domingo, 12 de enero de 2020

"Sobre un verso extranjero", de Yorgos Seferis




SOBRE UN VERSO EXTRANJERO

A Eli, Navidad de 1931.

Dichoso quien hizo el viaje de Odiseo.
Dichoso si al marchar sintió firme la coraza de un amor
           extendida por su cuerpo, como las venas donde
           bulle la sangre.

De un amor con cadencia sin fin, invencible como la 
           música y eterno
porque nació cuando nacimos y cuando nos muramos, si es
           que muere, ni nosotros ni nadie lo sabe.

Pido a Dios que me ayude a decir, en un momento de gran
           felicidad, cuál es este amor:
me siento a veces rodeado del exilio y escucho su lejano
           bramido como el fragor del mar mezclado con la
           borrasca inexplicable.

Una y otra vez surge ante mí el fantasma de Odiseo, con
           los ojos arrasados por la sal de las olas
y por el deseo maduro de ver de nuevo el humo que brota
           del hogar de su morada y su perro ya viejo
           aguardándole a la puerta.

Inmenso él, se detiene musitando tras sus barbas encanecidas
           palabras en nuestra lengua, como la hablaban
           hace tres mil años.
Extiende una mano encallecida por las jarcias y el timón,
           con la piel curtida por el cierzo, la canícula
           y las nieves.

Parece querer arrojar de nosotros mismos al Cíclope
           sobrehumano que mira por un único ojo, a las Sirenas
           que te imponen el olvido, si las escuchas,
           a Escila y Caribdis:
a tantos monstruos extraños que nos impiden pensar que
           también él fue un hombre que luchó en el mundo
           con cuerpo y alma.

Es el gran Odiseo: aquel que sugirió construir el caballo
           de madera con el que los aqueos conquistaron
           Troya.
Sueño que viene a enseñarme cómo construir yo un caballo
           de madera con el que conquistar mi propia Troya.

Habla quedo y tranquilo, sin esfuerzo, parece conocerme
           como un padre
o como uno de esos viejos marineros que apoyados en sus
           redes —cuando había tormenta y bramaba el viento—
me decían, en mis años infantiles, la canción de Erotócrito
           con lágrimas en los ojos
—temblaba yo en medio de mi sueño al escuchar la triste
           suerte de Areti al bajar los peldaños de mármol.

Me dice el penoso esfuerzo de sentir las velas de tu
           nave henchidas de nostalgia y de tu alma
           convertida en timón.
Y también que estás solo, inmerso en la tiniebla de la
           noche y a la deriva como la parva en la era.

La amargura de ver naufragar a tus amigos  entre los elementos
           dispersos: uno a uno.
Y qué vigor extraño sientes al hablar con los muertos
           cuando los vivos que quedaron ya no bastan.

Habla... aún veo sus manos que sabían comprobar si estaba
           bien tallado, a proa el mascarón
que me den un sereno mar azul en el corazón del invierno.

              De Cuaderno de ejercicios, I. En Poesía completa
Alianza, Madrid, 1989.Traducción: Pedro Bádenas de la Peña


Cuaderno de ejercicios, I (1940) reúne poemas compuestos entre 1928 y 1937. Yorgos Seferis, en una nota a la primera edición que reproduce Pedro Bádenas, explica que este libro está formado por poemas que no tienen cabida en otras colecciones  y lo considera "como un ejercicio", "la prosecución de un esfuerzo de diez años para conseguir una expresión poética".

Sobre el poema elegido, dedicado a una prima del poeta, explica Pedro Bádenas  que el primer verso es la traducción del famoso "Hereux qui comme Ulysse a fait un beau voyage"* con que comienza el soneto del poeta francés Joachim du Bellay (1522-1560), amigo de Ronsard,  en Les Regrets (1558). Y añade:
Seferis ha sabido conciliar perfectamente sus lecturas del gran maestro de la Pleïade con el espíritu de la Odisea. Y, desde luego, ha logrado una penetrante síntesis del símbolo de Odiseo, capaz de las mayores astucias y audacias -como hablar con los muertos  cuando los vivos no bastan-, hábil navegante, domeñador de monstruos, necesitado de afecto y consciente de lo efímero. La asunción biográfica de todos estos elementos lleva a Seferis a enlazar sin solución de continuidad con otro de sus mitos de referencia, el Erotócritos, a través de Areti, la protagonista del poema de Cornaros.
 *"¡Feliz quien, como Ulises, ha hecho un largo viaje, / igual que aquel que conquistó el toisón, / y ha regresado luego, sabio y lleno de experiencia, / para vivir entre su gente el resto de sus días! // ¿Cuándo volveré a ver, ay, de mi pequeño pueblo / humear la chimenea, y qué estación será / cuando vea de nuevo el jardín de mi pobre casa, / que es para mí todo un reino, y mucho más aún? // Amo más la morada que erigieron mis abuelos / que de los palacios romanos las soberbias fachadas; / más que el mármol duro amo la arcilla fina, // más mi Loira galo que el latino Tíber / más mi pequeño Liré que el alto Palatino / y más que el aire del mar la dulzura angevina" (En adolfogarciaortega.com).

[Imagen: Booking.com]

1 comentario:

  1. Espléndido...ya sabes que le he cogido mucha simpatía a La Odisea por aquí jeje
    ¿Y por qué en mi juventud conocíamos más por Ulises a Odiseo. ¡Ulises 31, la serie de dibujos animados de los sábados sobre un Odiseo del futuro que vaga por la galaxia para volver a la Tierra...igual es más agradable fonéticamente.
    Y el traductor del poema ha empleado "Cierzo"...yo pensaba que era el nombre local que dábamos aquí al viento del norte, por mucha etimología latina que tenga.
    Carlos San Miguel

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