Ignacio MARTÍNEZ DE
PISÓN: El día de mañana, Biblioteca
Breve, Seix Barral, 2011, 382 páginas.
El día de mañana es una gran novela realista en la
que Martínez de Pisón, al igual que consagrados maestros del género –desde
Pérez Galdós hasta Vargas Llosa-, consigue crear un microcosmos de personajes
originales que parecen llenar totalmente la ciudad de Barcelona a lo largo de
los aproximadamente veinte años en los que transcurre la acción: las décadas de
los sesenta y setenta, el periodo del fin del franquismo y de la transición.
No se trata de
una novela histórica, sino intrahistórica. Martínez de Pisón, zaragozano nacido
en el año 60 y residente en Barcelona desde 1982,
ha
tenido que hacer un trabajo previo de documentación para reconstruir un escenario
y unos acontecimientos que no vivió. El autor plasma fielmente (pero sin
descripciones convencionales) física y emocionalmente una Barcelona que no mira
al mar -sin atisbos de belleza, práctica- a través de las vivencias de sus
pobladores: inmigrantes de la España interior que se empeñan en la
supervivencia, obreros comprometidos en la lucha antifranquista, universitarios
utópicos, burgueses víctimas de sus propias contradicciones, acomodados
escritores de la “gauche divine”, policías y colaboradores de la Brigada Político Social (órgano de espionaje y
represión durante el franquismo), terroristas de ideologías varias, farsantes
de diversa índole -curanderos,
visionarios, empresarios-, políticos, personas íntegras de discreta existencia…
La mayoría de ellos son personajes ficticios, que ganan verosimilitud al
convivir con figuras históricas (el alcalde Viola, los artistas que
frecuentaban la discoteca Bocaccio, Adolfo Suárez, Felipe González…) y al ser
testigos o agentes de acontecimientos reales (el Proceso de Burgos, el encierro
en la Abadía de Montserrat, los atentados contra la revista El Papus, la muerte de Franco…).
Sobre ese fondo
destaca con nitidez el protagonista, Justo Gil, un personaje que evoluciona
ante los ojos del lector, un antihéroe, víctima de sus propias debilidades y de
la moral colectiva del momento que le tocó vivir, un hombre quizá bueno que en
el torrente de la vida se ve arrastrado a la degradación. Es un personaje
misterioso y escurridizo que no tiene voz en la narración, sino que es
retratado a través de los recuerdos que dejó en una serie de trece
contemporáneos, quienes relatan también sus propias biografías y muestran su
galería particular de relaciones y de emociones. Este recurso técnico, tan
cinematográfico, de reconstrucción subjetiva, fragmentaria y retrospectiva,
conviene perfectamente a la intriga que el escritor persigue y al estudio de un tema,
tan filosófico-literario, como el de la personalidad y sus múltiples
percepciones, al tiempo que refuerza la condición de marginado de Justo Gil, siempre
en la órbita de muchas personas y ambientes, pero nunca integrado en ellos.
La novela es
fácil de leer porque huye de la palabrería, tiene un ritmo dinámico, sin
tiempos muertos, y se sazona con el tono
agridulce de la propia vida, con anécdotas divertidísimas y personajes
pintorescos que alternan con la sordidez y la mediocridad de otros, por lo que
admite lectores sin otra pretensión que el deleite.
La grandeza y
maestría que Martínez de Pisón evidencia en su obra no se debe solo a aciertos
técnicos y temáticos, sino también a la mirada compasiva, o al menos
comprensiva, con que observa a sus criaturas –sobre todo a Justo Gil-, una
lección no explícita de tolerancia, sin soflamas.
Creo que el día
de mañana se estudiará esta novela como ejemplo de aportación relevante a la
reconstrucción de un periodo histórico trascendental en España y a la invención
de un personaje que deambuló por Barcelona con la fuerza realista de aquellos
otros de Juan Marsé o de Eduardo Mendoza. Están en el camino de los clásicos, a
condición, claro, de que otros lectores compartan mi modesta opinión.
Concha Botaya, profesora de Lengua castellana y Literatura del IES Goya
Encontrarás información sobre el autor en este blog:
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No sé si 'El día de mañana' se convertirá en un clásico, pero lo que sí sé es que hoy en día es uno de mis preferidos. ¡Cuántas novelas hay que leer para encontrar una así!
ResponderEliminarMe gusta especialmente la reconstrucción de una época y de un personaje (Justo) no a partir de un único narrador falsamente omnisciente, sino a partir de diversas subjetividades parciales que van apareciendo a lo largo de la novela (los diversos sujetos que, previamente a la escritura de la novela, fueron entrevistados por Martínez de Pisón, en un auténtico trabajo de investigación y documentación -y periodístico, al fin y al cabo-) (aunque, eso sí, interpretadas por un único entrevistador).
En la actualidad, pienso que se hace mejor periodismo en algunas novelas que en la mayoría de los (tele/radio)diarios: mientras que los diarios sólo suelen mostrar lo más visible y superficial de la historia, las novelas también permiten sumergirse y profundizar en la intrahistoria, en lo que se ha convertido (o se convirtió) en invisible por cotidiano. Tal vez esto cambie 'el día de mañana'... o tal vez no
¡Gracias por vuestra cálida acogida en el Goya, Concha y Josefina (y todo el departamento), y hasta pronto!
Muchísimas gracias, Sesé, por tu apasionado y acertado comentario. Es todo un lujo contar con una opinión como la tuya en nuestro blog, además de una satisfacción saber que compartimos el entusiasmo por esta magnífica novela.
EliminarHasta muy pronto.