domingo, 13 de febrero de 2022

"Quien dice que el ausencia causa olvido...", de Juan Boscán


©Edward Hopper

Soneto  LXXXV

Quien dice que el ausencia causa olvido[1]
merece ser de todos olvidado.
El verdadero y firme enamorado
está, cuando está ausente, más perdido[2].
 
Aviva la memoria su sentido[3];
la soledad levanta su cuidado[4];
hallarse de su bien[5] tan apartado
hace su desear más encendido.
 
No sanan las heridas[6] en él dadas,
aunque cese el mirar que las causó,
si quedan en el alma confirmadas,
 
que si uno está con muchas cuchilladas,
porque huya de quien lo acuchilló
no por eso serán mejor curadas[7].
 
(En Antología poética del Siglo de Oro. Ed. de
José Antonio Torregrosa Díaz, Anaya)
 

[1] Este primer verso, y todo el soneto, gozó de gran fama 
en el Siglo de Oro y fue muy imitado.
[2] perdido: desconcertado, aturdido.
[3] El pensamiento amoroso aviva la sensibilidad 
del amante.
[4] La soledad causada por estar ausente de la amada aumenta 
el desasosiego amoroso (“cuidado”) del amante.
[5] su bien y el mirar (v. 10) se refieren a la persona que causa
el enamoramiento.
[6] las heridas y muchas cuchilladas (v. 12) son imágenes para
referirse al enamoramiento.
[7] Con raíces platónicas (el amor es deseo de belleza), el motivo
de la ausencia de la amada y sus efectos en el amante aparece
ya como tópico en la poesía provenzal y lo hace suyo más tarde
Petrarca.

(Notas del editor, excepto 5 y 6.)

Juan Boscán
Juan Boscán de Almogáver fue un escritor español nacido en Barcelona entre 1487 y 1492. Perteneciente a una influyente familia burguesa, sirvió en la corte de Fernando el Católico y en la de Carlos I. Ejerció como preceptor del duque de Alba. En ese ambiente cortesano conoció a Garcilaso de la Vega, que se convirtió en su gran amigo. En 1526 asistió en Granada a los esponsales entre Carlos I e Isabel de Portugal. Durante las celebraciones se entrevistó con Andrea Navagero, embajador de Venecia, quien lo convenció para que probase en lengua castellana los nuevos metros que entonces estaban de moda en Italia ("sonetos y otras clases de trovas usadas por los buenos autores de Italia"). Su ejemplo fue seguido por su amigo Garcilaso. Ambos introdujeron en la lírica castellana el endecasílabo y las estrofas italianas -con mayor fortuna y perfección que el marqués de Santillana en sus 42 sonetos fechos al itálico modo- así como los temas y motivos del petrarquismo. 

En 1539 abandonó la corte, se estableció en Barcelona y contrajo matrimonio con Ana Girón de Rebolledo ("una mujer / que es principio y fin del alma mía"). En 1534 publica su magnífica traducción de Los cuatro libros del cortesano, de Baltasar de Castiglione. A la muerte de Garcilaso en 1536, Boscán recopiló toda su obra con intención de editarla conjuntamente con la propia, pero la muerte le sorprendió en 1542, cerca de Perpiñán, a su regreso de un viaje a Francia acompañando al duque de Alba. Al año siguiente, su viuda publica sus obras y completa los tres libros que agrupan la producción de Boscán con un cuarto libro que incluye las poesías de Garcilaso, inéditas hasta entonces: Las obras de Boscán y algunas de Garcilaso de la Vega (Barcelona, 1543).

Alternan en las obras completas de Boscán las poesías a la manera tradicional con las compuestas siguiendo la moda italianizante: sonetos y canciones, su Epístola a Diego de Mendoza, en tercetos; el poema alegórico Octava rima, en octavas reales, y la Historia de Hero y Leandro, en endecasílabos blancos. Sus versos no llegan a alcanzar la calidad literaria de las composiciones de Garcilaso.

El poema seleccionado alcanzó singular fortuna y fue objeto de numerosas imitaciones o glosas a lo largo de nuestros siglos de oro, como ha señalado Pedro López Lara*, quien explica que Ovidio en su poema Remedia amoris (Remedios de amor)  propone la ausencia voluntariamente buscada por el amante como remedio de la pasión amorosa, dando lugar a una corriente de "fecundo recorrido poético".  Sin embargo, en este soneto Boscán contradice con habilidad e ingenio el tópico que presenta  la ausencia como remedio a la enfermedad amorosa (el agua que extingue el fuego o el cauterio que cicatriza la herida), negando "el poder de esta para generar olvido" o para curar las heridas, y afirma que, por el contrario, la ausencia aviva el deseo.

*Pedro López Lara, "Quien dice que la ausencia causa olvido" (Cinco poemas inéditos y un ensayo de aproximación crítica), Revista de filología románica, Nº 5, 1987-1988, págs. 277-302.

2 comentarios:

  1. ¡Me ha encantado! De verdad que sí. Por su sencillez, por lo que dice y con la elegancia con que lo hace.
    También, que fuera tan amigo de Garcilaso, personaje de quién guardo mucha simpatía desde mis estudios escolares de Literatura por su condición de poeta y valiente soldado (también porque me gustaban los poemas que ilustraban los epígrafes dedicados a su figura en el temario, aunque así, de pronto, no logré recordar ninguna de sus églogas pastoriles). Espero que este Boscán (igual ese apellido tan poco catalán provenía de Aragón...) también sería un hombre de armas valeroso y de nobles ideales...jajaja.
    Curioso cómo cambió de género la palabra "ausencia". Afortunadamente, en mi opinión.
    Increíble la cantidad de autores desconocidos que hay por ahí ignorados por el gran público.
    Carlos San Miguel

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  2. Y también me llamaba la atención aquello del pariente americano de Garcilaso, Garcilaso "El inca", de quien no conozco más que su nombre y apelativo, pero nada de lo que escribía...Incluso el propio nombre de ambos, Garcilaso, ya era muy curioso...Y además en su retrato, el del tío castellano, tenía una cara simpática y de buena gente. Todo se juntaba para que me cayera bien jejeje
    Carlos

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