martes, 8 de diciembre de 2015

A propósito de la película "Nadie quiere la noche"



Título: Nadie quiere la noche (Nobody Wants the Night)
Año: 2015
Duración: 118 min.
País: España
Director: Isabel Coixet
Guión: Miguel Barros
Música: Lucas Vidal
Fotografía: Jean-Claude Larrieu
Reparto: Juliette Binoche, Rinko Kikuchi, Gabriel Byrne, Matt Salinger, Velizar Binev, Ciro Miró, Reed Brody
Productora: Coproducción España-Francia-Bulgaria; Mer Film / New Art Productions / Noodles Production / One More Movie
Género: Aventuras. Drama. Supervivencia. Basado en hechos reales.



Nadie quiere la noche, pero a veces de manera no muy consciente se la invoca. A veces la obstinación de una sola persona acarrea la noche permanente para muchos otros e incluso la sufre quien provocó la cadena de catástrofes, pues no se sale indemne cuando la muerte bordea tan de lleno. Y esa es la trama de la película: una esposa en la distancia que desea presenciar la inmediatez del momento de gloria del marido. Como cuando vamos a buscar al cónyuge al trabajo sin avisar. Lo único, que en la película resulta que el esposo, ese que parece que nunca se alcanza a ver, se encuentra en un lugar imposible del Polo Norte. El empecinamiento de ella, Josephine, una mezcla de frivolidad, despecho (el marido explorador que tan poco tiempo ha estado en el hogar con ella) y deseo, produce que la esposa no se pare ni un momento a valorar los graves peligros de su decisión. Es la gran diferencia entre ella y los demás, ya que el resto de personajes que la rodean sí son conscientes de la situación límite que se provocará; y, llegado el momento, la asumen con resignación. Josephine, sin embargo, quizá por su inexperiencia con el medio (nada más y nada menos que el Polo Norte), se da de bruces con la cruda realidad y por ello tendrá que soportar una intemperie de por vida bajo la sombra de la persona más bondadosa, la esquimal Alaka, esa que parecía tan simple y boba pero que resulta que lo sabía todo.


            Un buen guion da la impresión de que son ciertas las palabras de esta cruda y sutil historia; una muy acertada interpretación y una destacable dirección (esos primeros planos, por ejemplo, que enfatizan el desasosiego sin forzar el drama) hacen que valga, desde luego, la pena ver la última película de Isabel Coixet.
Marily Gómez Llop

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