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lunes, 25 de enero de 2010

"No digáis que agotado su tesoro", de Gustavo Adolfo Bécquer


                    RIMA IV
                       (39)

No digáis que, agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira;
podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.

Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas,
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista,
mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías,
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!

Mientras la ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista,
mientras la humanidad siempre avanzando
no sepa a dó camina,
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!

Mientras se sienta que se ríe el alma,
sin que los labios rían;
mientras se llore, sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;
mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan,
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!

Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran,
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira,
mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas,
mientras exista una mujer hermosa,
¡habrá poesía!

(Gustavo Adolfo BÉCQUER: Rimas )

[Selección de Ioana Stan y Elena Rando de la Torre, de 4º A]

Gustavo Adolfo BÉCQUER (Sevilla, 1836-Madrid, 1870) fue un escritor español. Su verdadero nombre era
Gustavo Adolfo Bécquer, retratado por
Valeriano Bécquer, 1861
Gustavo Adolfo Domínguez Bastida. Era hijo de un pintor costumbrista y, como él, adoptó el apellido Bécquer de sus antepasados flamencos. Pronto quedó huérfano de padre y madre. Fue acogido en casa de Manuela Monnehay, su madrina, en cuya biblioteca cultivó su afición por la lectura y formó sus gustos literarios. Junto a su hermano Valeriano, que se convirtió en un notable pintor, inició estudios pictóricos en el taller de su tío Joaquín. Pero Gustavo Adolfo se esforzó en proseguir estudios humanísticos, dirigidos por un discípulo de Alberto Lista. Con la ambición de forjarse una carrera literaria, a los dieciocho años se traslada a Madrid, donde, para sobrevivir, realizó diversos trabajos ocasionales:  tradujo o adaptó obras teatrales, escribió otras en colaboración, así como libretos de zarzuelas, y realizó diversos trabajos periodísticos. A partir de 1860 su dedicación al periodismo fue más constante y llegó a ser director del periódico conservador El Contemporáneo. Por estas fechas comenzó su amistad con Augusto Ferrán, quien le dio a conocer la poesía delicada e intimista de Heine, que ejercerá un influjo directo en la obra de Bécquer. Diagnosticado de tuberculosis en 1857, pasó temporadas en el monasterio zaragozano de Veruela, al pie del Moncayo. En 1861 se casó con Casta Esteban, pero el matrimonio fracasó. Su situación económica mejoró notablemente durante los últimos años del reinado de Isabel II, pues el ministro conservador González Bravo, su protector, le proporcionó el cargo de censor de novelas, que perdió con la revolución del 68. Después vivió con su hermano Valeriano -también separado de su mujer- en Toledo, durante unos quince meses  que dedicó a reescribir su obra poética. Tras reconciliarse con su esposa, falleció en Madrid a los treinta y cuatro años a consecuencia de una bronquitis provocada por viajar en la terraza descubierta de un tranvía de caballos desde la Puerta del Sol a su casa en Claudio Coello, según ha explicado Jesús Rubio Jiménez.


Está considerado el iniciador de la poesía moderna española, y el mejor representante de la corriente intimista y romántica. En vida del poeta solamente habían aparecido algunos de sus poemas en publicaciones periódicas. Entre 1867 y 1868 preparó un manuscrito para su publicación, que entregó al ministro  González Bravo, pero el manuscrito desapareció en el saqueo de la casa del político durante la revolución de 1868. Bécquer redactó un nuevo manuscrito (El libro de los gorriones) durante su estancia en Toledo, rehaciendo los poemas de memoria y ayudándose quizá de algunos textos. Tras su muerte, sus amigos prepararon la edición de las Rimas (1871),  libro que recoge todos los poemas del Libro de los gorriones, salvo tres, con algunas correcciones y agrupados en cuatro conjuntos. El primero (Rimas I a XI) reúne aquellas que reflexionan sobre la poesía o sobre la creación literaria. El segundo (XII-XXIX), las que tratan sobre el amor. El tercero (XXX - LI), sobre la decepción y el desengaño. El cuarto grupo (LII-LXXVI), en torno a la desesperanza y la soledad frente a la muerte. Pretendieron así presentarlo como un largo poema unitario que, tras la exposición de unos principios estéticos generales, desarrolla una historia amorosa que evoluciona desde la ilusión inicial al fracaso amoroso que sume al poeta en la desesperanza y la soledad. Sin embargo, el Libro de los gorriones, cuyas composiciones no siguen un orden premeditado,  no pretende ser una biografía amorosa, sino expresión de las ideas del poeta sobre el amor. 

El poema elegido está incluido en el primer grupo de Rimas, aquellas cuyo tema es la poesía, término que en esta rima no alude a la obra compuesta por el poeta, sino a lo que en el mundo real es poético: "Podrá no haber poetas; pero siempre / habrá poesía". La poesía tiene, pues una existencia objetiva, independiente del poeta. Reside y se produce, según Bécquer, en tres sectores perfectamente delimitados, como señaló el poeta Jorge Guillén: el mundo de los sentidos (imágenes, luces, sonidos, perfumes), el mundo del misterio (origen de la vida, destino de la humanidad, universo desconocido) y el mundo del sentimiento (desacuerdo del corazón y la cabeza, esperanzas y recuerdos, amor).

Francisco López Estrada y Mª Teresa López García-Berdoy, en su edición de Rimas y Leyendas (Espasa, 2010) observan el uso de la anáfora mientras en todas las estrofas, excepto en la primera, que expresa la idea clave:
El poeta proclama la existencia de la poesía en una fórmula simple y concisa de gran efectividad, "habrá poesía", que se reitera en el cierre de las estrofas (vv. 12, 20, 28, 36) y que está convenientemente reforzada por el tono admirativo, grito incontenible del poeta. La naturaleza, el esfuerzo de la ciencia que lucha con el misterio del universo y el amor son los tres contenidos posibles de una poesía que se afirma a sí misma.
De su obra en prosa destacan las Leyendas (narraciones breves que pueden competir con las mejores del siglo XIX), Cartas literarias a una mujer (donde expone sus teorías sobre la poesía y el amor) y Cartas desde mi celda (descripciones paisajísticas escritas en el monasterio de Veruela, adonde se había retirado por motivos de salud).


Monasterio de Veruela (aragonxperience.com)

[El número romano (IV) indica el orden de la composición  en la edición de las Rimas de 1871. La cifra árabe (39), la posición en el manuscrito del Libro de los gorriones.]

Puedes leer otros poemas del autor en este blog:
http://elhacedordesuenos.blogspot.com.es/2011/12/poema-de-la-semana_18.html


1 comentario:

  1. ¡Eterno Bécquer! Todo en él confluía para ser un escritor y también héroe romántico: la Poesía, la tuberculosis, su rebeldía política, su vida bohemia, la azarosa vida amorosa...¡hasta su peinado, según el famoso retrato este que has puesto jejeje!
    Lo que me ha extrañado es que fuera conservador... sí, ya sé que su estética romántica tradicionalista es un síntoma pero como sé de su rebeldía frente a Isabel II y sus publicaciones en contra de ella semi o completamente pornográficas, siempre lo había asociado al Liberalismo. Aunque seguramente, puede ser que lo del conservadurismo fuera sobre todo para mantenerse en los puestos de director del periódico y continuar su amistad con González Bravo.
    Carlos San Miguel

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