jueves, 3 de octubre de 2024

"Sueños de identidad" y otro relato de Carmen Sancho Hernández

 

La Torre de Hércules en la niebla. (Blog La Voz de Galicia)
  



SUEÑOS DE IDENTIDAD

Se sentía producto de una arquitectura anfibia, asomado al mar pero anclado en la dura roca. Allí estaba, alto, enhiesto, desafiante. Durante la noche vigilaba, durante el día dormía y soñaba.
   Se soñó como una gran columna, un enorme fuste coronado por un capitel de luz que sólo era capaz de soportar el leve peso de la densa niebla.
  Se soñó como un varado Polifemo, vigilante con su único ojo de la esquiva y marina Galatea, que nunca respondió a sus amores.
   Se soñó como un molino de viento que nunca pudo despegar sus brazos ni con la caricia de la suave brisa ni con el azote de la impetuosa galerna
   La noche lo devolvía a su auténtica realidad, pero el día lo sumía en la continua confusión de sus sueños. Y siempre, siempre, soñaba con la lejana Alejandría.




ESTABLECIMIENTO CON ESTILO

   —¡Camarero!
   —¿Sí, señor?
   —Una etílica metonimia, por favor.
   —Ah, muy bien; usted quiere una copa.
   —¡Bravo, camarero!
   —¿Y de qué quiere el contenido?
   —De metonímico y espiritoso caldo gaditano.
   —¡Marchando! ¡Un jerez! 
   —¡Perfecto!
   —Aquí tiene su jerez y la cuenta, caballero.
   —Un poco caro, ¿no?
   —Tal vez, señor, pero el servicio se encarece cuando se sirve con figuras retóricas.
   —Entonces ya no hago la petición metafórica que deseaba. 
  —No se lo aconsejo, señor. Los servicios con metáfora son mucho más caros. Tenga en cuenta que la abstracción aumenta. 
   —¡Claro, claro!

(Carmen Sancho Hernández, Tiempo para contar (Relatos y microrrelatos), viveLibro, 2024)

Carmen Sancho H.
Carmen Sancho Hernández ha dedicado muchos años de su vida al estudio y la enseñanza de la lengua y la literatura castellanas. La última etapa de su actividad laboral transcurrió en el IES Goya de Zaragoza. Tras la jubilación, se abre para ella un nuevo ciclo, con "tiempo para contar", para adentrarse en el mundo de la creación literaria. Y se inicia con un libro de relatos breves en el que el ejercicio de la profesión ha dejado su impronta, como explica su autora: "el acostumbrado quehacer literario de tantos años  me ha llevado hasta este librito Tiempo para contar donde se puede rastrear a qué he dedicado mi vida laboral". Efectivamente, en estos relatos deja constancia de su dominio de la lengua y de las técnicas narrativas, pero también podemos apreciar la imaginación, la  ternura, el ingenio y el humor que tan bien conocemos quienes hemos disfrutado de su cercanía. De ahí que esta ópera prima resulte, sin embargo, una obra de enorme madurez y notable calidad literaria, en la que cada una de sus variadas piezas se ha pulido con extremado mimo y acierto. Todas ellas son prueba de que la escritura de su autora, como el faro del relato, se asienta sobre la roca firme del rigor y el conocimiento, y brilla con la luz de la imaginación y el ingenio.

Deseando que el lector tenga una información  más amplia y autorizada sobre el libro, parece oportuno reproducir las palabras de la contraportada, en las que encontrará nuevos motivos para acercarse a la obra, de la que es justo reseñar también la cuidada edición:
"Tiempo para contar es un conjunto de relatos que juegan a ser microrrelatos o microcuentos que añoran mayores dimensiones —no siempre es fácil domeñar la pluma— en ese límite mágico y difuso en el que se suceden las peripecias literarias. En donde objetos cotidianos presentan estados de ánimo; metáforas y metonimias se pelean, traviesas, por ver cuál de las dos se erige en protagonista de un breve pensamiento; y vivencias personales se entremezclan con divertidos jugueteos gramaticales. Quizá porque su autora admiró desde niña ese poder casi hipnótico que encerraba una buena historia, ya albergase las intrépidas andanzas de un valiente sastrecillo o las más bélicas hazañas de un tebeo, pasando por el mundo mítico y misterioso de Bagdad o Samarcanda. Quizá porque aquello la llevó a tratar de explicar y contener esos mundos infinitos en los límites precisos de un aula con olor a tiza y rumor de pupitres, desbordando incluso los márgenes de la gramática con el caprichoso ingenio de las relaciones semánticas o con el mundo fascinante y seductor de una buena aventura literaria.

Quizá todo esto, junto con una mirada siempre ávida de nuevos horizontes literarios y siempre curiosa, sea Tiempo para contar".

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