Título: Canfranc. El oro y los nazis
Autor: Ramón J. Campo
Editorial: Mira
Lugar y fecha de edición: Zaragoza, 2012
298 páginas
Introducción:
El periodista Ramón J. Campo quedó enganchado por una peripecia en la que no falta casi nada: buenos, malos, espías, maquis y un final abierto. Investigando entre Francia y España, rebuscando en la escasa bibliografía existente y escuchando a las pocas fuentes originales que siguen vivas, descubrió cosas nuevas y confirmó algunas conocidas que convierten su reportaje en un relato apasionante.
Contenido:
Las ratas y el olvido campan a sus anchas en la estación internacional de Canfranc desde que en 1970 (tras el hundimiento del puente de L' Estanguet, en la parte francesa) fue abandonada por Renfe y condenada a una ruina sucia y desmemoriada. Hoy solo quedan vagones desvencijados, vías muertas, vestigios de un pasado muy activo. Viéndolo, nadie diría que esta estación fue el paso que abrió las puertas de Europa a la siempre aislada Aragón, un lugar estratégico durante la Segunda Guerra Mundial y punto neurálgico para el tránsito del oro nazi, que los alemanes expoliaban en los bancos de los países invadidos o robaban a los judíos en los campos de concentración.
Ese oro robado durante la invasión de Europa servía para pagar minerales indispensables para la maquinaria de guerra de Hitler: el wolframio con el que se blindaban los tanques (procedente de Galicia y Portugal) y el hierro de las minas de Teruel, que viajaba hasta las fábricas de armas, pasando también por Canfranc, como muestran los documentos.
Todo esto lo descubrió en 2010, después de ser utilizada la estación para grabar el anuncio de la Lotería Nacional, un guía turístico y conductor de autobús que hacía la línea Oloron-Canfranc: el francés Jonathan Díaz, de cuarenta años. Empujado por una curiosidad fermentada durante sus largas conversaciones con los ancianos de la zona, que conservaban fresca la memoria, Díaz tocó la historia cuando encontró, una noche de noviembre, un millar de documentos de la aduana internacional tirados por el suelo. Varios probaban el tránsito por Canfranc de 86,6 toneladas de lingotes de oro: 74,1 con destino a Portugal, y 12,5 que se quedaron en España. Otros certificaban el envío de 4 toneladas de plata, 10 toneladas de relojes, 44 toneladas de armamento y 4 toneladas de opio, que se quedaron en España.
El autor del libro, el reportero de "Heraldo de Aragón" Ramón J. Campo, cubrió para su periódico la información de la aparición de esos papeles ( y ganó por ello el Premio de la Asociación de la Prensa de Aragón). Pero Campo fue más lejos y encontró el factor humano. Descubrió que, además de transportar oro, el tren diario entre Canfranc y Madrid sirvió de vía de escape a cientos de judíos, a miembros de la resistencia francesa y a militares o espías aliados que huían de los nazis.
El libro revela que el jefe de la aduana francesa, Albert Le Lay, fue un espía aliado que facilitó el paso desde España de muchos secretos, espías y maquinaria para la Resistencia. Por Canfranc pasó el primer radiotransmisor que usó la Resistencia para comunicarse con Londres y la primera maleta (con 25 millones) con la que se sostuvo, afirma Campo, citando las memorias del coronel Remy, un espía que montó varias redes en Francia. Le Lay aguantó casi un año con los alemanes en el cogote, y se tuvo que fugar poco antes de que la Gestapo lo detuviera. Su fuga fue de película: taxis hasta Zaragoza y Madrid, coche diplomático de la Embajada británica hasta Sevilla, camuflado en un barco hasta Gibraltar, y avión a Argel.
Según relatan familiares de policías españoles de aquella época, estos tenían órdenes de entregar a la Gestapo a todo judío que encontraran. Muchos desobedecieron la orden. El libro descubre a un personaje fabuloso, el carabinero Salvador García Urieta, que recogía en los pasos fronterizos a los perseguidos del Tercer Reich y los ayudaba a escapar. Otros no tuvieron tanta suerte. Campo encontró en los archivos del ayuntamiento la partida de defunción de un judío llamado Starnanski Wladji, muerto de un ataque al corazón tras ser capturado por los alemanes junto con su familia.
El último elemento de esta epopeya pirenaica fue el maquis. Tres guerrilleros nacidos en Canfranc, militares republicanos, fueron los responsables de las primeras acciones contra los alemanes en esa zona del sur de Francia.
Franco encarceló en la Torre del Reloj de Jaca a 272 extranjeros que huían de los nazis, entre los que se encontraban militares aliados: un aviador británico, un radiotelegrafista canadiense, suboficiales polacos, comerciantes, jornaleros, periodistas, ingenieros..., de lo que existe un registro. Estos presos eran enviados a la cárcel de Huesca y a la de Zaragoza. También existen documentos escritos de algunas de las declaraciones.
Comentario y conclusión
He pasado muchas veces por Canfranc, pero nunca he visitado su estación. Al leer este libro, siento un gran interés por conocer y pisar el lugar que tuvo tanta importancia en la Segunda Guerra Mundial, que el libro me ha permitido conocer.
Es un libro basado en hechos reales, que está bien documentado y que permite conocer, aportando documentos y fotografías, una etapa importante en la historia de España y, por supuesto, de Canfranc y sus habitantes. Es ameno, interesante y de fácil lectura.
Luis Cervelló Mediel, 2º Bachillerato
El libro revela que el jefe de la aduana francesa, Albert Le Lay, fue un espía aliado que facilitó el paso desde España de muchos secretos, espías y maquinaria para la Resistencia. Por Canfranc pasó el primer radiotransmisor que usó la Resistencia para comunicarse con Londres y la primera maleta (con 25 millones) con la que se sostuvo, afirma Campo, citando las memorias del coronel Remy, un espía que montó varias redes en Francia. Le Lay aguantó casi un año con los alemanes en el cogote, y se tuvo que fugar poco antes de que la Gestapo lo detuviera. Su fuga fue de película: taxis hasta Zaragoza y Madrid, coche diplomático de la Embajada británica hasta Sevilla, camuflado en un barco hasta Gibraltar, y avión a Argel.
Según relatan familiares de policías españoles de aquella época, estos tenían órdenes de entregar a la Gestapo a todo judío que encontraran. Muchos desobedecieron la orden. El libro descubre a un personaje fabuloso, el carabinero Salvador García Urieta, que recogía en los pasos fronterizos a los perseguidos del Tercer Reich y los ayudaba a escapar. Otros no tuvieron tanta suerte. Campo encontró en los archivos del ayuntamiento la partida de defunción de un judío llamado Starnanski Wladji, muerto de un ataque al corazón tras ser capturado por los alemanes junto con su familia.
El último elemento de esta epopeya pirenaica fue el maquis. Tres guerrilleros nacidos en Canfranc, militares republicanos, fueron los responsables de las primeras acciones contra los alemanes en esa zona del sur de Francia.
Franco encarceló en la Torre del Reloj de Jaca a 272 extranjeros que huían de los nazis, entre los que se encontraban militares aliados: un aviador británico, un radiotelegrafista canadiense, suboficiales polacos, comerciantes, jornaleros, periodistas, ingenieros..., de lo que existe un registro. Estos presos eran enviados a la cárcel de Huesca y a la de Zaragoza. También existen documentos escritos de algunas de las declaraciones.
Comentario y conclusión
He pasado muchas veces por Canfranc, pero nunca he visitado su estación. Al leer este libro, siento un gran interés por conocer y pisar el lugar que tuvo tanta importancia en la Segunda Guerra Mundial, que el libro me ha permitido conocer.
Es un libro basado en hechos reales, que está bien documentado y que permite conocer, aportando documentos y fotografías, una etapa importante en la historia de España y, por supuesto, de Canfranc y sus habitantes. Es ameno, interesante y de fácil lectura.
Luis Cervelló Mediel, 2º Bachillerato
Estación de Canfranc |
Es interesante observar como nuestra memòria , por dejadez, se pierde en viejos hangares.
ResponderEliminargracias, Luis Cerveló por tu escrito.
Dra Consol Truchero
Interesantísimo tema. También he escuchado el relato de Nieves Concostrina, me he quedado con las ganas y voy a por el libro.
ResponderEliminarMuy interesante, en efecto. Estoy segura de que el libro de Ramón J. Campo no la defraudará. Gracias por su comentario.
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