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viernes, 7 de junio de 2019

'Ordesa', de Manuel Vilas


Grupo de lectura "Leer juntos Hoy" del IES Goya
Sesión del 6 de mayo de 2019
Obra comentada: Ordesa, Barcelona, Ed. Alfaguara, “Narrativa hispánica”, 2018
Autor: Manuel Vilas 





Foto: Lisbeth Salas


¿Quién es Manuel Vilas Vidal? 

Nacido en Barbastro (Huesca), 1962.

OBRA:
-     Poesía: El cielo (2000), Resurrección (2005), Calor (2008), Gran Vilas (2012), El hundimiento (2015), Poesía completa (2016).
-        Novela: España (2008), Aire nuestro (2009), Los inmortales (2012), El luminoso regalo (2013), Ordesa (2018).
-         Autobiografía: América (2017).
-       Premios: XV Jaime Gil de Biedma, 2005; VI Fray Luis de León, 2008; XXXIII Premio Ciudad de Melilla, 2012; XVII Premio Internacional de Poesía “Generación del 27”, 2015.
¿Qué es Ordesa?
Se trata de una novela compuesta por 157 secuencias numeradas, más un Epílogo (La familia y la Historia) integrado por 11 poemas titulados: El Crematorio; Retrato; Historia de España; La lluvia; Huesca, 1969; Cambrils; 1980; Coca-Cola; Daniel; Papá y 974310439. Los once poemas fueron incluidos, tras muchas dudas del autor, a modo de “un making-of de la novela. Me parecía que completaban la historia desde otro ángulo” (Entrevistado por Antón Castro en Heraldo de Aragón).

El título, Ordesa, aparece justificado argumentalmente por ser un lugar por el que su padre sentía auténtica devoción, a donde lo llevó siendo él niño y adonde quiso llevar Vilas a sus hijos, porque es su personal “paraíso perdido”. El topónimo aparece también definido y descrito en sus páginas: “El valle de Ordesa sigue allí, no ha cambiado en estos ciento cincuenta millones de años. Sigue igual, tal como se creó en la era terciaria. Después de ciento cincuenta millones de años estando solo, el 16 de agosto de 1918 fue declarado Parque Nacional y comenzaron a venir los montañeros a escalar los 3.355 metros de altitud de Monte Perdido”. (sec. 142, p. 320)

En la primera secuencia arranca la estructura espacial del relato, en Madrid un 9 de mayo de 2015, cuando el autor siente un enorme vacío vital por la desaparición de sus padres. La ciudad le resulta extraña y decide regresar con la memoria al Barbastro de su infancia, de su juventud y de su vida. A partir de ahí la narración se desenvuelve en multitud de “viajes”, sin orden preestablecido, a los lugares de su infancia y adolescencia. Y es que la estructura espacial gira en torno a Barbastro y sale de allí para llegar a Huesca, Zaragoza, Ordesa o Galicia y regresar nuevamente allí al final de la novela.

Idéntico tratamiento reserva el autor para la estructura temporal, tejida de multitud de flashbacks en desorden, a golpe de recuerdos, a diferentes momentos vividos junto a sus padres. Es una especie de “viaje a la semilla” que diría Alejo Carpentier, porque que el relato termina en una “gran noche de 1961, mes de noviembre, tranquilo, benigno, dulce”, la noche en que Manuel Vilas fue concebido: “Son jóvenes los dos y se disponen a llamarme de entre la oscuridad. No soy. Nunca he sido. Sin embargo fui presentido por todas las cosas hace millones de años”. (sec. 157, p. 356)

Comenzó a escribir esta novela al morir su madre, cuando la sensación de orfandad se hizo insoportable, pues justo entonces su matrimonio terminó en un doloroso divorcio, que “me llevó a lugares del alma que jamás hubiera pensando que existían” (sec.22, p.71). Todo ello le impulsó a escribir Ordesa, la obra de quien se siente por primera vez en la vida solo, porque ha perdido la tranquila seguridad que proporciona la certeza de pertenecer a un “clan biológico”, que desaparece irremediablemente cuando los progenitores se van. 

Pero, habitualmente, queda la esperanza de pertenecer a otro clan similar, uno nuevo en el que uno se convierte en progenitor y lega sus genes a otros. Un seno familiar en el que verter afectos y sentirse al abrigo. Pero cuando la vida hace coincidir la desaparición de esas dos anclas vitales por muerte de los padres y quiebra de la propia familia, el desasimiento es total. Y una forma de sortearlo es la escritura. Manuel Vilas lo intentó diez años atrás, al recibir el impacto de la muerte de su padre, pero no encontraba el vehículo ni el tono adecuados. Al fallecer su madre, dio con la fórmula: una novela en la que narrar su historia con un tono casi siempre lírico e íntimo o deliberadamente distanciado e irónico. Siempre veraz, pero siempre muy literario. “No me sirvo de la ficción. Lo que cuento de mis padres es verídico” (Heraldo de Aragón, entrevista cit.).

Todos los grandes temas de la Literatura: la vida, la enfermedad, la muerte, el tiempo, la existencia cotidiana, la ruptura sentimental o la soledad –presente en todas las páginas– aparecen en Ordesa ligados a las vivencias del propio autor. Pero se hace presente también un tema infrecuente: la paternidad, que Manuel Vilas siente en lo más profundo de su ser. Adora a sus hijos y no quiere esconderlo, aunque trate de encubrir el dolor de su separación: “Vienen poco a verme” (sec. 127, p.278). Toda la secuencia 127 está dedicada a ellos, a la aceptación de sus hijos tal y como son y a su sentimiento de culpa. Al final, asegura que su amor incondicional irá más allá de la muerte: “velaré por ellos, aunque esté muerto”. 

Manuel Vilas es profesor de Lengua y Literatura y era irremediable que Jorge Manrique, La Biblia, Garcilaso, santa Teresa, Cervantes, Quevedo, Antonio Machado y un sinfín de autores se pasearan de un modo u otro por estas 387 páginas, que no dejan de ser en ningún momento una obra literaria. Manuel Vilas mantiene su voluntad de escritor. Así, para hablar de su hipocondría, escribe una sola oración que ocupa 38 líneas (sec. 32, pp. 88-89). O recurre a una apelación juglaresca al lector: “Si hubierais conocido a Verdi, lo entenderíais” (sec. 108, p. 226). O traspone los sentimientos a los objetos hasta humanizarlos –ya sean galletas, corbatas, camas, neceseres o un ascensor– adjetivándolos como solos, desamparados y tristes. Usa metáforas, antítesis, símiles, etc., en un claro ejercicio de estilo.  Y cambia el nombre de los personajes por el de músicos insignes Bach, Wagner, Vivaldi, Brahms, Verdi, etc., sin que quede clara la finalidad de esta heteronimia.

Por todo ello, Ordesa no es una mera confesión, aunque el autor se abra “en canal” o aunque esté narrado en primera persona, porque Vilas no ha eliminado al narrador de los hechos ni al autor de la novela. Y entre los dos tejen un texto fragmentario lleno de recursos literarios, con momentos de narración y descripción objetivas, o completamente subjetivas y líricas, muchas veces amargas y, a menudo, reflexivas y filosóficas, pero sobre las que brilla con fuerza el sol de Ranillas.

Mención especial merecen los elementos gráficos de la novela. El autor se ha ocupado de rescatar algunas fotografías, las escasas imágenes en papel que Vilas conserva de su familia, a causa de la obsesión destructora de su madre. Aparecen todas ellas a modo de documento, como prueba irrefutable de la apostura de su padre, la belleza de su madre, del misterio de su abuela o de su propia existencia infantil.


Esta novela ha alcanzado un enorme éxito de lectores, pero no es un best seller, porque no es fácil aunque sea muy ágil, no es costumbrista aunque refleja la realidad de aquella España desaparecida, no es ligera aunque esté salpicada de momentos de humor, no es superficial porque trata con hondura los temas esenciales de la vida. 

Una novela que toca “la fibra” del lector. Ojalá todo el mundo la lea a tiempo.

Mayo 2019
Francisca Soria Andreu


En este blog puedes leer también algunos poemas del autor:
-El poema en prosa "Mujeres": AQUÍ.
-"Piénsatelo" y "974310439" (incluido en Ordesa): AQUÍ.


1 comentario:

  1. Me impactó tanto Ordesa que la leí dos veces. El comentario de Francisca es tan profundo y certero que me va a obligar a leerla por tercera vez.
    Manuel y Francisca son dos grandes de la literatura. Además, fueron grandes compañeros y grandes amigos.
    Me siento muy orgullosa de los dos. Fue un lujo ser vuestra compañera en el Instituto Goya.

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