domingo, 2 de diciembre de 2018

"Todas las cartas de amor son ridículas...", de Fernando Pessoa




Todas las cartas de amor son ridículas...


Todas las cartas de amor son
ridículas.
No serían cartas de amor si no fuesen
ridículas.

También escribí en mi tiempo cartas de amor,
como las demás,
ridículas.

Las cartas de amor, si hay amor,
tienen que ser
ridículas.

Pero, al fin y al cabo,
sólo las criaturas que nunca escribieron cartas de amor
sí que son
ridículas.

Quién me diera el tiempo en que escribía
sin darme cuenta
cartas de amor
ridículas.

La verdad es que hoy mis recuerdos
de esas cartas de amor
sí que son
ridículos.

(Todas las palabras esdrújulas,
como los sentimientos esdrújulos,
son naturalmente
ridículas).


Álvaro de Campos, heterónimo de Fernando Pessoa.
                                              Versión de Miguel Ángel Flores



VERSIÓN ORIGINAL EN PORTUGUÉS:



Todas as Cartas de Amor são Ridículas


Todas as cartas de amor são
Ridículas.
Não seriam cartas de amor se não fossem
Ridículas.

Também escrevi em meu tempo cartas de amor,
Como as outras,
Ridículas.

As cartas de amor, se há amor,
Têm de ser
Ridículas.

Mas, afinal,
Só as criaturas que nunca escreveram
Cartas de amor
É que são
Ridículas.

Quem me dera no tempo em que escrevia
Sem dar por isso
Cartas de amor
Ridículas.

A verdade é que hoje
As minhas memórias
Dessas cartas de amor
É que são
Ridículas.

(Todas as palavras esdrúxulas,
Como os sentimentos esdrúxulos,
São naturalmente
Ridículas.) 


Fernando Pessoa/Álvaro de Campos,  Poemas 


Fernando Pessoa compuso este poema el 23 de
Ophélia Queiroz./El País
octubre de 1935, un mes antes de su muerte, acaecida en Lisboa el 30 de noviembre. Firma la composición su heterónimo Álvaro de Campos, una de las personalidades en que se desdoblaba Pessoa. Campos es, según los estudiosos, su verdadero complementario, el heterónimo que más se aproxima a la verdadera personalidad de Pessoa. Se trata de un ser antisocial  y sarcástico, concebido por Pessoa como un ingeniero naval de origen portugués, pero educado en Inglaterra, que se siente extranjero en todas partes. De ahí la visión desencantada que muestra en el poema elegido, en el que  caricaturiza el apasionamiento característico de las cartas de amor, incluidas las que él mismo escribió muchos años antes, un tiempo evocado con nostalgia.


Efectivamente, Fernando Pessoa (FP) escribió unas cincuenta cartas al único amor que se le conoce, Ophélia de Queiroz (OQ), una joven de familia burguesa que entró a trabajar como secretaria en la oficina comercial situada en la Baixa lisboeta, en la que también se empleaba por horas el escritor, como traductor  de cartas de negocios.

Se conocieron a finales de 1919. Ophélia tenía entonces diecinueve años, y Pessoa, treinta y uno. El poeta se declaró a Ophélia una tarde de  febrero de 1920 en que ambos se habían quedado solos en la oficina. La joven huyó de forma precipitada, pero la escena no la dejó indiferente,  como ha contado ella misma:
Un día nos quedamos sin luz en la oficina [...] Fernando fue a buscar un quinqué de petróleo, lo encendió y lo colocó sobre mi escritorio. Un poco antes de la hora de salida me dejó una notita sobre la mesa, que decía: "Le ruego que se quede". Yo me quedé, a la expectativa. Es que entonces  yo ya  me había dado cuenta del interés de Fernando por mí, y yo, lo confieso, también le veía algunas gracias... Recuerdo que estaba yo de pie, poniéndome la chaqueta, cuando él entró en mi despacho. Se sentó en mi silla, posó el quinqué que traía en la mano y, dándose la vuelta hacia mí,  comenzó de pronto a declararse como Hamlet se declara a Ofelia: "¡Oh, querida Ofelia!, mido mal mis versos; carezco del arte necesario para medir mis suspiros, pero te amo en extremo. ¡Oh, hasta el último extremo, créeme!". 
Quedé perturbadísima, como es natural, y sin saber qué tenía yo que decir, acabé de abrigarme y me despedí precipitadamente. Fernando se levantó, con el quinqué en la mano, para acompañarme hasta la puerta. Pero de repente, lo posó sobre la divisoria de la pared; sin que yo me lo esperase, me agarró, me abrazó, y sin decir palabra, me besó, me besó apasionadamente, como loco.
(Traducción de Isabel Lacruz, en el posfacio a Cartas de amor, editorial Funambulista, pp.154-155) 
Días más tarde, como FP parecía haber olvidado lo sucedido, ella le escribió una carta pidiéndole una explicación, lo que dio origen a la primera carta-respuesta del poeta, fechada el 1 de marzo de 1920. Este es el punto de partida de una difícil   relación intermitente y secreta que podemos reconstruir por medio de su correspondencia. Con las cartas empezaron también los pequeños regalos (como cajitas de caramelos escondidas en los cajones), las notitas cariñosas y las bromas; todo, según explica la propia Ophélia, de una delicadeza y ternura extremas. Cuando ella se trasladó a otra oficina, él la acompañaba al trabajo en el tranvía (tomándolo en distinta parada para que la familia de la joven no sospechase nada) e iba a esperarla a la salida. Con frecuencia fijaban una hora para que ella se asomase a la ventana de su casa, ante la que se paseaba el poeta. Sus familias desconocían la relación ya que, aunque a veces hablaban del futuro, Pessoa siempre se negó a conocer a la familia de Ophélia.

Su relación duró hasta finales de noviembre de 1920 y, tras un paréntesis de nueve
años, se reanudó de nuevo en junio de 1929 -cuando Pessoa, obsesionado con su obra literaria, tenía ya una clara dependencia del alcohol-  y se frustró finalmente en enero de 1930. El motivo de retomar la relación fue la petición que le hizo Ophélia, a través de su sobrino Carlos Queiroz, de una fotografía dedicada del escritor. Se trata de la famosa imagen de FP bebiendo en un local de la Baixa lisboeta, en cuyo reverso, jugando con las palabras, escribe con ironía:"Fernando Pessoa, en flagrante delitro". La compleja personalidad de Pessoa,  su precaria situación económica, su rechazo a comprometerse y la dedicación a su obra fueron factores determinantes en el final de la relación, a la que no fue ajena la interferencia del heterónimo Álvaro de Campos -Pessoa firmó alguna de sus cartas a Ofélia con las iniciales  A. de C.-,  que llegó a presentarse a  Ofélia y que a esta le resultaba particularmente odioso, por su crueldad y sarcasmo, además del desprecio que expresaba por Pessoa, "abyecto y miserable individuo". 

                                                                                                                       26 de septiembre de 1929*

    Ophelinha pequeña:

    No sé si me quiere, pero voy a escribirle esta carta por eso mismo. 

    Como me dijo que mañana evitaría verme entre las cinco y cuarto y las cinco y media en la parada del tranvía que no es de allí, allí estaré exactamente. 

    Sin embargo, como se da la circunstancia de que el Sr. Ingeniero Álvaro de Campos tiene que acompañarme mañana durante gran parte del día, no sé si será posible evitar la presencia -por lo demás agradable- de este señor durante el viaje a ciertas ventanas cuyo color ahora no recuerdo. 

   El viejo amigo al que acabo de referirme tiene algo más que decirle. Se niega a darme cualquier explicación de lo que se trata, pero espero y confío  que, ante su presencia, tendrá ocasión de decirme, o decirle, o decirnos, de qué se trata. 

    Hasta entonces permanezco silencioso, atento e incluso expectante. 

    De modo que hasta mañana, boquita dulce, 
Fernando.

Ofélia manifiesta en sus cartas el desagrado que le produce Campos y le pide a Fernando que se libre de él, pero este le responde que no puede evitar sentirse avasallado por Campos. Si en la primera etapa de su relación las cartas traslucen un amor juvenil inocente y sublime, en la segunda, el complejo Álvaro de Campos domina la relación. Como escribe Antonio Tabucchi, entre el amor y la literatura, Pessoa eligió la literatura porque no podía elegir el amor. El propio Pessoa reconoce:
Mi destino pertenece a otra ley cuya existencia Ophelinha desconoce, y está cada vez más subordinado a la obediencia a Maestros que no consienten ni perdonan.
Sin embargo, mantuvieron el contacto hasta la muerte del escritor, y cuenta Ophélia que una tarde de 1934 llamaron a la puerta de su casa y, poco después, la sirvienta le entregó un libro. Se trataba de un ejemplar de Mensaje, la única obra que Pessoa pudo publicar en vida, con una dedicatoria. Por la descripción de la criada, Ophélia comprendió que era el propio Pessoa quien lo había llevado. Corrió hacia el portal pero no logró verlo. Ophélia contrajo matrimonio tres años después del fallecimiento de Pessoa.

En opinión de Isabel Lacruz, nada en estas cartas difiere de la correspondencia de cualquier pareja de la época (concertación de citas, reproches, expresión del amor), salvo en dos aspectos: la infantilización del lenguaje de ambos y la aparición de abundantes neologismos, juegos de palabras y referencias implícitas, en las del poeta. Sirva como ejemplo, una de las últimas escritas por FP, fechada el 1 de octubre de 1929*:
    Terrible Bebé: 
    Me gustan sus cartas, que son tan dulces, y también me gusta usted, que es dulce también. Y es bombón, y es avispa, y es miel, que es de las abejas y no de las avispas, y todo es verdad, y el Bebé debe escribirme siempre, por más que yo no escriba, que es siempre, y yo estoy triste, y estoy loco, y nadie me quiere, y además por qué alguien debería quererme, y eso mismo, y todo vuelve al principio, y me parece que hoy la llamaré por teléfono, y me gustaría darle un beso en la boca, con exactitud y glotonería y comerle la boca y comer los besitos que tuviera escondidos y apoyarme sobre su hombro y resbalar hacia la ternura de las palomitas, y pedir perdón, un perdón falso, y volver muchas veces, y punto final hasta volver a empezar, y por qué Ophelinha quiere a un maleante y a un desastrado y a un zarrapastroso y a un individuo con narices de cobrador del gas y expresión general de no estar allí sino en el baño de la casa de al lado, y exactamente, y en fin, y voy a terminar porque estoy loco, y lo he estado siempre, y es de nacimiento, que es como quien dice desde que nací, y me gustaría que Bebé fuera una muñeca mía, y yo hacía lo que un niño, la desnudaba, y el papel termina aquí mismo, y esto parece imposible que lo haya escrito un ente humano, pero está escrito por mí, 
Fernando
Las cartas de amor del poeta se editaron por primera vez en Lisboa  en 1978 (Ática), precedidas del testimonio de Ophélia sobre su relación con Pessoa. Las que ella escribió al poeta aparecieron en 1996, cinco años después de la muerte de su autora, editadas por Assírio e Alvim. Y en 1912 el mismo sello reunió las de ambos. En  2010, Libros del Zorro Rojo publicó en castellano las Cartas a Ophélia, con prólogo de Antonio Tabucchi e ilustraciones de Antonio Seguí, y en  2012  apareció la edición de  Funambulista, bajo el título de Cartas de amor. En el mismo sello Luis Morales publicó en 2015  Un amor como éste,  reconstrucción  literaria de la relación entre Pessoa y Ophélia.



*En Fernando Pessoa, Cartas a Ophélia. Traducción de Alejandro García, Libros del Zorro Rojo, Barcelona, 2010.

Otros poemas del autor en este blog:

5 comentarios:

  1. Un verdadero deleite. Los poemas en las dos lenguas, la recuperación de las personas, las fotografías, en fin, todo. Una forma rigurosa y amena de entrar en la poesía.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¿Qué puedo responder, amiga Carmen, a tu generoso comentario? Es una gran alegría contar con una lectora tan fiel y agradecida como tú. Un abrazo.

      Eliminar
  2. Una forma magnífica de acercarse a la literatura de Fernando Pessoa.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por seguirnos y por su amable comentario.

      Eliminar
  3. jajaja No sólo las cartas de amor parecen ridículas; también su declaración de amor a la pobre Ofelia en aquel despacho...
    Me ha gustado mucho todo lo que nos has contado y me hace sentir verdadera simpatía por este señor tan humilde y sin embargo, tan genial, según estoy descubriendo en este blog.
    Carlos San Miguel

    ResponderEliminar