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domingo, 11 de enero de 2015

"Juicio final", de Blas de Otero


                

            Juicio final



Yo, pecador*, artista del pecado,
comido por el ansia hasta los tuétanos,
yo, tropel de esperanza y de fracasos,
estatua del dolor, firma del viento.

Yo, pecador, en fin, desesperado
de sombras y de sueños: me confieso
que soy un hombre en situación de hablaros
de la vida. Pequé. No me arrepiento.

Nací para narrar con estos labios
que barrerá la muerte un día de éstos,
espléndidas caídas en picado
del bello avión aquel de carne y hueso.

Alas arriba disparó los brazos,
alardeando de tan alto invento;
plumas de níquel: escribid despacio.
Helas aquí, hincadas en el suelo.

Este es mi sitio. Mi terreno. Campo
de aterrizaje de mis ansias. Cielo
al revés. Es mi sitio y no lo cambio
por ninguno. Caí. No me arrepiento.

Ímpetus nuevos nacerán, más altos.
Llegaré por mis pies, —¿para qué os quiero?—
a la patria del hombre: al cielo raso
de sombras esas y de sueños esos.


                De Pido la paz y la palabra, 1955

* Comienzo tomado de la oración "Yo, pecador,
me confieso a Dios..."


Blas de Otero  (Bilbao, 1916-Madrid,1979) está considerado uno  de  los más grandes poetas españoles  de la segunda mitad del siglo xx, tanto por su extraordinario dominio del verso como por la profundidad de los conceptos expresados.    

Nacido en el seno de una familia de la burguesía vasca, sus primeros años fueron los de un niño rico educado en casa por una institutriz francesa, la mademoiselle Isabel   de quien habla en uno de sus poemas.   A los siete años ingresó en el colegio de María de Maeztu para aprender las primeras letras, y después en el colegio de los jesuitas. Sin embargo, la depresión económica posterior a la Primera Guerra Mundial afecta pronto a la familia, que se traslada a Madrid, donde el poeta termina el bachillerato en el instituto Cardenal   Cisneros.      La muerte de su hermano mayor, cuando el escritor tenía trece años,  y la de su padre, dos años después, determinan su futuro: se ve obligado a sacrificar su vocación por las letras para estudiar la carrera de Derecho e intentar rehacer la economía familiar.  Tenía quince años cuando regresa a Bilbao con su madre y sus dos hermanas. En su ciudad termina Derecho y lo sorprende el estallido de la Guerra Civil. Se incorpora a los batallones vascos (dependientes del gobierno vasco y de la República) como sanitario y, cuando el ejército de Franco toma la ciudad, es destinado a Levante.  

Al finalizar la guerra, trabajó en Bilbao como abogado, pero en 1943 marcha a Madrid a estudiar Filosofía y Letras, con la intención de ejercer la docencia, en un intento de conciliar sus obligaciones familiares y su verdadera vocación; sin embargo, la grave enfermedad de una de sus hermana le obliga a regresar de nuevo a casa, lo que le provoca una crisis depresiva que requiere su internamiento en el sanatorio de Usúrbil. Durante estos años compone poemas en los que expresa su crisis ideológica y su angustia existencial. 

Huyendo del asfixiante clima de posguerra, en 1951 marcha a París, donde permanece casi un año, entra en contacto con los exiliados españoles y se afilia al Partido Comunista, mientras su obra  se orienta hacia la poesía social. En París conoció a la actriz vasca Tachia Quintanar, con quien mantuvo una relación amorosa, transformada después en amistad duradera. A  su regreso, vive en Bilbao con su madre y su hermana mayor, dedicado exclusivamente a la poesía. Viaja a menudo por España dando conferencias y recitales.  

Entre 1956 y 1959 reside en Barcelona, invitado por José Agustín Goytisolo y su esposa, Asunción Carandell. Allí se relaciona con los poetas barceloneses que escriben en castellano y participa en la vida cultural. Posteriormente viaja a los países en que ha triunfado la revolución socialista: la Unión Soviética, China y, finalmente, Cuba donde reside desde 1964 hasta 1968. Regresa enfermo de cáncer y con la triste experiencia de un matrimonio fracasado con la cubana Yolanda Pina. Reencuentra el amor en Sabina de la Cruz, su novia a comienzos de la década de los sesenta, con la que compartirá, en Madrid, los once años que le restan de vida.

Gabriel Celaya, Blas de Otero, Asunción Carandell, Carlos Barral y J.A. Goytisolo

La obra poética de Blas de Otero es una síntesis de la poesía compuesta en España después de la Guerra Civil. Dejando al margen sus obras juveniles, su primera etapa corresponde a la poesía existencial. Ángel fieramente humano (1950) se caracteriza por una poesía desgarrada y la actitud atormentada del poeta ante la muerte  y el silencio de Dios, de quien se siente abandonado. En cuanto a la métrica, predominan las formas clásicas, sonetos, sobre todo.  Abundan también fórmulas procedentes de la tradición religiosa y las referencias a la Biblia, de la que toma también el recurso del paralelismo. En Redoble de conciencia (1951, Premio Boscán) se acentúa la rebelión contra el silencio de Dios, pero se advierte el acercamiento solidario del poeta a los demás seres humanos, adivinando, así, una salida a su conflicto existencial. Con ambos libros, en los que se intercalan poemas nuevos, se suprimen algunos del primero y se modifica el orden, forma  Ancia (Premio de la Crítica 1958 y Premio Fastenrath de la RAE en 1961), cuyo título resulta de unir la primera sílaba del uno y la última del otro.

Con Pido la paz y la palabra (1955) se abre una nueva etapa en su producción poética, la de la poesía social. Sus inquietudes, centradas ahora en el ser humano, toman  una dimensión colectiva que se concreta en la España de los años cincuenta, cuya miseria e injusticia se denuncian sin caer en el pesimismo, con la esperanza puesta en un mundo mejor. En su siguiente libro, En castellano (1959), publicado en París por problemas de censura,  se hace más evidente el mensaje político y la sobriedad expresiva iniciada en el anterior. La censura eliminó también un tercio de los poemas de Que trata de España (1964), obra dirigida "por y para la inmensa mayoría" frente a la "inmensa minoría" de Juan Ramón, emocionado paseo por distintos lugares de España que expresa el deseo de una justa convivencia en paz, en el que incorpora formas métricas de inspiración tradicional, formas clásicas (como el soneto) renovadas  y el  verso libre.

En sus últimos años cultiva una poesía  experimental. A esta etapa pertenece Historias fingidas y verdaderas (1970), libro en prosa formado por textos que oscilan entre el relato, el ensayo breve y el poema en prosa. Abundan los textos autobiográficos (la infancia, la vida cotidiana). Compuso además numerosos poemas,  parte de los cuales fueron recogidos en Mientras (1970). Póstumamente, en 2010,  apareció una edición conjunta de sus dos libros inéditos, con el título de Hojas de Madrid con La galerna.  En ellos se funde la vertiente existencial y social de su poesía. En ambos, con evidentes influencias del surrealismo, predomina el verso libre, y es frecuente la ruptura de la lógica y las asociaciones insólitas.

Poeta imprescindible", ha escrito Emilio Miró, "Blas de Otero [...] ha sido el cantor del hombre y su dignidad, del entrañable 'cantar de amigo' de un tiempo sombrío y una historia viva, siempre en marcha hacia el futuro."

Su compañera de generación Angelina Gatell evoca a Blas de Otero en el siguiente poema, dedicado a su viuda, Sabina de la Cruz (1929-2020):
Foto: Cadena Ser


Silencio

Pero debo callar y callar tanto...
Blas de Otero

A Sabina de la Cruz

A veces te bastaba con llegar a mi casa
con aquel ángel fieramente humano en las pupilas.
Traías tu silencio y envuelto en él dejabas
que el tiempo transcurriera
igual que una corriente por los valles,
de la amistad que no precisa
de gestos, ni palabras, ni razones, ni méritos.
Ni siquiera de versos.
El agua,
ejercitada en ser cristal o abeja,
pasaba entre nosotros. Se llevaba la tarde
como una sombra trémula,
navegada
por todo lo no dicho.
Después, dejando el sufrimiento de tus labios
al borde de una copa
o de una taza de café vacía,
nos tendías la mano
(a mí solías besarme levemente),
y te ibas despacio hacia la puerta
donde mi madre,
salía también a despedirte.
Sólo quedaba, atestiguando tu presencia en mi casa,
un periódico muy leído
y aquella intensidad que eran tus ojos.

(Angelina Gatell, La oscura voz del cisne, Bartleby, 2015)


Escucha una versión cantada de "Me queda la palabra", uno de los poemas más conocidos de Blas de Otero: 


1 comentario:

  1. ¡Chulo el poema! Y también me gusta esa chulería altanera ante ese Dios, Yahve o Alá que nada sabe.
    Carlos San Miguel

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