El escritor José Luis Sampedro (Barcelona, 1917-Madrid, 2013) ha mantenido a lo largo de su vida una estrecha relación con algunos lugares de nuestra Comunidad.
Aunque nacido en Barcelona, la profesión de su padre, médico militar, obligó a la familia a trasladarse a Tánger cuando el autor no había cumplido el año y medio de edad, y allí vivió hasta los trece años. Tánger, su paraíso de la infancia, era entonces una ciudad internacional, en la que convivían gentes de distintas nacionalidades, lenguas, culturas y religiones, en un clima de tolerancia. Pero en 1925 sus padres decidieron que continuara su formación en España, así recaló en Zaragoza.
ZARAGOZA
El padre del escritor tenía una hermana en Cihuela, Soria, casada con un médico. El matrimonio se ofreció a acogerlo en su casa y a enviarlo a un buen colegio en Zaragoza, donde pasaban los inviernos. Para facilitar su adaptación, lo enviaron con sus tíos (eran también sus padrinos) antes de que comenzara el curso, pero eso produjo en él la sensación de abandono y, además, no consiguió integrarse en aquella sociedad cerrada, muy distinta a la de Tánger. Su salvación y su refugio fue la lectura, el descubrimiento de un arcón lleno de libros, con novelas publicadas por entregas como Los tres mosqueteros, Veinte años después, El vizconde de Bragelonne, El juramento de Lagardère, Rocambole... Al poco de su llegada a Cihuela, se produjo la muerte inesperada de su tío: su tía ya no podía pasar los inviernos completos en Zaragoza y él se quedó interno en el colegio de El Salvador, de los jesuitas.
Aquí empezó a leer vidas de santos, libros de la editorial alemana Herder, como
Los mártires jesuitas en Japón o
Los maronitas de Líbano perseguidos por los musulmanes. "Y entre estas lecturas y unos ejercicios espirituales ultraterroríficos, naturalmente, decidí, con nueve años, ponerme a salvo y hacerme jesuita, para ver si escapaba de la quema. Pero ese deseo duró poco, porque mi padre se enteró y se dio cuenta oscuramente de que yo había interpretado mal la cosa", recordaba el escritor en la conferencia pronunciada en la Biblioteca Nacional, en noviembre de 2007. De modo que su progenitor dispuso su regreso a Tánger para "discutir la cuestión con más calma".
Pero -como descubrió recientemente
José Antonio Ruiz Llop, director del IES Goya-, antes de volver a casa, realizó el examen de Ingreso (curso que permitía el acceso al Bachillerato Elemental) en el
Instituto Nacional de Segunda Enseñanza (
actual IES Goya) de Zaragoza. En los archivos del centro se conserva la instancia (foto de la izquierda), fechada el 1 de abril de 1927, en la que José Luis Sampedro Sáez, de diez años, solicita ser admitido a la prueba libre de Ingreso y a la de primer curso de Bachillerato. En el examen de Ingreso (del que se guarda la prueba escrita, consistente en un dictado y un análisis gramatical, además de operaciones aritméticas), realizado el 14 de junio, obtuvo la calificación de "Admitido", según consta en el acta correspondiente y en la Hoja de Estudios. Del tribunal que lo examinó, se han identificado las firmas de José López Zuazo y Ortiz de Echevarría (catedrático de Historia Natural, que actuó como presidente) y de los vocales Juan Fernández Amador de los Ríos, catedrático de Geografía e Historia, y Francisco Cebrián Fernández de Villegas, catedrático de Matemáticas (secretario del centro, nombrado director en mayo de 1931; republicano, cuñado de Julián Besteiro, fue depurado tras la guerra y desterrado a Huesca; se jubiló en el Cardenal Cisneros de Madrid). Sin embargo, no llegó a presentarse a los exámenes de primero de Bachillerato, debido, posiblemente, a que su supuesta vocación aconsejó un cambio de planes.
Algunos de los temas de su primera novela,
La estatua de Adolfo Espejo (1939, publicada en 1994), tales como el paraíso perdido o el miedo al pecado, tienen su origen en su experiencia con los jesuitas, como ha reconocido el autor en
Escibir es vivir, libro en el que recuerda su estancia en el internado zaragozano.
Muchos años más tarde, con motivo de la Exposición Internacional celebrada en Zaragoza en 2008, José Luis Sampedro regresó a la ciudad para participar en la
Tribuna del Agua, donde presentó "La balada del agua", un homenaje a la vida en el planeta Tierra y un canto para que los seres humanos se reencuentren con la naturaleza. Este trabajo forma parte de "Palabras del agua", colección de doce ensayos escritos para Expo Zaragoza 2008 por personalidades tan relevantes como Mijail Gorbachov, Rigoberta Menchú, Federico Mayor Zaragoza o Jeremy Rifkin, además del propio Sampedro. En ese mismo año, fue nombrado
Hijo Adoptivo de Zaragoza, la ciudad que "tiene dos zetas, la de la nobleza y la de la entereza", según el escritor.
ALHAMA DE ARAGÓN
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Escrito de Sampedro en el libro de Alhama. Foto: Nuria Soler
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Y el agua lo llevó también, por primera vez en 1925, a los balnearios de Alhama de Aragón (Zaragoza), adonde fue con su padre desde Cihuela, distante poco más de 20 kilómetros.
Allí regresaría a finales de los 50, cuando había empezado a escribir
El río que nos lleva (1961) y, en busca de documentación, recorrió los pueblos de la cuenca alta del Tajo, tomando como base Alhama. Desde entonces volvió todos los años "como una golondrina" y allí terminaría
La vieja sirena (1990),
Real Sitio (1993) o
El amante lesbiano (2000). En
Octubre, octubre (1981) y
La vieja sirena ha quedado la huella de estos paisajes aragoneses.
En el balneario de Alhama coincidió en el verano de 1997 con la mujer que lo había de acompañar en sus últimos años, la escritora Olga Lucas, con quien contrajo matrimonio en 2003 en Alhama.
Sampedro definió su relación con Alhama como "la correspondencia de un amor de toda la vida" cuando su Ayuntamiento le otorgó el título de Hijo Adoptivo en 2003. De este amor había dejado constancia ya en la edición de
La vieja sirena, en cuyos "Agradecimientos" leemos: "Finalmente, a mi
circunstancia: cinco ambientes en A que se hicieron refugio. Alhama de Aragón, Alicante, Aranjuez, Aravaca y la principesca hospitalidad de Andorra".
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Sampedro y Olga Lucas en Alhama de Aragón |
JACA Y CANFRANC
Mucho más tardía, pero no menos intensa, fue su relación con la ciudad de Jaca (Huesca). Allí acudió por primera vez en la primavera de 2007 para acompañar a Olga Lucas, quien había sido invitada a participar en el "Encuentro de mujeres de escritores de la generación de los 50". En esta ocasión, el autor participó en la mesa redonda "Escritura y vida. La prosa cotidiana. Hogar e intimidad". Regresaron en agosto de ese mismo año a la Feria del Libro, y a partir de entonces, se convirtieron en habituales de los veranos de Jaca, donde Sampedro participó muy activamente en diferentes actividades culturales.
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En la XII Feria del Libro de Jaca, con Olga Lucas y la periodista Rosa María Artal
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Desde allí se desplazó en 2009 a la villa de
Canfranc (a 18 km de Jaca), en la frontera con Francia, donde visitó el edificio de la antigua estación internacional, en proceso de rehabilitación, y descubrió una placa con el nombre de Sampedro en la fachada de la biblioteca municipal. El que el autor haya dado nombre a la biblioteca de Canfranc se debe, aparte de sus méritos como escritor y humanista, a que Sampedro fue destinado a Canfranc como jefe de aduanas en 1936, pero el estallido de la Guerra Civil le impidió ocupar el cargo en una población cuyo paso fronterizo alcanzó una enorme importancia estratégica durante la Segunda Guerra Mundial.* Setenta años más tarde llegaba por fin a esta villa "por orden del destino y por mi propia voluntad".
Por orden del destino, no regresará más a todos esos lugares que amó, donde sus numerosos amigos y admiradores lo echarán de menos ahora y en veranos sucesivos.
Josefina López Granada, profesora del IES Goya
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