En el año en que se está celebrando el
50º aniversario del Diccionario de Uso del Español (DUE), más conocido
como “el María Moliner”, queremos rendir homenaje en el Día Internacional de la
Mujer Trabajadora a una mujer que, cuando le negaron un sillón en la Real Academia
Española, contestó con ironía “¿Qué podía decir yo si en toda mi vida no he
hecho más que coser calcetines?”.
Para que nuestros alumnos valoren
qué hay de cierto en sus palabras y conozcan la trayectoria laboral y vital de
la autora del prestigioso diccionario –quien, por cierto, hace cien años
estudiaba el último curso del bachillerato en nuestro instituto–, la profesora
Marily Gómez, del departamento de Lengua Castellana y Literatura, ha preparado
la siguiente semblanza biográfica de María Moliner, que queremos compartir con
todos los seguidores del blog.
María Moliner1 publicó en 1966
un Diccionario de Uso del Español que
sorprendió a todos. Ella sola, una mujer ya mayor, un ama de casa, había
dedicado muchos años a esta descomunal labor. Esta es la imagen que se
generalizó. Sin embargo, la autora del diccionario que pronto hizo sombra al de
la RAE, y que se mantendrá desde entonces como el preferido por muchos
usuarios, había sido una persona muy activa en los años previos a la dictadura
franquista; una profesional que con su
trabajo alcanzó puestos a los que una mujer de la época no accedía.
Quizá creas que
no tienes nada que ver con una persona que nació hace tiempo, en 1900 nada más
y nada menos. Quizá sus pasiones (la lectura, la educación, la lengua) te
pillen muy de lado, porque no puedes entender cómo alguien se puede apasionar
por algo así; puede que un puñado de vosotros lo entendáis. De cualquier
manera, es fácil, como vas a comprobar, contagiarse de la vitalidad de esta
mujer.
María Moliner nace en el zaragozano
pueblo de Paniza. Es la mediana de tres hermanos. El padre, médico de
profesión, desea ingresar en la Marina y por ello toda la familia se traslada a
Madrid. Allí, María estudia en un centro educativo de vanguardia, en la
Institución Libre de Enseñanza; en él son tan avanzados para la época que creen
en la igualdad entre hombres y mujeres e inculcan estas ideas a sus alumnos.
Sin embargo, en estos años tiene lugar uno de los hechos más traumáticos en la
vida de nuestra protagonista: su padre no vuelve de uno de los viajes, y aunque
envíe algo de dinero al principio, el hombre formará un nuevo hogar en América
y se desentenderá del suyo en España. La familia Moliner queda sin ingresos, y
tal es así que en uno de esos años María y su hermano Enrique se reparten el
curso escolar: él paga y asiste medio curso y la hermana hará lo
correspondiente. María Moliner mantendrá la amistad con los profesores de la
ILE aunque los estudios en Madrid queden interrumpidos. Uno de esos profesores
precisamente será el encargado de despertar la curiosidad de la niña por la
lengua al corregirle un error en una redacción como ella misma contará después.
La familia regresa a Zaragoza y
María se matricula en el instituto "Goya", entonces llamado
"Instituto General y Técnico". En esos mismos años pasan por sus
aulas otros futuros ilustres como Luis Buñuel y Ramón J. Sender. Es la época de
la foto que encabeza la biografía: en ella aparece una joven de facciones
agradables con una mirada que transmite inteligencia, seguridad y tesón.
En la Universidad estudia
Historia, pues no hay facultad de Filología, y realiza unas primeras
investigaciones que mejoran la economía familiar. Participa en la creación de
un mapa toponímico de Aragón y, por otro lado, colabora con la revisión de aragonesismos
en el diccionario de la Academia (DRAE). Esta experiencia investigadora pudo
ser de gran provecho para el futuro diccionario María Moliner. Con su buena
cabeza y su gran voluntad oposita junto a algunos compañeros al Cuerpo de
Archiveros y Bibliotecarios. Tiene 21 años. Solo hay cinco mujeres en España
que han aprobado con anterioridad; María Moliner será la sexta y la más joven
en hacerlo. Aunque vuelve a Madrid para realizar las prácticas en la Biblioteca
Nacional, su puesto de trabajo definitivo la lleva a Salamanca, al archivo de
Simancas. De esta época es la segunda foto: la joven archivera se presenta
volcada en su trabajo e, infatigable, da la impresión de poder despachar con
prontitud todos los legajos de su izquierda.
Un traslado voluntario la sitúa
en Murcia, ciudad en la que conoce al que será su marido, Fernando Ramón, un
catedrático universitario a quien se considera el introductor de las teorías de
Einstein en España. Pero el lugar donde se desarrolla con más ímpetu María
Moliner profesionalmente es Valencia. Allí, en los tiempos de la República, le
encomiendan distintos puestos de importancia y casi impensables para una mujer
en esa época: directora de la Biblioteca Universitaria y directora de la
Oficina de Adquisición de Libros. Hay que imaginar lo que sentiría una lectora
como ella al tener que elegir los libros que debían llegar a todas las
bibliotecas del país e incluso del extranjero; poder crear nuevas bibliotecas y
mejorar las ya existentes. Pero aquí no queda la cosa, puesto que además
participa junto a su marido y con amigos entusiastas en la fundación de una
escuela en Valencia bajo el modelo de la ILE, donde imparte clases de
Gramática y Literatura. Y por si fuera poco, continúa con el proyecto de
extender las bibliotecas por pequeñas poblaciones, tarea que ya había comenzado
años antes. Va en persona por algunos pueblos tratando de convencer a los
maestros de la importancia de las bibliotecas rurales; en muchos casos le toca
batallar contra la incapacidad y el desinterés de
esos educadores que no entienden del entusiasmo de esta mujer. Saca tiempo para
dejar todas su impresiones por escrito: Instrucciones
para el servicio de pequeñas bibliotecas y el Proyecto de Organización General de Bibliotecas del Estado son dos
ejemplos de sus reflexiones. Parece mentira que con toda esta implicación
profesional pueda dar a luz esos mismos años a varios hijos a los que pronto
contagiará el amor por la cultura.
Todo el entusiasmo de María
Moliner queda aniquilado al acabar la Guerra Civil (1939). Tanto ella como su
marido son depurados, es decir, sometidos a juicio por colaborar con el
gobierno de la República: la acusan de haber realizado sus obligaciones quizá
demasiado bien (fue "muy leal"). Ella misma redacta la defensa. Sin
embargo, llegan las represalias: Fernando Ramón es expulsado de la Universidad
y a ella la degradan en su puesto de trabajo. Es la España de posguerra y
mujeres válidas como María Moliner tienen que exiliarse o sufrirán el
aislamiento. Ella se recoge algunos años después en el poco gratificante puesto
de bibliotecaria en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de Madrid, en el
cuidado de los hijos y con la pena de tener a su marido distanciado por motivos
profesionales. Una parada intelectual que tuvo que ser ciertamente muy dura
para esta mujer que rebosaba energía.
Pasan los años y un regalo
prende de nuevo la mecha de la curiosidad y el buen hacer: ella misma explica
que al traerle su hijo un diccionario de inglés, le entran ganas de elaborar
una obra similar para el español, puesto que el DRAE no le convence del todo.
Quiere crear una obra útil de verdad, práctica. Organiza un proyecto para unos
meses, quizá dos años. Cada tarde teclea palabras en pequeñas fichas; ya las
había utilizado en sus investigaciones zaragozanas. Discute significados, bucea
en los periódicos de la época y logra avances que darán como resultado el Diccionario de Uso del Español en dos
volúmenes, de 1446 y 1585 páginas respectivamente; el "María
Moliner", como se le conoce desde entonces. No ha parado ni en los
veranos; ha tenido que echar mano de colaboradoras. La dedicación le ha llevado hasta quince años
de su vida, de 1951 a 1966.
El éxito tras la publicación del
diccionario fue enorme entre los usuarios, y pronto se erigió como el favorito
de los traductores. Los especialistas en Gramática no daban crédito al
comprobar que una sola persona hubiera logrado hacer algo así. El diccionario
incorporaba novedades muy útiles para manejarse con el español real; también
había interesantes reflexiones sobre el idioma. Todo estaba organizado de una
manera clara y sencilla. La bienvenida al diccionario fue tal que se propuso el
ingreso de María Moliner en la Academia (RAE). Sin embargo, fue rechazada.
Algunos escritores incluso mantuvieron un doble juego ante la candidatura. Lo
singular desde nuestros ojos es comprobar que en 1972 no hubiera todavía
ninguna mujer académica, aunque tampoco las encontraríamos en otras
instituciones importantes. En 1979 por fin entró en la RAE una mujer, la poetisa
Carmen Conde, buena amiga de Moliner.
No parece que la autora del
diccionario tomara a mal el feo de la Academia, y siguió revisando el
diccionario para futuras ediciones. Sin embargo, una enfermedad, la
arterioesclerosis, le fue deteriorando su capacidad intelectual, de manera que su mente ya avanzaba con dificultad
a través de las palabras hasta que tuvo que abandonar definitivamente el
trabajo.
Hasta aquí la historia de una
mujer pionera que aprovechó las oportunidades cuando le llegaron y que supo
inventar lo que no existía pero era necesario cuando los tiempos le fallaron.
Que se volcó para que la lectura, la educación y la lengua llegaran a todos,
también a nosotros.
Marily Gómez
Llop
Para consultar más información sobre la vida de María Moliner, en la página del Instituto Cervantes, aquí.
Y en los documentales:
- En el publicado en torno a la Exposición en
Escuelas Industriales UPM: “María Moliner: mujer, bibliotecaria y lexicógrafa”, cedido por la Dirección General de Cultura del Gobierno de
Aragón.
(1) A partir de la biografía El exilio interior
de Inmaculada de la Fuente.
¡Qué mujer, qué mujer! Tendría que informarme, pero espero que el Gobierno de Aragón y el del país hayan remediado en lo posible aquel desdén de la RAE.
ResponderEliminarY qué doloroso es ver el daño tan grande para el avance del país que fueron aquellas purgas del franquismo y la sustitución de semejantes intelectuales por...no sé qué.
Carlos San Miguel