domingo, 12 de enero de 2014

"Cielo" de Claudio Rodríguez




                           Cielo

AHORA necesito más que nunca
mirar al cielo. Ya sin fe y sin nadie,
tras este seco mediodía, alzo
los ojos. Y es la misma verdad de antes
aunque el testigo sea distinto. Riesgos
de una aventura sin leyendas ni ángeles,
ni siquiera ese azul que hay en mi patria.
Vale dinero respirar el aire,
alzar los ojos, ver sin recompensa,
aceptar una gracia que no cabe
en los sentidos pero les da nueva
salud, los aligera y puebla. Vale
por mi amor este don, esta hermosura
que no merezco ni merece nadie.
Hoy necesito el cielo más que nunca.
No que me salve, sí que me acompañe.

         (Claudio Rodríguez, de Alianza y condena)

Claudio Rodríguez (Zamora, 1934-Madrid, 1999), poeta español perteneciente a la generación de los cincuenta. Tras concluir los estudios de Bachillerato en su ciudad natal, marchó a Madrid, en cuya Universidad Complutense se licenció en Filosofía y Letras, en la especialidad de Filología Románica, en 1957. Posteriormente, trabajó como lector de español en las universidades inglesas de Nottingham (1958-1960) y Cambridge (1960-1964). Durante este periodo ahondó en el conocimiento de la poesía en lengua inglesa, especialmente en la de los románticos ingleses y en la del norteamericano Dylan Thomas, cuya influencia será fundamental. En esta época se forja también su amistad con el poeta Francisco Brines*, por entonces lector de español en Oxford. De vuelta a Madrid, se dedica a la enseñanza universitaria.
    Es autor de una  poesía  intimista, ajena a modas y movimientos literarios,  marcada por la meditación sobre la naturaleza  y el paisaje castellanos y caracterizada por su originalidad expresiva y un intenso lirismo. Se trata de un poeta de producción lenta, que con tan solo cinco poemarios ocupa un puesto relevante dentro de la poesía española del siglo XX. Con diecinueve años publicó su primer libro, Don de la ebriedad (1953, Premio Adonáis), que asombró por su perfección y por la juventud del autor. Le siguen Conjuros (1958), Alianza y condena (1965, Premio de la Crítica), Poesía 1953-1966 (1971) y El vuelo de la celebración (1976). En 1983 publicó Desde mis poemas, una recopilación que le valió el Premio Nacional de Poesía de ese año;  en 1991, Casi una leyenda, y en 2001 Poesía Completa (1953-1991). Póstumamente apareció una edición facsímil de su última obra, Aventura (2005), inconclusa. En 1987 fue elegido miembro de la Real Academia Española, donde ocupó el sillón I, en sustitución de Gerardo Diego. En 1993 obtuvo el premio Príncipe de Asturias de las Letras y el II Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.

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1 comentario:

  1. El cielo es un bello misterio. Y me refiero no al Cielo de los Justos sino al atmosférico. De noche y de día es muy placentero y relajante mirarlo. Yo, antes, disfrutaba mirándolo y alguna vez dormí en la terraza bajo las estrellas en alguna calurosa noche de verano. Incluso su nombre "cielo" es de las más hermosas palabras del castellano, tan dulce y suave de pronunciar. Con esa "c" y esa "l" tan ligeras como el aire sin densidad que representan.
    No me extraña que ahí pusieran los creyentes el Paraíso para las almas de los difuntos frente a la terrorífica, pesada y oscura profundidad de la Tierra.
    Carlos San Miguel

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