Julio Martínez Mesanza (Madrid, 1955) es traductor y poeta perteneciente a la generación de los ochenta.
Licenciado en Filología Italiana, fue director de comunicación de la Biblioteca Nacional y asesor del Ministerio de Educación y Cultura. Dirigió los centros del Instituto Cervantes de Lisboa, Milán, Túnez y Tel Aviv. Actualmente es director del Área Académica en la sede central del Instituto Cervantes. Está casado con la poeta Amalia Bautista*.
Ha traducido a Dante (La vida nueva), Sannazaro (Arcadia), Miguel Ángel Buonarroti (Rimas), Ugo Foscolo (Sonetos) , Eugenio Montale (Fuera de Casa) y Alberto Moravia (Paseos por África).
Como poeta, es autor del libro Europa, que ha ido creciendo en sucesivas ediciones: 1986, 1988 y 1990 -en este caso con el título Europa y otros poemas (1979-1990)-, y todavía en 1998 apareció Fragmentos de Europa 1977-1997. Entre estos dos últimos publicó un segundo libro, Las trincheras, 1996, y posteriormente, Entre el muro y el foso (2007), y Elogio del desierto (2009, con fotografías de José del Río). Ha publicado también la antología Soy en mayo (2007), con poemas de Europa, Las trincheras y Entre el muro y el foso.
Europa, compuesto en endecasílabos blancos, ha sido considerado el proyecto poético más ambicioso de toda su generación y ha convertido a su autor en uno de los poetas españoles más significativos de finales del siglo XX. Las frecuentes imágenes épicas presentes en el libro han hecho que la crítica considere a Martínez Mesanza el más fiel representante de la tendencia épica de la nueva poesía española, opinión que el autor no comparte ya que -argumenta- esta imaginería surge de su interés por la historia y solo aparece en sus poemas de la década de los ochenta y en parte de la de los noventa. En cualquier caso, aunque cante hechos y personajes de la historia antigua y medieval, no puede ser considerado un poeta belicista porque, como ha escrito Trevor J. Davson ("El otro, el mismo"), "Su poesía es un canto infinitamente tierno, infinitamente humano de los sentimientos de la guerra; no le interesan tanto las hazañas de los vencedores, como la tragedia y la tristeza del desertor, del vencido, del cobarde, del cautivo".
Europa, compuesto en endecasílabos blancos, ha sido considerado el proyecto poético más ambicioso de toda su generación y ha convertido a su autor en uno de los poetas españoles más significativos de finales del siglo XX. Las frecuentes imágenes épicas presentes en el libro han hecho que la crítica considere a Martínez Mesanza el más fiel representante de la tendencia épica de la nueva poesía española, opinión que el autor no comparte ya que -argumenta- esta imaginería surge de su interés por la historia y solo aparece en sus poemas de la década de los ochenta y en parte de la de los noventa. En cualquier caso, aunque cante hechos y personajes de la historia antigua y medieval, no puede ser considerado un poeta belicista porque, como ha escrito Trevor J. Davson ("El otro, el mismo"), "Su poesía es un canto infinitamente tierno, infinitamente humano de los sentimientos de la guerra; no le interesan tanto las hazañas de los vencedores, como la tragedia y la tristeza del desertor, del vencido, del cobarde, del cautivo".
Sobre el primer poema -en que el yo poético se siente al mismo tiempo víctima y verdugo, destinos inseparables del ser humano- ha escrito Trevor J. Dadson ("Julio Martínez Mesanza y la poesía épica"):
En una serie de versos lapidarios -ninguna frase o sentencia dura más de dos versos, y la mayoría son de un verso sólo-y como si estuviéramos mirando por un telescopio al revés, el poeta nos lleva desde la época moderna (el asalto y desembarco en Normandía en junio de 1944) a los tiempos clásicos (Egisto y Orestes), pasando por el Renacimiento («el saqueo») y las Cruzadas medievales («en alto el crucifijo»). Lo que une a todos estos tiempos históricos son el último y antepenúltimo versos: «Soy el perro y la mano que lo lleva/ ... / Soy el que se echa al suelo y me suplica». Al subrayar la indisolubilidad del concepto de víctima y verdugo (o de perseguidor y perseguido, como en el poema «El desertor»), el poema da un nuevo enfoque al tiempo histórico al revelar su unicidad. En el fondo, nada cambia a pesar del fluir del tiempo.El segundo poema, cuyo título está tomado de Ovidio, es una muestra de la pervivencia del mundo clásico en la poesía de Martínez Mesanza.
Actualización:
Julio Martínez Mesanza ha sido galardonado con el Premio Nacional de Poesía 2017 por su obra Gloria (Rialp, 2016).
Puedes leer dos poemas de este libro en:
*Entrada relacionada:
Qué guay; me han gustado. ¿Y qué pasa si es belicista en lo literario? Casi todas las producciones de Hollywood de éxito comercial, desde sus inicios -buenas y malas- tienen violencia. Y estos poemas, en su medida, son muy superiores a toda la basura que se ve en la tele y que lleva violencia. Y esto es una reflexión.
ResponderEliminarPrecisamente, volviendo a Sonata de invierno de Valle Inclán, hay un pasaje en que el Marqué de Bradomín justifica la violencia y el saqueo de sus soldados como algo que viene de la tradición bélica y que tiene algo de hermoso...a mí eso me ha impactado, desde luego, pero aunque sea cínico, no puedo negarle que algo de razón tiene cuando al público nos atrae tanto ver una buena batalla en las pantallas o contemplar esos cuadros decimonónicos de batallas históricas. Y es que a esta civilización, aunque sea paradójico,hemos llegado dejando multitudes de muertos en los campos de batalla y, aún peor, en ciudades y pueblos destruídos.
Carlos San Miguel