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Primera Guerra Mundial. Soldados británicos en las trincheras francesas/ Getty Images |
La Primera Guerra Mundial representa un punto de inflexión en la evolución ideológica del escritor español Ramón del Valle-Inclán, y origina una profunda transformación en su obra: el tránsito del modernismo a la poética del expresionismo, que culmina en los esperpentos.
Vallle, hasta entonces carlista "por estética", al estallar el conflicto se declara aliadófilo (francófilo, sobre todo) y encabeza un manifiesto de apoyo a los aliados, firmado por artistas, escritores e intelectuales españoles (entre los que se encuentran Manuel Azaña, Azorín, Antonio Machado, Pérez Galdós y Unamuno), que se publicó el 15 de julio de 1915 en el periódico El Liberal, lo que lo enfrenta a la mayoría de sus correligionarios carlistas, entusiastas germanófilos. Invitado por el gobierno francés a visitar los frentes de la guerra, realiza un viaje a Francia que le gestiona quien fuera vicecónsul de Francia en España antes de la Primera Guerra Mundial, su amigo y traductor Jacques Chaumié (1880-1966), posiblemente durante la visita que realizó a nuestro país en la primavera de 1915, si bien el viaje no se pudo realizar hasta el año siguiente.
El escritor marcha a Francia como corresponsal de El Imparcial de Madrid y de La Nación de Buenos Aires. En compañía de Corpus Barga y de Pedro Salinas, el 30 de abril de 1916 sale con destino a París, vía Irún, y el 2 de mayo se encuentra ya en la capital francesa. En su destino coincidirá con otros dos escritores españoles: Pérez de Ayala y Armando Palacio Valdés. Durante su estancia, que se prolonga hasta el 28 de junio, visita las fronteras de Alsacia y los Vosgos, en primer lugar, y posteriormente, Reims, La Champagne, Flandes y Verdún.
De aquella experiencia surge la serie de crónicas que publica en El Imparcial bajo el título genérico de Un día de guerra (Visión estelar). La primera parte, La media noche, se transformó en libro en 1917, mientras que la segunda, En la luz del día, quedó olvidada durante años. Ya antes de viajar a Francia, Valle había manifestado a Rivas Cherif su intención de escribir un libro que relatase su experiencia como si la guerra fuese contemplada desde una estrella: "La guerra no se puede ver como unas cuantas granadas que caen aquí o allá, ni con unos cuantos muertos y heridos que se cuentan luego en estadística; hay que verla desde una estrella, amigo mío, fuera del tiempo y del espacio". Parece que esta idea inicial se concretó tras las dos jornadas pasadas en un campo de aviación, en las que tuvo ocasión de realizar un vuelo nocturno que le produjo una viva impresión.
Darío Villanueva, que ya había estudiado (en "La medianoche de Valle-Inclán: análisis y suerte de su técnica narrativa") la importancia capital de La media noche en la obra de Valle-Inclán, resume sus opiniones en un interesante artículo publicado en Babelia, el 26 de julio de 2014, con ocasión de la conmemoración del centenario del comienzo de la Primera Guerra Mundial:
[...] Valle-Inclán aborda en 1916 el relato de una
guerra grande, la primera que empieza a ser moderna. Tiene en esta oportunidad
experiencia directa de ella, de su enormidad, de sus miserias y de los
impresionantes recursos de destrucción en juego. Su grandeza reta la ambición
del poeta, que quisiera estar a la altura del asunto, reflejar la totalidad de
tal acontecimiento histórico. Y para ello no cabe seguir la batalla de rodillas*,
ni tan siquiera de pie, sino desde lo alto. Gozar de la visión estelar de que
disfrutaban los dioses míticos pero también, por caso, los heroicos pilotos
franceses, ebrios de vértigo del aire como “los héroes de la tragedia antigua
del vértigo erótico”. Solo así se podría reflejar tan vasto acontecimiento
colectivo, signo de una historia nueva.
La media noche es la frustración del
proyecto literario esbozado por el escritor en un inédito ‘Cuaderno de Francia’
que contiene sus primeras impresiones del frente. En una ‘Breve noticia’
preliminar así lo admite, pero nos dejó las consideraciones artísticas que tuvo
que plantearse entonces. El eje de la obra está en el punto de vista narrativo,
en la superación de las barreras espacio-temporales. El autor quisiera estar
dotado del don de la ubicuidad, “ser a la vez en diversos lugares”, como
Cagliostro. La visión colectiva de la guerra podría ser realizada a su final si
el escritor consiguiese unificar los testimonios de los protagonistas
individuales, pero Valle-Inclán prefiere que el poeta, mágicamente, llegue a
parecido fin por distinto camino, elevándose de la tierra y contemplando la
batalla con una visión estelar.
[...]
Valle-Inclán, al que los poilus**confundieron en una ocasión, por su manquedad y atuendo, con el popular general
Goureaud en su visita a un aeródromo, convivió durante dos días con los
aviadores franceses. Al término, según las palabras del también corresponsal
Corpus Barga “no pudo negar que había volado sobre el campo de batalla”. Esta
experiencia aeronáutica tuvo capital importancia como catalizadora para la
construcción de la obra, pues Valle-Inclán le confesaría poco antes de partir
para Madrid que “el vuelo de noche ha sido una revelación… Será el punto de
vista de mi novela, la visión estelar”. Lo confirma en carta de junio de 1916 a
un amigo: “Yo he volado sobre las trincheras alemanas, y jamás he sentido una
impresión que iguale a esta en fuerza y belleza”.
La visión estelar comporta el protagonismo
múltiple, la multiplicidad de focos espaciales y el fragmentarismo narrativo,
así como la reducción o “angostura del tiempo” y la simultaneidad. Todo ello
determina la modernidad de La media noche y de obras posteriores como Tirano
Banderas y El ruedo ibérico, que sitúan a Valle-Inclán
entre los innovadores de la novela contemporánea y lo adscriben al modernismo
literario internacional.
A lo que no renuncia es a introducir en la
narración sus comentarios. Incluso existen trancos donde, por caso, se teoriza
sobre la sublimidad de la guerra, que no sirven a lo narrativo, sino
exclusivamente a lo digresivo, al comentario, útil para reiterar la
germanofobia del autor. El significado de la obra está ya orientado desde el
inicio por toda una declaración de principios; luego no faltarán nuevas
arremetidas contra unos (los alemanes), ni el enaltecimiento de los otros
(sobre todo los franceses).
La media noche se construye, así, a base
de una toma de partido, de la selección de determinados episodios concretos de
la batalla y de un estilo modernista, suntuoso y eficaz, ajeno a la urgencia de
la crónica. Y siempre, como marca del mejor Valle-Inclán por llegar, el aviso
de un poderoso expresionismo que cuajará en el esperpento.
En suma: un proyecto en cierto modo fallido, pero
de notorio impulso innovador y pionero. Acaso uno de los errores más
apreciables en que se ha incurrido con Valle-Inclán haya sido el de
circunscribirlo al ámbito de nuestra lengua, como partícipe peninsular del
modernismo hispanoamericano o “hijo pródigo” del 98 según lo denominó Pedro
Salinas, cuando el creador de los esperpentos es una de las figuras más
descollantes, en toda Europa, de aquel apasionante proceso literario que
representó la renovación de la novela y el teatro.
Así, Máximo Gorki concebirá su novela Jornada
del mundo como una suma de sucesos ocurridos el 25 de septiembre de 1935.
Más tarde Dziga Vertov, volviendo sobre la misma idea, distribuye por toda
Rusia, el 24 de agosto de 1940, a sus operadores para montar luego su película Un
día del mundo nuevo. El 13 de junio de 1942 se repetirá la
operación, y el resultado llevará el título de Veinticuatro horas de guerra
en la URSS. Y resulta obligado añadir, asimismo, la película The
Longest Day de Darryl F. Zanuck que, tomando como base la novela del mismo
título escrita por Cornelius Ryan, narra fílmicamente la jornada —“el día más
largo”— del desembarco aliado en Normandía que selló el comienzo del fin de la
otra gran guerra mundial del pasado siglo.
El escritor gallego buscaba una perspectiva de
creación absoluta porque esta condensación del tiempo tiene un gran rendimiento
simbólico, al perseguir la expresión de la totalidad a través de una de sus
partes. Asimismo, en 1922 el autor de Ulysses, reduciendo el tiempo de
la historia contada a un día de junio de 1904, buscó trascender de su
limitación cotidiana, como lo quiso a su vez Valle-Inclán en La media noche,
esbozo de un libro inconcluso que se hubiese titulado Un día de guerra.
En el poema de Jorge Luis Borges dedicado a James Joyce leemos: “En un día del
hombre están los días / del tiempo… / Entre el alba y la noche está
la historia / universal…”.
Darío Villanueva es secretario de la Real
Academia Española
*En la célebre entrevista con Gregorio Martínez Sierra, publicada en ABC (7 de diciembre de1928), Valle-Inclán formula su conocida teoría de las tres visiones, tres modos de ver artísticamente el mundo y sus personajes: de rodillas (como seres superiores o héroes, es la visión de la tragedia clásica), de pie (a su misma altura, como Shakespeare) y desde arriba, desde un plano superior (es la visión del esperpento: los personajes se deshumanizan convirtiéndose en muñecos o peleles, se cosifican o animalizan).
**poilus, 'peludos', nombre familiar de los soldados de infantería franceses en la Primera Guerra Mundial.
Puedes leer el artículo completo en:
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/07/24/babelia/1406202356_158955.html