Obra comentada: ‘El mundo de ayer: Memorias de un europeo’ (publicada póstumamente en
Estocolmo por la editorial Bermann-Fischer Verlag AB). Traducida por la
editorial El acantilado, 2002.
Autor: Stefan Zweig (Viena,
1881-Petrópolis, Brasil, 1942)
Stefan Zweig fue uno de los escritores europeos de mayor
éxito en la época de entre guerras y uno de los grandes intelectuales del s.
XX. En su obra literaria, amplia y variada: biografías, novelas, dramas,
ensayos, estudios literarios, libretos para óperas…, analiza temas históricos o
culturales más desde la perspectiva de un especialista que de un literato,
quizá por ello sus biografías o escritos sobre el s. XX son más leídos en el
ámbito de la historia que en el de literatura.
El mundo de ayer, una obra póstuma de Stefan Zweig, es un análisis de la
primera mitad del s. XX desde su experiencia austriaca, un libro en cierto modo
autobiográfico, aunque los datos sobre su vida prácticamente no existen, sí
está su pensamiento.
El libro sigue un relato cronológico y siguiendo el tiempo
podemos dividir la obra en tres partes: antes de la I Guerra Mundial, la I
Guera Mundial y sus consecuencias (los dulces años 20), la amenaza del nazismo.
Desde mi punto de vista, en la primera parte narra su
infancia y juventud, una Viena que él vive desde el dulce nido de la alta
sociedad judía de la ciudad. Es el apartado más subjetivo y también el menos
analítico. Por un lado, critica duramente una escuela carente de valor
intelectual y pedagógico y una sociedad de muy dudosa moral, autoritaria y
represora pero hipócrita y transgresora; por otro lado, le permite vivir sin
limitaciones su pasión por la literatura, ajeno a toda cuestión social y
avatares políticos de la época, que desconoce o los ignora por completo.
Podríamos decir que su mundo se reduce al ámbito intelectual literario. Y una
luz: los jóvenes, que representan el cambio, la transformación. Ha terminado
una era, comienza un nuevo siglo.
La I Guerra Mundial cambia totalmente su entorno. Su
benevolente visión social se transforma y Zweig inicia su compromiso con la paz
y la unidad de Europa. Un encuentro con Bertha von Suttner le alerta ante la guerra,
luego lo reconoce y la sigue en su camino hacia la paz. Descubre el papel
perverso del nacionalismo y lo combate, su idea es Europa, una Europa que casi
toca con las manos en los años amables de entreguerras pero que enseguida se
escapará de sus manos.
No se deja engañar, como al principio, por los preparativos
del fascismo. El peligro (y el peligro personal) es evidente. Huye (no hay otra
opción), reacciona y lo combate. Pero lo teme y se escabulle: “Creo que es mejor finalizar en un buen momento y de pie una vida en la
cual la labor intelectual significó el gozo más puro y la libertad personal el
bien más preciado sobre la Tierra”. ¿Lo derrota?
La sesión sobre la lectura fue intensa. Unanimidad en la valoración del
libro. Excelente. Toda la obra podría convertirse en una cita continua, sobre
la vida, sobre la cultura, la sociedad, la política, los personajes políticos,
los intelectuales (desfilan todos los de la época), sus viajes y conocimiento
de otros lugares… y una curiosidad, sus aficiones como coleccionista de
ediciones, partituras, objetos… originales.
El verano es un buen momento para leer: Sweig nos ofrece las excelentes
biografías de María Antonieta o María Estuardo…, o la Novela de ajedrez, por ejemplo.
Concha Gaudó Gaudó
Inocencia Torres no pudo asistir a
nuestra sesión de lectura, pero yo le pedí unas líneas con su comentario. Me
parecen tan sugerentes que las incluyo íntegras:
Este libro
nos narra las memorias del autor, “memorias de un europeo”, una autobiografía hasta
el año 1940. Dado que son unas memorias personales, voy a permitirme la osada
licencia de comentar su lectura desde la memoria personal que ha despertado en
mí como entregada lectora de este libro extraordinario.
Su lectura
me ha hecho recuperar mi emoción por las interpretaciones de la Historia Universal.
De niña aborrecía el estudio de la Historia. En la Universidad dos grandes
profesores me ayudaron a comprender el valor que tenía el reflexionar sobre el
sentido de la historia. El libro de Stefan Zweig me ha llevado de nuevo a
sentir una vibrante emoción al profundizar en la historia europea de la
primera mitad del siglo XX. Se podría decir que es la historia que preparó y
recibió mi entrada en el mundo. Nací en mayo de 1944, año en el que palpitaba
la dura experiencia vivida por los europeos tras dos crueles guerras mundiales,
que dejaron el mundo sembrado de millones de muertos, además del añadido dolor
de nuestra particular guerra española. No fue un buen momento, quizás esa fue
la causa de que no me gustara la historia.
Leer este
maravilloso libro me ha ayudado a revisitar y reflexionar sobre el mundo de mi
infancia. Mundo bastante desconocido teóricamente. En el colegio solo nos
transmitían nombres, fechas y hechos desencarnados de las personas que los
vivieron. Pero los adultos que nos criaron y educaron, esos sí que llevaban en
sus almas el dolor, el pesimismo, la desconfianza y cierta falta de fe en la
humanidad. De alguna manera esos sentimientos nos llegaron y fueron elementos
desde los que se desarrollaron nuestras personalidades y, sobre todo, nuestro
talante ético.
Me ha
interesado mucho la visión que nos transmite de los judíos vieneses, más
interesados por la cultura que por el dinero y que diverge totalmente de
la tópica que siempre ha acompañado y acompaña a los judíos.
Su
descripción de la autoritaria sociedad patriarcal de finales del siglo XIX es
magnífica y reveladora. Nada de lo que cuenta de esa educación, tanto en la
escuela como en la sociedad, me resulta extraño, es lo que viví. Sin embargo, el
mundo que describe de principios del XX hasta el 1940 (año en el que escribe
este libro) es ya de una gran apertura y optimismo, que me parece que en España
no se dio hasta los años 60, 70, 80. Puede ser que el nacionalcatolicismo franquista
retrasara en nuestro país la apertura europea de principios del siglo XX.
Me ha hecho
reflexionar mucho la referencia que hace al hecho de que el optimismo y la
confianza en sí mismos no les dejara ver la llegada de ninguna de las dos
grandes Guerras Mundiales. Era sobre todo el aprecio, el disfrute y la
valoración de su desarrollo cultural, sobre todo la Música y la Literatura, lo
que de alguna manera les llevó a que se olvidaran de observar, ocuparse y
participar en la vida política. Su sorpresa fue tremenda. No vieron venir la
guerra, excepto algunas pocas personas y los políticos del momento que
ocultaron los pactos y la situación. Reveladoras son las alusiones que hace al
manejo silencioso de los personajes y partidos que tejieron los hilos y
prepararon secretamente los acontecimientos que desataron la Segunda Guerra
Mundial, ocultos a la mirada de los confiados ciudadanos. Estas
circunstancias despiertan la atención y las demandas
imperantes a los políticos de la necesidad de claridad y
transparencia en sus relaciones y pactos para que no acaben dando al
traste con las Democracias y los Derechos Humanos.
Gran libro, creo que tiene un lugar en las estanterías junto a los libros de los grandes clásicos. Su lectura sigue siendo actual.
Inocencia
Torres Martínez
Inocencia Torres recomienda el artículo sobre el libro de Stefan Zweig publicado por Rafael Argullol en el diario El País:
A mí me parece un error criticar por sistema el nacionalismo y equiparlo al fascismo de forma tan gratuita, atribuyéndole todos los males. Quién habla así ya no se acuerda lo de moda que estuvo en el Romanticismo, a los genios culturales que dio y que hoy son alabados (Verdi, Falla) a que dio lugar a naciones que hoy no se discuten, como Italia o Grecia...y además, ¿cómo proteger una cultura o una economía frente al aplastamiento de otra superior o frente a la homogeneidad aburrida de la globalización cultural y económica. Para mí el nacionalismo equilibrado puede ser el primer paso de la solidaridad: preocuparse del bienestar de tu inmediato vecino comprando en su negocio y manteniendo el recuerdo de sus ancestros frente a la imposición ajena.
ResponderEliminarCarlos San Miguel