domingo, 17 de mayo de 2020

Un poema de Julio Llamazares




Desde esta misma roca contemplaron la doma de los potros que habrían
   de montar en el combate.

Junto a este mismo río levantaron sus cabañas, derramaron sus rebaños y
   leyendas y bebieron el profundo licor de las grosellas.

Y, en noches de luna llena como esta, cortaron con sus hoces sagradas
   plantas de muérdago para ofrecer al dios de las montañas.

Todavía se escucha, cuando nieva en la noche, el eco de sus flautas y
   cítaras perdidas.

Todavía se escucha, cuando nieva en la noche, el rumor de sus gritos
   guerreros.

Pero de nuevo brilla el sol, se deshace la nieve y el dios de las montañas
   queda solo.

Solo y lejano como mi corazón ahora. Como mi corazón ahora.


      De Memoria de la nieve, Hiperión, 1985


Memoria de la nieve, segundo poemario de Julio Llamazares, vio la luz originalmente en 1982, tras ganar la cuarta edición del Premio Jorge Guillén de poesía. En 1985 apareció bajo el sello Hiperión, en edición conjunta con La lentitud de los bueyes, su primer libro de poemas. En 2009 la misma editorial, bajo el título de Versos y ortigas, volvía a reunir ambos poemarios y les añadía algunos poemas inéditos. Diez años después, Nórdica ha publicado una edición de Memoria de la nieve ilustrada  por Adolfo Serra.

En Memoria de la nieve el poeta evoca, en largos versos libres cargados de melancolía, su infancia y el pasado de su tierra. El título procede del verso que abre esta evocación: "Mi memoria es la memoria de la nieve". En él recoge los dos símbolos presentes en todo cuanto escribe, como reconoce el autor:
Son símbolos de mi biografía: la nieve, los bueyes, las montañas, etcétera. Otros tendrían el mar, los cañaverales, el sol, como paisaje de su historia. Pero la mía es ésta, de esta simbología parte lo que digo, y surge lo mismo en prosa que en poesía. Ese título, Memoria de la nieve, resume muy bien no solo la poesía sino toda mi obra. Creo, además, que es una redundancia: la memoria es como la nieve, escribes sobre ella, y mientras escribes se va derritiendo. Es como si siempre escribiera sobre la nieve, no sobre el papel.
Podría decirse que, en realidad,  nieve y memoria forman parte de un único símbolo: "seguramente es el mismo en dos variantes descriptivas, porque al final la memoria es como la nieve, que se va derritiendo poco a poco, y la nieve es como la memoria, que también va desapareciendo poco a poco".

[Imagen: elhorizonte.mex]

2 comentarios:

  1. ¡Me ha encantado está evocación de los astures o cántabros resistentes a Roma (supongo) que se aparecen en las noches de nieve o plenilunio! Precioso de verdad.
    Carlos San Miguel

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