© Lola Catalá
Caballos de cartón cruzando el cielo
Del otro lado de la infancia vienen esas voces de colores,
estos lápices que tensan la verdad de la mañana:
volcán de niños golpeando el aroma de las flores en los parques.
Una vez ahí te viste, aunque no te reconoces,
coronado de cintas y dragones.
Clavicordio de risa permanente dando forma al vacío
de las horas, verbo al sueño. Ganando mil batallas.
Nunca el tiempo fue tan bello ni más alta su cima.
Caballos de cartón cruzando el cielo.
Y nunca te asustó la fiebre, porque estaba hecha de espuma,
plegada en un océano de sábanas.
El dolor, entonces, aún era misterio.
Hacías de la tarde un vasto territorio,
un triángulo de llanto con sol en cada esquina;
y lentamente abrías abismos a tu paso,
vengabas las estrellas
lanzando tus ejércitos de llamas en la noche:
sonora turba virgen sin secretos.
¿Quién habitó esos días despojados de ira?
¿Quién anunciaba la muerte con pantalones cortos?
¿Quién dejó allá abajo, del otro lado de la infancia,
su huella como honda epifanía, su ansia de lo eterno?
De aquello que aprendiste nada queda,
pues tu memoria de entonces crepita en la memoria de los otros.
A veces es ceniza, a veces pura música inconcreta,
un círculo de oro con libélulas,
una leve vibración como un estanque,
una cueva de cristal dentro del pecho.
Era edad sin edad,
semilla verdadera.
Jamás andar descalzo fue tan cierto.
De Las máscaras, DVD, 2004
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Lo que yo no sé es si las infancias de ahora, -sin calle, sin pueblo y con móvil- servirán para evocarlas poéticamente
ResponderEliminarCarlos San Miguel