Virginia Yagüe |
Grupo de lectura I "Leer juntos Hoy" del IES Goya
Sesión del 12 de enero de 2015
Obra comentada: 'La última princesa del Pacífico' (Planeta, 2014)
Autora: Virginia Yagüe (Madrid, 1973)
La última princesa del Pacífico, segunda novela de Virgina Yagüe, pertenece a la llamada narrativa colonial española, que ha proporcionado en los últimos años grandes éxitos editoriales como El tiempo entre costuras, de María Dueñas, y Palmeras en la nieve, de Luz Gabás. En este caso, el marco elegido es Filipinas, la más lejana de las antiguas colonias españolas, donde la joven española Carlota Díaz de la Fuente vivirá su despertar a la vida y su toma de conciencia política y social mientras Filipinas se ve inmersa en la revolución de 1898 que la conducirá a la independencia.
Algunos miembros de la tertulia tuvimos ocasión de asistir, días antes de la celebración de nuestra sesión, a la presentación de la novela, que tuvo lugar en la librería Cálamo, donde pudimos conocer un agudo y brillante análisis de la novela a cargo de Carmen Romeo (catedrática jubilada de IES Goya y participante en nuestro grupo de lectura), del que os ofrecemos una síntesis:
El
título
Lleva
un título de novela rosa. Pero en la primera secuencia, ya
advertimos que invierte el canon con fina ironía. En las primeras
páginas nos llevamos la misma sorpresa que la ingenua Carlota,
cuando está a punto de ser violada por un soldado.
¿Por
qué princesa? Pues porque era el nombre afectivo con el que las
sirvientas llamaban a las hijas de los altos funcionarios españoles.
Unas jóvenes que vivían en los recintos amurallados de las ciudades
coloniales, como las princesas de los cuentos de hadas. Estas
jóvenes, como de porcelana, contrastaban con el color oscuro de las
tagalas.
A
Pablo por salvarme de intramuros
Es
más que una dedicatoria. Es un verdadero arranque narrativo y una
síntesis novelesca. Es un espejo en el que la realidad se hace
ficción y la ficción realidad. Pablo Tobías salva a Virginia
Yagüe, la princesa-autora, del metafórico y real intramuros. Y
Virginia salva a Carlota, “una señorita educada en el mortecino
intramuros” de Manila (p. 291). A medida que avanza la novela el
prestigioso recinto amurallado se va convirtiendo en una cárcel. Al
final, Carlota, como Virginia, alcanza un espacio de libertad gracias
al amor.
¿De
qué trata la novela?
En
el fondo es una novela filosófica que busca el sentido último de la
vida.
Según
Bernardita: “En la vida se trata de averiguar para qué estamos en
este mundo. Y el que no se atreve a vivirla nunca resuelve el
misterio” (p. 15). Y más adelante: “La vida es una constante
paradoja y nuestro destino es descifrarla. Poco a poco los misterios
de la vida se resuelven” (pp. 118 y 119).
La
narradora concibe el relato como una confesión exculpatoria:
“Me sentí
liberada, como si me hubiera quitado un peso de encima y al fin
pudiera compartir con alguien lo que durante tanto tiempo había sido
una carga” (p.
257).
Bahía de Manila. La isla del Corregidor la divide en dos bocanas |
Esta
heroína, de la estirpe de Madame Bovary, exclama: “Mi propia vida
está llena de insatisfacciones y oportunidades perdidas” (p. 248).
Y se pasa la vida huyendo.
-Sea lo que sea lo que te hace escapar de aquí, espero que lo encuentres en ese viaje -le dice Bernardita (p. 219).“Aquel viaje tenía que ver con mi sueño, conmigo misma. Con aquella insatisfacción que parecía haberse metido dentro de mí y que me hacía buscar algo que aún no tenía nombre” (p. 219).
-Sea lo que sea lo que te hace escapar de aquí, espero que lo encuentres en ese viaje -le dice Bernardita (p. 219).“Aquel viaje tenía que ver con mi sueño, conmigo misma. Con aquella insatisfacción que parecía haberse metido dentro de mí y que me hacía buscar algo que aún no tenía nombre” (p. 219).
Una
novela aprendizaje o novela de iniciación a la vida adulta
La
historia se teje en torno al crecimiento interior de Carlota, la hija
de Fortunato Díaz y de Isabel de la Fuente. Una niña madrileña que
se trasladó a Manila cuando sólo tenía cinco años. El resultado
es un relato evocador en el que esta joven, vitalista y culta, va
contando su difícil camino hacia la madurez y la libertad.
La
revolución interna de la protagonista corre paralela a la revolución
histórica. Carlota recorre un camino tan convulso como el que
recorrieron las islas Filipinas en los dos años previos a la
independencia de España.
Su
inocente adolescencia se truncó con el matrimonio, justo en el
momento en que despertaban los movimientos que pedían la
independencia.
“Aquella
mañana junto a Rizal, había muerto la niña del pasado”
(p. 201). “Había comenzado mi recorrido hacia la madurez” (p.
238). Pero todavía
estaba “Atrapada en las redes de la niñez, incapaz de transcender
hacia la edad adulta”
(p. 105).
A
medida que avanza el relato la rebeldía juvenil se convierte en
valentía de mujer adulta: “No
tenía miedo y había acumulado la fuerza necesaria para deshacer
aquella madeja que había empezado a enredarse en mi interior
(…) No
quería que Felipe me viera como una mujer temerosa y necesitada de
protección: alguien a quien se ha de apartar de todo peligro y, como
consecuencia, de la vida misma”
(pp. 145 y 146).
El
personaje crece y madura en las páginas de la novela: “Comenzaba a
sentirme distinta. Notaba cómo aquel viaje y la experiencia de estar
sola me iban cambiando. Como si aquel viaje estuviera consiguiendo
que creciera, que me hallara a mí misma” (p. 225).
Como
todo proceso de cambio, su experiencia resulta muy dolorosa.
-Nunca
pensé que tendrías que llegar a sufrir tanto para ser una mujer
distinta -le
dijo su amigo alemán (p. 427).
La
novela acaba cuando llegan los americanos y Carlota pierde casi todo
su pasado personal. Pero no todo está perdido, porque lleva en sus
brazos un hijo “nacido
de la desesperanza y de un mundo nuevo”.
(426) Y Carlota “sabía
que con los americanos todo sería diferente, que se abría un tiempo
nuevo, incierto y distinto”
(p. 443).
El
argumento
El
argumento avanza en zigzag, al ritmo trepidante del vivir de la
protagonista. Todo sucede como en la novela del filipino José Rizal,
Noli me tangere.
Una novela que Carlota ya había leído a los once años. Cada
acontecimiento va precedido o seguido del embrión de otro que lo
presagia y, en cierto modo, lo justifica. La intriga está reforzada
por la aparente ignorancia de la narradora que, como los héroes de
la tragedia griega, es incapaz de ver el “fatum”.
-Aquel
fue mi mayor error: no valorar lo peligrosa que puede resultar una
mujer herida -dice refiriéndose a Sagrario (p. 296).
La "digressio" ornamental
La
novela sigue el patrón de las grandes novelas clásicas del Siglo de
Oro. Está concebida como una historia de vida, enmarcada y
amplificada con una “digressio ornamental”, una técnica muy
recomendada por los tratados de retórica clásica. Había sido muy
utilizada por las novelas de caballería y parodiada en el Quijote.
La
“digressio”
consiste en ir abriendo unas aventuras dentro de otras. En ir
formando una tupida red de relaciones entre muchos personajes hasta
crear una especie de marasmo. Después se va cerrando con hazañas de
toda índole. En la literatura se utilizaba para subir a los altares
al héroe. Virginia
recupera esta forma del
arte de contar y le invierte el sentido.
Ahora, no es para encumbrar al héroe, que queda bastante degradado,
sino para dar voz y
dignidad a Carlota. Es una
forma inteligente de criticar los cánones masculinos desde dentro.
Porque, uno de los recursos más poderosos de esta novela es la
inversión.
El
título nos promete una novela rosa; la amistad con Felipe, un
romance romántico; la apasionada relación amorosa con Diego, una
entrega total; los viajes, unas aventuras magníficas. Pero nada de
lo que espera el lector se cumple.
Joven dama filipina. 1899 |
Otras
veces utiliza las digresiones para profundizar en el carácter de los
personajes. Por ejemplo, con la larga historia de Basilio, justifica
su extrema fidelidad a los españoles (pp. 156 y ss.).
Y
para broche final, en un alarde de verosimilitud y coherencia
narrativas, incorpora una carta del padre Mauricio que ata los cabos
que no podía conocer la narradora.
Una
narradora ambigua, llena de matices
Para
ese aprendizaje ha elegido con acierto una narradora ambigua. Unas
veces valiente, otras ingenua. Pero siempre asombrada, entre el mundo
que ha heredado y el que le toca vivir. “Dentro de mí se agolpaban
los sentimientos encontrados” (p. 285).
Su
carácter intrépido le permite entrar en ambientes muy variados.
“Cuando llegué al campamento de los rebeldes
volví a recabar aquel
coraje que no sabía de qué lugar exacto de mis entrañas procedía”
(p. 174).
Su
asombro la lleva a no tomar partido por los unos ni por los otros.
“Los rebeldes resultaban tan salvajes y sanguinarios para los unos,
como los religiosos, abusadores y asesinos, para otros” (p. 385).
La
ambivalencia se refleja en los dos personajes que más influyen en la
voz de la narradora. Bernarda, la voz de la herencia recibida, está
en continua dialéctica con la de Felipe, la promesa de una vida
nueva. Al final, para poder crecer y alcanzar la libertad, Carlota
tiene que desprenderse de los dos. Sólo entonces despertará a una
nueva realidad.
Como
Lázaro de Tormes, Carlota cuenta los hechos muchos años después de
haberlos vivido. Y gracias a esa distancia temporal puede ser
irónica. “Con la distancia que proporciona el tiempo puedo
valorar los primeros días de mi vida en el campamento como una
experiencia arrolladora, repleta de enseñanzas y anécdotas” (p.
277).
En
este punto es importante el tratamiento de la memoria.
“A mi mente
vinieron todas aquellas noticias sobre los exaltados katipuneros (…)
Recordaba las conversaciones entre mi padre, mi suegro y Felipe”
(p. 142).
Unas
veces se sirve de
las memorias privadas de sus criados.
Otras de las memorias de cronista de los españoles. Y otras de las
memorias fragmentadas. Como las de doña Carmen y doña Petra, que
les permitían andarse por las ramas y contar “los chismes que
corrían como la pólvora por los salones de las casas principales de
la ciudad”
(p. 149).
Una novela testimonial
En
sus páginas oímos el gran discurso histórico incorporado al vivir
cotidiano. El resultado es una revisión de la historia con un
discurso que tiene mucho de testimonial. “Yo
sólo quiero que quede testimonio y que los hombres y mujeres de
Filipinas puedan conocer lo que está ocurriendo”
(p. 276).
La
narradora va incorporando un coro de voces, sobre todo de voces de
mujeres que cuentan su propia historia y que, además, cuentan y
revisan lo que otras les han contado. “Recordé mi viaje, en el que
había recopilado todos aquellos relatos de abusos y atrocidades”
(p. 385).
Siempre
hay un personaje cercano que nos lleva de la mano a temas
transcendentales. Por ejemplo, el mestizo Teodoro Patiño, un cajista
del Diario de Manila,
es un personaje ocasional para introducir en la vida cotidiana el
tema de la masonería (pp. 171 y ss.).
En
ese concierto, a veces desconcierto de voces, lo importante es dar un
nuevo punto de vista, una nueva versión de los hechos. Sobre todo la
de aquellos hechos fundamentales para la emancipación de la
protagonista, que simbólicamente corre la misma suerte que la
emancipación de las colonias. A la verdad colectiva se llega por la
suma de verdades individuales. Esa es la razón por la que está
poblada con tantos personajes, que se van construyendo con sus
diálogos y con sus acciones a medida que avanza la novela.
Manila. Plaza de san Francisco |
La
verosimilitud
El
relato es verosímil porque se apoya en los detalles de situaciones
históricas bien documentadas. La autora ha cuidado este punto en
extremo. Porque lo más importante es recrear los ambientes y las
circunstancias humanas en las que vivió la protagonista, y los
personajes que la acompañaron en su aventura. Especialmente su
criada Bernardita y su amiga Sinang.
Esta
novela nos ayuda a reconstruir la verdad de una historia que pudo
ser, a imaginar lo que pudo haber detrás de unas vidas nunca
contadas o tergiversadas. La narradora es una intermediaria, una
portavoz de los otros personajes que vivieron los hechos. Se centra,
sobre todo, en sucesos que no se escribieron porque las mujeres y los
tagalos no sabían escribir. En sucesos que se conservaron en la
memoria oral hasta que una narradora culta quiso, y pudo, dejar
testimonio.
En
ese proceso le interesa intensificar la verosimilitud. Y lo hace
nombrando y describiendo lugares. Por ejemplo en el viaje al Norte,
pasa por la provincia de Bulacán, por el camino que lleva a
Tinajeros, por Calumpit y Pampanga (pp. 223 y ss).
Algunas
conclusiones
La
lección, pues, es clara. No podemos vivir al margen de nuestra
propia historia y las mujeres tenemos que contar nuestro pasado para
que sea mejor nuestro presente. “Con cada nuevo cambio, con cada
paso, con cada aprendizaje… me empeñaba en seguir conservando esa
esencia del ayer, como si algo dentro de mí me dijera que no debía
olvidarlo” (p. 428).
Con
esta novela además se rescata del olvido el pasado español que ya
no lo recuerdan ni los propios filipinos. Cuando lleguéis a su punto
final veréis cómo Virginia Yagüe ha logrado liberar a la princesa
con una caricatura de los cánones heredados. Esa caricatura de los
tópicos, como ya he dicho antes, va de la mano de la caricatura del
colonialismo español en las islas. Sólo al final entenderemos que
la liberación de Carlota es la liberación de la mujer por el camino
del amor.
Y
cerrando el círculo volvemos a la dedicatoria. Entonces entendemos
que Virginia escribiendo esta novela ha sufrido el mismo proceso
catártico que Carlota.
La
última princesa del Pacífico es una novela que no os va a
defraudar. Como las grandes novelas clásicas os va a entretener y a
enseñar. Os invito a leerla y a disfrutarla.
Carmen Romeo Pemán
Filipinas. 1895 |
En la tertulia se valoró la capacidad para mantener el interés de los lectores, así como la fidelidad a los hechos históricos. Refrescamos conocimientos sobre la pérdida de las últimas colonias españolas y tratamos sobre la diversidad de grupos integrantes del movimiento revolucionario filipino y las complejas relaciones existentes entre ellos, así como sobre la negativa visión de los revolucionarios respecto al papel desempeñado en la colonia por las órdenes religiosas. Para ello contamos con el inestimable apoyo de nuestras especialistas en historia.
Hablamos sobre el papel reservado a la mujer en la sociedad de la ciudad de Manila, donde la educación recibida por Carlota y la libertad de que disfruta, gracias a las ideas liberales de su padre y al hecho de que sea hija única, resultan sorprendentes y, en opinión de algunas participantes, poco verosímiles, lo mismo que la tardanza de la ingenua y enamorada Carlota en averiguar la verdad sobre su marido. La ambigüedad del personaje de Diego, su papel en la guerra, sus intereses, fue otro de los motivos de debate, con opiniones diversas.
Nos ocupamos también de las relaciones entre los distintas grupos sociales y étnicos, además del papel asignado a cada uno en la sociedad filipina de la época. Nos interesó especialmente el mundo de creencias y ritos cotidianos de los indígenas, que conocemos a través del personaje de Bernardita, uno de los más atractivos, complejos y mejor dibujados de la novela.
Finalmente, para no extendernos más, hubo unanimidad en la opinión sobre el diseño de la portada, rancio y poco atractivo en nuestra opinión, pero seguramente, convinimos, absolutamente eficaz para captar el interés de determinados lectores.
Muchísimas gracias, Carmen, por compartir con el grupo tu profunda y brillante lectura de la novela.
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