domingo, 7 de agosto de 2022

"En la mañana inmensa" y "La playa", de Eloy Sánchez Rosillo



© Bill Jacobson


EN LA MAÑANA INMENSA

CUÁNTO tiempo ha pasado ya, hijo mío,
desde aquella mañana que dije en un poema
en el que se nos ve a ti y a mí en la playa,
bañándonos alegres, entre risas,
en un mar tibio y quieto, bajo el sol estruendoso
y un cielo azul sin mácula.
                                           Tenías
entonces tú dos años, y se hallaba en su inicio
apenas la aventura que ha sido el estar juntos
tu vida entera y casi la mitad
de la que he respirado.

                                    Era feliz mirándote.
Compartía tus juegos. Te abrazaba. Corríamos
por la arena caliente de la dicha...

    Hasta que a mi conciencia, no sé por qué, de pronto,
vino el sentir del tiempo y levantó
entre tu ingenuidad y mi tristeza súbita
la visión desolada de un futuro,
vertiginoso, en el que ya no estabas
a mi lado: vagabas por el mundo
y yo quizá había muerto.

                                        Es verdad que el vivir
todo lo muda. Y sucedieron cosas
plácidas o revueltas, e incluso, en ocasiones,
duras y amargas. Existir es eso:
un azar incesante.
                              Pero no
llegó nunca el futuro que temía,
ni ningún porvenir de un signo u otro,
sino sólo el presente sin confines
de este momento único. En sus anchos espacios,
mucho logré aprender de personas y cosas,
aunque de nadie tanto como de ti, pequeño
maestro mío de alegría en los años
límpidos de tu infancia (que no comparo nunca
con ningún otro bien que haya tenido),
y aprendices los dos de desconciertos
y de dolor profundo algunas veces
cuando un día empezaste a crecer de improviso,
tan deprisa y corriendo, en el enigma
y la intemperie de la adolescencia.

   Después, como en un sueño, poco a poco,
pudimos alcanzar el júbilo más alto:
aquel que obtiene nuestra mano pura
si antes supo de heridas.

                                       El amor no transcurre:
ocurre. Su obstinado latir insiste oculto,
a salvo para siempre en nuestro pecho.

   Y ahí estamos tú y yo desde el principio,
en el mar del verano, bajo el sol,
dentro de este diamante que fulgura,
de esta mañana inmensa que es la vida.

                     De La rama verde, Tusquets, 2020

LA PLAYA

NADIE podrá quitarme —me digo— la ilusión
de soñar que ha existido esta mañana.
Se ha detenido el tiempo. Oigo tu risa,
tus palabras de niño. Nunca he estado
tan conforme con todo, tan seguro
de mi alegría. Juegas junto al agua, y te ayudo
a recoger chapinas, a levantar castillos
de arena. Vas corriendo de un sitio para otro,
chapoteas, das gritos, te caes, corres de nuevo,
y luego te detienes a mi lado y me abrazas
y yo beso tu pelo, tus ojos, tus mejillas,
tu niñez jubilosa. El mar está 
muy azul y muy plácido. A lo lejos,
algunas velas blancas. El sol deja 
su oro violento en nuestra piel.
                                                  Me digo
que es cierto este milagro, que es verdad
el inmóvil fluir de la quieta mañana,
la ilusión de soñar el remanso radiante
en el que acontecemos como seres
dichosos de estar vivos, felices de estar juntos
y de habitar la luz.

                               Pero escucho, de pronto,
el ruido terrible y oscuro y velocísimo
que hace el tiempo al pasar, y la firmeza
de mi sueño se rompe, se hace añicos
—como un cristal muy frágil— la ilusión
de estar aquí, contigo, junto al agua.
El cielo se oscurece, el mar se agita.
Siento en mi sangre el vértigo espantoso
de la edad: en un instante, transcurren muchos años.
Y te veo crecer, y alejarte. Ya no eres
el niño que jugaba con su padre en la playa.
Eres un hombre ahora, y tú también comprendes
que no existió, ni existe, ni existirá este día,
la venturosa fábula de mis ojos mirándote,
la leyenda imposible de tu infancia.
Estás solo, y me buscas. Pero yo he muerto acaso.
Somos sombras de un sueño, niebla, palabras, nada.

De Autorretratos, 1989

Tras la publicación en 2018 de Las cosas como fueron, que reúne la poesía escrita por Eloy Sánchez Rosillo desde 1974, el autor prosigue su andadura con La rama verde, aparecido dos años después. En él están presentes algunos de los temas que siempre le han preocupado, aunque enfocados con mirada distinta, desde la perspectiva que da la edad.

Esas líneas  de fuerza que recorren toda la poesía de Sánchez Rosillo y que se manifiestan en este libro en toda su plenitud son: "la suma de emoción y meditación, de memoria y presente, el intimismo y la confesionalidad autobiográfica [...] o el diálogo constante del sujeto y el tiempo que tiende a ser en los últimos libros diálogo entre el sujeto y el mundo", señala Santos Domínguez, quien añade:

Es esta una poesía que se levanta sobre una luz renovada y sanadora, sobre una luz respirada cuyo fulgor se sobrepone a la destrucción y al tiempo. Y en ella la naturaleza, abierta en el mar o doméstica en el jardín, se convierte no en un decorado, sino en el paisaje existencial donde se proyecta la intimidad, igual que el pasado y el presente se iluminan uno a otro en una abolición del tiempo, en un ahora continuo que les da sentido de lo permanente, porque ser es haber sido y "lo importante es vivir, aunque el vivir nos duela, / estar vivos del todo mientras dure la vida."

 El poema  al que alude "En la mañana inmensa" es "La playa", en el que el presente feliz de una mañana en la playa en compañía de su hijo se contempla como condenado a desvanecerse por efecto del paso del tiempo, como un sueño que no hubiera existido nunca. En el primer poema, por el contrario, ese futuro al que alude el segundo poema se ha convertido ya en un presente en el que no ha ocurrido lo que se temía. Como observa José Luis García Martín, estos dos poemas muestran la  evolución del poeta  en  cuanto a la concepción de la realidad: "La playa", perteneciente a su primera etapa es un poema elegíaco, mientra que el primero, de su segunda etapa, es un poema celebratorio.

5 comentarios:

  1. ¡Muy hermoso! Compruebo que éste es uno de los poetas reunidos en esta colección tuya que más me gustan. Y yo diría que había leído por aquí el poema al que se alude en el comienzo, en el que el padre y el hijo disfrutan en la playa, pero será de otro autor.
    Más aterrador sería la visión de un futuro en donde quién falta es el hijo.
    Carlos San Miguel

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  2. Creo que el poema al que te refieres es de Carlos Marzal, "El aprendiz de espumas".

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    1. Ah, pues me parece que sí...ambos padres aprenden de sus hijos. ¡Los dos son estupendos poemas
      Carlos

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    2. Subo el poema al que alude Sánchez Rosillo, "La playa".

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  3. ¡Perfecto! Ahora queda todo unido y podemos ver claramente esa evolución del pensamiento del poeta, Pero, por desgracia, la cosa no queda aquí y así; el hijo deberá un día escribir el tercer poema que de fin al tríptico porque el padre ya no podrá hacerlo cumpliéndose al fin ese miedo premonitorio de "La playa", poema del que me ha encantado eso del "ruido oscuro, terrible y velocísimo que hace el tiempo al pasar"
    ¡Gracias por completarlo
    Carlos

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