Joaquín Sorolla, Rosas del jardín de casa, 1919
HUELEN LAS ROSAS
Sobre la mesa han puesto un barro humilde con unas rosas que lo justifican igual que justifica el hombre un claro destello, una esperanza, una sonrisa. Huelen las rosas, y sentir su aroma también es dar constancia de la vida, es percibir la realidad que llega en su increíble y breve maravilla, huelen las rosas, qué delgado mundo de fragancia nos deja su caricia, qué prodigioso mecanismo se hace necesario hasta dar con esa mina sutil de olor, cuántos secretos reinos botánicos, qué incógnitas provincias de vegetal acción, desde la tierra suben elaboradas, resumidas, adelgazadas hasta lo indecible para ser un milagro entre la brisa de la mañana, un invisible copo de aroma hacia la tarde, un terciopelo de perfume solar al mediodía.
Trabajaron obreros diminutos y subterráneos por las galerías donde la gota de agua y las sustancias germinales se alían. La nieve puso un dedo entre los labios, el viento golpeó las ramas niñas, deshilvanó la lluvia sus collares, y entre tanto, en la arcilla, porosa y maternal, manos minúsculas manipulaban ciegas en la alquimia del delgado perfume de las rosas, para que al fin se derramara un día desde esta mesa en la que he puesto un barro humilde, y nos regale su delicia. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Las hemos merecido? ¿Merecemos que sea así la vida tan hermosa y fragante, que penetre por los sentidos su verdad sencilla tan misteriosa y generosamente? Algo hay que nos responde por las rosas, una respuesta de perfume, escrita en el aire, las cosas que manejan nuestras manos ¿por qué han de ser distintas de los rosales? Con amor ¿por qué no son también aroma concedida? Vivir no es más difícil que un rosal, lo que anula su aroma es la injusticia.
De Con los cinco sentidos, Javalambre,1970 |
¿Por qué...? Bueno, seguramente no lo merecemos. Pero tampoco, la mayoría de las personas, de merecen transitar por el valle de lágrimas que es la vida. Digamos que la toda y su perfume es como otra de esas escasas maravillas que nos hacen más llevadera la existencia; igual de merecidas que las que nos la hacen insoportable.
ResponderEliminarA mí me ha gustado el poema. Hasta que me informado de quién era el autor, me había figurado a alguien más antiguo, como un poeta de ésos casi desconocidos de los tiempos y estética de Campoamor o algo parecido, aunque éste más preocupado por el misterio de la belleza y las preguntas existenciales (yo, realmente, de Campoamor sólo he leído ese poemita que se ponía como ejemplo en los manuales de texto para enfrentar su estilo prosaico a la hermosura y emoción de Bécquer...)
carlos