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miércoles, 8 de junio de 2022

'El mar', de John Banville

Grupo de lectura "Leer juntos" del IES Goya

Sesión del 28 de marzo de 2022

Autor: John Banville

Obra comentada: El mar. Alfaguara, 2019.


 

 

Algunas notas sobre El mar de John Banville

 

    Max, narrador y protagonista, quiere comprender el pasado a través del presente. Por eso en su estilo de escribir va y viene.

    El pensamiento del tiempo pasado crea confusión... y se hace un bucle triste creando colores grises y húmedos. No hay alegría porque él está triste por su presente.

    Como el mar, va y viene. Pero su modo de escribir es muy bello y poético.

Inmaculada Martín


    El mar, que da título a esta novela, representa para Max Morden, personaje que crea John Banville, un refugio para sus recuerdos y tiene una relación muy directa con un hecho trágico en su vida que sólo descubriremos al final y cuyas consecuencias marcan su vida posterior.

   El mar evoca también una etapa de desarrollo adolescente en un verano de vacaciones, en el que el protagonista conoce a una familia de clase alta, con cuyos hijos establece una relación amistosa y de descubrimiento del amor o los placeres y del dolor o de la muerte. 

   Como el mar, la vida va y viene, y tras la muerte de su mujer Anna, Max vuelve a ese lugar con el propósito de escribir un libro de arte, aunque parece que su objetivo es cerrar un ciclo y conectar dos hechos trágicos buscando un refugio y un consuelo.

    Es una novela con muchos registros, muy lírica, con descripciones muy minuciosas narrada por el propio personaje y que a veces se dirige directamente al lector. Los continuos cambios temporales que sorprenden al principio de la lectura se hacen de forma muy fluida y van situando al lector en el ánimo del protagonista.

   John Banville escribe novela negra con el seudónimo de Benjamin Black, y se siente a gusto con ello, pues llega a decir que John puede escribir 200 palabras en un día mientras que Benjamin puede escribir 2000.

  En una novela negra hay miedo, violencia, inseguridad, misterio, crítica social, intriga amorosa... y muchas veces no se trata de la resolución de un crimen sino del esclarecimiento de un enigma. De todo esto hay también en esta novela. Está la atmósfera misteriosa con el porqué del regreso de Max a esa localidad costera y con la serie de personajes de los que poco se sabe. Está Rose, la asistenta que vive con la familia Grace; tenemos a Myles, el hijo que no habla y la extraña relación entre los hermanos; aparece el coronel Blunden, que vive en la pensión y parece que su presencia justifica que esa casa sea una pensión; la señorita Vavasour, que regenta la pensión, o su amiga la señorita Bello. Y las difíciles relaciones entre ellos.

  La emoción va aumentando a medida que avanza la lectura del libro, que se hace rápida y dinámica. No hay un investigador del misterio, pero es Max el que lo va desentrañando hasta llegar al sorprendente desenlace, al esclarecimiento del enigma, encajando para el lector todas las piezas del puzzle.

María Luz Mayoral Gastón



    Max Morden es el protagonista y narrador de esta historia. Tras la muerte de su esposa, decide volver al pueblo costero donde pasó algunos años de su adolescencia, buscando refugio no solo en el lugar sino también en aquellas vivencias que le han acompañado durante toda su vida.

   La novela transcurre en un vaivén de recuerdos y vivencias:

  • La vida con su esposa Anna, sobre todo durante sus últimos meses de enfermedad.

  • Aquel verano, en este mismo lugar, cuando con once años descubrió y convivió con la familia Grace: los padres Carlo y Conne, los gemelos Chloe y Myles y Rose, la cuidadora de los niños.

  • Su hija y las discrepancias que mantiene con ella.

  • Y su vida actual en “Los Cedros” conviviendo con la señorita Vavasour, patrona de la Casa, y el coronel, que está hospedado en ella.

   Las descripciones de los objetos, de los paisajes y de los sentimientos son detalladas y llenas de belleza. Nos llenan de nostalgia y nos hacen profundizar en nuestras propias vidas.

   El mar está presente de forma continua: recuerdos y vivencias van y vienen de forma similar al movimiento de las olas. La narración es intimista y el ambiente es triste, grisáceo y plomizo.

   Yo recomiendo experimentar todas las emociones, sentimientos y reflexiones que su lectura provoca.

María Bueno


    Podríamos afirmar que El mar es una novela muy pictórica, no por casualidad: el protagonista es historiador del arte y está escribiendo una monografía sobre Pierre Bonnard.

   Max describe los episodios que va rememorando como si fueran escenas pictóricas en las que el tiempo se ha detenido: "A la memoria le desagrada el movimiento, prefiere las cosas en quietud". Sus descripciones son auténticas composiciones escénicas, igual que las fotos que su esposa Anne hacía en el hospital. Destacaría, entre muchas, dos escenas de la primera parte y una de la segunda: los Grace en la playa, la tarde del picnic y el episodio de la extraña marea.

   Las referencias directas a la pintura son constantes. En un pasaje de la novela, Max describe detalladamente una obra de Bonnard, Desnudo en la bañera, con perro, en la que pinta a su esposa Marthe y, a continuación, rememora un episodio en relación con Anne poco antes de su muerte, cuando Max y ella se retiraron a su casa junto al mar (señalando el paralelismo con lo que Bonnard y Marthe hicieron también): "Estaba tan silenciosa, allá en el cuarto de baño de la primera planta, que a veces me sentía alarmado [...] Yo bajaba lentamente las escaleras y me quedaba junto al cuarto de baño, sin hacer ruido, como suspendido allí, como si fuera yo el que estaba bajo el agua, escuchando a través de la puerta, desesperado por oír sonidos de vida [...] Entonces oía un suave movimiento de agua cuando ella se movía, la leve salpicadura de cuando levantaba una mano para coger el jabón o la toalla, y me daba media vuelta [...]"

   Y no solo Bonnard. La obra está plagada de otros referentes pictóricos: el tiempo detenido en muchas escenas tiene su correlato en obras de arte concretas o en rasgos característicos de pintores muy diversos. Veamos algunos ejemplos:

    "Está justo en la misma posición que la doncella de Vermeer con la jarrita de leche, la cabeza y el hombro izquierdos inclinados, una mano ahuecada bajo la pesada cascada del pelo de Rose, y la otra vertiendo un chorro de agua densa y plateada de una desportillada jarra de loza" [La señora Grace lavándole el pelo a Rose].

   "Todo lo que siguió a continuación lo veo en miniatura, en una especie de camafeo, o en una de esas imágenes panorámicas, vistas desde arriba, en las que los pintores clásicos, en un lugar que no era el centro exacto, representaban la escena de un drama con detalles tan ínfimos que apenas se notaban entre las extensiones azules y doradas del mar y el cielo" [Los acontecimientos del día de la extraña marea].

   "Una lamparita, que yo pensé que era una vela, estaba encendida en una mesa a su lado, derramando un tenue globo de luz sobre la escena, que en su conjunto —una composición en círculo, tenuemente iluminada, de mujer sentada y hombre que pasea—, podría haber sido un estudio nocturno de Gericault o De la Tour" [Max en su habitación después de ser rescatado por el coronel].

    "Esta nariz está desviada un pelín a la izquierda, de modo que cuando se la mira de frente se tiene la ilusión de verla al mismo tiempo de cara y de perfil, como en uno de esos complejos retratos de Picasso [....] mantenía la cabeza muy inclinada hacia abajo, los párpados caídos y la barbilla, con un suave hoyuelo, pegada al hombro. Entonces parecía una madonna de Duccio" [Descripción de los rasgos físicos de Rose].

   En su rememoración selecciona los elementos que quiere destacar en cada escena, juega con el encuadre y con el color como lo haría un pintor, o un fotógrafo con el enfoque: "De las tres figuras centrales de ese tríptico veraniego decolorado por la sal, ella [Rose] es, extrañamente, la más bien perfilada en la pared de mi memoria [...] Sigo mirándolas de cerca, a las dos Grace, ahora la madre, ahora la hija, aplicándoles una nota de color aquí, difuminando un detalle allá, y el resultado de trabajarlas de cerca es que, en lugar de tenerlas más enfocadas, cada vez lo están menos, incluso cuando reculo para contemplar mi obra".

   En la relación que esta novela tiene con el arte, cabría destacar también la reflexión sobre la creación y el oficio, a propósito de Bonnard y otros pintores muy próximos a él: "Fabricantes de papel pintado como Vuillard y Maurice Denis fueron tan diligentes —he aquí otra palabras clave— como su amigo Bonnard, pero la diligencia no es nunca suficiente". Y también aprovecha para situarse él mismo: "a lo que hago tampoco lo llamaría crear", y reconocer que lleva años atascado en su trabajo sobre Bonnard: "ya hace tiempo que comprendí que no tengo nada original que decir de él".

 

Pilar Cancer




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