jueves, 24 de octubre de 2013

"El héroe discreto", de Mario Vargas Llosa

Mario VARGAS LLOSA: El héroe discreto, Alfaguara, 2013, 383 páginas. 
 

    Para un lector familiarizado con las obras de Vargas Llosa, El héroe discreto parece una novela discreta, en la que la inventiva y la fuerza de la denuncia política han perdido fuste. Es una narración realista- con algún trazo esperpéntico- que regresa al ambiente de la clase media peruana desde la perspectiva de un escritor que ha agotado algunos temas, que mantiene su compromiso ético y que desde la edad madura se acerca a congéneres en sus mismas circunstancias para reflexionar sobre la lucha por la vida y sobre el destino. 
 

     La actual sociedad peruana representada en las ciudades de Piura y Lima se refleja en la novela como un entramado tupido y laberíntico de razas, culturas y clases sociales, en el que las arañas del espíritu maligno del ser humano y de las convenciones sociales van tejiendo la trampa viscosa donde el individuo puede caer atrapado. De acuerdo con la cita de Borges que abre el libro, es deber hermoso de cada hombre creer en el hilo que le permitirá orientarse en el laberinto y no perecer en él. Así pues, y desde la primera línea del libro, el lector tiene la sospecha –luego confirmada- de que está ante una optimista novela de tesis.


     Interesa siempre sobremanera a Vargas Llosa el reflejo de la clase media en sus conflictos individuales y colectivos, aquí encarnada en tres hombres que llegan al arrabal de la vejez y se aferran a sus sólidos principios para defender su proyecto de vida y acercarse a la felicidad, a pesar de las adversas circunstancias que se confabulan en su contra:


     Felícito Yanaqué, un empresario hijo de un aparcero criollo, ha dedicado, infatigable, sus desvelos a cimentar su vida en su próspera empresa de transportes, en su familia (esposa e hijos), en sus anhelos de ser aceptado por la buena sociedad blanca de Piura. Guiado por el consejo de su padre de no doblegarse ante nadie y por su consecuente férrea actitud ética, además de por el amor que siente hacia su amante Mabelita, avanza por el proceloso mundo de los negocios y por la atonía de la vida matrimonial, y consigue encontrar la salida del laberinto vital en que se sume tras la infidelidad de sus seres más queridos.


     En Lima, Ismael Carreras, propietario de una boyante aseguradora, ha sobrevivido a la viudedad y a los disgustos que le dan sus hijos (unos “cachorros” en toda regla) gracias a la entrega a su empresa y al impulso de un justiciero afán de venganza en el que implica –dulce sorpresa de la vida- a un amor otoñal. Rigoberto, su fiel empleado, ve peligrar, tras más de treinta años de servicio, la jubilación y los planes de disfrute junto a su esposa Lucrecia, con la que mantiene los divertimentos eróticos que conocimos en Los cuadernos de don Rigoberto. Para él, la música clásica y la pintura continúan siendo alimento de su espíritu sofisticado y válvula de escape de preocupaciones, como las que le siguen dando las alucinaciones (o fantasías) de su hijo Fonchito.


      A su alrededor se observa una sociedad que ha prosperado económicamente desde los años de La casa verde, como declaran los primos León, dos de aquellos ”inconquistables” que frecuentaban el prostíbulo, y como demuestran con su propia andadura. Sin embargo, Lituma sigue siendo un gris sargento, un pobre hombre, paralizado quizá por su mezquindad y por su falta de impulso vital, mientras pasea desorientado por sus días y por el transformado barrio de sus francachelas juveniles. Pero también es una sociedad que abona la desculturización, la violencia, la injusticia, la pérdida de valores éticos…, especialmente entre los jóvenes. Son los viejos temas de las obras primerizas de Vargas Llosa.


     Pero El héroe discreto es también un compendio magistral de las técnicas estilísticas del escritor, quien consigue que el lector olvide la voz del narrador y sólo sienta el pulso de historias que afloran espontáneamente y oiga las voces nítidas de los personajes. Diálogos narrativos simultáneos de acciones pertenecientes a momentos temporales diferentes, estilo indirecto, dos líneas argumentales alternas durante dieciséis capítulos que se funden al final de la obra, datos escondidos que incrementan el suspenso, cierre efectista del capítulo, ausencia casi total de tiempos muertos, narración dentro de la narración, riqueza léxica, sonoridad vibrante [oígase el comienzo de la obra :”Felícito Yanaqué, dueño de la Empresa de Transportes Narihualá, salió de su casa aquella mañana, como todos los días de lunes a sábado, a las siete y media en punto, luego de hacer media hora de Qi Gong (…)”]. Es la voz embaucadora de un buen contador de historias.




                                                                         Concha Botaya Zumeta, profesora del IES Goya


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