Grupo de lectura "Leer juntos Hoy" del IES
“Goya”
Sesión del 7 de noviembre de 2016
Autor: Ramón J. Sender
Sesión del 7 de noviembre de 2016
Autor: Ramón J. Sender
Obra comentada: Viaje a la aldea del crimen. Documental
de Casas Viejas (1934)
Reeditado por Libros del Asteroide
en 2016, con prólogo de Antonio García Maldonado.
Sender y
Casas Viejas
Los sucesos de
Casas Viejas se desarrollaron entre el 10 y el 12 de enero de 1933. Sender
llegó a la localidad tres días después de los hechos, como corresponsal del
diario La Libertad, junto con Eduardo Guzmán del periódico La Tierra.
Los periodistas del ABC de Sevilla y del Diario de Cádiz que
habían acudido al lugar recogían en sus crónicas la versión oficial de los
acontecimientos; Sender y Guzmán fueron los primeros en denunciar la actuación
de las fuerzas del orden público y la responsabilidad del gobierno.
El libro, publicado en febrero de 1934, reestructura y pule las diez crónicas que Sender mandó diariamente a La Libertad en enero de 1933 más los artículos que escribió en el mismo periódico en marzo de 1933 paralelamente al debate parlamentario que se produjo para delimitar responsabilidades. Además se completa con una serie de "episodios" donde los protagonistas de los hechos (familiares y víctimas de la represión posterior) toman la palabra; en la segunda parte del libro se repiten títulos como "Lo que dicen las madres de esos cuatro campesinos" (a partir de la página 111) en los que se incluyen testimonios literales de testigos de los hechos recogidos de las entrevistas realizadas por la comisión de investigación parlamentaria. El último episodio, a propósito del debate parlamentario, refleja la opinión muy crítica del autor con el gobierno y, por extensión, con la República.
Antes de Viaje a la aldea del crimen, Sender ya había publicado, en 1933, una primera versión más reducida titulada Casas Viejas (en 2004 fue reeditada en la colección Larumbe de PUZ con prólogo de Ignacio Martínez de Pisón).
El carácter de
reportaje periodístico marca en cierto modo el estilo y la estructura de la
obra, que se ha relacionado con el "Nuevo Periodismo", caracterizado
por técnicas narrativas de superposición de escenas al estilo de Truman Capote.
Entre las modificaciones que introduce el libro respecto a los artículos
publicados en enero y marzo de 1933 cabría destacar, además de los complementos
de la última parte del texto, la estructura cerrada que se consigue recurriendo
al diálogo del autor con María Mármol al principio ("episodio" 6,
pág. 25) y al final ("episodio" 43, pág. 163).
A la narración
exhaustiva de los hechos hay que añadir las magníficas descripciones del
paisaje, de las chozas o del hambre y miseria de los campesinos. El paisaje,
más que escenario, se convierte en protagonista. Las primeras crónicas
establecen una aproximación, a modo de zoom, al escenario de los
sucesos; una vez salvadas en un tiempo récord, gracias al avión, las distancias
entre Madrid y Andalucía, se juega con la escala (Sevilla- Medina Sidonia-Casas
Viejas) para introducirnos en este mundo de pervivencias feudales donde los
campesinos son distintos a los del resto de España, más pobres, hambrientos y
miserables:
Hambre negra, solitaria, en medio de una
tierra feraz y de un clima suave (...) Estos hombres están condenados, como en
ninguna otra región de España, a la hurañía, al aislamiento, a una triste
soledad con su miseria (pág. 25).
La narración se
vivifica con abundantes diálogos de los que da fe el narrador-cronista. Los protagonistas se mueven y
hablan como si estuvieran todavía vivos.
Llegan
en parejas los hombres a la choza de Seisdedos, preguntando qué se hace. José
Silva, su yerno, se adelanta a contestar:
—¿No
está cortao el hilo del teléfono?
—Sí.
—Pues
na. Al Sindicato.
Seisdedos
los llama. Repite la pregunta de su yerno y los otros vuelven a afirmar.
Entonces Seisdedos da una orden:
—Marchar
ocho con picos a la carretera y abrir una sanja de lao a lao, que no puedan
pasa los automóviles. Venís a desirlo cuando hayáis acabao. (pág.
62)
Las palabras de
Antonio Muñoz Molina en la reseña que escribió con motivo de la reciente
reedición del libro ilustran de forma excelente algunos de los recursos
literarios utilizados por el autor:
"Sender en ningún momento esconde que no asistió
personalmente a una gran parte de lo que cuenta con una riqueza de detalles que
solo puede conocer un testigo. Todo el libro está construido en torno a un
artificio narrativo, lícito en una novela, pero no del todo aceptable en quien
se presenta como cronista.
Con
espléndido brío literario, Sender empieza por contar el viaje en avión de
Madrid a Sevilla tres o cuatro días después de los hechos. Esas páginas tienen
un ritmo visual de cine, un nervio de narración vanguardista, arrebatada por la
maravilla de la mecánica y la velocidad (...) la velocidad es tanta que imagina
que va ganando tiempo al tiempo, y retrocede hasta unos días atrás, y así llegó
al lugar de los hechos justo antes de que sucedieran, cronista no ya del
presente sino del pasado inmediato, que se despliega ante él como una
película.
Todos
están muertos cuando Sender llega a Casas Viejas, pero él reconstruye sus
conversaciones y hasta sus pensamientos".
(Párrafos
extraídos del artículo de Antonio Muñoz Molina: En la aldea del crimen. Babelia, El País,5 de marzo de 2016)
Casas
Viejas en el contexto de la Segunda República
La insurrección
de Casas Viejas se encuadra en el contexto socio-político del campo andaluz del
primer tercio del siglo XX, dominado por estructuras agrarias latifundistas con
una mayoría de jornaleros sometidos a condiciones de vida miserables. En este
marco de polarización social se produjo el acercamiento y la identificación de
amplios sectores del campo andaluz a los ideales anarquistas.
España contaba
a comienzos de la década de los 30 con 23,6 millones de habitantes, la mayoría
de los cuales vivía en núcleos rurales. Los procesos desamortizadores del
siglo XIX no habían solucionado los problemas del campo español: escasamente
mil propietarios poseían más de la mitad de la tierra cultivable. Había más de
un millón de campesinos jornaleros, no propietarios y sometidos a un paro
estacional gravísimo.
La proclamación de la República en abril de 1931 provocó grandes
esperanzas en buena parte de la población, pero la lenta aplicación de la
legislación social y laboral republicana desencadenó la oposición de la CNT y
de la FAI ya desde los primeros meses del gobierno provisional; sucesos
como la huelga de la Telefónica en Madrid, en mayo de 1931, marcaron el inicio
de esa ruptura. En el campo, antes de Casas Viejas ya se habían producido
levantamientos campesinos en varias localidades como Arnedo o Castilblanco.
En los casi dos
años de gobierno de la coalición republicano-socialista, entre diciembre de
1931 y noviembre de 1933, se puso en marcha un ambicioso programa de reformas
políticas y sociales. Dice el historiador Julián Casanova que nunca en la
historia de España se había asistido a un periodo tan intenso de cambio y
conflicto, logros democráticos y cambios sociales. Este amplio programa trató
de afrontar, con soluciones democráticas y constitucionales, los grandes
problemas que España arrastraba desde el siglo XIX; entre ellos, frente al
problema social del campesinado sin tierras, la puesta en marcha de una Ley de
Reforma Agraria. La implantación de las reformas no fue un camino de rosas
tanto por la reacción hostil de la derecha y los propietarios, como por las
movilizaciones y huelgas de obreros y campesinos por la lenta aplicación de las
reformas, que acabaron demasiadas veces bañadas en sangre por la intervención
de las fuerzas del orden (Guardia Civil y Guardia de Asalto, cuerpo de policía
creado en 1931).
En este contexto de conflictividad social la CNT y la FAI convocaron
una huelga general para enero de 1933. Desde el 1 de enero se fueron
produciendo movimientos en distintos lugares (Barcelona, Madrid, Zaragoza,
Murcia, Oviedo, Valencia). Pero los sucesos más trágicos
y de mayores consecuencias para la República se produjeron en Casas Viejas.
Los sucesos y sus consecuencias para la República
El día 10 de
enero de 1933 un grupo de militantes anarquistas de Casas Viejas tomó el cuartel de la Guardia
Civil por asalto y quedaron heridos dos guardias civiles, que
fallecieron después. Proclamaron el comunismo libertario, izaron la bandera
rojinegra e incautaron los productos de primera necesidad dando a los tenderos
un vale que les sería canjeado una vez triunfase la revolución. Cuando comenzó
la revuelta en Casas Viejas, ya había fracasado en el resto del país, pero
nadie avisó a los líderes anarquistas de la localidad.
Efectivos de la
Guardia Civil y de la Guardia de Asalto se desplazaron a Casas Viejas,
detuvieron a varios campesinos y cercaron la choza de Francisco Cruz Gutiérrez,
'Seisdedos', un viejo militante anarquista de 72 años de edad. Dentro de la
choza había varios familiares de 'Seisdedos' que se atrincheraron y dispararon
con escopetas a los guardias de asalto, produciéndose un muerto y un herido. El
capitán Rojas, al frente de la Guardia de Asalto, mandó disparar y lanzar bolas de algodón empapadas en gasolina e
incendiadas sobre el techo de la choza. Seis personas
quedaron completamente calcinadas, sobreviviendo sólo María Silva, 'la
Libertaria', que logró huir con un niño. Manuela Lago y Francisco García
también lo intentaron, pero no tuvieron suerte y murieron acribillados.
Después, como escarmiento, fueron conducidos al lugar los detenidos en
el pueblo y asesinados a sangre fría por las fuerzas del capitán Rojas, que
previamente habían asesinado también a otro anciano, Antonio Barberán, de 74
años, que nada tuvo que ver con el asalto al cuartel de la Guardia Civil.
El número de fallecidos varía según las fuentes: entre 21, 22,
23 civiles y tres guardias (dos Guardias civiles y uno de Asalto). En
Viaje a la aldea del crimen Sender dice que había veintidós
muertos abandonados (pág.129) más dos mujeres que murieron posteriormente.
Los sucesos de
Casas Viejas tuvieron una gran repercusión. Rápidamente se desplazó una
comisión parlamentaria al pueblo para redactar un informe. En el juicio
celebrado un año más tarde, el capitán Rojas habla de una orden directa de
Manuel Azaña ("ni heridos, ni prisioneros. Tiros a la
barriga"). En los Cuadernos Robados,
los diarios que Azaña escribió en 1932-1933, se autoexculpa por
desconocer el alcance de la masacre.
La imagen de Azaña y de la coalición republicano-socialista quedó
muy dañada. El crimen de Casas
Viejas significó un antes y un después para la República
porque la gestión del suceso le costó a la izquierda el gobierno. El prólogo de
A. G. Maldonado (en la edición de 2016) se titula, muy oportunamente,
"Casas Viejas, la aldea donde la Segunda República perdió la inocencia".
Este ambiente de tensión contribuyó al fracaso de la coalición
republicano-socialista; las elecciones de noviembre de 1933 dieron el triunfo
al Partido Radical de Lerroux y a la CEDA, liderada por Gil Robles. En
conjunto, la derecha pasó de sus 40 diputados en las Cortes de 1931, a 200 en
las de 1933.
Casas Viejas durante el siglo XX
En 1933 Casas
Viejas era una población perteneciente al municipio de Medina Sidonia (es municipio independiente desde 1991). El nombre de Casas Viejas se debía al
buen número de chozas que servían de vivienda a los campesinos. Los pilares se
hacían de ramas de olivos; la techumbre, de ciprés y caña; el suelo, de tierra
o piedra. Vale la pena recordar una de las primeras descripciones de Sender al
llegar a la aldea (pág 29-30):
En Casas Viejas no hay casas
viejas ni nuevas. Centenares de obreros—y el pueblo es muy pequeño—, cuando
llegaron a la mayor edad y se separaron de sus padres, construyeron cerca de la
de ellos su choza, con la mujer. (...) Un círculo o un cuadrado con tres metros
de diámetro o de diagonal. Cavada la tierra, para ahorrar paredes porque cuesta
dinero la piedra, y no digamos el ladrillo. Cuando el amplio hoyo alcanza la
profundidad de un metro, termina la primera parte de la tarea y comienza la segunda,
que consiste en amasar la tierra extraída con agua, y con el barro ligar un
trenzado de ramas secas alrededor del hoyo. Las ramas se juntan por arriba y la
casa está construida. No diremos que no las haya más complicadas. Hay quienes
han construido sobre el suelo una cerca de piedra que a veces alcanza la altura
de un metro. Como han socavado otro metro la habitación, tiene ya dos de
altura. Sin contar con que las ramas secas, agrupadas en cono sobre la cerca,
pueden alcanzar en su cúspide hasta un metro más.
El pueblo de Casas Viejas es eso. Tiene más de
cuatrocientas viviendas —viejas o nuevas— que muchos animales, más exigentes,
desdeñarían.
Sender también
nos proporciona una magnífica descripción de la choza de 'Seisdedos' (pág,
56-58):
Por fuera tenía el techo un
remiendo de lata y otro de hule, procedente, quizá, de la cuna de alguna casa y
recogido de los vertederos. Son muchas las casas que hay aquí como la de
Seisdedos. No se veía salida de humos. Luego vimos que no hacía falta. Dentro,
la choza medía hasta cuatro metros de lado, y era cuadrada. Aunque parezca que
no puede quedar espacio para dos habitaciones, lo cierto es que un pedazo de
arpillera remendado con tela que un día pudo ser blanca y clavado en un
larguero separaba un rincón donde había una cama de hierro (...)
La cama es el gran lujo del Seisdedos. El recinto estrecho
donde aparece el túmulo de dos jergones de paja está comenzado a encalar. Hay
paja también, amarilla y obscura a trozos, en el suelo. El viento hace crujir
la techumbre y espolvorea de tierra la pequeña habitación.
Todavía en los
años 60 las chozas seguían cumpliendo la función de vivienda, tal y como lo
documenta el antropólogo norteamericano Jerome R. Mintz en sus fotografías
tomadas durante sus repetidas visitas al lugar, a partir de la primera en
1965. Mintz es autor de una amplísima obra gráfica sobre Casas Viejas y en
general sobre los jornaleros de esta zona de Andalucía (seis documentales y
miles de fotos). Recogió la narración de los sucesos en el libro Los anarquistas
de Casas Viejas, editado en Estados Unidos en 1982 (la primera edición
española, bajo el patrocinio de la Diputación de Cádiz, data de 1994).
Durante varias
décadas Casas Viejas cayó en el olvido y ni siquiera mantuvo el nombre, ya que
durante el franquismo se eliminó 'Casas Viejas'
del topónimo del lugar (Benalup-Casas Viejas). A partir del
restablecimiento de la democracia se publicaron investigaciones sobre los
sucesos y se recuperó 'Casas Viejas' en la denominación oficial del término
municipal (desde 1999 se llama de nuevo
Benalup-Casas Viejas). En 2009, fue declarado Bien de Interés Cultural.
El sitio que ocupaba la choza de 'Seisdedos', junto con otros restos de los
sucesos, actualmente es un "Lugar de Memoria".
Pilar
Cancer Pomar
Tengo malas noticias de lo de Casas Viejas. Me temo lo peor.
M. Azaña, Diarios 1932-1933. Los cuadernos robados.
13 de febrero 1933
M. Azaña, Diarios 1932-1933. Los cuadernos robados.
13 de febrero 1933
La sesión de
lectura del pasado lunes 7 de noviembre sobre la novela de Ramón J. Sender, Viaje
a la aldea del crimen, fue un largo e intenso debate que puso claramente de
manifiesto las distintas perspectivas, intereses y opiniones con las que
abordamos, por ejemplo, un libro.
La obra recoge
las crónicas publicadas por Sender como periodista del diario La Libertad de
Madrid de enero a marzo de 1933, recopiladas y publicadas ya en 1933 con el
título de Casa Viejas, y en 1934, de forma novelada, con el título Viaje
a la aldea del crimen. Casi olvidada, esta novela ha merecido varias
reediciones en los últimos años. La primera versión fue publicada en 2004
en la Colección Larumbe de Prensas Universitarias de Zaragoza. La novela se editó en el año 2000 en Ediciones VOSA con prólogo de José María SalgueroRodríguez
y en 2016, en Libros del Asteroide con prólogo de Antonio G. Maldonado.
La lectura de
Sender no dejó a nadie indiferente.
Pilar Cancer
Pomar ha hecho una estupenda disección del libro, sobre todo desde el punto de
vista histórico, que comparto plenamente, así que aquí apuntaré tan solo los
comentarios literarios de la sesión.
Viaje a la
aldea del crimen es una obra “de
juventud” de Sender, aunque ya había publicado, por ejemplo, Imán y Siete
domingos rojos, obras también de importante carga política. Pionero en el
“periodismo literario”, el autor construye la novela a partir de unos hechos
reales, utilizando algunas ficciones (por ejemplo, en lo temporal: el veloz
viaje en avión le permite recuperar, incluso, el tiempo y llegar al lugar de
los hechos antes de que estos empezaran a suceder, para, como testigo, poder
dar fiel cuenta de ellos).
El estilo
periodístico impone una gran velocidad a la narración, acentuada en el primer
capítulo con la propia velocidad del vuelo, preciosa descripción de una novedad
tecnológica del momento con elementos incluso autobiográficos (uno de los
hermanos de Ramón J. Sender fue piloto).
La novela
comienza con la descripción de la situación social en Andalucía, muy diferente
a otros lugares de España. En cierto modo cierra el círculo de los bandoleros
de Sierra Morena. Aquí es manifiesto el origen periodístico del relato, con
evidente intención e interés político de esta prensa comprometida social o
políticamente.
¿Que si hay hambre aquí?
De propagandas rojas o de delitos comunes hay hombres siempre en la
cárcel. Hombres y mujeres, porque aquí, en el campo andaluz, si no hay igualdad
de derechos, por lo menos las necesidades y apremios hace tiempo que es un
hecho entre hombres y mujeres. Trabajan juntos, sudan sobre la tierra cuando
pueden alcanzar esa oportunidad, que siempre o casi siempre les huye. Además
ellas son gracia y juventud. Y compañía. Y maternidad. Si llega el caso, la
mujer, como el hombre va a la cárcel.
(pag. 26)
Podemos ver el
color cetrino de los personajes, masticar el polvo de las chumberas, oír los
ruidos en una tripa hambrienta. El texto evoca escenas goyescas, terribles. Es
la representación del hambre, de la miseria, algo que no hace, no puede hacer,
la historia pero sí la literatura.
En la
caracterización de los personajes, Sender destaca el profundo estoicismo del campesino
andaluz, de una “naif” cultura política revolucionaria, mientras a los
funcionarios los caricaturiza en su decimonónica ineficacia.
Preciosas
metáforas, muy hermoso el diálogo de los campesinos con la tierra (extraído de
la literatura popular, desde el Romancero).
“La explicación
histórica le quita a la novela de Sender en bruto y en potencia lo que va a
venir”, una opinión. Para mí, la novela sin la historia sería una truculencia,
no un gran libro. Seguramente por esto nos orientamos unas hacia la literatura,
otras hacia la historia y otras/otros hacia otros derroteros, aunque todos nos
incitan a seguir leyendo.
Los Diarios
de Azaña
A la vuelta de
la sesión de lectura logré encontrar en mi biblioteca los diarios de Azaña, Memorias
políticas y de guerra y Los cuadernos robados (los había
buscado antes pero no aparecieron; ya sabéis, los libros, a veces, se
esconden). He pasado unos días entusiasmada en su lectura: lectura sin ficción,
relato trepidante, corrección literaria. Me atrevo a recomendároslos, eso sí, a
quienes tengan una afición por la historia y la política (absténganse
soñadoras/es). El gobierno republicano-socialista pendía de un hilo; el
episodio de Casa Viejas sólo fue una gota más que determinó su caída.
Concha
Gaudó Gaudó
http://elhacedordesuenos.blogspot.com/2014/04/ramon-j-sender-estudiante-en-zaragoza.html
Nuestra contertulia habitual Inmaculada Martín nos obsequia en esta ocasión con un par de láminas tituladas "Recreo del Goya":
Nuestra contertulia habitual Inmaculada Martín nos obsequia en esta ocasión con un par de láminas tituladas "Recreo del Goya":