
Así termina la primera mutación del virus.
Y así comienza nuestra historia.
Con estas palabras comienza la interesante novela juvenil de Ántonio Álamo Más allá del mar de las Tinieblas. Ambientada en la espléndida Córdoba del siglo X, la historia gira en torno a un misterioso libro que el mercader Abul Anbas encuentra en su carromato y que se convierte en el verdadero protagonista de la historia. Pero también es una breve historia de la escritura, concebida como un virus que muta, como "un organismo vivo e independiente que se desarrollaba y se hacía fuerte entre matanzas, hogueras y nacimientos, manejando enormes y monstruosas cantidades de tiempo".
Así termina la primera mutación del virus.
Y así comienza nuestra historia.
(Antonio Álamo, Más allá del mar de las tinieblas, Siruela, Las Tres Edades, pág. 11)
Con estas palabras comienza la interesante novela juvenil de Ántonio Álamo Más allá del mar de las Tinieblas. Ambientada en la espléndida Córdoba del siglo X, la historia gira en torno a un misterioso libro que el mercader Abul Anbas encuentra en su carromato y que se convierte en el verdadero protagonista de la historia. Pero también es una breve historia de la escritura, concebida como un virus que muta, como "un organismo vivo e independiente que se desarrollaba y se hacía fuerte entre matanzas, hogueras y nacimientos, manejando enormes y monstruosas cantidades de tiempo".
Arturo Asensio, ilustración para la exposición La mirada al Paleolítico |
Así que es probable que debamos la escritura a una Rosalía de Castro i a una Pardo Bazán cromañonas...pues nunca lo había pensado jeje
ResponderEliminarCarlos San Miguel