"Adiós al mar" es uno de los últimos poemas escritos por Tomás Segovia (1927-2011) e impreso como poema suelto en 2011 por Juan Pascoe en su taller Martín Pescador, ubicado en la localidad mexicana de Tacámbaro.
(fr.scribid.com) |
"Adiós al mar" es uno de los últimos poemas escritos por Tomás Segovia (1927-2011) e impreso como poema suelto en 2011 por Juan Pascoe en su taller Martín Pescador, ubicado en la localidad mexicana de Tacámbaro.
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Nadia Anjuman. (elperiodico.com) |
En septiembre de 1995 los talibanes se apoderaron de la ciudad de Herat y destituyeron al gobernador de la provincia. Con los talibanes en el poder, las libertades de las mujeres se vieron muy restringidas y se les privó del acceso a la educación (cerraron las escuelas para niñas y se prohibió la instrucción privada de las mujeres). La costura y el bordado eran las únicas enseñanzas permitidas para ellas, por lo que en 1996 Anjuman se unió a otras jóvenes de su ciudad en los Círculos de Costura de Herat y comenzó a asistir a un círculo educativo clandestino llamado Escuela de Costura Aguja de Oro, dirigido por el profesor de universidad Muhammad Ali Rahyab, en el que estudiaban a autores prohibidos como Shakespeare o Dostoievski. Las mujeres del grupo se reunían tres veces por semana con el pretexto de aprender a coser, pero en realidad asistían a conferencias impartidas por profesores de la Universidad de Herat y participaban en debates sobre literatura. Todos los participantes se arriesgaban a sufrir terribles castigos e incluso a ser condenados a la horca, de haber sido descubiertos. Para evitarlo, hacían que sus hijos jugaran en las proximidades del edificio donde se reunían, de modo que les pudieran avisar de la presencia de la policía.
La caída del régimen talibán en 2001, tras la invasión de Estados Unidos en respuesta a los atentados del 11-S, permitió a Nadia estudiar Literatura persa en la universidad de su ciudad natal. En 2005, cuando aún era universitaria, publicó su primer libro de poesía, Gul-e-dodi (Flor roja oscura o Flor ahumada), que alcanzó cierta notoriedad no solo en su país sino también en Pakistán e incluso en Irán. La suya es una poesía testimonial en que la autora expresa sus ansias de libertad con un lenguaje actual, nada afectado, e introduce un punto de vista juvenil en la poesía dari.
Sobre su profundo compromiso con la poesía y sus temores e inseguridades en el ejercicio de la creación, confiesa la autora:
Desde que tengo memoria, he amado la poesía, y las cadenas con las que seis años de cautiverio bajo el régimen talibán me ataron los pies me llevaron a entrar vacilante en la arena de la poesía. El estímulo de amigos que pensaban como yo me dio la confianza para seguir este camino, pero incluso ahora, cuando doy el primer paso, la punta de mi pluma tiembla, como lo hago yo, porque no me siento a salvo de tropezar en este camino, cuando el camino por delante es difícil y mis pasos son inestables.
Algunos meses después de la aparición de su primer libro, 4 de noviembre de ese mismo año, la policía encontró el cuerpo sin vida de Nadia en su casa de Herat. La muerte fue causada por la paliza propinada por su marido (un graduado en literatura) y algunos familiares de este, que, al parecer, consideraban a Nadia una deshonra para su familia por escribir sobre amor y describir la opresión de las mujeres afganas. Le sobrevivió un hijo, que en el momento de su muerte tenía seis meses y quedó bajo la custodia del marido. Este apenas pasó un mes en la cárcel pues, oficialmente, su muerte se consideró suicidio. También dejó un segundo libro inédito: Yek sàbad délhore (Una abundancia de preocupaciones), con poemas que expresaban su aislamiento y la tristeza en su matrimonio. Su brutal asesinato inspiró a Atiq Rahimí (1962), escritor afgano residente en París, para escribir la novela Syngué sabour. Pierre de paciencia (La piedra de la paciencia), con la que ganó el premio Goncourt en 2008.
Los recientes sucesos en Afganistán, con la vuelta al poder de los talibanes, hacen más necesarios si cabe su poesía y el ejemplo de su lucha en defensa de los derechos de las mujeres.
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En el segundo poema, compuesto en 2001, quizá más difícil de comprender que el primero, utiliza un lenguaje directo para expresar su compasión por las mujeres más pobres de su país, que parecen casi espectros. El poema comienza y termina con una metáfora esperanzada en su promesa de vida en el desierto (www.universeofpoetry.org).
*La versión no poética en castellano de este poema se basa en la versión en inglés de Mahnaz Badihian y en la versión en italiano de Cristina Contilli.
La traducción del segundo poema es de María Germaná Matta, a partir de la versión inglesa de Suzanna Olszewska y Belgheis Alavi.
[Imagen inicial: guioteca.com]
Antonio María de Reyna Manescau (1859-1937), Mercado árabe |
Fábula primera
—Vete al mercado
—dijo el comerciante a su criado— y compra mi destino. Estoy seguro de que será
fácil encontrarlo. Pero no te dejes engañar, no pagues más de lo que vale.
—¿Cuánto he de
pagar? —preguntó el criado.
—Lo mismo que
para los demás. Mira cómo está el destino de los demás y paga lo mismo por el
mío.
El criado estuvo
ausente durante largo tiempo y volvió desazonado, asegurando a su amo que no
había encontrado su destino en el mercado, a pesar de haberlo buscado con gran
ahínco. El comerciante le reprendió con acritud y se quejó de su ineficacia.
—No puedo
encargarte la encomienda más sencilla. ¿Es que lo he de hacer todo yo? No puedo
—compréndelo— abandonar este negocio que sólo marcha si yo lo vigilo. Por otra
parte, me interesa mucho hacerme con ese destino. Sigue buscando y no vuelvas
por aquí sin haber dado con él.
El criado volvió
al mercado y durante días buscó el destino de su amo, sin encontrarlo en parte
alguna. Pero alguien le sugirió que buscara en otros mercados y ciudades porque
una cosa tan especial no tenía por qué hallarse allí. El criado volvió a casa
del comerciante a pedirle permiso y
dinero para el viaje, a fin de buscar un destino por toda la parte conocida del
país.
El comerciante
lo pensó y dijo:
—Bien, te
concedo ese permiso y ese dinero, a condición de que no hagas otra cosa que
buscar mi destino. No vuelvas por aquí sin él —y añadió— o sin la seguridad de
que no está en parte alguna y a merced de quien se lo quiera llevar.
El criado se
puso en viaje y ya no hizo otra cosa que recorrer toda la parte conocida del
país en busca del destino de su amo. Viajó por regiones muy lejanas y
envejeció; perdió la memoria pero, fiel a la promesa hecha a su amo, sólo
conservó la obligación contraída. También el comerciante envejeció y perdió
muchas de sus facultades. Un día su constante peregrinación llevó al criado
hasta el negocio de su amo a quien ya no reconocía, empero sí le interrogó
sobre el objeto de su búsqueda.
—Por lo que me
dices —dijo el comerciante—, tengo algo aquí que creo que te puede convenir —y
le mostró su propio destino.
—Es exactamente
lo que necesito —repuso el criado—. Pero espero que no cueste mucho. Llevo tantos
años buscándolo que me he gastado casi todo el dinero que tenía. Sólo me resta
esto.
—Ya es bastante
y me conformo —repuso el amo—. Este trasto lleva toda la vida en mi casa y a
nadie ha interesado hasta ahora. Te lo puedes llevar a condición de que me
digas para qué lo quieres.
—Eso no lo puedo
decir porque lo ignoro. Lo he olvidado. Sé muy bien que lo necesito, pero no sé
para qué.
—Entonces es
tuyo —replicó su viejo amo—; es un objeto que conviene a un desmemoriado. Creo recordar
que alguien lo olvidó aquí y no se me ocurre destino mejor para él que quedar
encerrado en el olvido de quien tanto lo necesitó.
Y cuando el
comerciante vio que su antiguo criado se alejaba con su destino bajo el brazo,
dijo para sus adentros:
—Al fin.
(Juan Benet, Una tumba y otros relatos. Edición de
Ricardo Gullón, Col. Temas de España, Taurus, Madrid, 1981)
Juan Benet. (Pinterest) |
Juan Benet pertenecía por edad a la Generación del medio siglo, pero su obra literaria, experimental e incluso hermética, guarda escasa relación con la de los autores de su generación, y no empieza a publicar hasta la década de los 60. Ha escrito los libros de relatos Nunca llegarás a nada (1961), que pasó inadvertido, Cinco narraciones y dos fábulas (1972), Sub Rosa (1973) y Trece fábulas y media (1981). Alcanzó notoriedad con Volverás a Región (1967), novela que, dentro de la narrativa española, representa la más radical ruptura con la tradición anterior. Hermética y difícil, trata sobre Región, espacio mítico creado por al autor al modo de lo que había hecho Faulkner con el imaginario condado de Yoknapatawpha, en el que ambientará muchas de sus novelas posteriores. Con una sintaxis complejísima y sin orden cronológico alguno, presenta la decadencia de la condición humana, asociada a la ruina de su entorno. El hermetismo de Benet, que escribe para la "clase culta", continúa en Una meditación (1970, Premio Biblioteca Breve), Un viaje de invierno (1972), La otra casa de Mazón (1973), Saúl ante Samuel (1980) y se atenúa en novelas posteriores como El aire de un crimen (1980) y Herrumbrosas lanzas (tres vols.: 1983, 1985, 1986).
Me quedaba claro por qué esa nostalgia de geografías ajenas, de visiones, de la nieve, del saco roto de Fedor Dostoievski en el despertar de la imaginación y la lectura, en un medio caluroso donde la nieve es lo imposible, pero es el sueño que empuja a buscarla en otras latitudes y circunstancias, en la escritura [...].
Sirva este poema como humilde homenaje al gran escritor ruso Fédor Dostoievski (1821-1881), de cuyo nacimiento se cumplirán doscientos años el próximo 11 de noviembre.
Dostoievski. (okdiario.com) |
[Imagen inicial: Pinterest]
Silvia Ugidos. (La Nueva España) |
LA INMOLACIÓN
Marido y mujer contemplan la silueta de la torre. La mujer se siente especialmente tierna y abraza al marido.
—Tenía muchas ganas de hacer este viaje.
Se besan. El marido acaricia el pelo de la mujer. Vuelven a mirar la torre.
—¿A qué hora tenemos que estar en Florencia? —dice la mujer.
—Por la noche. ¿Tienes hambre ahora? ¿Cogemos el coche y vamos a comer a algún sitio cerca de aquí?
—Sí. Pero primero subamos a la torre.
—¿A la torre? Ni hablar.
—¿Cómo que no? A ver si hemos venido a Pisa y nos vamos a ir sin subir a la torre.
—Pues claro que no. Lo que es yo, no subo.
—¿Por qué no?
—Porque no es segura. No me haría ninguna gracia que se cayera justo cuando subimos nosotros a hacer la visita turística.
—¿Cómo se va a caer? Hace siglos que se aguanta así. ¿No pensarás que se va a derrumbar precisamente cuando subimos nosotros?
—Hace siglos que está inclinada. Pero no es verdad que haga siglos que está tan inclinada. Lo está cada vez más. Y algún día se va a derrumbar. Todo el mundo dirá: "Ya ves, ha sido hoy, ¿quién iba a decirlo?" Pero yo no quiero estar dentro el día que pase.
—¿No ves que la han tenido cerrada durante años hasta que se han asegurado de que no pasaba nada, hasta que un comité de geólogos, arquitectos y no se qué más han decidido que no había peligro?
—Precisamente, que la hayan tenido cerrada tantos años quiere decir que es peligrosa. Cuando se caiga dejará de haber peligro. Ya no podrá subir nadie. El problema es mientras no se cae. Además, lo único que han hecho es fajarla con unos anillos de acero, anclarla a una plataforma de cemento y ponerle un contrapeso de plomo. Y el hecho de que sólo pueda subir un número determinado y reducido de personas por turno confirma que no lo han solucionado.
—No. Lo que confirma es que han tomado las medidas de seguridad necesarias. Ahora ya no puede pasar nada.
—Al contrario. Ahora pueden pasar más cosas que antes. Antes, con el correr del tiempo, la torre se había ido estabilizando. Ahora, con tanto anillo de acero y tanto parche, lo único que han conseguido es quitarle incluso su relativa estabilidad. Ahora es cuando más se puede caer. En el momento menos pensado.
—Me dejas de piedra. ¿De verdad no quieres subir? ¿Hemos venido a Pisa y no vas a subir a la torre conmigo?
—Es un riesgo innecesario.
—Todo es un riesgo innecesario. Subir a un avión. Ir en coche. Fumar. Incluso quedarte en casa. Puede ser que la vecina de abajo no haya apagado bien el gas, que alguien encienda una cerilla y estalle todo el edificio.
—Eres una pelma.
—Yo subo. Si quieres, me esperas aquí.
El viento sopla de manera pavorosa. El pañuelo que la mujer lleva al cuello se le pega a la cara. Lo aparta con una mano; mira al marido con rictus ofendido. El marido comprende que negarse sería abrir la primera grieta en el muro que los une, un muro que han ido construyendo a fuerza de años. Porque haría cualquier cosa por que el muro no se agrietase, acepta.
—Venga, vamos —dice.
La mujer sonríe, lo abraza por la cintura, van hacia la torre, empiezan a subir y no tiene tiempo ni de darse cuenta de esa prueba de amor.
(Quim Monzó, El porqué de las cosas, Barcelona, Anagrama, 1994. Trad. Marcelo Cohen)
Quim Monzó. (enriquetafilms.com) |
Hijo de andaluza y catalán, nació en Barcelona en 1952. Tras estudiar en la escuela Massana, se dedicó al diseño gráfico, pero a principios de los setenta empezó a publicar en periódicos de Barcelona y Madrid sus crónicas sobre el conflicto de Irlanda del Norte y sobre las guerras de Vietnam y Camboya. En 1976 apareció una primera novela que refleja la experiencia viajera del autor, L'udol del griso al caire de les clavegueres, ganadora del premio de novela Prudenci Bertrana. Al año siguiente, Self-Service, su primer libro de relatos, escrito en colaboración con Biel Mesquida.
Pronto destacará en el terreno del cuento y la narrativa breve, que le proporcionarán el reconocimiento de la crítica y del público. Es un escritor que mezcla dos registros: uno realista y lírico; otro, fantástico y grotesco. Sus relatos parten de situaciones prototípicas que, debidamente manipuladas, consiguen crear un efecto ridículo. En 1978 publica Uf, va dir ell, y en 1980, Olivetti, Moulinex, Chaffoteaux y Maury, recopilación galardonada con el premio de la crítica Serra d'Or 1981, con el que será galardonado de nuevo en 1986 por L'illa de Maians (1985, La isla de Maians). Con El perquè de tot plegat (1993, El porqué de las cosas) gana el premio Ciudad de Barcelona 1993 y el Serra d'Or 1994, premio que logrará también en 1997 por Guadalajara (1996). Con la colección Vuitanta-sis contes (1999, Ochenta y seis cuentos), en la que revisa y reúne los relatos de los cinco libros anteriores, obtiene el Premi Nacional y la Lletra d'Or del año 2000. En 2001 publica El millor dels mons (El mejor de los mundos), formado por tres relatos y una novela breve; Tres Nadals (2003, Tres Navidades), y la recopilación Mil cretins (2007, Mil cretinos), premio Maria Àngels Anglada. El director Ventura Pons ha llevado algunas de sus historias al cine con las películas El porqué de las cosas (1994) y Mil cretinos (2010).
Tras una larga estancia en Nueva York, becado para estudiar literatura contemporánea, publica su segunda novela Benzina (1983, Gasolina), sobre el sinsentido del arte posmoderno, y posteriormente, La magnitud de la tragèdia (1989, La magnitud de la tragedia), con la que gana el premio de novela El Tiempo. Sus artículos aparecidos en medios como Diario de Barcelona, Avui, El Periódico de Cataluña, El Mundo, El Correo Catalán, El País o La Vanguardia han sigo recogidos en recopilaciones como El dia del senyor (1984), ZZZZZZZZ (1987), La maleta turca (1990), Hotel Intercontinental (1991), No plantaré cap arbre (1994), Del tot indefens davant dels hostils imperis alienígenes (1998), Tot és mentida (2000), El tema del tema (2003) o Esplendor i glòria de la Internacional Papanates (2010).
Desde mediados de los 80 ha colaborado en Catalunya Ràdio, TV3 y RAC1. Con Cuca Canals escribió los diálogos de la película Jamón, jamón, de Bigas Luna, y en colaboración con Jérôme Savary, la obra de teatro El tango de Don Joan. Ha traducido a Truman Capote, J. D. Salinger, Ray Bradbury, Thomas Hardy, Hemingway, Roald Dahl, Mary Shelley, Javier Tomeo y Arthur Miller, entre otros. Su obra ha sido traducida a más de veinticinco idiomas. En 2007 recibió el encargo de escribir y leer el discurso inaugural de la Feria del Libro de Frankfurt, en que la cultura catalana fue la invitada. Monzó escribió un aplaudido texto en forma de cuento, muy alejado de los discursos tradicionales.
Quim Monzó tiene numerosos tics a consecuencia del síndrome Gilles de la Tourette que padece, además de un trastorno obsesivo-compulsivo.
© Epifanio Serna El sur y la ceniza Zaguán, dehesa, limonero, patio, cisco, jazmín, enjambres. Cal y forja. Alcores, huertos, adoquín y recuas. Ropa tendida, muros, clavel, sombra, pinos, brisa, castaño, dunas, brea, noche oscura. Fanales, luna rota, vega, olivar, agosto, vides. Altos cerros, adobe, pena, luces, loma, fuentes, racimo, tasca, verso y zéjel. Plegaria, jueves, almenara, aroma, bronce, torretas, vino, luto y siesta. Todos tus nombres y hasta mí retorna tu ancho pasado, el negligente olvido. Y tú siempre doliendo —fuego y roca— sin yo saber que te quisiera tanto. (De Discurso de la ceniza, Rialp, 2008) Atardecía Omnia mea mecum porto Si el día se adelanta y precipita su sombra y ves por la ventana a los vencejos coronando la luz en su inicial caída. Si al corazón te asomas y es noche cerrada cuando el café expande su aroma evocador de otra tarde que nunca tuvo fin porque eras feliz o al menos lo sentías, espérate. Levanta la cabeza, no escribas nada. Busca paciente en la repisa un disco —por ejemplo de Scarlatti— y detente en la música: la armonía del clave, en su allegro y después en el adagio, cómo te va diciendo la manera de estar solo. Cómo dentro de ti, sin darte cuenta, vas llevando a la gente que alguna vez quisiste. Y al momento congregas, junto a la mesa de tu cuarto a una muchedumbre. Y al final de la quinta sonata, en el compás que antecede al silencio, estás hablando contigo. Pero qué compañía la de ahora: serenos arreboles, la luz amoratada. Y entonces, sí, el folio preparado y la mano dispuesta al verso que querías: nunca estaremos solos. (De Clara contraseña, Númeror, 2002) |
Pablo Moreno Prieto |