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sábado, 21 de diciembre de 2024

'Guillermo el Mariscal', de Georges Duby

Grupo de lectura: “Leer juntos” del IES Goya
Sesión del 11 de noviembre de 2024
Autor: Georges Duby
Obra comentada: Guillermo el Mariscal (1985). Trad. de Carmen López Alonso. Alianza Editorial, 2019, 208 págs.


«Bel'amie, or me besereiz,

 Car ja mès nul jor ne[l] ferez. »

« Belle amie, baisez-moi,

et ce sera pour la dernière fois. »

(L’Histoire de Guillaume le Meréchal, vv. 18369-18370)


Desde hace tiempo, todos los años sugiero al grupo de lectura del IES Goya Leer junt@s un libro de temática histórica y siempre ha sido aceptado. Sólo puedo dar las gracias por vuestro buen acogimiento de mis gustos lectores y pediros disculpas por mi tesón.


Pero esta vez fui más lejos y, directamente, propuse un libro de historia, aunque “se lea como una novela”: Guillermo el Mariscal o el mejor caballero del mundo, obra del historiador francés George Duby (1919-1996), publicado por primera vez en 1984 (primera edición en castellano en 1985, en Alianza Editorial), que pronto se convirtió, no sin cierta polémica en un primer momento, en un libro de referencia en el ámbito de la historiografía y un clásico de la historia medieval.

Del autor sólo diremos que es considerado uno de los mejores medievalistas franceses de la segunda mitad del s. XX, vinculado a la Escuela de los Annales y especialmente orientado hacia la historia social y la historia de las mentalidades, miembro del Collège de France y de la Academie Française. Además de su extensa obra sobre la sociedad, la economía, el pensamiento, la política y el arte de la Edad Media, codirigió dos grandes e innovadoras colecciones, la Historia de la vida privada y la Historia de las mujeres (en los dos casos, cinco grandes volúmenes publicados por Taurus).

La originalidad de este libro está en que el autor reconstruye la biografía de Guillermo el Mariscal (c. 1146-1219), conde de Pembroke, un destacado personaje de la nobleza anglonormada en la Corte de los Plantagenet, a partir de un documento histórico, L’Histoire de Guillaume le Maréchal. Esta historia, una auténtica chanson de geste, es un largo poema, escrito en la primera mitad del s. XIII, por un tal “Jean”, Juan el Trovero lo llama el autor, por encargo de Guillermo el Mariscal el Joven, hijo mayor y por tanto heredero del gran Guillermo y, como tal, obligado a contar las hazañas y perpetuar la memoria de su padre e, incluso, a aumentar su honor, poco tiempo después de la muerte de este.

El poema, 19214 versos, pareados octosílabos rimados en consonante, está escrito en lengua anglonormanda o en dialecto poitevino y consta de 127 páginas –no le falta ninguna– a doble columna. De este texto sólo existe un ejemplar, copia del s. XVI, conservado en la actualidad en la Pierpont Morgan Library de Nueva York (signatura M888).

Entre 1891 y 1901, Paul Meyer (1840-1917), paleógrafo y lingüista francés, considerado en su época como una de las mayores autoridades de la lengua francesa, publicó el poema original (vol. I, vv. 1-10.152, y vol. II, vv. 10.153-19.214) y un estudio y explicación del texto (vol. III). Los tres volúmenes están disponibles on-line en los Archives de littérature du Moyen Âge (ARLIMA)[1].



Pilar Cancer y Francisca Soria han hecho un extraordinario y amplio análisis del libro de Duby desde el punto de vista histórico y literario, respectivamente. Por mi parte, sólo añadiré unos breves comentarios sobre algunas cuestiones que surgieron en nuestra animada, larga e interesante sesión de la lectura del pasado mes de noviembre.

La primera impresión, desde una lectora española menos conocedora de la historia de la literatura francesa, es que nos encontramos en un terreno conocido, una mezcla o, mejor, una suma del “Cantar de Mio Cid” y las “Coplas a la muerte de su padre” de Jorge Manrique. Efectivamente, “Guillermo el Mariscal” tiene algo de los dos: una canción de gesta que finaliza en una bella elegía, destinadas una y otra a perpetuar la gloria del caballero, por mandato imperial de la tradición.

 George Duby, el historiador, reconstruye la biografía del “mejor caballero del mundo” a través de este excepcional documento. Él mismo confiesa que pretende algo más: mostrar, explicar a un público que vive ochocientos años después, el funcionamiento del orden político feudal.

En varios momentos a lo largo de la obra, se invoca la tradición. Incluso el heredero debe actuar obligado por la tradición. Recordemos que la tradición es la base del sistema jurídico de los pueblos germanos, el fundamento de la ley. Por tanto, la tradición tiene fuerza de ley, es un imperativo legal. Todos los personajes actúan, o deben actuar, en cumplimiento de la ley.

La grandeza de nuestro héroe, según el autor, se basa en el firme cumplimiento de las normas de la caballería. Cristina Baselga nos aportó, en este punto, la clave, mostrándonos el “Libro de la orden de caballería”, de Ramón Llull. En 1275, época cercana a la vida de Guillermo, Lulio escribe este libro para explicar que los caballeros tienen “honor y señorío sobre el pueblo para ordenarlo y defenderlo”. Su misión, en este mundo jerarquizado de la feudalidad, es casi tan alta como la de los clérigos.

A lo largo de la obra se repiten estas normas, como deber y como ideal: “fidelidad, proeza y liberalidad”. En la Sociedad Feudal, estos conceptos transcienden lo que podemos considerar valores morales personales, pues constituyen, en realidad, la estructura del orden sociopolítico.

La fidelidad. El orden político feudal se basa en la confianza que el monarca deposita en su caballero y este en su inmediato inferior, y así hasta llegar al último eslabón de la escala social. Carlomagno pudo controlar su Imperio gracias a la confianza en sus condes y marqueses, en su fidelidad expresada en el juramento de vasallaje. Esta fidelidad se crea, se practica, se fomenta a través de la amistad: amistad entre compañeros de mesnada, amor y respeto al tutor que los ha formado durante muchos años, fidelidad al señor que les otorga un feudo, les da un estatus… Podríamos decir que lo que significa la amistad en las relacionas sociales personales se convierte en fidelidad en las relaciones políticas.

Fidelidad, en la sociedad feudal, es un concepto político y transgredir la fidelidad es un delito de lesa majestad, el mayor crimen, la mayor ofensa, la felonía. Guillermo manifiesta sus dudas y sus problemas cuando, en algunos momentos, debe ser fiel a dos señores.

La proeza. Los que guerrean son, según Adalberón, los protectores de la iglesia y del pueblo. Ese es su gran cometido para el que se preparan, se forman esmeradamente durante muchos años, desde una temprana juventud. Los lances y torneos en los que Guillermo siempre sale vencedor son un entrenamiento para ejercer esa protección cuando llega el momento, cuando llega la guerra. Y, aunque en la época de Guillermo ya había pasado el tiempo de las luchas feudales entre caballeros, el intento de constituir una monarquía feudal produjo numerosos enfrentamientos entre nobles rivales y todavía están por llegar las luchas dinásticas por el trono o por el territorio, que durarán cien años.

La largueza. Si la fidelidad es, en el feudalismo, un concepto político, la largueza es un concepto económico. En una sociedad en la que la jerarquía social, el que reza o el que guerrea, no produce directamente y en un tiempo en el que empieza a circular de nuevo el dinero, el caballero (en otro ámbito el abad), el heredero que por ley recibe toda la herencia, está obligado a proporcionar a los suyos el bienestar requerido y los medios necesarios.

Además, en la sociedad feudal, la propiedad no es un concepto absoluto. Guillermo no puede disponer de sus bienes libremente, está obligado por ley a transmitirlos íntegros a su legítimo heredero. Sus propiedades no son alodios, tierras libres, sino propiedades feudales, otro concepto de origen germano.   

En su historia, como recurso literario, Duby cambia el orden de la narración y comienza por el final del poema, por el relato de la despedida y muerte del héroe. Un hermosísimo capítulo, descrito como una escena, que pocos en la época podían contar, pues lo habitual era la muerte prematura y espontánea, sin tiempo a la preparación y la despedida. Pero cuando era posible, este era el ritual, en público, como debía transcurrir la vida del héroe, renunciando a todos y a todo, despojándose de todo, para presentarse como un buen cristiano ante el Todo Poderoso.

¿Renuncia a “todo”? ¿No va a quedar nada de él, ni un recuerdo?  No, quedará lo más grande, su honor. Sus deudos están obligados a trasmitir, de generación en generación, sus virtudes, sus hazañas y su encumbramiento hasta las más altas esferas el poder, para gloria de su linaje.

Algunos de sus actos públicos están registrados en documentos oficiales que nadie leerá, ni los suyos, porque no saben (“El señor no firma, porque es noble”). Pero algunos hechos hablarán de su gloria.

Guillermo reparte entre los suyos, sus amigos y compañeros, sus guerreros, sus sirvientes, sus bienes personales. Durante años, irán vestidos con sus propios trajes y todos podrán recordar así al gran caballero. Como comentó Carlos Salvador, en su voluntad de “despojarse de todo”, Guillermo toma posesión de sus sucesores, para mayor gloria suya.

Su heredero cumplirá con su deber y, para perpetuar el recuerdo de su padre, dejará dos testimonios: su imagen esculpida sobre su sepultura en la Iglesia del Temple y un largo y bello poema, un canto que narra todas sus hazañas, pues cantado de boca en boca, llegará al gran público y, gracias a ello, ha llegado hasta nosotros, ocho siglos después.



Lauda sepulcral de Guillermo el Mariscal conservada en la iglesia del Temple de Londres,
 hoy capilla de los Inns of Court (Colegio de abogados)


Concha Gaudó


GUILLERMO EL MARISCAL - UN BREVE APUNTE HISTÓRICO


Los trabajos de Georges Duby sobre la Edad Media han aportado una nueva visión sobre un periodo histórico muy lejano para nosotros. Georges Duby pertenecía a una generación de historiadores franceses que introdujeron nuevos temas en sus investigaciones, rompiendo tanto con una historia positivista ligada a los grandes personajes, hechos y batallas del pasado, como con una historia excesivamente constreñida por las explicaciones estructuralistas donde desaparece la acción humana frente a las determinaciones impuestas por las estructuras socioeconómicas. Estos historiadores también empezaron a echar mano de otras fuentes que antes no habían sido contempladas. En el caso de la reconstrucción de la historia de Guillermo el Mariscal, Duby se apoya en un recurso narrativo –el poema que Guillermo el Joven encargó después de la muerte de su padre como biografía y canción de sus hazañas− que para él constituye una fuente de información privilegiada sobre la sociedad feudal y, más en concreto, sobre la vida caballeresca.

Este libro de historia, escrito con mucho rigor, se lee como una novela de aventuras. El autor consigue transmitir emoción y suspense, es un relato vivo frente al formalismo y frialdad de muchos trabajos académicos. Pero este libro no es ficción, es historia. Cabe destacar dos ejes que traspasan toda la obra y que no son sino procedimientos explicativos propios del pensamiento histórico: el juego entre estructuras e individuos, por una parte; el papel de la memoria, por otra. El relato de una vida como la del Mariscal nos interpela sobre las posibilidades y límites de la acción humana que siempre se desenvuelve en un contexto social lleno de condicionantes; permite, en definitiva, relacionar sujetos y estructuras. En la biografía de Guillermo encontramos un buen ejemplo de las complejas relaciones entre un individuo concreto y el marco histórico en el que transcurre su vida. Biografías y autobiografías son relatos que sirven para hacer historia, reconstruyen historias de vidas individuales a través de las que se pueden llegar a abordar temas históricos relevantes.

Los historiadores que hacen historia con memoria consideran que en el ‘revivir’ asociado a la rememoración entran en juego presente, pasado y futuro. Guillermo el Joven al encargar la historia de su padre lo rescata del olvido. En primer lugar para él mismo quien, además de honrar la memoria del Mariscal, tiene que justificar su linaje; pero también para el fiel amigo que acompañó a Guillermo durante más de treinta años y es el depositario de su recuerdo: “El recuerdo de Juan de Early es, en realidad, el de Guillermo (…) por la boca de Juan, veinte años menor que él, se expresa el propio Guillermo” (pp. 50-51). Su intención al hacer memoria de su vida compartida es revivir a su difunto señor. También el rescate del olvido tiene una proyección de futuro en un horizonte histórico: gracias a este poema hoy conocemos la figura del Mariscal. Pero Duby, a partir de este material, además de recrear la historia personal del protagonista, consigue una magnífica reconstrucción de la época del feudalismo y de la caballería como institución propia de este sistema. A la historiografía le interesa la memoria individual siempre en relación con la memoria social, las vivencias y testimonios de los individuos son la materia prima para la construcción de las memorias colectivas de un grupo social.

Guillermo el Mariscal comienza por el final de la vida del personaje. Todo el primer capítulo está dedicado a su muerte. Solo más tarde, después de que el autor desvele su fuente, empieza a desgranar una serie de temas relacionados con la sociedad feudal y la mentalidad de los caballeros en el tránsito del siglo XII al XIII, al hilo de los hitos de la vida del Mariscal. Los capítulos 3, 4, y 5 presentan su biografía entretejida con estos grandes temas que sirven como estructurantes del grupo social al que pertenece (la nobleza en este momento histórico): el linaje, el aprendizaje de las armas, la investidura, el vasallaje, los torneos, las reglas de la caballería como programa ético e ideal de vida, el ascenso social...

En una época como la nuestra en la que los rituales están cayendo en el olvido, el libro nos recuerda su función para dar sentido a nuestras vidas y para cohesionar los grupos sociales; también para estructurar el tiempo, tanto el marcado por los ritmos de la naturaleza como los periodos vitales desde el nacimiento a la muerte. De ahí la importancia de los ritos de paso que son descritos con todo detalle por Duby en relación con la biografía de Guillermo (cuando es armado caballero, cuando contrae matrimonio y cuando muere). Todo el primer capítulo, dedicado a la muerte, reconstruye a ritmo lento el ritual de paso de la vida a la muerte y la relación que se establece entre muerte y vida. Es una joya literaria y un testimonio histórico de gran valor, además de una invitación a que los lectores reflexionemos sobre nuestro presente: “Y nosotros, que ya no sabemos lo que es la muerte suntuosa; nosotros, que escondemos la muerte, que la callamos, la evacuamos lo más rápidamente posible como un asunto molesto; nosotros, para quienes la buena muerte debe ser solitaria, rápida, discreta (…) sigamos paso a paso el ritual de la muerte a la antigua (…)” (p. 12).

Un aspecto muy destacable en Duby es que dedicó buena parte de su obra a rescatar la historia de las mujeres; también en el libro que nos ocupa, un libro sobre caballeros, se nombran expresamente. En la sociedad feudal las mujeres −ausentes en un mundo de hombres− son objeto de interés para el autor. Las veinte páginas donde habla de ellas en el segundo capítulo (pp. 54-73) arrancan con una afirmación sin concesiones ni medias tintas: “Este mundo es masculino. Solo los varones cuentan” (p. 54). Algo que no deja de sorprender en palabras de un historiador (varón) escritas hace cuarenta años: “No tienen la palabra (…) nada de lo que ellas hayan podido decir ha parecido digno de sernos relatado” (pp. 54-55). Un avance de temas que siguen candentes en la historiografía feminista: la palabra de las mujeres y su valor.

Georges Duby, en algunas de sus últimas obras, tomó como motivo de su investigación acontecimientos y personas singulares, a la vez que se apoyó en lo narrativo como recurso muy eficaz. Pero su trabajo nada tenía que ver con una vuelta a la historia positivista decimonónica; él seleccionaba hechos y personajes significativos a modo de ejemplo para arrojar nueva luz a sus estudios sobre la Edad Media. En Guillermo el Mariscal el verdadero protagonista del libro no es el personaje, sino la caballería, con sus ideales y los valores que defiende, el juego de las alianzas políticas y el papel de los rituales, como los asociados a la muerte, para asegurar el orden y la jerarquización social que caracterizan este periodo de la historia.

 

Pilar Cancer Pomar


GUILLERMO EL MARISCAL - UN BREVE APUNTE LITERARIO


 Es Guillermo el Mariscal una biografía de un personaje histórico francés en 206 páginas divididas en cinco capítulos, encabezados por el número cardinal correspondiente.

Pertenece, pues, al género historiográfico, pero hay elementos en ella que merecen un breve análisis desde el punto de vista literario, porque esta obra ha admitido un cantar de gesta francés entre sus principales fuentes.

Se trata de la Histoire de Guillaume le Maréchal, firmada por su autor, Jean d´Early, llamado también Jean d´Erlée, a quien se nombra en ocasiones como Juan el Trovero, Juan el Cantor y Juan el Escritor. El poema épico consta de 19212 versos, agrupados en largas tiradas de octosílabos pareados, con rima consonante, fórmula métrica ya entonces popularizada por las novelas de Chrétien de Troyes que, sin duda, influiría sobre Jean de Early.

Algunos eruditos afirman que el cantar podría tener su origen en un texto oral, a pesar de que el poeta se refiere constantemente a sus fuentes escritas, denominadas el libro. En cualquier caso, tener como respaldo un libro escrito era un argumento de prestigio y, por ello, fue un recurso literario muy usado en toda la Edad Media europea.

Es un “Poema de familia”, una literatura de encargo para ensalzar la gloria del difunto mariscal, escrito por alguien que puede testimoniar los hechos, un “testigo” de los mismos que da fundamento de veracidad al relato. De Juan de Early dice el historiador: “Que cuenta lo que ha visto con sus ojos pero también, y quizá sobre todo, lo que el Mariscal, cuando vivía, contaba y le gustaba oír contar.” (p.50)

Y así llegamos al primer punto de reflexión literaria: la valoración que del texto épico medieval hace un moderno historiador como Georges Duby al adoptarlo como fuente de información. Es decir, el investigador actual conoce el riesgo que entraña, en sí mismo, un género medieval destinado a la glorificación de sus protagonistas, porque en los cantares de gesta “el elogio, por supuesto, es exagerado.” Pero, a lo largo de todo el libro, justifica su decisión al referirse a Juan el Cantor como “su biógrafo”, poniendo de manifiesto el alto valor del poema como fuente informativa: “Nos podríamos preguntar si la biografía no nos pinta demasiado positivamente al héroe. Pero su testimonio está confirmado por los documentos de los archivos: en la lista de los personajes que suscribieron las actas de Enrique, el nombre del Mariscal se lee antes que el de todos los simples caballeros; viene inmediatamente después del nombre de los nobles de primera categoría, de los barones.” (p. 107-108)

Por consiguiente, la Historia se eleva a la categoría de un reportaje o unas memorias: “La canción finalmente ¿es otra cosa más que sus memorias, no personalmente escritas, pero fielmente dichas y trasmitidas? ¿Una autobiografía? (p. 51).

Teniendo en cuenta esta afirmación, no sorprende al lector el tratamiento documental preferente que da al viejo cantar, puesto que su propósito es más complejo: “No escribo Historia de los acontecimientos. Está ya escrita y muy bien. Mi propósito es aclarar aquello que aún está muy poco claro, sacando de este testimonio, […], lo que nos enseña de la cultura de los caballeros. Quiero, simplemente, intentar ver el mundo como lo veían estos hombres”. (p. 54)           

Duby desvela al lector el valor instrumental de este cantar para el historiador moderno: “Cuando interrogo a este documento tan rico para seguir la trayectoria de un ascenso personal, y ello con la intención de construir, partiendo de este ejemplo, hipótesis mejor fundadas sobre lo que pudieron ser los movimientos de capilaridad, de promoción en la aristocracia de Occidente durante este medio siglo que enmarca el año 1200 […] me aparece con toda claridad un hecho: la rueda de la Fortuna, que elevaba a los unos y bajaba a los otros, giraba en este tiempo cada vez más aprisa, incluso en un medio social aparentemente estable, fuertemente estructurado por las armazones del linaje.” (p.102)

El historiador francés que, como acabamos de ver, fundamenta en dicha canción medieval amplias conclusiones históricas, respeta también sus límites. Así, en la minuciosa descripción de los deberes de los caballeros –fidelidad, proeza, liberalidad y ganar el amor de las damas– se ciñe a la canción para no profundizar en el amor cortés y lo justifica: ”Quizá debiera aquí hablar de un cuarto precepto: […] ganar el amor de las damas. Seguirlo valió a Guillermo los sinsabores que ya he contado. Pero las mujeres tienen muy poco sitio en la narración que me informa: dejo a un lado, por tanto, la cortesía.” (p.116)

Y así se llega al segundo punto de reflexión, la influencia literaria de Juan de Early sobre George Duby, que asume el tratamiento de ese caballero anglonormando, muerto en 1219 como un héroe.

George Duby el investigador, mimetizado con Juan el Escritor, sigue entusiasmado los pasos del autor de la Historia, aunque mostrando siempre sus cautelas científicas, y así, va ofreciendo al lector las gestas del héroe, de quien conocemos la extraordinaria resistencia física y moral, que lo llevan a alcanzar los más altos honores de la Caballería.

El historiador, al igual que el Trovero, nos apela constantemente como lectores para llamar nuestra atención: “He aquí a Guillermo a los veinticinco años, colocado muy por encima de sus primeras esperanzas, miembro de la mansión, de la “mesnada” como se decía, del hotel de Enrique el joven” (p.107). O bien nos interpela para mostrar, en un arranque de subjetividad, sus dudas y disyuntivas, como hemos visto más arriba. Pero, finalmente, nos tranquiliza siempre con su saber histórico.

Por otra parte, el autor, ya desde las primeras páginas, manifiesta una clara voluntad de estilo al narrar y describir en primera persona –singular y plural– los hechos del caballero anglonormando, usando frases de extraordinaria elaboración sintáctica. Y, además, a lo largo de toda la biografía no escatima los recursos como narrador: reordena la estructura temporal, comenzando en flash-back, en el momento de “la muerte hermosa” de Guillermo, y, tras el óbito, prosigue con el relato lineal de su vida.

 A propósito de ese momento, fabula combinando los estilos directo e indirecto del discurso y adjetiva la realidad según su propia impresión. Veamos: “El conde Mariscal ya no puede más. La carga le aplasta ahora. Tres años antes, cuando se le presionaba para que asumiera la regencia, cuando, cansado, acabó por aceptar […] claramente lo había dicho y repetido: Estoy demasiado viejo, débil y completamente desvencijado. Más de ochenta años, decía. Exageraba un poco, no sabiendo demasiado bien su edad.” (p.9)

El historiador galo se deja contaminar por su fuente y concibe el mundo caballeresco como un teatro: “Es tiempo ya para mí de presentar, en algunas palabras, el decorado ante el que los caballeros se desenvuelven. El Teatro es, evidentemente, el de la guerra […]” (p.76)

El mariscal Guillermo es ya un héroe épico al que Duby dedica una apasionada biografía, sin caer en el panegírico. Desde su total identificación con el mundo que describe y narra, logra hacernos partícipes de su entusiasmo por un personaje histórico que, tras la antigua canción de gesta y tras esta biografía, es un héroe asombroso.

George Duby, al aceptar la literatura como fuente documental, asume las palabras atribuidas al obispo de Chartres, Juan de Salisbury:

Mendacia poetarum inserviunt veritati

 

Francisca Soria Andreu


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