miércoles, 31 de julio de 2013

"Las luces de septiembre", de Carlos Ruiz Zafón


FICHA BIBLIOGRÁFICA
Nombre: Las luces de septiembre.
Autor: Carlos Ruiz Zafón.
Editorial: Edebé
Fecha de 1ª edición: 1995
Páginas: 284

PRESENTACIÓN
Género literario: novela de misterio gótica
Público: juvenil

INFORMACIÓN SOBRE EL AUTOR
Nació en Barcelona en 1964. Un año después de matricularse en Ciencias de la Información aceptó una oferta para trabajar de publicista, mundo que dejó en 1992 para dedicarse a la literatura. Desde entonces ha escrito siete obras y ha ganado varios premios de certámenes nacionales e internacionales.

ARGUMENTO
Ambientado en 1937 en la costa Azul. Una mujer viuda y con dos hijos acepta el puesto de ama de llaves de una misteriosa mansión, llamada Cravenmoore, propiedad de Lazarus, un fabricante de juguetes retirado. Comienzan a ocurrir hechos extraños después de la muerte de Hannah, que acaban en la persecución de Irene y de su familia por una sombra asesina, mientras se descubren los secretos del pasado de Lazarus, y todo esto acompañado de una historia de amor entre Irene e Ismael.

PERSONAJES
Irene Sauvelle: adolescente protagonista del libro.
Dorian Sauvelle: hermano menor de Irene.
Simone Sauvelle: viuda, madre  de Irene y ama de llaves de Cravenmoore.
Hannah: amiga de Irene que muere asesinada por la sombra.
Ismael: novio de Irene y primo de Hannah.
Lazarus Jann: fabricante de juguetes retirado y dueño de Cravenmoore. En su infancia hizo un pacto con Daniel Hoffan en el que el prometió no amar más que a los juguetes y su sombra, a cambio de ser heredero de su fábrica de juguetes.
Alexandra Jann: esposa de Lazarus que muere asesinada por la sombra.
Daniel Hoffman: fabricante de juguetes que hizo un pacto con Lazarus antes de morir.

VALORACIÓN
Uno de mis libros favoritos, ya que reúne misterio, engancha y no es demasiado pesado con el amor. Además, el autor cuenta la historia de una manera fácil de leer.

RECOMENDACIÓN Y VALORES
Se la recomiendo a  los que les guste el misterio y la novela negra. Es un poco inquietante a veces. Este libro nos enseña que cuando se rompe un pacto tiene sus consecuencias (en este caso, la muerte de dos personas).

RELACIÓN CON OTRAS OBRAS
Si te gusta este libro, seguro que te gustarán los otros dos de la Trilogía de la Niebla, que tienen el mismo guión, pero con personajes y ambientes completamente diferentes.

                                                                                             Pedro Cabello



domingo, 28 de julio de 2013

" Por qué mi carne no te quiere verbo", de Ana Rossetti

Buganvilla. Foto: Josefina López



Por qué mi carne no te quiere verbo,
por qué no te conjuga, por qué no te reparte,
por qué desde la tapia no saltan buganvillas con tus significados
y en miradas de azogue no reverbera el sol dando noti-
cia, ni se destapan cajas con tu música y su claro propósito, y
ningún diccionario ajeno te interpreta.

Por qué, por qué, Amor mío, eres mapa ilegible, flecha des-
orientada, regalo ensimismado en su intacto envoltorio, pala-
bra indivisible que nace y muere en mí.

                             (Ana Rossetti, de Punto Umbrío, 1995)



 Ana Rossetti es el seudónimo de Ana Bueno de la Peña (San Fernando, Cádiz, 1951), escritora española que cultiva el teatro, la poesía y la narrativa. Su producción poética, caracterizada por el erotismo, el esteticismo y el culturalismo, se inicia con Los devaneos de Erato (1980, III Premio Gules), libro con el que introduce una nueva propuesta cargada de erotismo, sin olvidar el recurso metalingüístico propio del culturalismo; le siguen Dióscuros (1982), Misterios de la pasión (1985), Devocionario (1986, Premio Rey Juan Carlos 1985), Yesterday (1988), que marca un punto de inflexión hacia la melancolía; Aquellos duros antiguos (1988); Punto Umbrío (1995), en el que se pasa del hedonismo y el regocijo de su obra inicial al dramatismo; Pruebas de escritura (1998), Ciudad irrenunciable (1998), Entretiempos (2001), Llenar tu nombre (2008) y El mapa de la espera (2010).

El poema elegido habla de la insuficiencia del lenguaje: el ser amado, a diferencia de los códigos lingüísticos,   no se puede descomponer en partes que nos permitan entender su complejidad.

[La fotografía de la autora procede de esferalibros.com]

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lunes, 22 de julio de 2013

Javier Reverte: "Viaje al mar de la literatura"


VIAJE AL MAR DE LA LITERATURA
Javier Reverte
    El viaje del Mediterráneo es, por fuerza, un recorrido literario. No puede uno navegar sus aguas ni recorrer sus litorales sin cargarse el alma de literatura. O por lo menos, sin manifestar una cierta voluntad de abrir los oídos a los cantos de la sirenas en Capri; o al rumor de los pasos que Justine deja en las calles de Alejandría; o al eco de los versos de Virgilio sobre los campos romanos. El Mediterráneo tiene alma mitológica y mística. Pero sobre todo, posee un alma poética. Muchos de los grandes caminos del mar de la literatura salen desde sus puertos o van a morir en sus orillas. Y cada ola escoge una canción.
     Podemos zarpar de cualquiera de sus dársenas. Y a mi se me ocurre que la primera de todas sea Sidón, hoy un pedazo de tierra de las costas libanesas y, hace treinta siglos, más o menos, el lugar en donde se alzaba la fastuosa ciudad de Tiro. Desde allí, los marinos fenicios iniciaron los grandes viajes mediterráneos desde el Este hacia el Oeste y, en el curso de sus arriesgadas navegaciones, sin duda sufrieron no pocas penalidades y vivieron al tiempo imponentes aventuras que fueron corriendo de boca en oreja. Y aquellos relatos de la mar, unidos a los que los micénicos habían acuñado en navegaciones anteriores, llegaron a los oídos de los cantores ciegos. Y los cantores los convirtieron en mitos. Y los mitos, en fin, se tradujeron en palabras cuando el alfabeto fenicio formó con el verbo griego la diabólica fusión que provocó la más honda de las revoluciones humanas: la aparición de la lengua escrita. De los viajes, pues, de los cuentos marineros del Mediterráneo, del genio fenicio unido al talento griego, brotó la voz enorme de la literatura. Y lo hizo sobre las olas y en las orillas del mar que de nuevo surcamos.

     Seguimos viaje, pues, de la mano de un primer mito del que se guarda memoria: el de Jasón y los Argonautas, que navegaron desde las costas continentales griegas, en Tessalia, hasta la Cólquide, en las riberas del Mar Negro, en busca del Vellocino de Oro. La aventura que dio pie a la epopeya pudo suceder en el siglo XII antes de Cristo. Y aunque los versos que recitaron los cantores ciegos de los días anteriores a Homero se hayan perdido en su mayoría, algunos de los personajes de la historia sobrevivieron en la literatura clásica, como la infeliz Medea y el propio Jasón. La épica de aquel viaje la cantó siglos después Apolonio de Rodas. Y hace unas pocas décadas la repitió, incluso con más talento, un poeta británico al que se le antojó rebautizarse mediterráneo en las soledades de Mallorca: Robert Graves.

La entrada del Bósforo
     En un viaje posterior, un griego llamado Bizas (Bizancio le debe su nombre) levantó un fortín en la entrada del Bósforo, que con el paso de los siglos pasaría a convertirse en Constantinopla, primero, y más tarde Estambul. Y Estambul, pese a la "indolencia de Oriente" que se mece en su atmósfera, como escribía Pierre Loti, es esencialmente una ciudad mediterránea. Victor Hugo, Lady Montagu, Gérard de Nerval, Theóphile Gautier, Edmundo de Amicis, Juan Perucho, Hemingway y otros cuantos arrancaron literatura de sus calles, sus puertos y sus bazares. Y por los pasillos del fastuoso hotel Pera Palace deambuló varias noches Agatha Christie buscando un asesino.
    Pero regresa Jasón a Tessalia y es la hora de que Ulises (Odiseo en griego) se eche a la mar. Escribe Joseph Conrad: "¡Dichoso aquel que, como Ulises, ha hecho un viaje aventurero; y para viajes aventureros no hay mar como el Mediterráneo". El poderoso Agamenón reune a los príncipes micénicos y organiza la mayor expedición militar de su tiempo para rendir la ciudad de Troya y limpiar los cuernos de su hermano Menelao. Ulises se embarca en la aventura. Vencen los griegos a los troyanos tras diez años de lucha, los héroes supervivientes regresan, Agamenón muere asesinado y Ulises se pierde en el mar. Y la literatura se llena de los mitos, de los nombres y las voces que darán contenido a los cantos épicos homéricos (siglo VIII a.C.) que, tres siglos después, poblarán los escenarios de la tragedia en Atenas. Arde el mar de la poesía en la nave de Ulises, cuyo viaje de regreso a la patria, a la pequeña isla de Ítaca, le ocupa diez años. Y en el camino, nuestro héroe, tan sabio como cínico, tan astuto como truquista, lanza en la cara del gigante Polifemo, el hijo de Poseidón, el primer grito rebelde y desesperado de la literatura, aunque lo haga con ánimo de burla: "¡Mi nombre es Nadie!". ¿No estaremos percibiendo ya los lamentos de Hamlet en el eco de ese grito?
     Las llamas de Troya se extienden a la lírica y a la comedia. Se alumbran los géneros literarios. Safo teje en Lesbos los mejores poemas de amor de la Historia y Píndaro tersa las cuerdas de su lira para cantar en elegías a los atletas vencedores en los juegos. Junto a la montaña de la épica alzada por los versos de Homero, crece una nueva cima literaria: la tragedia. Los héroes de Esquilo, Sófocles y Eurípides son los mismos desafortunados guerreros de Troya, como Ajax; crueles criminales como Egisto; desafortunados vengadores como Orestes, y sufrientes doncellas como Medea. El armazón teatral creado por los tres atenienses y por autores de comedias como Aristófanes sienta, además, las bases del teatro del Siglo de Oro y, si me apuran, de la técnica del guión de Hollywood: eso que hoy nos parece tan sencillo como la estructura del planteamiento, el nudo y el desenlace.
     Descartes y Hume lo escribieron siglos después: "La filosofía nace del viaje". Y así sucedía sobre las ondas de aquel mar de ida y vuelta, donde los héroes navegaban en la leyenda y en la literatura, donde los Diez Mil de Jenofonte gritaban "¡el mar, el mar!" al divisar las aguas del Mediterráneo, su verdadera patria. Quizás lo vieron así los primeros hombres que rescataron el pensamiento de las manos de los dioses, que desdeñaron la magia a favor de la razón. En las costas del Egeo, en el Asia Menor, la civilización jónica dio a luz la filosofía. Y en la ciudad de Mileto, hoy un campo en ruinas de las costas del Egeo turco, nacieron y crecieron los tres primeros rebeldes que, dando la espalda a los dioses, quisieron explicarse el mundo: Tales, Anaximandro y Anaximenes. Tras ellos, otros dos hombres buscaron definir lo que era el ser: Heráclito, en Efeso, también territorio de Asia Menor, y Parménides, en Elea, la Magna Grecia de entonces y hoy Sicilia. En fin, ya en el esplendoroso siglo V, el siglo de Pericles, la filosofía dio el salto definitivo para instalarse en Atenas. Y tres nombres se clavaron para siempre en el firmamento literario: Sócrates, Platón y Aristóteles.

La fundación de Roma
     La nave vuelve a navegar, sigue el viaje por las aguas mediterráneas, esta vez camino de Occidente. El príncipe troyano Eneas, escapado del incendio de su ciudad, arriba a las costas de la entonces inculta Italia. Y funda Roma. Un poeta llamado Virgilio se ocupa de cantar la gesta. Grecia desfallece y el nuevo imperio toma el timón de la nave mediterránea. Los dioses se mudan del Egeo al Tirreno; cambian su nombre, pero no sus aficiones, sus poderes y sus vicios. Los nuevos poetas cantan y escriben teatro. Oímos la lírica de Ovidio y Horacio, escuchamos la oratoria de Cicerón, seguimos los caminos de la ciencia de la historia de la mano de Julio César, Tácito y Tito Livio, las crónicas de Pausanias y de los dos Plinios, las enseñanzas morales de Séneca, los epigramas de Marcial, las fábulas de Fedro, las narraciones de Petronio... ¿Para qué seguir? Entretanto, en Alejandría, los descendientes Ptolomeos del Gran Alejandro han dejado encendida una lámpara de sabiduría y allí se recogen, se ordenan, se codifican y se almacenan los conocimientos del mundo antiguo. Crecen la geografía y las ciencias que estudian el cielo, la mar y la tierra. Hay viajeros que recorren el interior oscuro de África y una mujer, Hypatia, la primera filósofa de la Historia, inventa el astrolabio, el instrumento que determina la distancia entre las estrellas y el horizonte. Sin ello, los europeos no hubieran alcanzado América tan pronto.
     Entonces los bárbaros atacan, Roma muere de asfixia y la literatura navega a la deriva en los siglos oscuros. Pero es el turno de la otra orilla. Con paciencia, tenacidad y sin descanso, hombres de ciencia y pensamiento surgidos de las hasta entonces silenciosas gargantas del Islam cruzan la mar y reconstruyen en Córdoba, Murcia, Sevilla y Toledo, sin alharacas y sin miedo, el tejido del saber. Salvan lo que pueden del desastre. Y lo entregan con generosidad a los hombres que van a abrir las puertas del Renacimiento.
Las campanas debieron de haber repicado en todos los campos de la Toscana, aunque no lo hicieron, aquel día de primavera en que Florencia vio nacer al Dante. De la mano del poeta Virgilio y de su amada Beatriz, el poeta paseó la literatura por los Infiernos y la elevó después al Purgatorio y el Paraíso. Y con generosidad, volvió a echarla a la mar, a bordo de un velero remozado, para que siguiera navegando durante los siglos siguientes. "El día terminaba -comienza el Canto II-. El aire oscuro de la noche a los seres de la tierra al reposo invitaba. Yo, inseguro y solo, me aprestaba a hacer la guerra del viaje y de la angustia, guerra mía que evocará la muerte que no yerra".

El rostro delgado del caballero
     Nadie detiene ya la derrota del navío. De costa a costa, de sur a norte, de oriente a occidente, lucen las luminarias de un fuego ya inextinguible. Estamos a salvo, no importan las guerras y ni siquiera los muertos. Hacia Levante, una escuadra de estados cristianos aliados le cierra la mar a una gran flota turca. Y en una galera española, La Marquesa, un soldado es herido en un brazo. Pero le queda el otro sano para escribir. Y quizás allí mismo en Lepanto, en lo que el soldado herido llamaría "la más alta ocasión que vieron los siglos", comienza su imaginación a entrever el rostro delgado del caballero que recorrerá las tierras manchegas para inventar por fin la novela, el género que ha salvado desde entonces los estragos y desánimos de quienes lo dan una y otra vez por muerto. Skakespeare, contemporáneo de Cervantes, se asoma también a las orillas mediterráneas y sitúa en Venecia la historia de un mercader y, más al sur, en la otra ribera, los desdichados últimos amores de Cleopatra con Marco Antonio. Nadie está inmune en literatura a la fuerza de ese mar que hierve.
     Baja del norte inglés una tríada de poetas que llevan en sus sienes el laurel de los clásicos. Pronto, el más frágil de ellos, John Keats, muere de tuberculosis en Roma; pero deja escrito un verso que define a todo el romanticismo: "La belleza es verdad y la verdad belleza; nada más es preciso saber en la tierra". Percy B. Shelley se ahoga en una playa toscana, con un libro de Keats en el bolsillo: "Desafiar al poder absoluto; amar y soportar", proclamaba en uno de sus versos. Y Lord Byron, el más bello, el más vigoroso, el más ardiente, fallecía devorado por la malaria en Missolonghi, no muy lejos de Lepanto. Luchaba, cuando murió, por la causa de la independencia de Grecia: "Busca la tumba de un soldado -pedía-; para ti, la mejor. Luego, mira a tu alrededor y elige el sitio, y entrégate al descanso (...), haciendo de la muerte una victoria".
    En España, Espronceda arría las velas de su barco y llega hasta Estambul: "Navega velero mío sin temor...". Chateaubriand viaja de París a Jerusalén y otros poetas franceses como Lamartine se arriman a las orillas de su mar. Unas décadas antes, en Alemania, el gigantesco Goethe ha enseñado el camino a los centroeuropeos con su fastuoso Viaje a Italia y ha cantado al clasicismo en sus Poemas Romanos. Se asombra a la vista de Venecia, y no siempre en un sentido positivo. Stendhal no tardará en seguirle unos cuantos años más tarde y, en su libro Roma, Nápoles, Florencia, traza una vigorosa pintura de la capital toscana.
     Bien entrado el XIX, Charles Dickens se embarca hacia el Sur para escribir su libro Imágenes de Italia. Queda prendado de Venecia, cuya realidad, en su opinión, "excede el sueño más extravagante". Y sobre la ciudad cae la riada de la literatura iniciada por Goethe. Llegan Ruskin, Twain, Henry James, Proust, George Sand, Gauthier, Morris, Hemingway, d'Annunzio, Carpentier..., la lista es interminable. "Es el Shakespeare de las ciudades -se le ocurre decir a John Addington Symonds-: incomparable, irrebatible, y por encima de la envidia". Thomas Mann pervierte a su personaje, el escritor Aschenbach, mientras persigue la belleza destructora, encarnada en la figura de Tadzio. El ruso Joseph Brodsky escribe: "Al rozar el agua, esta ciudad mejora la imagen del tiempo, embellece el futuro. Ése es el papel de esta ciudad en el universo". No muy lejos de allí, en un castillo sobre el Adriático, a las afueras de Trieste, Rainer María Rilke canta en sus Elegías del Duino: "Pues lo bello no es más que ese grado de lo terrible que aún podemos soportar. Todo ángel es terrible". Y Joyce se larga de Zurich para vivir enseñando inglés y seguir tejiendo su monumental Ulises entre prostíbulos y tabernas.
     Hechizado, Henry Miller recorre los mares griegos. Su amigo Lawrence Durrell reflexiona en Sicilia: "Qué afortunado soy de haber vivido en el Mediterráneo y contemplado tan a menudo el sol y la luna juntos en el cielo". Más al Este, en Bosnia, Ivo Andric adelanta una crónica de la ira, la venganza y la sangre. Kazanzakis, Elites y Seferis hacen renacer el clasicismo allá en las islas egeas. No lejos, Amin Maalof nos relata historias del Levante mediterráneo, Naguib Mahfuz nos lleva a oler El Cairo y Albert Camus desciende a Orán para mostrarnos los límites del alma. El Chukri nos cuenta las penas de la gente del Rif y, dando un poco la vuelta, asoman en el litoral español el aroma a naranjos en las páginas de Vicent, las ramblas y las flores de la Barcelona brava de Marsé, el campo ampurdanés de Josep Plá. De nuevo en Italia oímos tambores de guerra en el Nápoles de Malaparte y Norman Lewis. Y más abajo, otra vez en Sicilia, Lampedusa nos retrata el fin de toda una era... No es posible continuar, el papel se acaba y el barco de la literatura navega todavía.
      Por cierto, ¿hemos dicho algo sobre un libro de viajes llamado la Biblia?

                                                                    (Publicado en El País, domingo 27 de noviembre de 2005*)
*En el original, sin las imágenes.

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domingo, 21 de julio de 2013

" Pan y vino" (Brot und Wein), de Hölderlin [fragmentos]

Templo de Atenea en Delfos


PAN Y VINO

[FRAGMENTOS]

4

¡Dichosa Grecia! Oh tú, morada de los celestiales,
¿es cierto, entonces, lo que oímos en la juventud?
¡Oh sala de festines, cuyo suelo es el mar, sus mesas las montañas, para tan simple uso levantadas desde antaño!
Pero, ¿dónde los tronos?, ¿dónde los templos y las copas?,
¿dónde, llena de néctar, la canción que hubo de ser delicia de los dioses?
¿Dónde, oh, dónde brillan ahora los oráculos que nos golpean 
desde la distancia?
Delfos duerme, y la gran voz del destino ¿dónde suena?
¿Dónde el destino urgente? ¿Dónde, lleno de omnipresente
gozo, de qué cielos claros
surgido, quiebra los ojos con su tonante resplandor?

7
Pero llegamos tarde, amigos. Ciertamente los dioses viven 
todavía,
pero allá arriba, sobre nuestras cabezas, en un mundo distinto.
Allí actúan sin tregua, y no parece ser que les inquiete
si vivimos o no, ¡tanto los celestiales cuidan de nosotros!
Pues no siempre una vasija frágil puede contenerles,
el hombre soporta la plenitud divina sólo un tiempo.
Después, soñar con ellos es toda nuestra vida. Pero ayuda
el error,
como el estar dormido, y las necesidades y la noche nos dan fuerza
hasta que un suficiente número de héroes, crecidos en sus cunas
de bronce, sean valerosos, como acostumbran ser los celestiales.
Vendrán entonces como truenos. Pienso, mientras tanto,
mejor dormir que estar sin compañeros,
esperar de tal modo y qué hacer entre tanto y qué decir,
yo no lo sé, y ¿para qué poetas en tiempos de miseria?
Pero, me dices, son como santos sacerdotes del dios de los viñedos
que de una tierra vagan a otra tierra en la noche sagrada.

                       ( Hölderlin, Pan y vino. Versión de Jenaro Talens)



BROT UND WEIN

4
Seliges Griechenland! du Haus der Himmlischen alle,
Also ist wahr, was einst wir in der Jugend gehört?
Festlicher Saal! der Boden ist Meer! und Tische die Berge,
Wahrlich zu einzigem Brauche vor alters gebaut!
Aber die Thronen, wo? die Tempel, und wo die Gefässe,
Wo mit Nektar gefüllt, Göttern zu Lust der Gesang?
Wo, wo leuchten sie denn, die fernhintreffenden Sprüche?
Delphi schlummert und wo tönet das grosse Geschick?
Wo ist das schnelle? wo bricht's, allgegenwärtigen Glücks voll,
Donnernd aus heiterer Luft über die Augen herein?

7

Aber Freund! wir kommen zu spät. Zwar leben die Götter,
Aber über dem Haupt droben in anderer Welt.
Endlos wirken sie da und scheinens wenig zu achten,
Ob wir leben, so sehr schonen die Himmlischen uns.
Denn nicht immer vermag ein schwaches Gefäß sie zu fassen,
Nur zu Zeiten erträgt göttliche Fülle der Mensch.
Traum von ihnen ist drauf das Leben. Aber das Irrsal
Hilft, wie Schlummer, und stark machet die Not und die Nacht,
Bis daß Helden genug in der ehernen Wiege gewachsen,
Herzen an Kraft, wie sonst, ähnlich den Himmlischen sind.
Donnernd kommen sie drauf. Indessen dünket mir öfters
Besser zu schlafen, wie so ohne Genossen zu sein,
So zu harren, und was zu tun indes und zu sagen,
Weiß ich nicht, und wozu Dichter in dürftiger Zeit.
Aber sie sind, sagst du, wie des Weingotts heilige Priester,
Welche von Lande zu Land zogen in heiliger Nacht.



Johann Christian Friedrich Hölderlin, poeta, novelista y dramaturgo, es  una de las más destacadas figuras del romanticismo alemán. Hijo del administrador de un humilde seminario luterano, nació en una aldea de
Suabia en 1770. Destinado a la carrera teológica, pasó por diversos seminarios antes de ingresar en el de Tubinga, donde permaneció  cinco años. Allí estudió la cultura clásica y trabó amistad con los futuros filósofos Schelling y Hegel,  con quienes compartirá entusiasmo ante la Revolución Francesa. También escribió sus primeros poemas, en la huella de Schiller, por quien sintió una profunda admiración. En 1793 abandona el seminario y se emplea como preceptor de familias adineradas, entre ellas  la del banquero Gontard, con cuya esposa, Susette, inspiradora de sus Poemas a Diótima,  mantuvo una relación amorosa. En 1798  abandona su trabajo, y durante un tiempo se dedica a actividades de tipo político, publica su novela Hiperión o el eremita de Grecia y traduce textos griegos. A partir de 1801 empiezan a manifestarse en él síntomas de locura que obligan a internarlo en una clínica de Tubinga en 1806. Al año siguiente es recogido por el ebanista Zimmer, admirador de su obra, en cuya casa  -una torre construida en el siglo XIII, reconstruida y con magníficas vistas al río Nektar- muere en 1843. Entre sus poemas destacan sus grandes elegías: Stuttgard, Pan y vino y El Archipiélago. Su poesía es expresión del malestar romántico, el anhelo de evasión de un mundo doloroso,  en el que el poeta se siente desterrado,  hacia un ideal paradisíaco reflejado en el mundo griego clásico. 

Pan y vino, la más extensa de las elegías de Hölderlin (160 versos), pertenece a su etapa de madurez, años 1800-1801, si bien se revisó posteriormente y  no se publicó hasta 1894. Consta de nueve estrofas, formadas por dísticos y agrupadas de tres en tres. Trata sobre la ausencia de lo divino en el mundo: los dioses se han ido porque no pueden habitar en un mundo dominado por el pensamiento calculador y la adoración por la ciencia. En ese mundo la vocación del poeta es transmitir al pueblo el mensaje de los dioses recibido en signos que solo él puede descifrar. El poeta es, pues, un extraño en una época en que el ser humano vive impoéticamente,  permitiendo así la fuga de los dioses.
    Toda la composición está impregnada por el contraste entre el día y la noche, que representa  la oposición entre el tiempo lleno de Dios y el tiempo sin Dios: la noche se convierte en el presente incumplido y el día hace referencia al tiempo cumplido y brillante de la antigüedad griega, pero también a un anhelado tiempo futuro de plenitud. La oposición entre el día y la noche conecta con los sentimientos de tristeza y alegría, claves también en el poema, de modo que se entrelazan el tono elegíaco y el himno (alegría por la presencia de lo divino). En el centro del poema está Dionisos, el dios del vino en la mitología griega (el título original era Der Weingott, "el dios del vino"). También es el dios de la noche, del entusiasmo dionisíaco, de la locura inspirada y de la alegría. El poema relaciona elementos de la religiosidad órfica con elementos del cristianismo. Así, los términos pan y vino del título simbolizan no sólo el pan y el vino de la liturgia cristiana sino también los dones de Deméter y Dionisos.

La Torre Hölderlin, donde vivió el poeta, en Tubinga,
en una imagen de 1955. ULLSTEIN BILD (GETTY)


-Puedes leer un poema "La ventana de  Hölderlin", de Belén Gache: AQUÍ.

viernes, 19 de julio de 2013

"El guardián del Santo Grial", de Michael P. Spradlin



FICHA BIBLIOGRÁFICA: 
Título: El guardián del Santo Grial.
Autor: Michael P. Spradlin.
Editorial: Bruño.
Lugar y fecha de edición: Madrid, 2010.

PRESENTACIÓN: 
Es una novela de aventuras y acción muy entretenida, dirigida al público juvenil. Primera entrega de la saga "El joven templario".

BREVE INFORMACIÓN DEL AUTOR:
Michael P. Spradlin nació en un pequeño pueblo de Michigan, Estados Unidos. Aficionado a la lectura desde pequeño, encontró escribiendo libros una gran oportunidad de vivir aventuras desde su salón. En su tiempo libre le gusta leer y viajar. También ha escrito los otros dos títulos de esta trilogía: “Las flechas del azar” y “Huérfano del destino”.

ARGUMENTO:
Tristán, un huérfano criado por los monjes de una abadía en Inglaterra, vivirá grandes aventuras en Tierra Santa como escudero del caballero templario Sir Thomas Leux. Todo iba bien hasta que este, le encomienda una tarea que a él le parece imposible: llevar el Grial de vuelta a Inglaterra. En su viaje descubrirá, junto a sus amigos, muchas cosas de su pasado. Su tarea no será fácil, porque hasta el mismísimo Ricardo Corazón de León está dispuesto a mancharse las manos de sangre…

PERSONAJES: 
-Tristán: un huérfano criado por monjes que deberá enfrentarse a mucho peligros durante su viaje.
-Robard: arquero desertor de las tropas del rey que acompañará a Tristán en su viaje y le ayudará en todo lo que sea capaz.
-Maryam: novata de las tropas de Saladino que abandonará a su gente y pondrá sus letales dagas al servicio de Tristán y de su cometido.
-Sir Hugh: caballero de la orden del Temple que persigue sin descanso a Tristán para apoderarse del Santo Grial. 

VALORACIÓN PERSONAL:
Me ha parecido una historia muy interesante y entretenida que no podréis dejar de leer desde que empieza hasta que termina. Opino que los tres amigos protagonistas son muy valientes y atrevidos, al contrario que su perseguidor, que es un cobarde sin escrúpulos.

RECOMENDACIONES:
Esta obra puede gustar a niños a partir de los once o doce años. He aprendido que siempre es más fácil realizar una tarea cuando vas acompañado por buenos amigos. Defiende la amistad, la valentía y la honradez.

RELACIÓN CON OTRAS OBRAS:
Esta obra le gustará a quien haya disfrutado con novelas de aventuras como “Memorias de Idhún” u otros libros sobre la Edad Media o el Rey Arturo.


                                                               Gerardo Quintana Izuel

miércoles, 17 de julio de 2013

100 libros imprescindibles

Del 17 al 22 de junio se celebró en nuestro país el Congreso Mundial  "La Biblioteca de Occidente en contexto hispánico". En el  congreso, organizado por la Universidad Internacional de La Rioja, el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y el centro Internacional de Investigación de la Lengua Española de Rioja,  han participado ciento diez hispanistas internacionales para debatir sobre el futuro del libro tradicional y responder a la pregunta  de  cuál sería la lista de libros imprescindibles en la biblioteca de todo hogar culto que deberían conservarse en papel cuando todos los textos estén accesibles en formato electrónico. El objetivo es formar la biblioteca básica en español de la tradición occidental, que contenga obras significativas (no solo literarias) del pensamiento occidental.

El congreso ha acabado sin acuerdo, pero su director, Miguel Ángel Garrido, ha presentado una propuesta con cien títulos, una sugerencia para quien no los haya leído, que abarca desde la Biblia hasta El coronel no tiene quien le escriba, publicado en 1961. Queda pendiente la selección del último medio siglo.

Son numerosos los reparos que se han hecho a la propuesta, entre ellos, la escasa presencia de mujeres  así como de obras filosóficas y de pensamiento. Garrido insiste en su carácter abierto, por lo que cualquiera puede sugerir otros títulos, pero con cada propuesta hay que sugerir una obra que salga de la lista.

Encontrarás más información en:


LOS 100 LIBROS IMPRESCINDIBLES

  1. 'Biblia'.
  2. ‘La Odisea’. Homero.
  3. ‘Tragedias’. Esquilo.
  4. ‘Medea’. Eurípides.
  5. ‘Edipo Rey’. Sófocles.
  6. ‘Comedias’. Aristófanes.
  7. ‘El banquete’. Platón.
  8. ‘La Eneida’.Virgilio.
  9. ‘Odas’. Horacio.
  10. ‘La Metamorfosis’. Ovidio.
  11. ‘Vidas paralelas’. Plutarco.
  12. ‘Diálogos de los dioses’. Luciano de Samosata.
  13. ‘Confesiones’. Agustín de Hipona.
  14. ‘Canción de Roldán’.
  15. ‘Poema del Mio Cid'.
  16. 'Milagros de Nuestra Señora’.Gonzalo de Berceo.
  17. ‘Los Nibelungos’.
  18. ‘La Divina Comedia’. Dante.
  19. ‘Libro de los exemplos del conde Lucanor’. Infante Don Juan Manuel.
  20. ‘Libro del Buen Amor’. Arcipestre de Hita.
  21. ‘Vida de Dante’. Giovanni Boccaccio.
  22. ‘Obra poética’. Jorge Manrique.
  23. ‘La Celestina’. Fernando de Rojas.
  24. ‘Os Lusiadas’. Luis Camoens.
  25. ‘Elogio de la locura’. Erasmo.
  26. ‘Utopía’.Tomás Moro.
  27. ‘Gargantúa y Pantagruel’. Rabelais.
  28. ‘Obra poética’.Garcilaso de la Vega.
  29. ‘Lazarillo de Tormes’.
  30. ‘Cántico espiritual’. San Juan de la Cruz.
  31. ‘Obra poética’. Fray Luis de León.
  32. ‘Hamlet’. Shakespeare.
  33. ‘Comedias’. Lope de Vega.
  34. ‘Don Quijote’.Cervantes.
  35. ‘Las Soledades’. Luis de Góngora.
  36. ‘Comedias, autos, loas y entremeses’.Calderón de la Barca.
  37. ‘La vida del Buscón’. Quevedo.
  38. ‘Oráculo Manual y Arte de Prudencia’. Baltasar Gracián.
  39. ‘El paraíso perdido’. Milton.
  40. ‘El Avaro’. Molière.
  41. ‘Fedra’. Racine.
  42. ‘Pensamientos’. Pascal.
  43. ‘Robinson Crusoe’. Daniel Defoe.
  44. ‘Los viajes de Gulliver’. Jonathan Swift.
  45. ‘Tom Jones’. Henry Fielding.
  46. ‘Tristram Shandy’. Laurence Sterne.
  47. ‘Baladas líricas’.Coleridge.
  48. ‘Poemas’.Wordsworth.
  49. ‘Fausto'. Goethe.
  50. ‘Orgullo y prejuicio’. Jane Austen.
  51. ‘Don Juan’. Lord Byron.
  52. ‘Cantos’. Leopardi.
  53. ‘Cuentos’. Poe.
  54. ‘Rimas’. Bécquer.
  55. ‘Cuentos’. Andersen.
  56. ‘Almas muertas’. Nikolai Gogol.
  57. ‘Cumbres borrascosas’. Emily Brontë.
  58. ‘David Copperfield’. Charles Dickens.
  59. ‘La casa de los siete tejados’. H. Nathaniel Harwthorne.
  60. ‘Moby Dick’.Melville.
  61. ‘Hojas de hierba’.Walt Whitman.
  62. ‘Adam Bede’.George Eliot.
  63. ‘Crimen y castigo’. Dostoievski.
  64. ‘Guerra y paz’.Tolstoi.
  65. ‘Trafalgar’.Galdós.
  66. ‘Las aventuras de Tom Sawyer’. Mark Twain.
  67. ‘Tres cuentos’. Flaubert.
  68. ‘El americano’. Henry James.
  69. ‘La Regenta’.Clarín.
  70. ‘El pato silvestre’. Henrik Ibsen.
  71. ‘Cuentos’. Chéjov.
  72. ‘Prosas profanas y otros poemas’. Rubén Darío.
  73. ‘Vagabundos’. Knut Hamsun.
  74. ‘Relatos de la Guerra Carlista’.Valle-Inclán.
  75. ‘Campos de Castilla’. Antonio Machado.
  76. ‘Jean Santeuil’. Proust.
  77. ‘Pigmalión’. Shaw.
  78. ‘El castillo’. Kafka.
  79. ‘La montaña mágica’. Thomas Mann.
  80. ‘Al faro’.Virginia Woolf.
  81. ‘Romancero gitano’. Federico García Lorca.
  82. ‘Berlín Alexanderplatz’. Alfred Döblin.
  83. ‘Belacqua en Dublín’. Samuel Beckett.
  84. ‘Poemas’. Pessoa.
  85. ‘Absalón, Absalón’.William Faulkner.
  86. ‘Finnegan’s Wake’. James Joyce.
  87. ‘El extranjero’.Camus.
  88. ‘La isla sin aurora’. Azorín.
  89. ‘El Aleph’. Borges.
  90. ‘1984’.Orwell.
  91. ‘Memorias de Adriano’. Marguerite Yourcenar.
  92. ‘El Viejo y el mar’. Ernest Hemingway.
  93. ‘Vuelo a casa y otros relatos’. Ralph Ellison.
  94. ‘Poemas’. Paul Celan.
  95. ‘Historia del corazón’. Vicente Aleixandre.
  96. ‘Pedro Páramo’. Rulfo.
  97. ‘Gran Sertón: Veredas’. Joao Guimaraes.
  98. ‘El pobre de Asís’. Nikos Kazantzakis.
  99. ‘Tercera antología poética’. J. R. Jiménez.
  100. ‘El coronel no tiene quien le escriba’.García Márquez.

domingo, 14 de julio de 2013

"No quiero rosas mientras haya rosas", de Fernando Pessoa




No quiero rosas mientras haya rosas.
Las quiero cuando no las pueda haber.
¿Qué he de hacer con las cosas
que puede cualquier mano coger?

Sólo quiero la noche si la aurora
la diluye en azul y rosicler.
Lo que mi alma ignora
es lo que quiero poseer.

¿Para qué ?... De saberlo, nunca haría
versos para decir que no lo sé.
Siento a mi alma pobre y fría...
¿Con qué limosna la calentaré?

    (Fernando Pessoa. Versión de Ángel Crespo)

Fernando Pessoa, poeta, ensayista y traductor portugués, nació en Lisboa en 1888. Desde 1895 hasta 1905, residió en Durban (Sudáfrica), donde su padrastro era cónsul de Portugal.  De regreso a Lisboa, tras abandonar los estudios, alternó el trabajo de oficinista con su dedicación a la literatura.  Como consecuencia de su educación anglosajona, compuso sus primeros poemas en inglés. Dirigió varias revistas, a través de las cuales ejerció su magisterio en la poesía portuguesa, y se convirtió en el impulsor del surrealismo portugués.  A partir de 1914 empiezan a aparecer sus heterónimos, poetas ficticios inventados por él,  a los que atribuye la mayor parte de su obra y que no se identifican con las ideas del autor. Por el contrario, cada uno tiene una personalidad y un estilo propios: el antimetafísico Alberto Caeiro, presentado como maestro de los demás; el modernista y luego futurista Álvaro de Campos, y Ricardo Reis, de poética horaciana, son los más importantes.  Actualmente está considerado la figura más representativa de la poesía portuguesa del siglo XX. En vida solo publicó el poemario Mensaje (1934), fue después de su muerte cuando se reunió su obra poética: Poesía de Fernando Pessoa (1942), Poesías de Álvaro de Campos (1944), Poemas de Alberto Caeiro  (1946) y Odas de Ricardo Reis (1946), entre otras. Murió en Lisboa en 1935.

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lunes, 8 de julio de 2013

José Luis Sampedro y Aragón: un amor correspondido


    El escritor José Luis Sampedro (Barcelona, 1917-Madrid, 2013) ha mantenido a lo largo de su vida una estrecha relación con algunos lugares de nuestra Comunidad. 
   Aunque nacido en Barcelona, la profesión de su padre, médico militar, obligó a la familia a trasladarse a Tánger cuando el autor no había cumplido el año y medio de edad, y allí vivió hasta los trece años. Tánger, su paraíso de la infancia, era entonces una ciudad internacional, en la que convivían gentes de distintas nacionalidades, lenguas, culturas y religiones, en un clima de tolerancia. Pero en 1925 sus padres decidieron que continuara su formación en España, así recaló en Zaragoza.

ZARAGOZA
    El padre del escritor tenía una hermana en Cihuela, Soria, casada con un médico. El matrimonio se ofreció a acogerlo en su casa y a enviarlo a un buen colegio en Zaragoza, donde pasaban los inviernos. Para facilitar su adaptación, lo enviaron con sus tíos (eran también sus padrinos) antes de que comenzara el curso, pero eso produjo en él la sensación de abandono y, además, no consiguió  integrarse en aquella  sociedad cerrada, muy distinta a la de Tánger. Su salvación y su refugio fue la lectura, el descubrimiento de  un arcón lleno de libros, con novelas publicadas por entregas como Los tres mosqueterosVeinte años despuésEl vizconde de BragelonneEl juramento de LagardèreRocambole... Al poco de su llegada a Cihuela, se produjo la muerte inesperada de su tío: su tía ya no podía pasar los inviernos completos en Zaragoza y él se quedó interno en el colegio de El Salvador, de los jesuitas.
   Aquí empezó a leer vidas de santos, libros de la editorial alemana Herder, como Los mártires jesuitas en Japón o Los maronitas de Líbano perseguidos por los musulmanes. "Y entre estas lecturas y unos ejercicios espirituales ultraterroríficos, naturalmente, decidí, con nueve años, ponerme a salvo y hacerme jesuita, para ver si  escapaba de la quema. Pero ese deseo duró poco, porque mi padre se enteró y se dio cuenta oscuramente de que yo había interpretado mal la cosa", recordaba el escritor en la conferencia pronunciada en la Biblioteca Nacional, en noviembre de 2007. De modo que su progenitor dispuso su regreso a Tánger para "discutir la cuestión con más calma".
    Pero -como descubrió recientemente José Antonio Ruiz Llop, director del IES Goya-,  antes de volver a casa, realizó el examen de Ingreso (curso que permitía el acceso al Bachillerato Elemental) en el Instituto Nacional de Segunda Enseñanza (actual IES Goya) de Zaragoza. En los archivos del centro se conserva la instancia (foto de la izquierda), fechada el 1 de abril de 1927,  en la que José Luis Sampedro Sáez, de diez años,  solicita ser admitido a la prueba libre de Ingreso y a la de primer curso de Bachillerato.  En el  examen de Ingreso (del que se guarda la prueba escrita, consistente en un dictado y un análisis gramatical, además de operaciones aritméticas), realizado  el 14 de junio, obtuvo la calificación de "Admitido", según consta en el acta correspondiente y en la Hoja de Estudios. Del tribunal que lo examinó, se han identificado las firmas de José López Zuazo  y Ortiz de Echevarría (catedrático de Historia Natural, que actuó como presidente) y de los vocales Juan Fernández Amador de los Ríos, catedrático de Geografía e Historia, y Francisco Cebrián Fernández de Villegas, catedrático de Matemáticas (secretario del centro, nombrado director en mayo de 1931; republicano, cuñado de Julián Besteiro, fue depurado tras la guerra y desterrado a Huesca; se jubiló en el Cardenal Cisneros de Madrid). Sin embargo, no llegó a presentarse a los exámenes de primero de Bachillerato, debido, posiblemente, a que su supuesta vocación aconsejó un cambio de planes.
   Algunos de los temas de  su primera novela, La estatua de Adolfo Espejo (1939, publicada en 1994), tales como el paraíso perdido o el miedo al pecado, tienen su origen en su experiencia con los jesuitas, como ha reconocido el  autor en Escibir es vivir, libro en el que recuerda su estancia en el internado zaragozano.

   Muchos años más tarde,  con motivo de la Exposición Internacional celebrada en  Zaragoza en 2008, José Luis Sampedro regresó a la ciudad para participar en la Tribuna del Agua, donde presentó "La balada del agua", un homenaje a la vida en el planeta Tierra y un canto para que los seres humanos se reencuentren con la naturaleza. Este trabajo forma parte de  "Palabras del agua", colección de doce ensayos escritos para Expo Zaragoza 2008 por personalidades tan relevantes como Mijail Gorbachov, Rigoberta Menchú, Federico Mayor Zaragoza o Jeremy Rifkin, además del propio Sampedro. En ese mismo año,  fue nombrado Hijo Adoptivo de Zaragoza, la ciudad que "tiene dos zetas, la de la nobleza y la de la entereza",  según el escritor.

ALHAMA DE ARAGÓN
Escrito de Sampedro en el libro de Alhama. Foto: Nuria  Soler

   Y el agua lo llevó también, por primera vez en 1925, a los balnearios de  Alhama de Aragón (Zaragoza), adonde fue con su padre desde Cihuela, distante poco más de 20 kilómetros.
   Allí regresaría a finales de los 50, cuando había empezado a escribir El río que nos lleva (1961) y, en busca de documentación,  recorrió los pueblos de la cuenca alta del Tajo, tomando como base Alhama. Desde entonces volvió todos los años "como una golondrina" y allí terminaría La vieja sirena (1990), Real Sitio (1993) o El amante lesbiano (2000). En Octubre, octubre (1981) y La vieja sirena ha quedado la huella de estos paisajes aragoneses.
    En el balneario de Alhama coincidió en el  verano de 1997 con la  mujer que lo había de acompañar en sus últimos años, la escritora Olga Lucas,  con quien contrajo matrimonio en 2003 en Alhama.

  Sampedro definió su relación con Alhama como "la correspondencia de un amor de toda la vida" cuando su Ayuntamiento le otorgó el título de Hijo Adoptivo en 2003. De este amor había dejado constancia ya en la edición de La vieja sirena, en cuyos   "Agradecimientos"  leemos: "Finalmente, a mi circunstancia: cinco ambientes en A  que se hicieron refugio. Alhama de Aragón, Alicante, Aranjuez, Aravaca y la principesca hospitalidad de Andorra".

Sampedro y Olga Lucas en Alhama de Aragón

JACA Y CANFRANC
    Mucho más tardía, pero no menos intensa,  fue su relación con la ciudad de Jaca (Huesca). Allí acudió por primera vez en la primavera de 2007 para acompañar a Olga Lucas, quien había sido invitada a participar en el "Encuentro de mujeres de escritores  de la generación de los 50". En esta ocasión, el autor participó en la mesa redonda "Escritura y vida. La prosa cotidiana. Hogar e intimidad". Regresaron en agosto de ese mismo  año a la Feria del Libro, y a partir de entonces, se convirtieron en habituales de  los veranos de Jaca,  donde  Sampedro participó muy activamente en diferentes actividades culturales.

En la XII  Feria del Libro de Jaca, con Olga Lucas y la periodista Rosa María  Artal

    Desde allí se desplazó en 2009 a la villa de Canfranc (a 18 km de Jaca), en la frontera con Francia, donde visitó el edificio de la antigua estación internacional, en proceso de rehabilitación, y descubrió una placa con el nombre de Sampedro en la fachada de la biblioteca municipal. El que el autor haya dado nombre a la biblioteca de Canfranc se debe, aparte de sus méritos como escritor y humanista, a que Sampedro fue destinado a Canfranc como jefe de aduanas en 1936, pero el estallido de la Guerra Civil le impidió ocupar el cargo en una población  cuyo paso fronterizo alcanzó una  enorme importancia estratégica durante la Segunda Guerra Mundial.* Setenta años más tarde llegaba por fin a esta villa "por orden del destino y por mi propia voluntad".

    Por orden del destino, no regresará más a todos esos lugares que amó, donde sus numerosos amigos y admiradores  lo echarán de menos ahora y en  veranos sucesivos.

                                            Josefina López Granada, profesora del IES Goya

* Entrada relacionada:

-Puedes leer cuatro poemas de José Luis San Pedro: AQUÍ.

domingo, 7 de julio de 2013

"Acerca del jilguero", de Eloy Sánchez Rosillo


ACERCA DEL JILGUERO

Para empezar el día, anoto aquí
que de todos los pájaros que yo he visto y oído
el más mío de todos es sin duda el jilguero.
Cuando digo su nombre mi infancia entera
   vuelve,
y desando el camino y de nuevo retorno
a aquella casa blanca cuyos muros se alzaban
en medio de los campos, en el centro 
del corazón del mundo y del verano.
Y me veo a mí mismo en la mañana de oro
-igual que en el comienzo prometedor de un
   mito-
por vez primera oyendo un canto que venía
de dónde, de qué ser maravilloso y puro.
Escucha, escucha, niño, y acércate despacio
al lugar del que brota sin cesar
esa música hermosa. No hagas ningún ruido.
Y poco a poco llegas con tus pequeños pasos
hasta el pie de un almendro. Pero miras
hacia arriba y no ves más que hojas verdes

y cielo azul. Insiste. No te muevas, y observa
con atención. Insiste. Sí, ya veo, parece 
que algo se está moviendo en esa rama.
Por fin, por fin lo ves: es un jilguero.
Lo ves hoy y lo has visto para siempre.
Quién podría olvidarlo. Lo viste, sí. Y yo ahora 
lo sigo viendo aún con nitidez
y apunto emocionado en mi cuaderno
ese cuerpo menudo que al cantar se estremece,
e intento dibujar también la gracia
de su rojo antifaz y la delicadeza
de su ropaje pardo que se adorna
con pinceladas blancas, amarillas y negras. 
Canta, canta  el jilguero en la mañana
remota del origen. Y después alza el vuelo
y se va por el aire. Mas desde entonces vibra
en tu oído, en mi oído y en la verdad más
   honda
su canto de aquel día, su milagroso canto.


                          (Eloy Sánchez Rosillo, de La certeza, 2005. 
Incluido en En el árbol del tiempo)

La antología En el árbol del tiempo [Juan Marqués (sel.), Valencia,Pre-Textos, 2012] incluye una "Nota sobre el jilguero" en la que,  acerca del predominio del jilguero entre los pájaros de su poesía, escribe el autor:
[...] Su hegemónica presencia se debe a que él fue sin duda, de todos sus congéneres, el que más de cerca y más intensamente viví en mi infancia y mi adolescencia. Nunca me canso de pensar en tan menudo y mágico ser y lo tengo en el corazón como pájaro tutelar.
De niño y de muchacho pasaba  los largos meses vacacionales de los veranos en una finca familiar perdida en las inmensidades de la Mancha, que es la que con frecuencia aparece en mis poemas. Los cuatro o cinco cortijos (o aldeas, como los llamaban los lugareños) más próximos estaban diseminados al menos a tres kilómetros a la redonda del nuestro, y el pueblo más cercano se encontraba a siete u ocho. Los trabajos y los días transcurrían allí, en los años a que me refiero, como en los tiempos de Hesíodo*. No había luz eléctrica ni agua corriente en la zona. No se utilizaban aún los tractores ni ninguna otra maquinaria agrícola. todas las faenas se hacían a mano o con la ayuda de animales de labor. Era el campo irremediable y sin paliativos: el campo absoluto.
El pájaro que más abundaba por aquellos pagos, después del omnipresente y universal gorrión, era el jilguero, ya que en esas tierras de pan llevar* proliferaban, junto a los cereales, diversas especies de cardos, y, como es sabido, el trigo y las semillas de esas plantas erizadas de espinas, aunque de bellísimas flores, son los alimentos básicos de este alado animalillo (hasta el punto de que su nombre latino es Carduelis carduelis). Solían anidar los jilgueros en los almendros, muy comunes en la finca, al igual que las encinas. En el verano estaban ya las crías en todo lo suyo y danzaban y cantaban sin parar con sus progenitores por los aires purísimos.  A más de uno de tales inexpertos pipiolos logramos mis hermanos y yo amaestrarlos (cosa nada fácil tratándose de jilgueros), y volaban libres por el interior del inmenso caserón en el que vivíamos. Sólo se recogían en la jaula para comer y beber agua, y a veces para dormir. Los llamábamos y acudían solícitos y contentísimos, llenándolo todo con sus gorjeos, a posarse en los dedos de la mano extendida, en el hombro, en la cabeza.
Tan incomparable maravilla la perdí cuando mi madre, a la altura de mis dieciocho años, tuvo que vender la finca. Era yo por entonces un poeta en ciernes, y con la conciencia de  la pérdida del paraíso empezó a fraguarse en el alma y en los poemas que escribía el mito del jilguero. El paso del tiempo me ha ido haciendo ver la importancia capital en mi vida de aquella criatura prodigiosa.
                                                                                                   ELOY  SÁNCHEZ ROSILLO
                                                                                                              (noviembre de 2011)

*Hesíodo, poeta de la antigua Grecia, autor de Los trabajos y los días, obra en la que se dan consejos sobre las labores agrícolas.
*tierra de pan llevar, tierra adecuada para el cultivo de cereales.





En este blog puedes leer otros poema del autor: