domingo, 2 de septiembre de 2012

"Oda a la sandía", de Pablo Neruda



Oda a la sandía


El árbol del verano 
intenso,
invulnerable,
es todo cielo azul,
sol amarillo,
cansancio a goterones,
es una espada
sobre los caminos,
un zapato quemado
en las ciudades:
la claridad, el mundo
nos agobian,
nos pegan en los ojos
con polvareda,
con súbitos golpes de oro,
nos acosan
los pies
con espinitas, 

con piedras calurosas,
y la boca
sufre
más que todos los dedos:
tienen sed
la garganta,
la dentadura,
los labios y la lengua:
queremos
beber las cataratas,
la noche azul,
el polo,
y entonces
cruza el cielo 

el más fresco de todos 
los planetas, 
la redonda, suprema 
y celestial sandía. 
Es la fruta del árbol de la sed. 
Es la ballena verde del verano.


El universo seco
de pronto
tachonado
por este firmamento de frescura
deja caer
la fruta
rebosante:
se abren sus hemisferios
mostrando una bandera
verde, blanca, escarlata
que se disuelve 

en cascada, en azúcar,
¡en delicia!


¡Cofre de agua, plácida
reina
de la frutería,
bodega
de la profundidad, luna
terrestre! 
¡Oh pura, 
en tu abundancia 
se deshacen rubíes 
y uno 
quisiera 
morderte 
hundiendo 
en ti 
la cara, 
el pelo, 
el alma! 
Te divisamos 
en la sed 
como 
mina o montaña 
de espléndido alimento, 
pero te conviertes 
entre la dentadura y el deseo 
en sólo 
fresca luz 
que se deslíe, 
en manantial 
que nos tocó 
cantando. 
Y así 
no pesas, 
sólo 
pasas 
y tu gran corazón de brasa fría 
se convirtió en el agua 
de una gota.

(Pablo Neruda,  de Las Odas Elementales, 1954)

Pablo Neruda (1904-1973) escribe Las Odas Elementales en su etapa de madurez, tras su Canto General.  Empezó a componerlas a propuesta de Miguel Otero Silva, director de El Nacional de Caracas, que le pidió una colaboración semanal de poesía para su periódico. Neruda aceptó con la condición de que no se incluyeran en el suplemento literario sino en las páginas dedicadas a crónicas. Con ellas se propone crear un extenso poema que sea una visión totalizadora de la realidad a partir de las cosas sencillas y cotidianas, "publicar una larga historia de este tiempo, de sus cosas, de los oficios, de las gentes, de las frutas, de las flores, de la vida, de mi posición, de la lucha, en fin, de todo lo que podía englobar de nuevo en un vasto impulso cíclico mi creación". Las Odas Elementales tendrán su continuación en Nuevas Odas Elementales (1956), Tercer Libro de Odas (1957) y Navegaciones y Regresos (1959).


3 comentarios:

  1. Maravilloso, mi profesora me hizo copiarlo entero y a h o r a q u i e r o p e g a r m e u n t i r o

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  2. ¡Delicioso, literalmente...jajaja
    Pero lo publicaste en septiembre; llegaste tarde, amiga.
    El verano...¡qué aplastante! Se olvida el poeta del insomnio, los mosquitos y las hormigas. Y los incendios y, lo que es peor, los pirómanos de carácter criminal que quedan impunes. Y el trabajo durante el verano en una atmósfera que parece caldo. Los dolores de barriga infantiles que padecíamos en los Ochenta aquí en mi pueblo -que no sé si eran debidos al agua o es que es algo por lo que pasan todos los niños para fortalecerse- y que nos curaba una vieja vecina con friegas de anís.Los vecinos desocupados que no encuentran hora de irse a dormir y gozan hablando y gritando...Menos mal que tenemos el cierzo y las tormentas.
    Carlos San Miguel

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