miércoles, 4 de enero de 2023

'Hamnet', de Maggie O’Farrell

Grupo de lectura “Leer juntos” del IES Goya

Sesión del 12 de diciembre de 2022

Autora: Maggie O’Farrell

Obra comentada: Hamnet. Traducción de Concha Cardeñosa. Libros del Asteroide, 2021.

 



Cuaderno de bitácora: guía que nos orienta en el bosque de personajes

 Maggie O’Farrell, partiendo de un puñado de datos de la vida de William Shakespeare, trenza una historia de ficción con los temas y los ambientes de la producción shakespeariana. En términos de crítica bajtiniana, es un relato en permanente intertextualidad con las obras del autor. Esos motivos, puestos como al azar, transcienden la anécdota y le confieren el estatus de verdadera obra de arte.

En Hamnet los elementos históricos conviven con tradiciones celtas de la brujería, con cuentos y leyendas populares y con argumentos de obras teatrales del propio Shakespeare. No tardamos en darnos cuenta de que Agnes es una reescritura de La fierecilla domada. Aunque, en este caso, no está “domada” por el marido, sino por las costumbres ancestrales que encorsetaban a la sociedad. Agnes, la verdadera protagonista, se pliega a las circunstancias, pero en su conducta cotidiana sigue siendo indómita, como las hijas del bosque. Como Blancanieves, tiene una madrastra con un cuarto lleno de manzanas y, precisamente, entre esas manzanas entrega su amor al preceptor de latín. ¿Acaso no es un alarde de intertextualidad con el Génesis? ¿Acaso no es una inversión de las tradiciones y los mitos y una nueva propuesta a través de la reescritura? Esta técnica la subraya haciendo coincidir el final de la novela con el final de la obra teatral Hamlet.

Y todo envuelto en unos temas recurrentes que van modulando la trama y a los personajes. Todos están encorsetados por unas convenciones sociales que les impiden ser ellos mismos, como si fueran marionetas manejadas por el destino. Pero todos encuentran alguna grieta por la que escapa su personalidad apabullante. Ninguno de ellos nos deja indiferentes.

 

RELACIÓN DE PERSONAJES

 La novela se organiza en torno a la rivalidad de dos familias, que no aceptan el matrimonio de sus hijos: Agnes, la Anne Hathaway histórica, y el preceptor de latín de sus hermanos. Este preceptor, aunque en la novela no lo menciona, resulta ser el propio William Shakespeare, hijo de un guantero venido a menos y metido en turbios negocios con la lana.

Me llama la atención la extensa galería de personajes complejos, con personalidades muy bien definidas. Hasta los secundarios, los meramente esbozados, resultan ser personajes auténticos y creíbles. Cada uno de ellos engancha al lector con su historia personal. Y de todos querríamos saber un poco más.

 LA FAMILIA DE AGNES Y LA GRANJA DE HEWLANDS

 Rowan, o Serbal. Es la madre biológica de Agnes y Bartholomew. Encarna la fuerza y el poder del mito del gran ausente. En realidad, no tiene nombre. Solo lo conocemos por un recuerdo lejano de Agnes: “Sabe que vino un sacerdote. Recuerda que pronunció el nombre de su madre en medio de muchas plegarias: Rowan, Rowan”. “Levanta la cabeza y ve al otro lado el tronco plateado y las delicadas hojas de un serbal. Si se planta en la puerta de la casa, los malos espíritus no se acercan. Dicen que con sus ramas se hizo la primera mujer. Así se llamaba su madre, aunque su padre nunca pronunció su nombre; se lo dijo un pastor cuando ella le preguntó” (p. 147). Murió en el tercer parto con su bebé. “Se le hinchó el vientre por tercera vez y allí terminó su suerte. Dio a luz al tercer hijo y ya no se levantó de la cama” (p. 49).

 Richard Hathaway. El granjero. Se casó dos veces. Padre de Agnes y Bartholomew, de su primer matrimonio. Y padre de seis hijos de su segundo matrimonio. Un hombre respetado, amable y muy fiel. Encontró a Rowan, su primera mujer, a la salida del bosque. “Según la historia, había aparecido un día separando las zarzas, había salido del mundo verde y sombrío, y, desde entonces, el granjero, que estaba allí por casualidad cuidando las ovejas, no pudo dejar de mirarla. Le quitó las hojas del pelo y los caracoles de las faldas. Le cepilló las ramitas de musgo de las mangas, le limpió el barro de los pies. Se la llevó a su casa, le dio de comer, la vistió, la desposó y poco después nació la niña” (p. 48).

Cuando murió, guardó un mechón de su cabello en un dije, del que nunca se separó. Se volvió a casar con Joan. El granjero murió pronto, pero dejó testamento en el que favorecía a los hijos de la primera mujer. Este gesto es una fuente de conflictos en la novela.

 Agnes. Nombre literario de Anne Hathaway. Es la verdadera protagonista. Se trata de un personaje histórico recreado libremente. Sus deseos y sentimientos van evolucionando al ritmo de nuestra lectura. Anne Hathaway, en 1582, a los veintiséis años, embarazada de tres meses, se casó con un William de dieciocho. En el testamento, su padre la llamó Agnes, Con este cambio de nombre, Maggie O’Farrell borra la historia que conocíamos de la mujer de William Shakespeare y reescribe su vida. Anne, al transformarse en Agnes, se convierte en una mujer fuerte e independiente. Además, así se distingue de Anne, la hermana de su marido que murió de peste bubónica cuando tenía ocho años.

En la novela, Agnes tiene una personalidad ingobernable, con rasgos de bruja y con capacidades extraordinarias: podía conocer el interior de una persona presionando entre el pulgar y el índice de la mano. Esta mujer, amorosa y sabia, conocía plantas curativas y sentía la presencia de los muertos. Como las madres de las grandes tragedias, no pudo ver la muerte de su propio hijo. Su destino era sufrir en soledad.

 Bartholomew. Hermano de Agnes y el protector de su vida y de su honra desde la muerte de su padre. El aspecto rudo contrasta con la extrema sensibilidad y responsabilidad. Es un personaje con gran autoridad sobre los demás. 

Cuando nació, “era un niño enorme, con las manos anchas y los pies tan grandes que podía haberse echado a andar” (p. 49).

 Joan. La segunda mujer del granjero. La madrastra. Llegó de nodriza cuando se murió Rowan. Su actitud cambió cuando se casó con el granjero. Encarna bien el tópico de malvada madrastra a la que conocemos a través de Agnes. ”Luego esta madre se fue y apareció otra en su lugar, junto a la lumbre, echando leña, soplando las llamas, cambiando la olla del hogar a la rejilla diciendo: no lo toques, cuidado, quema. Esta segunda madre era más ancha, se tapaba el pelo claro, recogido en un moño, con una cofia pringada de sudor. Olía a cordero y a aceite. Tenía la piel enrojecida y llena de pecas, como si le hubiera salpicado un carro que pasara por el barro. Tenía un nombre: Joan. A Agnes siempre le decían que no había tenido otra madre. La viuda del boticario le dijo tu madre era todo corazón. Tenía más bondad en el dedo meñique que todas esas juntas en todo el cuerpo” (p. 53 y ss.).

 Seis hijos del granjero y Joan. “El granjero la tomó por esposa y ella le dio seis hijos, Todos rubios, sonrosados y rellenitos como ella” (p. 51).

 Tres niñas. Caterina, la de la nariz ancha; Joanie, a la que le nacía el pelo desde muy abajo, y Margaret, la del cuello ancho y los largos lóbulos de las orejas.

 Tres niños. Un poco desdibujados. James, el menor, el que ayudaba a Agnes a ordeñar; Thomas, el pastor; William, el menor.

 En Hewlands, además, vivía Hettie, la que cuidaba los cerdos y de las gallinas. Un personaje de relleno que ayuda a crear ambiente.

 

Campiña inglesa - foto viajeros callejeros

HENLEY STREET, STRATFORD. FAMILIA DEL PRECEPTOR DE LATÍN

 John. El padre, el guantero de Stradford, un pueblo a dos días a caballo desde Londres, metido en turbios asuntos con el comercio de la lana. Cuando lo conocemos, ya hacía tiempo que había perdido el prestigio. Tenía deudas con la granja de Hewlands: intentó arreglarlas empleando a su hijo como preceptor de latín de los niños pequeños y aceptando su boda con Agnes.

Mandó a su hijo, el intelectual y poco trabajador, a que se instalara solo en Londres y a que, con sus ingresos, librara a la familia de los apuros económicos. Llegado a Londres, el hijo se sintió libre del peso familiar y se dedicó a componer e interpretar obras de teatro.

John es un personaje malhumorado y cruel: los hijos tenían que aprender a esquivar sus golpes. Es deshonesto, siempre metido en asuntos turbios.

 Mary. La madre de Henley Street. Es la abuela por excelencia de los tres hijos de Agnes y William: Susana, nacida en 1583; Judith y Hamnet, gemelos, nacidos en 1585. Se cree que los gemelos llevaban los nombres de un matrimonio amigo de sus padres, el panadero Hamlet Sadler y su esposa Judith.

Como personaje ambivalente, evoluciona desde una hostilidad inicial contra Agnes a un acercamiento cuando se produce el desenlace fatal.

 Dos niñas. Murieron antes de nacer Eliza. Una se llamaba Eliza, nombre que recuperaron para la Eliza de los acontecimientos narrativos y la otra, sin nombre.

 Eliza. Se llamaba como su hermana mayor, la que murió antes de que ella naciera. Su hermano Gilbert aprovechaba esa herencia y la amenazaba con que su hermana volvería a reclamar su nombre. La conocemos a los trece años, pero sabemos que se escondía con su hermano y Anne en el desván, y que su hermano les enseñó a leer. En la intriga es importante que Eliza sea la única que sepa leer y que le enseñe algunas palabras a Agnes.

 El preceptor de latín. No se nombra en toda la obra. Sabemos que era menor de edad, de diecisiete años. Un personaje bastante desdibujado. Siempre atemorizado por su padre. Estaba enamorado de Agnes, pero la dejó en Stradford con los tres niños cuando él se fue solo a Londres.

 Anne. La hermana que había muerto a los ocho años de peste bubónica hacía menos de dos años. Su recuerdo y el dolor de su ausencia están muy vivos en sus hermanos. Su presencia crece cuando Judith enferma de peste. Uno de los mejores pasajes de la novela es la digresión histórica sobre la llegada de la peste a Europa.

 Gilbert. El hijo preferido de John porque era fuerte y disfrutaba enfrentando a las personas (p. 134 y ss.).

 Richard. El preferido de Mary. Este niño en edad escolar sirve de contrapunto a los gemelos, hijos de Agnes, y sirve para ahondar en los personajes principales.

 Edmond. Un niño de pocos meses de quien cuida su hermana Eliza. Esos cuidados destilan el carácter de Eliza, un antecedente de su sobrina Susanne: dos mujeres reservadas para las tareas domésticas.

 En Henley Street también vivían dos criadas, que amplían el mundo de las tareas domésticas. Y Ned, el aprendiz que trabaja en la guantería.


Casa de Shakespeare en Stratford-upon-Avon. Foto wikipedia

PERSONAJES PRINCIPALES. AGNES, EL PRECEPTOR Y SUS TRES HIJOS

 Agnes es la protagonista. En ningún momento se menciona el nombre de su marido. Es una forma de no empequeñecer a su mujer. Aquí vemos al gran Shakespeare en las miserias de su vida doméstica.

 Susanne. La hermana mayor. Es una chica joven agobiada por los trabajos domésticos y que reacciona al dolor con mal humor.

 Judith y Hamnet. Los gemelos. Representan el amor filial en su grado máximo. Hamnet es capaz de sacrificar su vida para que viva su hermana. Así lo expresa en una de las escenas más bellas de la novela.

“Él sabía que su hermana entendería inmediatamente lo que está haciendo. Hace gestos negativos con la cabeza, pero está tan débil que no puede levantarse del jergón. Hammet sujeta con fuerza la sábana que los tapa a los dos. Coge aire, lo expulsa. Vuelve a la cabeza, respira echando el aliento en la oreja de su hermana; le insufla su propia fuerza, su salud, su todo. Tú te quedas, le susurra, y yo me voy. Le manda estas palabras. Quiero que te quedes con mi vida. Es para ti. Te la doy.” (p. 188).

 

ESTRUCTURA

 La novela tiene dos partes con distinto ritmo y contenido. La primera, en la que transcurre el devenir temporal de las historias con un ritmo trepidante. En esta parte el presente narrativo está entretejido con varios flashbacks, en los que recuperan el pasado de las familias.

La segunda parte. En un contrapunto espacial con el devenir temporal de la primera, asistimos a la expresión del dolor en su estado puro. Como en el poema Espacio de Juan Ramón Jiménez, es un capítulo secuenciado según la intensidad de los sentimientos. Es un cierre que da sentido y transcendencia al proceso narrativo de la primera parte.

 Parte I. La narración en el tiempo

 La novela comienza in medias res. Un niño, que a las pocas páginas identificamos con Hamnet, busca desesperadamente a alguien que atienda a su hermana Judith, que se ha puesto enferma. Pronto sabremos que se le han declarado las pústulas de la peste bubónica.

Desde el primer momento notamos que la acción se basa en una continua cadena de errores. Los personajes, poseídos por su destino, no están en su sitio ni están atentos a lo que sucede a su alrededor. Y el lector, conocedor de los errores y cómplice con el narrador, palpita y sufre. Así se va creando la tensión de una intriga que parte de pequeñas acciones reales. Esas acciones cotidianas son los principales soportes de la verosimilitud.

Esta primera parte avanza en dos planos, bien delimitados por los capítulos. El cliffhanger, o final en suspenso de los capítulos, le da un ritmo de thriller o novela de suspense, que favorece la intriga y la atracción compulsiva del lector.

Capítulos impares. El presente narrativo. La acción novelesca reducida a la mínima expresión. Dura aproximadamente un día y una noche. Desde que enferma Judith hasta el desarrollo de la enfermedad.

Capítulos pares: los flashbacks, en los que se recuperan las historias familiares de Agnes y William, y que duran unos quince años. Estos flashbacks, o vueltas al pasado de las dos familias, van alternando: dedica uno a Hewlands y el siguiente, a Henley Street. Y así sucesivamente.

A su vez, dentro de cada familia, el pasado tiene sus propios flashbacks. Por ejemplo, los orígenes de Agnes y Bartholomew, relacionados con su madre-árbol son nuevos flashbacks. Así, en una cadena de recuerdos, vamos creando un ambiente mágico donde la realidad se mezcla con el mito, como en las propias obras de Shakespeare. Pero Maggi O’Farrell lo hace de forma tan natural que el resultado es un mundo ficcional tan verosímil que nos resulta familiar, como si de una novela costumbrista se tratara.

 Parte II. El espacio: la intensidad del dolor

 En un solo capítulo dividido en secuencias de distinta extensión, en función del sentimiento de dolor. En la primera parte, los personajes se perfilan a través de la enfermedad y la muerte. Saben mucho de pérdidas. Esta parte, que podríamos llamar del duelo, es una hipérbole trágica de todas las pérdidas y duelos anteriores. Aquí, cada personaje vive el duelo a su manera.

En esta parte de redención y transcendencia, Agnes se transforma en una nueva mujer cuando comprende el trasunto del arte de su marido, cuando comprende que William a través de Hamlet ha querido rescatar a su hijo de la muerte. Como el fantasma del padre de Hamlet, Agnes y su marido también se convierten en fantasmas o espectros atormentados por el dolor que les ha provocado la pérdida de su hijo Hamnet.

 

Para terminar

 Hamnet reescribe el mundo shakespeariano en su inmensidad y profundidad desde el punto de vista de Agnes. Me ha cautivado cómo se ha servido del costumbrismo de la vida rural para rescatar a los personajes, casi todos mujeres, que viven en los márgenes de la historia. Desde el principio, ahonda en problemas familiares relacionados con el dolor y la pérdida, que nos van preparando para el éxtasis de la segunda parte. Y todo en un mundo de afecto, envuelto por un halo de misterio.

La novela es una nueva reescritura de Eros y Thanatos. Puede parecer que predominan las pérdidas y los duelos. Pero no. Yo la definiría como una novela de amor en sus múltiples formas y facetas. Cada personaje vive un amor singular, expresado de una forma también singular. Hasta los más broncos tienen su rinconcito para el amor. Y, por encima de todos, destaca el amor materno de Agnes y el amor filial de Judith y Hamnet.

 

Carmen Romeo Pemán



Hamnet. Comentarios a la segunda parte

Si en la primera parte Maggie O’Farrell nos introduce en la vida del campo y de una pequeña ciudad con sus vecinos cercanos, niños que van y vienen de la escuela, ayudan a otros vecinos, conocen sus necesidades, en la segunda parte de esta novela, la escritora dibuja a la perfección, en muy pocos párrafos, la vida de la gran ciudad, sus olores y característica niebla, el ajetreo de sus calles, el comercio, para terminar con la precisa descripción de un teatro isabelino que, sin necesidad de nombrarlo, sabemos que es “The Globe”.

Pero, ante todo, nos habla del duelo. El de Judith, con su sentimiento de íntima soledad a la que no puede ni nombrar. Ha perdido a su gemelo: no es viuda, no es huérfana, ¿qué es? Con su sentimiento de culpa, porque piensa que su padre no va a Stratford para no ver la cara de su hijo muerto reflejada en la de su gemela.

Y, en especial, el duelo de Agnes, también con su sentimiento de culpa, por no haberse dado cuenta de que Hamnet corría más peligro que Judith. El dolor, al principio, la hace ausentarse psicológicamente, no responde, permanece inmóvil. Pasa a una angustia que le nubla la vista y no le permite ni siquiera pensar en lo que sabe sucederá: “El descenso a la tierra… la idea de no volver a verlo nunca… No se lo puede imaginar”. Su tristeza se hace añoranza por lo que nunca volverá; toca y siente las manos de Hamnet como cuando estaba vivo. Camino del cementerio, como en un obituario en el que se dan datos sobre la vida del fallecido, Agnes lee la vida de su hijo a través de las miradas de los que observan el cortejo fúnebre. Todo ello no le impide la aceptación del destino: “…no se puede domeñar lo que estaba dispuesto para cada uno”. Y sufre la pérdida conviviendo con sus recuerdos.

El padre, el marido, el hijo, que se siente atrapado en la ausencia... Tiene la necesidad de apartarse de su recuerdo. Dos maneras de sufrir la pérdida. Ella se queda. Él se va, pero plasma en su literatura todo lo que alberga su alma y que no ha sido capaz de expresar con sus acciones. Nada más que silencio. Recuérdame. The rest is silence. Remember me.

Cristina Baselga


Pueblo de la campiña inglesa - foto descubrir uk

Hamnet. Desde una visión historiográfica

La lectura de Hamnet me ha sugerido algún asunto tangencial en relación con lo que la historiografía ha denominado Historia desde abajo. Independientemente de que los datos históricos sean escasos (la única referencia que aparece en la novela es un breve apunte inicial) y, sin olvidar que Maggie O’Farrell no hace Historia sino que recrea personajes y ambientes de la Inglaterra de finales del siglo XVI, en esta ficción percibimos un cierto aire de familia con la Historia hecha desde abajo. En los años 80 del siglo pasado historiadores como Peter Burke o Carlo Ginzburg, herederos del camino abierto por los historiadores marxistas británicos, dieron entrada en sus investigaciones a nuevos protagonistas, a los grupos sociales olvidados que estando al margen de las grandes gestas del pasado­ nunca habían sido objeto de atención por parte de la Historia. Junto a este cambio de protagonismo, nuevos métodos de investigación centrados en lo micro fueron enriqueciendo una disciplina demasiado anclada en el estructuralismo y donde la experiencia humana había estado ausente.

Paralelamente, formando parte también de ese giro historiográfico, empieza a hacerse un hueco la Historia de las mujeres, cuyo punto de partida es la pregunta por la ausencia, la invisibilidad de las mujeres (la mitad de la humanidad) en una Historia claramente androcéntrica aunque presentada con pretensiones de universalidad. El trabajo de las historiadoras feministas ha permitido sacar a la luz, además, cómo los estereotipos sobre "lo femenino" pueden ser subvertidos por las propias mujeres a medida que van ejerciendo prácticas de insumisión frente a los cánones establecidos. Y esto enlaza perfectamente con la figura de Agnes que nos presenta la novela.

 En una entrevista concedida a El Periódico, la autora explica el protagonismo que fue alcanzando en su obra el personaje de Anne Hathaway presentada como una mujer libre intuitiva, amante de la naturaleza y gran conocedora de las plantas y sus propiedades terapéuticas. O'Farrell se inspira en la caracterización de Anne que había hecho Germaine Greer en Shakespeare's Wife (2007): "En el prólogo, Greer admite que todas las biografías de Shakespeare son 'casas de paja' porque se basan en las mismas y escasas evidencias (...) declara que su intención es oponerse a los 'bardólatras' que han pintado toda la vida a la mujer del autor como una campesina analfabeta que con su embarazo atrapó a Shakespeare en un matrimonio forzado que con el tiempo se volvió una vergüenza para él (...) ¿Por qué es tan difícil de creer que William Shakespeare con 18 años se enamoró tanto de una chica de 26, que la cortejó y finalmente se la ganó?" [https://smoda.elpais.com/feminismo/hamnet-maggie-o-farrell-mujer-shakespeare-hathaw]. Lo cierto es que apenas se sabe nada de la  mujer de William Shakespeare. Virginia Woolf, en Una habitación propia, refiriéndose a las mujeres en la época de Shakespeare, dice: "Se las entrevé un instante en las vidas de los grandes hombres despareciendo enseguida en la distancia (...)".

Estamos ante una historia desde abajo escrita, en este caso, desde la mirada de las mujeres Agnes, Judith, Susanna, Mary que describen magistralmente sus sentimientos sobre el amor, la maternidad, la hermandad, la pérdida. A través de sus vivencias podemos viajar en el tiempo tanto a una granja en la linde de un bosque como a la pequeña ciudad de Stratford o a Londres.

A través de la protagonista de la novela se afirma de forma rotunda el protagonismo de la mujer rompiendo estereotipos: una mujer-sujeto que toma decisiones sobre su vida, está llena de saber y es consciente de su sabiduría. Este saber de las mujeres está muy presente en toda la obra a través del personaje de Agnes. Pero sus conocimientos y prácticas son objeto de sospecha y desvalorización. De nuevo está perfectamente captado el trasfondo histórico, el proceso que se produjo durante los siglos XVI y XVII en Europa cuando, al amparo de la ciencia, campos del saber que habían sido propios de las mujeres van a ser perseguidos y excluidos de la cultura legítima.

Pilar Cancer Pomar



Dos momentos de la tertulia sobre Hamnet





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