domingo, 24 de julio de 2022

"Mediterránea", de José Carlos Llop

 

Cala Blanca, Menorca

MEDITERRÁNEA

A primera hora, la casa duerme
y el mar es una lámina de platino
bajo el taller celeste.
Yo voy arrancando hierbas con la azada.
Es un rito más del verano, como tantos:
el paseo matutino, los baños, la siesta,
las puestas de sol, o la lectura de los clásicos,
que siempre son modernos y enseñan
lo que no sabes, hablándote de lo que sí.
Como exiliados que vivieran bajo tierra,
las hormigas ya han comenzado sus labores
de intendencia y arquitectura interior.
Imagino esa ciudad suya de murallas pardas,
celdas doradas y túneles oscuros
como una Troya en paz, donde Aquiles y Héctor
llevan casco rojo y armas negras, pero no pelean.
Príamo ha muerto y Helena es una reina sin amantes.
En sus cuevas no hay bisontes ni caballos,
ni cazadores o nadadores pintados,
pero tampoco grecas, estanques o dioses.
Carecieron de Platón: he ahí su destino,
idéntico día tras día, siglo tras siglo.
Sobre nosotros vuelan torcaces, cuervos, gaviotas.
Mis dedos huelen a aromas que el perfumista desconoce.
Balan las cabras detrás de los chivos
-manchas canela sobre las rocas gris-naranja-
y el macho-cabrío tose como un viejo con enfisema.
Juegan los papamoscas persiguiendo insectos
y tres jilgueros cruzan el aire transparente
mientras cantan en una pintura de Giotto.
El sol va tomando posiciones muy deprisa
para instalar sin tregua su despotismo cotidiano,
el mismo al que las mujeres se regalan.
Las sombras, herencia de la noche huidiza,
se baten en retirada y los cargueros afeitan
el horizonte como emisarios de un barbero
con negocios en El Pireo, Chipre, o Estambul.
Las abejas hacen su trabajo
en la flor japonesa de la alcaparra.
La música del verano es calma:
los perros del valle, las cigarras, la sorda quietud
del agua: las horas de la tarde no pasan,
las horas de la tarde están embalsamadas,
y el mar manda mensajes centelleantes
como los heliógrafos de una flota de guerra.
Ésta es mi casa, la que limita con Oriente,
donde los armadores griegos son herederos
de Ulises y los mapas por descubrir
no existen. Ésta es la tierra del olivo y el ciprés,
la higuera, el algarrobo, la encina y el nopal,
pero a sus pies se encuentra el origen del mundo.
Ésta es la tierra de la vida sabia y la pulsión cruel.
A sus pies estoy yo ahora, agachado,
arrancando hierbas: no soy su hijo, sino su hermano,
y el hombre que la mira desnuda al salir del baño
-las redondas nalgas bronceadas, el surco oscuro,
las piernas como una invitación-
y el que escribe sobre su piel versos
que hablan de ella, mientras se despereza
y sonríe con el misterio de una diosa antigua.

De Cuando acaba septiembre, Lumen, 2011

"La poesía elegante y meditativa de José Carlos Llop adquiere aquí, como ya anuncia su título, una luminosidad espectral y melancólica, una sobriedad helénica. Además de la literatura, las ciudades y la memoria, motivos recurrentes en su poesía, Llop indaga aquí en el Mediterráneo como espacio esencial de su universo poético. El agua, la luz, Cavafis, Durrell, las islas y la figura de la madre son algunos de los protagonistas de estos poemas transidos de sabiduría, bellos como una mañana de septiembre", leemos en la contracubierta de este libro, que reúne poemas compuestos entre 2007 y 2011. 

Túa Blesa señala en El Cultural  cómo en este poemario "lo ajeno y lo autobiográfico no se estructuran en régimen de oposición, sino de continuidad por apropiación de la experiencia y de la palabra del otro" y destaca la musicalidad de los poemas junto a "una peculiar sensibilidad para mirar el paisaje, como algo íntimo, tanto que se declara 'hermano' de la tierra".

[Imagen: Lánzate a viajar]

1 comentario:

  1. Suscribo lo que dice la crítica de este hermosísimo poema. Me ha gustado lo de la ciudad de las hormigas -aunque no sé si tiene mucho que ver con esta exaltación mediterránea pese a que el poeta imagine el hormiguero como un Troya subterránea... ¿por qué si en una colonia de hormigas no parece que hay sitio para el conflicto?. Y otra cosa: los cargueros ya no vienen del próximo Oriente; ahora nos enlazan con el del extremo, con la apabullante China.
    Me ha parecido muy plástico y no me cuesta nada reconocer en este poema las postales iniciales de la ficticia Vigatta con las que comienzan los episodios del gran comisario Montalbano.
    Carlos San Miguel

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