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domingo, 23 de febrero de 2020

"Poente" y "A unos metros de casa", de Juan Antonio González Iglesias


Atardecer en Salamanca



                              POENTE

                  Para Pedro Serra

Também no Poente onde habito
SOPHIA DE MELLO BREYNER-ANDRESEN

Sobrios también podemos embriagarnos
con este vino que la tarde vierte
en su pequeña copa. ¿No se llama 
el cielo así? ¿No está hecho de un finísimo
cristal ligeramente azul, no está
todo para nosotros preparado?
Si no es para nosotros este vino,
¿para quién? El asombro mudo cabe
en unas cuantas sílabas. El bosque
cede ante el puente y más allá la puesta
de sol, igual que el río, se dirige,
con una lentitud que ya he hecho mía
hacia el jardín, hacia el país que casi
veo desde mi ventana, hacia Poniente.


A UNOS METROS DE CASA

Para Carmen Sayagués

A unos metros de casa algo ha resucitado.
Todo ha resucitado y estamos a unos metros.
Las cosas parecían terminadas.
Pero estaba cumpliéndose secreta
una plegaria griega, la que pide:
ojalá quede siempre algo de polen.
Mientras dormimos crece lo visible
y lo invisible. Hagamos poco o nada.
Y el bosque nos escolta, otra vez verde,
como si nada hubiera sucedido,
porque no ha sucedido. Una mañana
inaugural y brusca pulveriza
todo el invierno. Otra vez de pie
está todo, otra vez estamos todos.
Está abril al alcance de febrero.
Una mañana es un cuerpo joven.
Exhala aroma, emite sus preciosas
ondas determinadas. Cada cuerpo
deshace por completo lo incorpóreo.
Para que no dudemos se nos dio
lo tangible. Mejor cierro los ojos,
como hacen los dichosos. Bajaría
al mundo, pero no hace falta. Abro
otra vez todas las ventanas. Cierro
los ojos para ver cómo despierta
la brisa, y escuchar cómo relumbra
el brazo transparente de este río
cuyo nombre me tiene enamorado.
Saco la mano como si viajara
en un tren de otro tiempo, en la avioneta
que ha dejado el aeródromo, kilómetros
atrás y está ya en pleno vuelo, casa
que fue para los pájaros y ahora
está volando ya. Meto mi mano
en el costado de la primavera.

De Jardín Gulbenkian, Visor, 2019

Sobre este poemario, galardonado con el XXIX Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma, escribe su editor:
El Jardín Gulbenkian de Lisboa centra este libro en el que se recorren, a partir de ese espacio creado por la arquitectura contemporánea, algunas líneas clásicas: la cultura que ennoblece la naturaleza, el arte como regalo del espíritu, la amistad y la apología de lo sencillo. Protegido por estas formas serenas del amor, el jardín es símbolo de la esperanza en un mundo mejor que este.
El jardín o parque Gulbenkian, de 7,5 hectáreas de extensión,  fue creado en 1969 y forma parte del centro cultural donde se encuentra la sede de la Fundación Calouste Gulbenkian, el Museo Gulbenkian y el Centro de Arte Moderno José de Azeredo Perdigão. Los jardines fueron diseñados por los arquitectos paisajistas Gonçalo Ribeiro Telles y António Viana Barreiro. En el mismo año se inauguró el Museo Gulbenkian, que alberga las más de seis mil piezas de arte reunidas a lo largo de su vida por Calouste Gulbenkian, empresario petrolero de origen armenio y filántropo. Durante la Segunda Guerra Mundial se refugió en Portugal y a su muerte legó sus bienes al país. Su legado dio origen a la fundación que lleva su nombre. 

Juan Antonio González Iglesias, en entrevista concedida a Nuria Azancot para El Cultural (25 de noviembre, 2019), explica lo que representa para él el jardín que da título a su poemario: 
Cada vez que voy tengo la sensación de que es a la vez un punto en el espacio y ofrece un momento, un kairós, un tiempo en el que todo puede ir a mejor, según la definición preciosa de los griegos. Noto que tiene lo mejor de la tradición (equilibrio, serenidad) y lo mejor de la modernidad (materiales, democratización de la belleza). También tiene lo mejor de Oriente y de Occidente.[...] Me tranquiliza pensar que somos coetáneos, que soy de la misma quinta que ese jardín. Así que muy a lo lejos también es un autorretrato. El hecho de que el jardín custodie una colección de arte me parece un fruto increíble de la cultura. Y que la colección, como el jardín, sea resultado del mecenazgo y de la amistad, me conmueve especialmente. En la amistad entre Calouste Gulbenkian y el poeta Sain-John Perse he encontrado el mejor correlato contemporáneo de la amistad entre Mecenas y Horacio. Por último: el jardín recorta sobre la tierra un fragmento de mundo bien hecho que equivale al mundo entero, al menos mientras estamos dentro. El poema también, es exactamente lo mismo, solo que lo recorta en el lenguaje.

Jardín Gulbenkian, Lisboa (Lifecooler)

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