domingo, 24 de junio de 2018

Tres poemas de Yorgos Seferis

Foto: Eva Rodríguez Legaz



NEGACIÓN

En la playa escondida
y blanca como paloma
tuvimos sed un mediodía
pero el agua era salada.

En la arena dorada
escribimos su nombre;
suave sopló la brisa
y la letra se borró.

Con qué coraje, con qué aliento,
con qué deseos y pasión
tomamos nuestra vida: ¡qué error!
y la vida tuvimos que cambiar.

        De Estrofa


[EN LAS GRUTAS DEL MAR]

En las grutas del mar
hay una sed, hay un amor, 
hay un embeleso
sustancias sólidas todo como las conchas
que puedes tenerlas en tu mano.

En las grutas del mar
te miraba a los ojos días enteros:
yo no te conocía ni tú me conocías.

  De Cuaderno de ejercicios, I


EL JAZMÍN

Anochezca 
o haya luz
blanco se queda
el jazmín.

            De Diario de a bordo, I

En Poesía completa. Traducción de Pedro 
Bádenas de la Peña. Alianza Tres, Madrid,
1986


Seferis, con su esposa, Maria Zannou
Yorgos Stilianós Seferiadis, conocido como Yorgos Seferis, fue un poeta griego, Premio Nobel de Literatura en 1963.  Nació en 1900 en la ciudad de Esmirna, epicentro del helenismo  en Asia Menor. Su padre fue un destacado jurista, traductor y escritor. A partir de 1918, la familia Seferiadis se instaló en Atenas,  presintiendo la amenaza que se cernía sobre los griegos pónticos: la guerra greco-turca de 1919-1922, que produjo la muerte de miles de griegos y acabó con el exilio forzado de la población griega de las ciudades de Jonia.  Su conquista y destrucción  por el ejército turco borró la huella de la milenaria presencia griega en Asia Menor y puso fin al sueño de recuperación del Antiguo Imperio. Como señala Amor López Jimeno ("El símbolo de la casa en la poesía de Yorgos Seferis"), el poeta quedó indeleblemente marcado por estos hechos y siempre le acompañará lo que él llama "la amargura del refugiado", que impregnará toda su obra, a través de la figura recurrente del viajero, como Odiseo   o Estratis el marinero, alter ego del propio autor.

El joven Yorgos marchó a Francia para realizar estudios de Derecho en París. Después, su vida, como diplomático de carrera, fue un constante peregrinar por diferentes países. Su estancia en París le permitió entrar en contacto con las corrientes literarias de la Francia de los años veinte. Su posterior residencia en Londres le facilitó el conocimiento de la obra de poetas anglosajones como Pound, Yeats o Eliot, de quien tradujo al griego , en 1936, The Waste Land. Fue fundador de la revista 'Ta Nea Gramata' (Las Nuevas Letras), en la que se fraguó la generación de 1930, a la que pertenecen, además de Seferis,  autores  como Elytis*, o Ritsos*.  

Como escritor, se inserta en la tradición de utilizar para la creación literaria  la lengua popular, la lengua hablada o dimotikí, frente a la lengua purista (cazarévusa), única modalidad oficial hasta 1979.  La obra poética de Seferis, no  muy extensa, comprende los siguientes poemarios: Estrofa (1931), La cisterna (1932), Leyenda (1935), Gimnopedia (1936), Cuaderno de ejercicios, I (1940),   Diario de a bordo (1940, 1944 y 1955), El "Zorzal" (1947), Tres poemas secretos (1966)  y Cuaderno de ejercicios, II, inédita cuando el poeta muere en 1971. Seferis crea un lenguaje poético denso y desnudo de artificiosidad, que anima el esplendor de asociaciones y metáforas; el mito (el sentido histórico por el que el presente adquiere su cabal significado y trascendencia en función del pasado) y el símbolo confluyen en una empresa poética entendida como medio de conocimiento que permite acceder al saber universal. 

Los dos primeros poemas  son muy populares en Grecia por sendas composiciones musicales de Mikis Theodorakis. En el primero, la segunda estrofa, según Pedro Bádenas, es similar a otra de Palamás. El segundo poema es representativo de un tema muy frecuente en Seferis, la impenetrabilidad entre las personas, y se ambienta en un topos muy utilizado por el autor: unas grutas a la orilla del mar.

Otros poemas del autor en este blog:

*Entradas relacionadas:

[La información sobre el autor y su obra procede, fundamentalmente, de la Introducción de Pedro Bádenas  a  su Poesía completa.]

1 comentario:

  1. ¡Qué mal me cae el Imperio Otomano y ( eso sí, mucho menos) su heredera, la Turquía de Ataturk...Al final venció Troya.
    Lo que me extraña es que después de la Gran Guerra, la vencida Turquía tuviera arrestos para vencer a Grecia; o, mejor dicho, que los aliados permitieran el triunfo de Turquía.
    Carlos San Miguel

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