Grupo de lectura "Leer juntos Hoy" del IES
"Goya"
Sesión del 11 de diciembre de 2017
Obras comentadas: Navío en
aguas turbias, de Pablo Gómez Soria, y Nefelibata
(Poema en 31 actos), de Fernando Vallejo Ágreda.
Leyendo juntos a
Fernando Vallejo y a Pablo Gómez en el Goya
En la sesión de
Leer juntos del Instituto Goya del
mes de diciembre pasado, gozamos con la presencia y la obra de dos poetas:
Fernando Vallejo Ágreda y Pablo Gómez Soria, que volvían a su casa. Fernando,
uno de mis queridos alumnos, ha mantenido estrecha relación con sus profesores.
Lo recuerdo como un chico inquieto al que le gustaba leer y escribir y, ya
desde primero de Bachillerato, dio muestras de su preocupación por las cosas
trascendentes de la vida. Pablo, hijo de dos profesores del Departamento de
Lengua y literatura, de niño correteó por los pasillos del Goya de la mano de
sus padres, Luis y Francisca.
En el
encuentro a que me refiero, Francisca Soria, catedrática de Lengua y
Literatura, presentó a Fernando y comentó sus poemas con mucho cariño y con
gran brillantez, como podréis comprobar en la reseña que ha publicado. Yo me
ocupé de Pablo. Y de él os voy a hablar en estas líneas.
Pablo Gómez Soria en su
circunstancia histórica
Conozco a
Pablo desde niño. El día siete de junio de 2017 presenté su libro Navío en aguas turbias en la Casa del
Libro de Zaragoza. Posteriormente le dediqué un artículo en Letras desde Mocade: A
Pablo Gómez Soria por su “Navío en aguas turbias”.Y hoy os quiero traer una imagen renovada. Porque Pablo,
como todos los escritores jóvenes, está creciendo y madurando, y en cada
encuentro nos guarda una sorpresa.
Pablo
Gómez (Zaragoza, 1974) es un brillante abogado con una excelente formación
lingüística. Inició sus estudios en el Liceo Francés y en el Instituto Jerónimo
Zurita. Cursó Derecho en Zaragoza y completó su formación en la Universidad de Saarbrücken
(Alemania). El año 2000 terminó
el Master de Derecho de Comercio Internacional en la Universidad de Essex
(Reino Unido), campo en el que trabaja en España desde el año 2006.
Desde
muy joven manifestó su pasión por la lectura y su gusto por escribir. Siempre
ha cultivado el gusanillo de la poesía. Publicó los primeros poemas en la
revista Eclipse de la Facultad de
Filosofía y Letras de Zaragoza. El año 2010 sacó a la luz Antiguo sol naciente, su primer libro de poemas, y en el 2017, Navío en aguas turbias.
De
Antiguo sol naciente a Navío en aguas turbias
Si
su primer libro fue una revelación, el segundo es la consolidación de aquella
voz en una nueva dirección.
Antiguo sol
naciente.
Con este título tan sugestivo entramos en una aventura reflexiva de gran
belleza. El adjetivo “antiguo” nos orienta hacia evocaciones remotas en el espacio y en el tiempo. Un
pasado que se hace realidad con el segundo adjetivo, “naciente”. Es indudable
que esta experiencia estética ya miraba hacia el futuro.
Un
título marcado, como el resto del libro, por el juego de las oposiciones
semánticas, por el ritmo binario y por abundantes sugerencias míticas. Este
hermoso sintagma inicial nos invita a entrar en un mundo lleno de luz,
presidido por ese “sol” que une el pasado más lejano con el futuro más
prometedor. A nadie se le escapa el simbolismo modernista ni el eco de la
poesía juanramoniana, que serán permanentes en los futuros poemas.
Navío en aguas turbias. Como en el primer libro, el título
orienta al lector y sintetiza el significado trascendente del libro. Desde los
primeros versos, nos asaltan los ritmos de los antiguos griegos y no se nos
escapa la imagen de Ulises volviendo a Ítaca.
En
un libro que podríamos calificar de intimista, nos sorprende que las reflexiones
más profundas estén objetivadas, es decir, contadas en tercera persona. Y,
además, cuando cerramos el libro, nos damos cuenta de que el navío ha sido una
metáfora del poeta que, como todos nosotros, navega en las aguas turbias de la
vida.
En
los dos libros, el sentimiento profundo viene acompañado de una acertada
selección del vocabulario. En medio de un decir casi cotidiano, porque Pablo
valora la belleza de las cosas simples, saltan los neologismos y las palabras
cultas que, como la punta del iceberg, dan sentido a los poemas.
Consigue la
comunicación profunda con una poesía dialógica, en el más puro sentido
bajtiniano. En sus versos oímos los ecos de los griegos, de los clásicos y de los
modernos. Catulo dialoga con Kavafis, Walt Whitman, Juan Ramón, Aleixandre,
Cernuda y Gil de Biedma. Y podríamos seguir con la lista de poetas y otras
lecturas que resuenan en estos versos, porque la cultura de Pablo es tan amplia
que nos haría la lista interminable.
Cinco
poemas de Navío de aguas turbias
A
continuación cedo la palabra a la voz poética y os ofrezco los cinco poemas que
Pablo leyó y comentó con gran tino, en la sesión del Goya, que resultó muy
esclarecedora.
PÉRDIDA
DE LA JUVENTUD
Dichosos sean
los tiempos
en los que
buscamos tiempos felices,
En el país de
las maravillas.
Nos
imponíamos metas
cuánto más
difíciles más hermosas.
Colectar
pasiones
conquistar
nuevos campos.
Y bailamos
con la música
Y por encima
de todas las cosas.
Las chicas
que yo vi
las chicas
que yo besé.
Llegó sin
esperarlo que un día
esto si lo
pude ver,
me fallaron
los miembros del cuerpo
y la alegría
que se fue.
De aquellos
tiempos solo quedan
el alcohol
y la música
bella,
deprimente.
POEMA
ELEGÍACO A FRANCISCO UMBRAL
El veintiocho
de agosto de dos mil siete fallecía en
Madrid
Francisco Umbral.
Sufrió una
parada cardiorrespiratoria. Tenía setenta y
dos años.
Desde dos mil
tres, su cuerpo fue deteriorándose.
Recuerdo leer
muchas de sus columnas en El Mundo,
siendo un
adolescente.
No me
interesaban tanto las más políticas; leía con
pasión las
más poéticas.
Pero Umbral
expiró dictando a su mujer, María España,
su última
columna titulada: las uvas doradas,
Unas palabras
moribundas suben al cielo como misterio:
Romanticismo
(que se nos va, que se nos ha ido)…
Clasicismo
(del cual evoluciona del Romanticismo)…
Las uvas
doradas (los más bellos principios que
nos
alimentan). Punto.
MUERTE
DE LA POESÍA
Zarpé, como
cada año
por el mar
fui,
a la tierra
donde tenía lugar
mi anual
homenaje.
No hallé
restos del altar producido por mis manos,
pareciera
que alguien
había destruido mi construcción,
continuación
de fructuosos legados.
Deberé
escuchar
ver qué ha
ocurrido,
no acierto a
entender…
Siendo yo
muchacho,
inocente e
inquieto,
me guiaba el
corazón.
Ella me sopló
en los oídos,
la Poesía me
tocó.
De repente
múdase el aire
algo rompe el
día
las aves
escapan
los animales
huyen.
Aparece
corriente
la Poesía,
sus cabellos
adquieren la tonalidad de la estación,
los ojos
siguen el mismo curso,
en su túnica
liviana
van
embrocadas las flores,
saliente
corro a su encuentro.
Falla,
la sustento,
advierto
la sangre del
costado fluir,
daga o puñal
clavados.
¿Cuál mano
osó
tal
matricidio?
EL CLUB
Distinguido Socio Número…
Cada noche recordarás la casa de
paneles de maderaen la que, en nuestras veladas,
solíamos
escuchar las
palabras de los autores muertos,
sus
pensamientos debatir en modo franco.
Ha largo rato
que has
sentido en ti el hastío,
echada atrás
la vista depara un conquistar.
En el inicio
de los tiempos,
poderosa se
alzaba tu voz solitaria por los montes,
combatimos en
sangrientas batallas,
leíste el
poema de Ar,
nos raptó la
dulce música,
la que da
gozo al corazón.
Admiras esta
tarde el sol cadente
sol de
décadas pasadas
suenan los
ecos de rancias victorias
tan viejas
como queridas,
nunca nos
faltó el valor,
fuimos
héroes.
Llegados a
este punto
además,
aflige el no morir en combate ni por fallo orgánico súbito,
sin embargo
no nos llegará la vejez
hallándose
todos los cruces cerrados
no puede
resolverse de otra guisa.
Por todo
ello, cuando abras esta plica,
no te
temblará el pulso al apretar el gatillo.
LA VIDA BAJO EL ESCUDO
La vida bajo
el escudo
es
protección,
abrigo que
deja afuera la tempestad.
Pero es un
campo yermo
pócima que no
altera la desolación de los días.
Aguardo,
bajen sin
tardar los soles rojos
un tiempo
parado regrese.
Para
terminar
La
sesión del Instituto Goya fue un lujo. Pablo y Fernando nos entregaron lo mejor
de sus obras. Disfrutamos de la emoción y de la cercanía de estos dos poetas.
Y, por supuesto, del rigor de sus comentarios. Se esforzaron en conseguir que
los contertulios llegáramos al sentir más profundo de sus poemas.Y todos juntos
saboreamos la poesía reflexiva de Pablo y el vitalismo onírico de Fernando.
Desde aquí les deseo que sigan
propiciando estos encuentros tan gratificantes para sus lectores. Y le doy las
gracias al Instituto Goya por permitirnos estas tertulias literarias tan
enriquecedoras.
Carmen Romeo Pemán
Aproximación a la obra poética de Fernando Vallejo Ágreda
Fernando Vallejo Ágreda (Zaragoza, 1966),
estudió Bachillerato en el Instituto “Goya” de Zaragoza. Es sacerdote católico
y capellán del Cementerio de esta ciudad.
Hoy lo traemos a estas páginas en su calidad de escritor, de poeta con una amplia obra publicada:
Rompiendo
el agua
(2013)
Primavera
en Noviembre
(2014)
24
Segundos
(2016)
El beso
de Rimbaud (2017)
Nefelibata
(Poema en 31 actos) (2017)
Y tiene actualmente en marcha dos libros más…
En la presentación de su obra Rompiendo el agua definió su concepto y su relación con la Poesía: “Mi vida es poesía. Desde que me despierto las palabras brotan en cada gesto. Pienso que es una deformación, es como si vieras la vida en un espejo en la sala de los espejos deformantes. La poesía es sangre. Solamente viviendo se puede ser poeta. Ser poeta es respirar. Es una pista tan larga... que no conoce el ocaso. Siempre es volver a ver las cosas y las gentes de forma diferente. La poesía es una forma de vida. Hay que enamorarse de la vida para ser poeta”. (Heraldo de Aragón)
Y así continúa. Su última obra, Nefelibata –palabra que significa ‘el hombre que camina por las nubes’–, ya desde el subtítulo, Poema en 31 actos, revela que se trata de una obra de difícil clasificación, porque sugiere un género dramático-narrativo, en un libro que se ofrece como un poemario.
Es decir, el lector
queda avisado de que las páginas que lo integran están llenas de recovecos –treinta y uno, concretamente– en los que habrá que detenerse para la
comprensión total del libro. Cada
“acto”, es decir, cada poema viene marcado simplemente por un número y el
último lleva por título “Fin”, como una novela, como una obra de teatro, como
una película…
El libro es hijo
inequívoco de un hombre que siente la necesidad de escribir para intentar
explicarse a sí mismo la vida, vista desde la rutina de cada día y de cada
noche; de un hombre frente a sí mismo, a su vida, a sus sueños, a su percepción
del tiempo, del Eros y el Tánatos, de la realidad y de la muerte… y de la
presencia de Dios. Resuena en Nefelibata
el Salmo 62: “En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti/porque fuiste
mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; /mi alma está unida a
ti y tu diestra me sostiene”.
La tarea de Fernando
Vallejo es, pues, ingente, pero la lleva a cabo entre sueños, en duermevela o
en la evocación diurna del sueño. La noche y el sueño se enseñorean de todos
estos poemas, ligados temáticamente entre sí, que plasman lo soñado por él. Así
pues, en su sentido más estricto, lo onírico –una
de las fuentes más antiguas de las que bebe el Arte– es el hilo conductor de Nefelibata y a través de las incertidumbres que plantea, señala un
arduo camino al lector.
Es un libro íntimo,
por tanto, lírico en grado extremo,
porque es el “yo” del poeta el que late en cada verso de los treinta y un
poemas que lo forman. Y por ello, Vallejo se entrega al lector desprovisto de
coraza protectora. Los poemas ofrecen sus sueños y pesadillas más recurrentes,
pobladas de sus propios monstruos y miedos.
Sus inquietudes
religiosas y todas las preguntas existenciales a las que busca respuesta en la
oración, en la lectura y en la existencia se materializan en imágenes de
inquietante belleza plástica. Pero no hay revelación divina en sus sueños –no le es concedido el don de Jacob– sino una sucesión de nocturnas imágenes
inconexas que, a modo de rompecabezas, debe unir e interpretar durante el día.
Por eso siente vértigo con frecuencia y, tras la confesión de sus miedos de hombre,
se dirige al lector pidiendo auxilio: “No
quiero hacerme añicos/ Que se pronuncie el lector”. Alivia su angustia de
hombre durante el día la protección de sus siete paredes –los siete sacramentos–, que ligan al hombre de Fe que es, con la
esperanza.
Nefelibata, como acabamos de ver, está poblada de
deseos y de sueños, pero también de Literatura con mayúscula: del eco rítmico y
temático de la Biblia (repetición, paralelismo, el Apocalipsis, el Antiguo
Testamento, etc.), de las Danzas de la Muerte, del esperpento de Valle-Inclán,
del Simbolismo literario, de Goya. Y se escucha el claro eco de poetas como
Whitman, Lorca y Gil de Biedma…
En el sueño de
Fernando Vallejo se manifiesta su verdadero “yo”, pero trasladar el alma al
papel, verter en versos sus sentimientos, sus pasiones, frustraciones y sus
miedos, es casi una tarea de titanes. Y es que todo escritor necesita del
ropaje de la lengua y si se trata de poesía, la estructura métrica (aunque se
usa aquí siempre el verso libre), el ritmo y las figuras retóricas, la forma
lingüística compleja, se imponen como una tiranía. Pero Vallejo Ágreda sale
airoso del combate con la Lengua y consigue extraerle todas sus posibilidades.
En estos poemas
brillan las paradojas: “el sonido mudo de
la oscuridad”; las paronomasias: “el
ojo del buscarán”; los símbolos: “Entre
siete paredes. Todas blancas. / Una copa de vino.” Siente el poeta
particular predilección por el uso de la enumeración en su versión lógica: “Todo es invención. Fragilidad de las formas,
/ La imagen rasguñada de tantos recuerdos, / El cantar de los ciegos, / Los
viejos caminos de la niñez”. Pero brilla especialmente su capacidad para
crear felices enumeraciones caóticas –recurso propio de la
poesía moderna desde Whitman y muy usada por Neruda y Borges–, como en el poema nº 13: “el terremoto/ La quinta trompeta/ El
sacrificio de Abraham”, que culmina con una antítesis inesperada: tres
versos que son una lógica y ordenada flexión verbal: “yo vivo, / tú vives, / él vive”.
Pero el recurso
literario por excelencia en la obra de este autor, ya desde su primer libro, es
el uso certero de los complejos mecanismos de la metáfora. Abundan las
metáforas atributivas que se prolongan durante varios versos a modo de
respuesta a la pregunta “Y yo ¿quién soy
en esta historia?”: “Un camino de vuelta. / El olvido. / Una herida que se
cura/ en el aliento de la espada. / Soy un ser humano, / el sueño del exilio.”
Y pueblan, además,
sus versos potentes antítesis, repeticiones constantes para marcar el ritmo y
una cuidada selección del vocabulario que, en numerosas ocasiones, sorprende
por su atrevimiento al lector.
Un libro, en fin, que
nos obliga a reflexionar sobre los grandes temas del Arte y de la Filosofía, a
conmovernos con la atrevida sinceridad de este poeta que, a través de una sabia
mezcla de prosa y poesía, nos emociona y deslumbra como lectores.
Francisca Soria
Gracias Javier, Josefina y Pilar, por esta publicación tan esmerada.
ResponderEliminarGracias a ti, Carmen, y a Francisca por tan brillantes reseñas y por vuestra decisiva aportación para que el encuentro con los poetas resultase una animadísima y fructífera tertulia.
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