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viernes, 14 de junio de 2019

La biblioteca de Medina Azahara, en 'Más allá del mar de las Tinieblas'

Medina Azahara, Salón Rico

Más allá del mar de las tinieblas es una apasionante novela juvenil que nos sumerge en la maravillosa historia de la escritura. La acción se sitúa en el siglo x, cuando la antigua Córdoba era el límite del mundo conocido, más allá del cual se extendía el mar de las Tinieblas. A esta ciudad, capital del califato cuyos territorios ocupaban la mayor parte de la península Ibérica, llega Abul Anbas, un mercader que dice haber estado más allá del mar de las Tinieblas. En su carromato guarda los secretos del mundo: un cargamento de libros -en aquella época, objetos escasos y preciados- que despertará el interés de los bibliófilos de la ciudad. Entre ellos, se encuentra Maryam, la bibliotecaria del califa Al-Hakam II, conocido como el Señor de los Libros. Su biblioteca del palacio de Medina Azahara era entonces la mayor del mundo. Así describe palacio y biblioteca  Antonio Álamo, autor de la novela:
     El famoso palacio de Medina Azahara se encontraba a una hora de camino a pie de la ciudad de Qurtuba y estaba destinado a ser el más hermoso del mundo. En aquel palacio, rodeado de jardines, huertas y casas de campo, vivían unas cinco mil personas. La Casa Real era un palacio dentro del palacio, y en el Salón del Trono, cuyos techos habían sido cubiertos con finas láminas de oro, había una fuente de mármol llena de mercurio que producía fantasmagóricos juegos de luz y maravillaba a los visitantes. En sus jardines era posible encontrar un museo de autómatas, una mezquita de cristal, una pradera de almendros en flor, una jaula de leones, otra de monos, un cercado de jirafas, además de loros, pavos reales, gansos y estanques con nenúfares, ranas y peces de colores. Solo para alimentar a estos peces se empleaban doce mil hogazas de pan diarias. Naturalmente, el palacio contaba con un cuartel para los soldados, despachos para los mil y un funcionarios, un palacete para los invitados, un harén para las mujeres, unas caballerizas para las monturas, una escuela para los niños y una biblioteca para los libros.
     El propio califa Al-Hakam II había proyectado y dirigido la construcción del elegante edificio que albergaba sus libros. La antigua biblioteca, que había fundado su padre y estaba situada en el alcázar de Qurtuba, había sido desmantelada tras una mudanza para la que se habían requerido más de tres semanas de trabajo y setecientos viajes de camello. Pero el esfuerzo había merecido la pena. La nueva biblioteca de Al-Hakam II era un lugar único en el mundo. Algunos viajeros se acercaban hasta el palacio de Medina Azahara solo para poder conocerla y certificar su rotunda existencia.
     En el centro de la sala principal el califa había dispuesto un estanque con peces de colores y una fuente, pues era de la opinión de que el rumor del agua favorecía la concentración en la lectura. Tenía grandes ventanales con el fin de aprovechar la luz del sol, pero también lámparas majestuosas para trabajar y leer de noche.
     En principio cualquiera podía visitarla y pedir alguno de los libros o ser aconsejado sobre una materia en particular. Luego se le asignaba un pupitre y, en caso de que estuviera interesado en copiar alguno de los documentos, se le facilitaban papel, cálamo y tinta. Divanes, cojines, tapices y pupitres de escritura se desperdigaban aquí y allá sin mucho concierto, y once puertas conducían a otras once dependencias llenas de más libros, pliegos y rollos de papiro. Pero cada cierto tiempo la biblioteca proyectada se revelaba insuficiente, así que de las once habitaciones nacían otras once puertas que conducían a nuevas dependencias. Y cada vez que los libros empezaban a amontonarse en el suelo, el califa ordenaba abrir otra puerta y construir una nueva sala, ganando cada vez más terreno al jardín que circundaba el edificio. Al final la biblioteca se asemejaba a un laberinto.
     En cualquier caso, si había un lugar del palacio que al califa le gustaba frecuentar era, precisamente, la biblioteca, de la que se sentía enormemente orgulloso. Tenía sobrados motivos para ello, pues no había una mayor en el mundo. Cuando terminaba de estudiar uno de los libros, anotaba su nombre, la fecha y hasta un pequeño comentario con sus impresiones. Aunque era un consumado genealogista y mostraba predilección por los libros de historia, también se dejaba tentar por la poesía, la filosofía y la ciencia. Se diría que estaba empeñado en leer todos y cada uno de los libros de su colección, que incluía rollos de papiro de la mítica Biblioteca de Alejandría, pergaminos antiguos de enigmática escritura y, por supuesto, las últimas creaciones  de los más afamados historiadores, poetas, matemáticos, astrónomos y alquimistas.
 (Antonio Álamo, Más allá del mar de las Tinieblas, Madrid, Siruela, 2017, pp. 32-33)

Dionisio Baixeras, Recepción de embajadores de Bizancio en Medina Azahara

Antonio Álamo, nombre por el que se conoce a Antonio Díaz Gutiérrez del Álamo (Córdoba, 1964), es un escritor español cuya obra literaria incluye narrativa, libros de viajes y obras de teatro.  Ha sido traducido al catalán, al italiano, al portugués, al árabe, al inglés, al francés, al rumano y al ruso. Ha publicado las novelas Breve historia de la inmortalidad (1996), Una buena idea (1998), ¿Quién se ha meado en mi cama?  (1999), Nata soy (2001), El incendio del paraíso (2004) y Más allá del mar de las Tinieblas (2017). Como autor teatral pertenece a la dramaturgia del milenio, heredera de las vanguardias, y ha escrito una docena de piezas de teatro -entre las que destaca la trilogía formada por Los borrachos, Los enfermos y Yo Satán, además de Caos, Cantando bajo las balas y Veinticinco años menos un día-, reconocidas con premios tan prestigiosos como el Tirso de Molina o el Born.  Es autor asimismo de numerosas versiones y dramaturgias, tanto de autores clásicos como contemporáneos, como Cardenio, para la Royal Shakespeare Company; La mujer y el pelele; Fuenteovejuna, o Los empeños de una casa, para la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Entre sus direcciones escénicas se cuentan La Copla Negra, en coproducción con el Centro Dramático Nacional, Juanita Calamidad o El pintor de batallas. Su trayectoria teatral lo ha convertido en uno de los más firmes valores del teatro español actual, cuyas obras se representan tanto en España como en el extranjero. Durante las temporadas 2004-2011  fue  director del Teatro Lope de Vega de Sevilla.

Antonio Álamo [dramatologia.com]

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