martes, 11 de abril de 2023

'Vivir con nuestros muertos', de Delphine Horvilleur

Grupo de lectura "Leer juntos" del IES Goya

Sesión del 20 de febrero de 2023

Obra comentada: Vivir con nuestros muertos. Pequeño tratado de consuelo, Barcelona, Ed. Libros del Asteroide, 2022.

Autora: Delphine Horvilleur.

Traducción: Regina López Muñoz.



¿QUIÉN ES
DELPHINE HORVILLEUR?

Nacida en Nancy, Francia (1974), en el seno de una familia judía (de padre alsaciano y madre procedente de los Cárpatos, de familia superviviente de los campos de concentración), recibió una amplia formación y comenzó, sin finalizarlos, sus estudios de Medicina en la Universidad Hebrea de Jerusalén, lo que le permitió aprender hebreo. Se trasladó a París y en CELSA (École des Hautes Études en Sciences de l'Information et de la Communication) se preparó para desarrollar una carrera como periodista, profesión que actualmente ejerce.

Su contacto con los medios de comunicación comenzó ya en Jerusalén, donde trabajó para TV France 2 desde el año 2000 al 2003. Más tarde, desempeñó la corresponsalía de TV France en Nueva York de 2003 a 2008. Actualmente interviene en el programa televisivo  Source de vie (France 2) y publica en «Le Monde»,  «Le Figaro» y en «Elle». Es productora, junto con Yann Boissière, de vídeos pedagógicos sobre judaísmo: PSSSHAT. 

Horvilleur es periodista y escritora y, además, una mujer rabino.

En mayo de 2008 recibió la Orden Rabínica en el seno del Movimiento liberal judío. Pertenece a las organizaciones «Judaísmo en movimiento» y al «Consejo de Rabinos liberales francófonos, KeReM». Dirige la revista de pensamiento judío Tenou’a.

La revista «L´Express» la eligió en 2014 como una de las jóvenes intelectuales de Francia. Ha alcanzado gran notoriedad desde 2015 a raíz de la película documental, realizada por Elisabeth Lenchener, Delphine Horvilleur, Madame le Rabbin.

Como ciudadana francesa ha recibido importantes distinciones oficiales: Chevalier de l’ordre national du Mérite (2015), Officier de l’ordre des Arts et des Lettres (2019), Chevalière de la Légion d’honneur (2020).

OBRA

-    Cf. Noktarikon: The Rabbinic Art of Word-breaking. Hebrew Union College-Jewish Institute of Religion. Brookdale Center, 2008.

-      En tenue d’Eve: féminin, pudeur et judaïsme, Paris, Ed. Grasset, 2013.

-      Comment les rabbins font les enfants: sexe, transmission et identité dans le judaïsme. Paris, Ed. Grasset, 2015.

-      Reflexions sur la question antisemite, Paris, Ed. Grasset, 2019.

-      Le rabbin et le psychanalyste. L’exigence d’interprétation. Ed Hermann, 2020.

-      Vivre avec nos morts, Paris, Ed. Grasset 2021.

-      Il n’y a pas de Ajar, Paris, Ed. Grasset, 2022.

VIVIR CON NUESTROS MUERTOS. Pequeño tratado de consuelo

Estamos ante una obra difícilmente clasificable desde el punto de vista del género, pues ofrece muestras de varios, sin dejar predominar la estructura de ninguno. Tiene una innegable cantidad de narración en primera y tercera personas, ofrece rasgos característicos de la ágil crónica periodística y es, en numerosos momentos, un ensayo, como iremos viendo.

El libro se presenta encabezado por tres citas muy cuidadosamente escogidas, que anticipan el sesgo de la obra. La primera pertenece al Deuteronomio, el quinto libro de la Biblia hebraica y último de la Torah, en el cual Moisés, en las llanuras de Moab, dirige tres discursos a los israelitas antes de llegar a la tierra prometida. Horvilleur selecciona del tercero de ellos  –el que recuerda la eterna Alianza de Yahvé con su pueblo– el mandato divino de «elegir siempre la vida».

La segunda referencia es de Henri Atlan, médico, biólogo y escritor francés, que ha formado parte, desde 1983 hasta el 2000, del Comité de Biomedicina y Ética  para Ciencias de vida y salud de Francia. Fue fundador y director del Hospital Universitario Hadassah de Investigación de la biología humana  de Jerusalén. La cita hace presente la noción científica de la ptosis: «La vida es el conjunto de funciones capaces de sacar partido a la muerte». [1]

Y, por último, Romain Gary, escritor francés nacido en la actual Lituania, hijo de padres judíos que sólo hablaban ruso y yiddish, emigrado a los 14 años a Francia, donde cursó los estudios de Derecho. Su formación y el elevado número de idiomas que hablaba  le permitieron desempeñar una amplia carrera diplomática tras la Segunda Guerra Mundial (Londres, Suiza, EEUU y Bulgaria). Fue el único novelista que recibió dos veces el Premio Goncourt. Se caracterizó siempre por su eclecticismo y por su gran sentido del humor y así se destaca aquí: «En el fondo, si no existiera la muerte, la vida perdería su carácter cómico».[2]

Tres dispares fuentes de inspiración judía: la Torah, un eminente médico francés y un notable escritor también francés, que comparten, sin embargo, la firme voluntad de aferrarse a la vida.

Vivir con nuestros muertos se estructura en once capítulos, «como las once estrellas del sueño de José relatado en el libro del Génesis 37-9»[3]. Cada uno de ellos lleva un título, que encabeza siempre un nombre propio, y un subtítulo, que anticipa o resume en parte el contenido del mismo. Azrael: «La vida y la muerte de la mano»; Elsa: «En casa de los vivos»; Marc: «La vestimenta de los retornados»; Sarah y Sarah: «El cesto de las generaciones»; Marceline y Simone: «El día del juicio»; El hermano de Isaac: «Caer en la pregunta»; Ariane: «Casi yo »; Myriam: «El mundo que está por venir»; Moisés:  «El hombre que no quería morir»; Israel : «Bendito el que revive a los muertos» y, por último, Edgar: «¿Soy yo acaso el guarda de mi tío?».

El título revela la intención de la autora de mostrar al lector el complejo mundo en torno a la muerte en el judaísmo actual. Horvilleur crea y sigue en esta obra un patrón organizativo: ella, en primera persona, es partícipe de la muerte y exequias de un judío notorio o anónimo y adentra al lector en su personalidad y en la de los deudos. En torno a la celebración del kadish, última oración, divulga las partes esenciales del ritual del judaísmo y, finalmente, narra parte de su propia biografía (personal en Israel y familiar en Edgar).

Por sus páginas desfilan Elsa Cayat (psicoanalista y escritora de Charlie Hebdo), Simone Veil (primera mujer Presidente del Parlamento Europeo), Marceline Loridam-Ivens (cineasta y escritora), Isaac Rabin (primer ministro israelí, asesinado en 1995) y hombres, mujeres y niños desconocidos o amigos.

Nuestros relatos sagrados abren un pasadizo entre los vivos y los muertos


Vivir con  nuestros muertos es, en gran medida, una narración que a lo largo de sus 192 páginas se justifica por dos motivos. El primero va ligado a la función del rabino como un transmisor de narraciones: «Acompaño a mujeres y a hombres que en un momento crucial de sus vidas necesitan narraciones. Esas historias ancestrales no son exclusivamente judías, pero yo las enuncio con el lenguaje de mi tradición» (p.18). El segundo, en cambio, es elección de la autora, que, si bien como oficiante ceremonial podría quedarse al margen, decide ligar su propia biografía a la de sus muertos e ir desgranándola en cada capítulo. Por todo ello, la técnica narrativa de «contar y que te cuenten»  va continuamente de la tercera a la primera persona y viceversa. Escasea el diálogo, pero son numerosos los momentos de diálogo subyacente y entonces el texto se salpica de algunas interpelaciones en segunda persona: “¡A ver, cuéntame…!”.

Prendidos al relato aparecen la liturgia, los textos sagrados y la propia religión.  Y, anexos, el ateísmo vital de muchos judíos y el concepto de laicidad.

En el capítulo segundo, dedicado a la psiconalista Elsa Cayat, asesinada en el ataque integrista contra el semanario Charlie Hebdo, se le plantea al lector la realidad de una mujer judía sefardí, atea y antirreligiosa, pero a quien la familia desea despedir con el ceremonial judío. Aprovecha esta circunstancia Horvilleur para exponer el concepto de laicidad: «La laicidad francesa no opone la fe al descreimiento. (…) Impide que una fe o una pertenencia acaparen todo el espacio. En este sentido, a su manera, la laicidad es trascendencia», afirma. (p. 28) 

Y, a partir de ello, reflexiona y relaciona este último concepto con el propio judaísmo, religión que «no es proselitista y no trata de convencer al otro de que posee la única verdad. (p.28)

Por esta mujer rabino sabemos que son muchos los judíos no practicantes, que al final de su vida, sin embargo, asumen que se celebrará para ellos la última oración, el rito de paso que descarga a los dolientes de inventar o improvisar una digna despedida. Y es ahí donde los textos sagrados cobran todo su valor y vigencia: «A través de la boca del rabino, y también a través de su cuerpo, su voz, su manera de estar en pie y de entonar una liturgia ancestral que lo precedió y lo sobrevivirá, el oficiante ruega al doliente que crea en un porvenir» (p. 118). Y, de ese modo, como afirmaba Maimónides, la vida y la muerte se sujetan de la mano, de generación en generación, midor ledor[4]

¿Acaso no sabían que el lenguaje tiene el poder de crear y destruir mundos? Así ha sido desde el Génesis, sobre todo cuando se habla en hebreo [5]

Inmersa en los textos sagrados, resultaba ineludible para la autora el tema de la lengua hebrea. Cuando Delphine Horvilleur se trasladó a Tel Aviv para estudiar Medicina, no conocía la lengua hablada en el Estado de Israel, que sólo llegó a hablar y entender después de tres años como estudiante universitaria en el país. Normal. El hebreo –lengua trimilenaria– dejó de utilizarse a partir del siglo IV y se extendió en su territorio el uso del arameo.

A partir de la Diáspora, los judíos hablaron en la lengua de los lugares de acogida: los askenazis en yiddish y los sefardíes en ladino. Pero en su día a día hablaban en la lengua propia de los países en los que nacían, crecían y morían. El hebreo se reservaba para las ceremonias religiosas y una exigua minoría lo usaba para la lectura de textos literarios o científicos provenientes de la Edad Media.

En los últimos decenios del siglo XIX nace y se extiende el movimiento sionista, que quiere una patria, Sion, y una lengua moderna común, que se pensaba que podría ser el alemán u otra lengua europea.

Un sionista judío procedente de Rusia, Eliezer Ben-Yehuda, en 1881 emigró a Palestina (todavía provincia del Imperio otomano). Gran conocedor del hebreo antiguo y de la literatura, aunque no era lingüista, fue capaz de crear un idioma nuevo. Partió de la estructura lingüística y gramatical del antiguo hebreo para forjar un lengua capaz de servir para la expresión moderna, mediante la invención de un extenso vocabulario, formado a partir de antiguos lexemas o bien de su propia invención, que cristalizó en el Diccionario del Hebreo. [6]

« El odio antisemita guarda rencor a los judíos cuando están vivos y les guarda rencor aun cuando están muertos »

Esta frase, que aparece en la página 187, es decir, a cinco páginas del final de la obra, cierra el círculo del tema del antisemitismo, al que la autora concede un lugar fundamental: con él arranca el segundo capítulo y termina el último.

No podía, sin duda, evitar la autora que el primer capítulo, hablando de muerte en 2021, hiciese mención a la COVID; pero, desde el segundo, el antisemitismo ocupa el lugar destacado que exige. Decíamos más arriba que Horvilleur oficia el kadish de judíos célebres o anónimos; pues bien, entre los dos grupos de personas hay víctimas del odio antisemita. En Vivir con nuestros muertos encontramos algunas: El joven Ilan Halimi en 2006. Los 15 muertos en el atentado a un supermercado Kosher en 2015. Elsa Cayat muerta en el atentado a Charlie Hebdo en 2015. Profanación del cementerio judío de Westhoffen, Alsacia, en 2015. Y las incontables profanaciones de tumbas judías en Francia en los últimos años.

El antisemitismo es tabú en nuestro tiempo, pero Horvilleur lo aborda en su libro porque no quiere ocultar los problemas que esa comunidad sufre. Hace partícipes a los lectores de la vida y la muerte de unos seres humanos que pertenecen a una comunidad perseguida desde tiempo inmemorial. Y nos abre la puerta para mostrar que askenazis y sefardíes, niños, mujeres y hombres, viven y mueren, aman y sufren como los demás.

                *                     *                      *

Narración, crónica periodística y ensayo, juntos en una obra de enorme densidad, que resulta apasionante en cualquiera de esos tres aspectos. Vivir con nuestros muertos se lee con enorme avidez, aunque invita contantemente al lector a detenerse, a reflexionar. Es un libro lleno de muertos, pero, como promete en el subtítulo, es también un manual de consuelo, porque en sus páginas siempre se abre paso la vida, Lejaim! [7]

Una lectura imprescindible. 

Francisca Soria Andreu






[1] Autor médico muy reconocido. Son famosas sus teorías sobre los modelos de desarrollo de la vida biológica, expuestas en su ensayo Entre le cristal et la fumée, 1979, Éditions du Seuil. 

[2] Romain Gary publicó con su nombre L´Orage (1935), Les racines du ciel (1945) que ganó el Premio Goncourt y La promesse de l´Aube (1960). Bajo el pseudónimo Émile Ajar publicó La Vie devant soi (1975), que también recibió el Premio Goncourt. 

[3]Toledano, A. Accompagner les vivants. Cf “La règle du jeu”. Crítica del libro de Horvilleur. 

Toledano, profesor de Historia de la Medicina en la Universidad Paris Descartes, Paris V., ha publicado numerosa literatura médica y es autor de La Médecine du Talmud (2017), La Médecin de Maïmonide: Quand l’esprit guèrit le corps (2018) y Médecine et Kabbale: le pouvoir des lettres (2021), entre otros. 

[4] Maimónides, Tratado de los Ocho Capítulos. Cf. Toledano, A., Ibidem 

[5] Página 163 de la presente edición. 

[6] La Kompleta Vortaro de la Hebrea Antikva kaj Moderna. Seis volúmenes. Los inmigrantes que llegaron entre 1904 y 1914 acogieron con entusiasmo esta lengua y la encumbraron como única en las escuelas, tras una ardua lucha contra quienes querían imponer el alemán. Cuando en 1948 se fundó el Estado de Israel de 600000 judíos, el 54% de ellos lo tenía ya por única lengua. 

[7] Es un brindis en hebreo: ¡Por la vida! p. 24.



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